domingo, 31 de marzo de 2013

EL FESTIVAL DE SEMANA SANTA EN EL AUDITORIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL: EXCELENTE VERSION DEL REQUIEM DE MOZART



Requiem en re menor, K. 626 de W.A. Mozart. Orquesta de Cadaqués. Direc tor, Sir Neville Marriner.  Coro JORCAM (Joven Coro de la Comunidad de Madrid), Félix Redondo, director. Auxiliadora Toledano, soprano. María José Suárez, mezzosoprano. Lluis Vilamajó, tenor.  Enric Martínez-Castignani, barítono.
 El Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, con esta programación de Pascua, retoma su andadura, aprovechando la congregación de turistas nacionales y extranjeros y visitantes habituales de los festivos en una ciudad con una tradición histórica y cultural poco común. Se da la circunstancia de que la localidad alberga además, el delicioso Real Coliseo Carlos III, un tesoro de varios siglos recientemente recuperado, donde también se llevan a cabo representaciones.
Al compositor le fue encargado el Requiem en re menor  en sus últimos tiempos de vida, en unas circunstancias conocidas, que ya forman parte de la leyenda de la historia de la música. Le solicitó la partitura una aparición siniestra, un enviado  del conde von Walsegg, que había perdido a su esposa. La idea del flamante viudo era aparecer como el autor del encargo y por eso toda la negociación estuvo envuelta en el misterio.
Mozart  solo pudo completar tres secciones con el órgano y el coro íntegros: el Introitus, el Kyrie y el Dies Irae. Del resto, dejó algunas notas que fueron utilizadas por su alumno Franz Xaver Süsmayr. Este compuso por completo el Sanctus y el final lo resolvió con una reexposición de temas del Introitus y del Kyrie.
 Se estrenó finalmente el Requiem en Viena en 1793, en la conmemoración del fallecimiento de la esposa del conde Walsegg, quien más tarde llevaría a cabo una adaptación para quinteto de cuerda.

Muy adecuadas las voces que se eligieron para el concierto.  Las femeninas, rezumaron dulzura y el tenor, Lluis Vilamajó tiene un hermoso instrumento. El latín medieval es eufónico y casa bien con el espíritu de recogimiento de una creación musical como ésta, pensada para honrar a los difuntos o con la austeridad y el repliegue emocionales que inundan la Semana Santa.
Los cuatro cantantes compusieron un todo elegante y compacto con una orquesta, la de Cadaqués, que ha dado en Madrid reiteradas ocasiones para valorar su saber hacer. En este caso con una dirección muy destacada, la de Sir Neville Marriner, que estuvo en todo momento atento a cada intervención, a cada entrada, consiguiendo una performance luminosa y muy equilibrada.
El Joven Coro de la Comunidad de Madrid tiene una potencia y una coherencia musicales dignos de destacar  y consigue un ensamblaje perfecto con la orquesta y los cantantes, como si hubieran tocado juntos toda la vida.

El Teatro Auditorio estaba a rebosar, una satisfacción de verdad,  pero le faltó al público la disciplina suficiente para llegar en hora y sentarse a tiempo, de forma que la velada comenzó con quince minutos de retraso, diez más de los que suele conceder habitualmente por cortesía la dirección del Teatro Auditorio.
Fue de agradecer, al menos, que no hubiera excesivo ruido, ni toses, a pesar de que con las tres últimas semanas de diluvio  en la capital y en general en toda España, los catarros y enfriamientos están a la orden del día. Solo pudo escucharse el leve aleteo de un abanico que se despliega con dureza o el suspiro profundo de un asistente que se rinde ante la evidencia de una música litúrgica y espiritual.
Se aplaudió mucho, pero  el director no concedió propinas y todos se recogieron con rapidez, con la emoción contenida por la fulgurante música del compositor vienés flotando todavía en el aire.

Alicia Perris

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