jueves, 23 de agosto de 2012

MARIE BONAPARTE, ENTRE PARÍS Y VIENA


Marie, descendiente de Lucien Bonaparte, había nacido en 1882. Convertida en una rica heredera por parte de su madre,  Marie-Félix Blanc, que murió un mes después del parto, fue tratada por su padre como un mero patrimonio.

Este progenitor ausente, la dejó al cuidado de la abuela paterna, una mujer sin escrúpulos, que modeló sin duda el corazón y la psiquis de la psicoanalista francesa.
Sufre así las circunstancias de una infancia de reclusa y una adolescencia dolorosa. Se casa con un príncipe griego y por este matrimonio se convierte en alteza real en 1907. Descubrirá que su marido, Jorge de Grecia, es homosexual y este hecho dibujará su futura vida como mujer.
Podríamos preguntarnos legítimamente cómo Marie pensaba que su frigidez podía “curarse” recurriendo a sucesivas operaciones quirúrgicas, ella, que, por su parte, se convertiría con los años, en una sacerdotisa oficiante del psicoanálisis freudiano en Francia.

Desencantada por su incapacidad para alcanzar el placer sexual de pareja, comenzó a investigar y fue por esta vía que publicó con el pseudónimo de A.E.Narjani, un trabajo titulado, “Consideraciones sobre las causas anatómicas de la frigidez en la mujer”.
Siempre incisiva, hablando del clítoris, dirá: “Los hombres se sienten amenazados por lo que podría tener una apariencia fálica en la mujer, éste es el motivo por el que insisten en que el clítoris sea seccionado”.

Marie, en su ingenuidad elegida- relacionó la distancia entre el clítoris y la vagina, como determinantes en el placer femenino, estableciendo diferentes tipos de mujer en función de su predisposición al goce sexual.
Esta Bonaparte, que nació en una era donde el placer de las mujeres parecía clausurado o desconocido, despertó también en Freud el interés por el orgasmo clitoridiano y vaginal.
El padre del psicoanálisis-de todos es conocido- subestimaba el orgasmo clitoridiano y consideraba que el vaginal era más canónico y maduro.
Personalidad fascinante y complicada, en 1925, insatisfecha de todo, siempre al borde de una depresión, creyéndose frígida para siempre, va a consultar a Sigmund Freud, del que conoce las novedosas teorías que algunos criticaron tanto entonces como ahora.
Parece ser que fue a Marie a quien Freud le hizo esa pregunta que todavía resuena en el mundo de hoy y más que nunca: “La gran cuestión que nunca ha sido respondida y que yo no he podido contestar, a pesar de mis treinta años de investigación sobre el alma femenina, es “¿Qué quieren las mujeres?””.
Aconsejada por René Laforgue comienza un psicoanálisis y es posible que su destino excepcional lo deba en parte a este encuentro con el sabio médico de Viena, que hizo bascular su trayectoria vital.
Marie tiene 43 años y Freud 70, pero en algunas citas terapéuticas, consigue vencer su desconfianza para llegar a ser durante catorce años, una de las discípulas más cercanas y entregadas del padre de la teoría de los sueños.
El análisis va acompañado de un profundo afecto y con el creador del psicoanálisis se orienta hacia las causas de su malestar, de su infelicidad y llegará a ser con el tiempo ella misma una psicoanalista de renombre.
En 1926, cuando regresa a París, decide consagrarse por completo a defender el psicoanálisis. Es una de los doce fundadores de la Sociedad Psicoanalítica de París, mientras sigue tejiendo lazos con el médico vienés, comprando su correspondencia con Wilhem Fliess.
Cuando los nazis invaden Austria, se precipita a Viena y organiza la salida del país de su viejo maestro venerado. Colabora con Anna Freud y su padre para que se instalen en Londres con cierta comodidad y velará sobre la suerte de la familia hasta la muerte del patriarca en 1939.

La paciente y alumna escribió: “…Freud tuvo que abandonar la casa donde transcurrió la mayor parte de su fecunda existencia. La atmósfera nueva, irrespirable para un sabio, que se abatió sobre su patria vienesa, le obligó a expatriarse para ir a terminar, rodeado por los suyos, en esta liberal Inglaterra siempre acogedora con los proscritos y los grandes espíritus. Una vida por entero consagrada a la humanidad y al saber”.
Durante los años cincuenta, se opone con energía al ascenso de las teorías de Jacques Lacan y lucha contra el reconocimiento de su práctica por la Asociación Internacional de Psicoanálisis.
Esta mujer excepcional producirá varios tomos sobre la vida y obra de Edgar Allan Poe, sobre la sexualidad femenina, una teoría de los instintos y traducirá una buena parte de la obra de Sigmund Freud al francés.
Freud había comprendido inmediatamente que Marie era alguien en quien se podía confiar. En efecto, sus relaciones sociales y políticas, su rango de alteza real y su fortuna, procuran a la causa del psicoanálisis un apoyo sin igual.
En Viena, sigue el proceso que se llevó a cabo contra Theodor Reik por ejercicio ilegal de la medicina y leyó lo que Freud argumentó a favor del análisis para los que no eran de la profesión médica.

Cuando se fundó la Sociedad Psicoanalítica de París, con la colaboración de Eugénie Sokolnicka, René Laforgue, Loewenstein, Allendy, Edouard Pichon y otros, se produjeron tensiones previsibles: médicos-psiquiatras y no médicos, princesa de la familia Bonaparte, nacionalistas, emigrados, sabios judíos y católicos freudianos convencidos o médicos más que nada atraídos hacia otros horizontes como Allendy, arrastrado hacia la astrología y la homeopatía.
Bonaparte se dedica a investigar sobre cuestiones sociales, bélicas, psicología aplicada y por supuesto, sexualidad femenina. De estos mimbres saldrá la Revista Francesa de Psicoanálisis, que fundó con Laforgue, Angelo Hesnard y Edouard Pichon.
Un suceso delictivo de la época, que suscitó mucha polémica, también interesó a Marie que publicó “El caso de Madame Lefebvre”, describiendo el crimen edípico de una mujer que asesinó a su nuera encinta.      
Marie Bonaparte llega a la conclusión de que “el psicoanálisis tiene dos facetas: por una parte la vertiente clínica…por otra, la psicológica, el inmenso universo de la psicología y el inconsciente”.
La historia de esta princesa vio la luz pública debido a la publicación de una autobiografía muy íntima y de unos cuadernos de infancia de verdad reveladores. De hecho, no es sorprendente que hubiera decidido como consecuencia de su análisis con Freud, consagrarse por completo a defender y propagar el psicoanálisis.

Sin embargo, siempre se la asociará a dos hechos relevantes: la salvaguarda de la correspondencia Freud-Fliess y la huída de Freud y parte de su familia (cuatro hermanas quedaron atrás y perecieron en los campos de concentración), gracias a su autoridad, su prestigio, sus relaciones y su dinero.
A pesar de que ella consideraba que padecía una disfunción sexual, tuvo muchas relaciones apasionadas, como con Rudolph Loewenstein, discípulo del maestro y con Aristide Briand, Primer Ministro francés.
Esta Bonaparte proteica, en cuyas venas late la sangre alborotada de una dinastía única, tiene sus propias ideas sobre la psicología: “El sueño no es profético, como se quiso creer durante mucho tiempo, pero revela las profundidades más ocultas de nuestro carácter, así como nuestros más secretos instintos…La psicología no se fundó realmente hasta el día en que Freud le añadió la ciencia del inconsciente, de todos esos oscuros movimientos que se agitan en el fondo de nosotros mismos y nos gobiernan sin que lo sepamos.
El psicoanálisis ha explicado por lo tanto no sólo el enigma de las neurosis y de los sueños, sino que ha lanzado una mirada nueva sobre la génesis de todas las grandes creaciones psíquicas del hombre: la religión, la cultura en general, la moral.
El gran descubrimiento científico de Freud está además consignado en los doce gruesos volúmenes de sus obras completas”.  
Sin embargo, Sigmund Freud no era un pensador optimista. En 1930 había escrito ya a Oscar Pfister: “Cuando dudo de que la humanidad esté llamada a alcanzar una gran perfección por la cultura, cuando percibo en su existencia una lucha perpetua entre el Eros y las pulsiones de muerte, no pienso que se trate de la expresión de algunas de mis propias características innatas o de mis disposiciones emocionales adquiridas…
El instinto de muerte es para mí no una necesidad esencial, sino simplemente un postulado inevitable…Podría decir también que contraje un matrimonio de conveniencia con mis sombrías teorías, mientras que los demás viven con las suyas una relación de amor…”.

En 1953 se publicaron los dos primeros tomos de sus memorias, “Detrás de las ventanas” y “La llamada de la vida” y en 1959, “Vitalismo y psicosomática”. Su marido, y “viejo compañero” a pesar de todo, había muerto en 1957 y la vida de María se apagó el 21 de septiembre de 1962, en Saint Tropez, de leucemia.
Catherine Deneuve fue Marie Bonaparte en dos episodios para televisión dirigidos por B. Jacquot, de tres horas, que subyugaron a los franceses. La diva del cine galo expresó sobre esta experiencia: “Es una heroína que se me ajusta como un guante…Su búsqueda de libertad es sorprendente para su entorno y su época. Vivía en la generosidad y en la desmesura, una mezcla de voluntad, de inteligencia, de obstinación, de realismo y de impulsividad”.
Celia Bertin escribió también páginas bellas y lúcidas sobre Marie. Otros investigadores, médicos, la han descrito como parte del “trío psicoanalítico francés”, junto con Sophie Morgenstern y Eugénie Sokolnicka.
Por su parte, Élisabeth Roudinesco, especialista en la historia del psicoanálisis, la define muy bien: “Tiene una dimensión dual. Sus gustos literarios subrayan su conservadurismo: no entendió nada del surrealismo, ni de Proust, pero es moderna en sus aspiraciones de mujer libre, en sus exploraciones sexuales…”.
Personaje mítico donde los haya, mujer excepcional, combate en una época de oscurantismo que relega al universo femenino a un modelo único de maternidad o acompañamiento del hombre. En este marco histórico y social,  Marie reclama su derecho a la felicidad y al placer.
Sobre ella, alguien escribió: “No conquistó imperios, ni llevó a cabo golpes de estados como Napoleón I, pero fue sin duda después de él y de Napoleón III, la más célebre de los Bonaparte”. Tal vez la última…

1. Bertin C. La dernière Bonaparte. París: Librairie Académique Perrin; 1982
2. Bourgeron P. Marie Bonaparte. París: Presses Universitaires de France; 1997
3. Roudinesco É. La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia 1.Madrid:    Fundamentos, 1993
4. Bonaparte M. Edgar Poe, sa vie, son oeuvre. Étude analytique, 3 vols. París: PUF; 1958
 5. Bonaparte M. La sexualidad de la mujer. Buenos Aires: Hormé, 1961

Alicia Perris

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