viernes, 31 de agosto de 2012

LAS VILLAS ROMANAS EN LA COSTA AMALFITANA


Las fuentes antiguas, de Homero a  Estrabón, no citan directamente la Costa, sino que la llaman la Costa de las Sirenas. Aparte de hacer turismo gastronómico o pura antropología (el sur de Italia da para eso y mucho más), se puede disfrutar del rastreo de joyas arqueológicas que en los últimos años han estado recibiendo bastante atención por parte de las autoridades italianas.

La zona que comienza en Nápoles, dibuja hacia el sur del país una inmensa colección de yacimientos históricos de distintas épocas, que dan un color diferente a la visita y a la capacidad de descubrimiento del rastreador de vivencias históricas y artísticas desconocidas en este ámbito, gracias a la recuperación de un pasado lleno de belleza.
El promontorio Minervae, sede del templo homónimo, entre Sorrento, Positano y el archipiélago de Li Galli (unas islas donde Rudolf Nureyev llegó a tener una residencia de lujo), eran un lugar de tránsito obligado hasta el periodo neolítico por las rutas del comercio de obsidiana hacia el centro y el norte de Italia y para el comercio toscano/sardo marítimo, desde y hacia los Campos Flégreos.

La costa entre Positano y Vietri sul Mare es bastante alta, con profundos cortes y muestra entre el siglo I a.C. y el I siglo d.C. la presencia de unas villas marítimas, verdaderas escenografías de una particular tipología extraurbana, inequívoco símbolo del rango y el status de los personajes ricos que vivían en ellas.
Ya en la antigüedad, daban la impresión de ser uno de los paisajes más sugerentes del Mediterráneo. Sin embargo, la erupción pliniana del 79 d.C. modificó sustancialmente la apariencia del litoral, que sufrió la violencia extrema de las manifestaciones volcánicas.

Las villas de Positano y Amalfi fueron sepultadas durante la erupción. Actualmente en restauración, se ha podido individualizar de esa constelación arquitectónica de Amalfi, el triclinio-ninfeo de verano, que en sus comienzos estaba animado con pintorescos juegos de agua que convergían hacia un gran estanque central de forma rectangular, mientras que la zona social se refrescaba gracias a un ingenioso sistema de canalizaciones. En estas  villas, como en la de Positano, la decoración de los frescos era soberbia, a pesar de la destrucción provocada por la actividad volcánica. Una gama cromática concentrada en el rojo “pompeyano”, el azul y el amarillo ocre, dan cuenta del refinamiento de los  acomodados moradores del lugar.


 Las residencias de Positano, Amalfi, Minori y Marina de Vietri sul Mare son las más conocidas, pero no todas están abiertas al público. En algunos casos, como en el de Minori, la continuidad de la ocupación hasta casi el siglo VII, demuestra la posición privilegiada de este conglomerado de costa en relación con las rutas comerciales africanas.
Estos complejos arqueológicos, verdaderos locus amoenus de su tiempo, fueron excavados sobre todo  en el siglo XX y ponen de manifiesto el ejemplo mejor conservado de la arquitectura residencial de lujo que los representantes de las clases medias y altas romanas (senadores, comerciantes adinerados) construyeron, entre la época de augusto y la julia-claudia, a lo largo de la costa amalfitana.


Es el caso de Vietri sul Mare, de la que se conserva una estructura con el cuerpo central articulado en dos niveles. Ninfeos, piscinas de verano, a la vez que apodyterium,  tepidarium y caldarium, comedores ricamente adornados con frescos, profusión de mármoles, demuestran la excelencia y el buen gusto de sus habitantes de otros tiempos.
Por su parte, la villa romana de Minori data del siglo I d. C., y su propietario nos es desconocido (desde luego alguien de notables posibilidades financieras y con un alto nivel cultural, que podía permitirse el lujo de transportar el material de construcción solo por mar). Está en la actualidad abierta al público, con guía, y en razonables buenas condiciones de musealización  y conservación, un espacio que abarcaba casi 2500 metros cuadrados.


La villa fue construida expuesta al Sur y se encontraba en unas condiciones medioambientales muy favorables. En la actualidad solo se conserva por completo la parte marítima, que consta de un espacio descubierto y lo que puede contemplarse todavía, sugiere que fue saqueada antes del redescubrimiento  oficial y vuelta a enterrar sumiéndose por mucho tiempo en un oscuro silencio.
En origen los ambientes de la morada de Minori debían estar cubiertos de estructuras de madera y  tener terrazas con una vista sorprendente sobre la costa, donde se abre la planta inferior con un jardín cultivado, circundado en tres de sus lados, por un pórtico que encuadra rítmicamente las arcadas, posiblemente de dos plantas, con juegos y artefactos de conducción de agua.


Quien pudiera llegar hasta Minori y no sería fácil antes como no es sencillo ahora sobre todo por tierra, encontraría una fachada decorada profusamente con una técnica llamada “espuma de mar”, fabricada con material de lava o travertino, para dar la impresión de una gruta y con mosaicos de pasta vítrea de varios colores (opus musivum) en los que se reflejaba la luz volátil del agua en movimiento.
Todo semejaba la scenae frons de un teatro. Ya en 1800, los descubridores estatales le habían dado el nombre de “Grutas”.


 En 1954 se produjo un aluvión, el complejo fue sepultado una vez más y cuando fue devuelto a la luz, se descubrió  una zona amplia que había sido utilizada como locales o cantinas. Cuando terminaron las obras, la villa recuperó el aspecto con que la contemplamos hoy en día.
El marco de estos descubrimientos arqueológicos es delicioso tanto para el viajero como para el experto. Música, como la estela dejada por Richard Wagner en Ravello, literatura, con famosos escritores visitando estos alrededores, Amalfi y su maravilloso papel hecho a mano, Capri y Anacapri y sus anécdotas y recuerdos de viajes, emperadores y otium, a pesar de la marea de turistas que desgastan las calles de la región, merecen una visita entregada.



 Una luz que encandila y enciende las pupilas, la montaña todavía salvaje y casi intacta imprimen a estos parajes el dulce ritmo del litoral que un día albergó la Magna Grecia, un escenario onírico, a mitad de camino entre la realidad y la historia, vividos de verdad y soñados e imaginados, siempre. Eterno retorno de un Ulises enamorado sin remedio de la nostalgia.

Alicia Perris
Fotos:  Julio Serrano

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