viernes, 17 de agosto de 2012

EL ACTOR JOHN MALKOVICH EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER


“The Giacomo Variations”, basada en “L´histoire de ma vie” de Giacomo Casanova y en escenas de las óperas de W.A.Mozart  (1756-1791) y Lorenzo da Ponte (1749-1838).

Reparto: John Malkovich, Giacomo 1. Ingeborga Dapkünaitè, Elisa 1, Giacomo IV, Bellino, Henriette, Lucrezia. Sophie Klussmann, Cécile, Despina, Giacomo III. Florian Boesch, Giacomo II, Conte, Conde Waldstein, Duque de Matalone, Conde Branicki. Orchestre Wiener Akademie. Martin Haselböck, director musical, Michael Sutrminger, director de escena. Jueves 9 de agosto de 2012. Palacio de Festivales. Santander.

El actor John Malkovich, el recordado Valmont de “Las amistades peligrosas”, película basada en la novela de Choderlos de Laclos, el escritor del siglo XVIII francés, dejó para el recuerdo  en el verano santanderino, una única actuación con una ópera de cámara en dos actos, titulada “The Giacomo Variations”. El día anterior, en la mañana del 8, se había llevado a cabo también una rueda de prensa para presentar la propuesta músico-teatral.



La obra gira alrededor de una adaptación de las Memorias de Casanova, interpretado alternativamente por Malkovich y el barítono Florian Boesch, que le dobla la voz al actor de Hollywood. Malkovich, que luce una piel maravillosa y además canta, hace disfrutar al público de un inglés portentoso, claro, envuelto en una trama previsible pero que enlaza escena tras escena para volvernos a hacer revivir lo que todos sabemos de Casanova: un rendido perseguidor de mujeres, carnal y filibustero, enamorado del amor.


Nada más lejos del Don Juan español, este viajero, diplomático y embaucador veneciano. Casanova  ama pero no destruye a las mujeres aunque tampoco las conserva. Las reflexiones no van en esta obra por la recuperación proustiana del recuerdo gracias a la magdalena de Tía Léonie, sino más bien a todo lo contrario: la ópera se erige como un enorme cuestionamiento desgarrado sobre el olvido. Y la pérdida irrecuperable del sentimiento del amor.

Segundo proyecto común del actor norteamericano y el director de escena Michael Sturminger, después del éxito internacional de “The infernal comedy”, el proyecto cuenta que, “en algún momento durante estos encuentros, lleno de deseo y pasión por muchas mujeres, Casanova tiene que enfrentarse a su mayor temor: morir sin haber descubierto el sentido de su existencia”. Podríamos preguntarnos por nuestra parte: ¿es que acaso lo hay?
Malkovich como actor, productor y director es uno de los grandes iconos de la meca del cine y muy a menudo se compromete con empresas humanitarias o que denuncian situaciones de injusticia, como el documental Which way home, de Rebecca Cammisa, que cuenta la historia de los niños que cruzan la frontera de Mexico a Estados Unidos.
Esta velada va más en la línea del “divertimento”, aunque no exento de un trasfondo filosófico, como corresponde a una producción del Siglo de las Luces, sobrepasado por la preocupación por el Hombre y sus circunstancias.


La escenografía y los decorados, inmensos vestidos de época, que, ¡oh metáfora! se abren por el centro, evocando una gigantesca vagina que permite el movimiento de los personajes y el despliegue del argumento.
Ajustada y agradable la voz de Florian Boesch, apropiada y segura la de Sohie Kaussmann. Ingeborga Dapkünaitè choca por su parte con la plasticidad frágil de un Casanova envejecido pero lleno de ternura. Su composición es poco flexible y bastante rígida. Por momentos se produce como un mero figurín. El todo sin embargo es excelente, evocador y la orquesta de la Wiener Akademie bajo la batuta de de Haselböck suena de maravilla, como si fuera una sinfónica.



Del “Cosa sento” de las Bodas, a la Sinfonía “Praga”, al “Andante amici” y “Amanti costanti” de la misma ópera, pasando por “Madamina, il catalogo è questo”, del Don Juan, la velada – y la propia vida- podrían resumirse en las palabras que no deja de repetir Casanova durante toda la noche: “Abramos otra botella de champán”. Y, esta vez en español, “Viva la libertad”. Y también y con descaro aquí y allí: “pensiero, cazzo, minchia…”. Se espera una sonrisa, las risas francas del público, pero no llegan. No les resultan graciosas las “palabrotas” desgranadas como una provocación infantil o no las entienden. Peccato!


Se trata de un hecho teatral interesante, una ópera vocalmente bien planteada y el poder disfrutar de un actor que nos ha brindado con su cine y con su trayectoria, momentos para la pasión y el gran arte.
Malkovich viste como nadie sus preciosas chaquetas bordadas en color blanco y azul foncé, cubiertas de pedrerías. Las medias blancas y los zapatos de tacón resaltan unas piernas potentes y seguras, demasiado fuertes quizás para un viejecito que se asoma al final de su vida. Las pelucas que manipula y se pone ocultan una calva provocadora.
El público fue entusiasta, pero sin excesos. En las primeras filas se disfrutó hasta del perfume de los cortinados y las poltronas y “bureaux” dieciochescos. Alguna ex actriz de Almodóvar cruzaba cansinamente la platea antes de comenzar la función. En la sala, vestimentas variopintas de verano y media estación, aunque fuera los treinta grados a la sombra y la humedad derretían el ambiente.





Y en algún lugar de Europa, ensimismado y compungido por la crisis, Giacomo Casanova se vuelve a preparar para seguir el viaje. Y continúa saludando desde el fondo de su berlina, mientras se quita, pomposamente y siempre fiel a sí mismo, un sombrero engalanado de plumas. Y fantasea. Y, pese a todo, recuerda.





Última licencia poética: le debía estas líneas a Malkovich y a Giacomo. Cada vez que voy a Venecia la "casualidad" hace que dé vuelta a una esquina y me encuentre una y otra vez con la inscripción: "Aquí vivió Giacomo Casanova". Es magia.

Alicia Perris  

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