sábado, 31 de mayo de 2014

REBEL PHOTOGRAPHY: ROBERT HEINECKEN AS VISUAL GUERRILLA. MOMA



Posted by Makiko Wholey, Assistant to the Publisher, Department of Publications

Cover of Robert Heinecken: Object Matter, published by The Museum of Modern Art, New York


Robert Heinecken: Object Matter, the first retrospective since the artist’s death in 2006, contains over 100 photo-based works created by Heinecken between 1962 and 1999. Heinecken was best known for working in the medium of photography and with manipulating images, but surprisingly, he seldom used a camera, instead utilizing existing materials such as books, popular magazines, television, and stock pornographic photographs. Heinecken translated photographic materials and processes, resulting in an eclectic array of work: sculpture, collage, transparency, and videograms, to name a few. By challenging the norms of both photography and commercial media, he was able to experiment within both forms and to create his own entirely original and stimulating works.

Robert Heinecken. V.N. Pin Up. 1968. Black-and-white film transparency over magazine-page collage, 9 × 7” (22.9 × 17.8 cm). Museum of Contemporary Art, Chicago. Gift of Daryl Gerber Stokols. © 2014 The Robert Heinecken Trust

Throughout his career Heinecken taught at various universities (Heinecken founded the photography program at UCLA) and was published in several journals and books. His writings are featured in a section of the exhibition catalogue. Ranging from 1960s to 1980, they clearly state his creative philosophies and approach to photography as a medium. From “Statements About Work,” c. 1963:
“An aspect of the work has to do with altering the literal/cultural meaning of existing public images by making minimal changes and additions. Using superimposition, juxtaposition and other contextual changes, I am functioning as a visual guerrilla.”

Robert Heinecken. Cybill Shepherd/Phone Sex.

Heinecken transformed commercial magazines and images in order to give them fresh (and often controversial) meaning. In 1969, Heinecken began his project of subtly altering Time magazines and surreptitiously placing them back on newsstands and in dentist-office waiting rooms. By rejiggering aspects of the existing images and text, he created something entirely new and singular, at odds with its origin, a mass-circulated commercial periodical. Following Heinecken’s alterations, the content cannot be easily digested; it requires a second look and a second thought. His work both parodies the source material, but also earnestly understands it for what it is. Like many contemporary artists, he cited Marcel Duchamp as his hero, “because he took nothing seriously but everything seriously.”


http://www.moma.org/explore/inside_out/2014/04/25/rebel-photography-robert-heinecken-as-visual-guerrilla

IVO POGORELICH: “CADA NOTA DE BEETHOVEN CONTIENE UN ENIGMA”

El pianista regresa a España para actuar este domingo en el festival 'Ciudad de Úbeda'


El pianista Ivo Pogorelich, ayer en el Escuela Katarina Gurska de Madrid. / Samuel Sánchez

(Belgrado, 1958) no se encuentra en los relojes convencionales. Tampoco muchas veces en las partituras que ejecuta ante el público, aunque se las plante delante de los ojos y aparezca acompañado de alguien que le pasa las páginas. Su medida tiene algo de ensimismada, de reconcentrada intensidad. Puede llegar a ser muuuy lento, desesperadamente trabado, uno no sabe bien si por voluntad provocadora o ansia de diferenciación permanente. Marca su regla en la vida y en su carrera desde que saltó a la fama por no ganar el concurso Chopin de 1980 con el consiguiente escándalo y la retirada del jurado de Martha Argerich en su apoyo.


Su visión de los Cuatro scherzi de Chopin (1998) le ha llevado a las controversias más tensas con el público.

Desde entonces, como un cruzado, tiende a apartarse y a lanzarse a la yugular del mundo en que se desenvuelve, incontrolablemente rebelde, bastante altivo, aunque un día su lanza fuera la de un veinteañero y la víctima de sus exabruptos Herbert von Karajan, a quien puso a caldo en vida y dejó plantado en una grabación porque el director no quiso ensayar lo que Pogorelich consideraba necesario.
Su hábitat es el de las estirpes quizá hoy poco visibles ante el gran público, pero de cierto pedigrí en su mundo, el de las ramas y las conexiones que le emparentan artísticamente con lo legendario. “Yo soy el séptimo heredero de la escuela de Beethoven y el quinto de Liszt”. Quiere decir que de los discípulos a quienes ambos genios alumbraron, él ha ido heredando, generación a generación, algo de lo que ellos directamente enseñaron. Tampoco le importa que esas estirpes hoy no signifiquen nada ante el empuje, por ejemplo, de pianistas chinos: “Ellos no están emparentados con esas escuelas, pero la música china es muy rica. Lo que también tienen es un culo bien grande para aguantar 14 horas al día practicando”.


Chopin, Ravel y Prokófiev (1983). Un disco esencial por sus tres maneras de analizar el virtuosismo en distintos estilos la gravedad de la muerte en la sonata número 2 de Chopin, una cierta ligereza francesa en Ravel y la contundencia a veces desesperada de Prokofiev.

Escuchándole el miércoles en el Auditorio Nacional de Madrid —donde actuó dentro del ciclo Juventudes Musicales con un programa enteramente consagrado a Beethoven— no son pocos los que, aunque arrebatados por su contundente discurso original incluso despistados ante su desprecio al mal llamado virtuosismo, captaron su obsesiva manera de entroncar al músico alemán fuera de la medida de cualquier época. Pero tampoco son menos quienes quedaron convencidos de que don Ludwig le hubiese tirado su propia partitura a la cara. “Bueno”, comenta Pogorelich en un bien matizado español, “cada nota de este autor es un enigma…”.
Pero no la vida de Pogorelich, croata por elección tras el desmembramiento de su país. Si en Madrid eligió tocar según qué obras —la sonata Patética, el Rondo a capriccio, la Número 22 en fa menor, Op. 54, la Apassionata (número 23) y la Número 24 Op. 78— fue porque parte de su biografía y sus cuentas pendientes se encuentran esparcidas entre esas notas. “Cuando tenía nueve años, un profesor me obligó a aprender la Patética para el examen final. Yo me negué, me sentí incapaz de afrontar semejante cumbre, aquella catedral. Era virgen musicalmente, inocente, incapaz de entender el alcance de esa obra que si llegó a ser revolucionara fue porque en su tiempo supuso todo un impacto que un músico expresara tanto de su yo más íntimo en una pieza”.
La historia del Rondo a capriccio tiene tinte de reto. “Entonces tenía 12 años y el profesor me dijo que esa pieza no era para mí, que debía elegir cosas más románticas. No comprendían que en ella, Beethoven, con sentido del humor, lo que esconde es una rabia tremenda ante lo que le rodea. Pero son tan perezosos en sus visiones que no ahondan y se muestran incapaces de analizar lo que hay dentro”.


Bach / Scarlatti(1996). El barroco oscuro de Pogorelich queda patente en este emparejamiento de lujo.

Entre tanto roce y desencuentro de quien se empieza a saber distinto y a mostrar distante ante un ambiente demasiado agobiante —bien fuera en su antaño Yugoslavia natal, como en la Rusia donde se formó en los conservatorios, “llena de chivatos y gente que vigilaba”—, apareció ella…
Ella era Alizia Kezeradze. Su maestra, 21 años mayor que él. Terminaron casándose. “¿Que cómo era? Nobilísima, riquísima, de antigua estirpe, con la sangre de milenios, como si se hubiera presentado ante mí una reina de Mesopotamia, hija de un príncipe, muy bella, audaz, con una sólida formación excepcional, tenía la capacidad de percepción y disección de un rayo láser. Fue una de esas historias que se dan en las novelas decimonónicas o proustianas, un honor haber compartido mi vida con ella”.
Él tenía 16 años; ella 37. “Todo el mundo sabía, comentaba, más con aquella vigilancia. A los 22 decidí que debíamos casarnos, arreglar nuestra situación ante la sociedad porque corríamos el riesgo de que destruyeran nuestra historia. La edad no significa gran cosa cuando la vida te ofrece una experiencia así. Son cosas difíciles de creer, algo muy elevado, que se da con la lógica de lo místico, lo inexplicable”.
“La gente dice que estuve 14 años inactivo, eso es exagerar”
Murió en 1996 tras una penosa enfermedad que obligó a Pogorelich a padecer en silencio y a afrontar con cara de fachada el drama para ocultarlo. En resumen, a mentir, algo contrario a su dinámica, a su naturaleza abruptamente sincera, expansiva, sin caretas. Sus altibajos han sido frecuentes después. Con retiradas incluidas como la del año 2000. “Aunque han llegado a decir que estuve 14 años inactivo, eso es exagerar”. Pero la leyenda del pianista solitario, anacoreta, crecía quizá avivada por sus reservas a grabar discos, por ejemplo. “Un disco es como la leche en polvo, se le quita el agua para llevarla de un sitio a otro y luego se le añade otra que lo desvirtúa. Una grabación está hecha de esa misma falsedad: sacas de su ambiente a la música y la reproduces en otro lugar. La interpretación debe ser en vivo, para mí, aunque por otra parte, no todo el mundo puede disfrutarlo y en ese sentido puede ser útil”.
Para volver a verlo en España hay que acudir a Úbeda este domingo, donde, a propósito de su actuación, se le otorga la medalla de oro del festival de música de la ciudad jienense o esperar a la próxima temporada, cuando actúe en Barcelona dentro del ciclo de Ibercámara con un programa, dice él, en que demostrará su faceta más virtuosa, radicalmente alejada de la íntima que regaló el pasado miércoles en Madrid reviviendo a Beethoven.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/29/actualidad/1401387676_262903.html

UNA FORZA DEL DESTINO DE CINE EN EL PALAU



Este sábado arranca el Festival del Mediterrani del Palau de les Arts. Zubin Mehta dirige una versión muy cinematográfica de La forza del destino urdida por David Livermore y la reposición del triunfante Turandot de Chen Kaige. También homenajea a Strauss con un concierto.

ARTURO REVERTER 


El tenor Gregory Kunde protagoniza una versión de La forza del destino inspirada en el cine negro.

Este año el Festival del Mediterrani, que desde hace siete organiza el Palau de les Arts de Valencia, tiene aún más recortado su radio de acción a causa de la crisis. Aun así, las cosas que ofrece tienen valor. Lo tiene la nueva producción de La forza del destino de Verdi, cuya primera representación es mañana y que viene avalada por la presencia del tenor norteamericano Gregory Kunde, triunfador en la pasada convocatoria con Otello, que es hoy uno de sus papeles estrella. La evolución de este cantante, antiguo tenor lírico-ligero, ha sido asombrosa. Es sorprendente que a los 60 años Kunde mantenga sus constantes y que la amplitud de su emisión, la contundencia de su sonido, la extensión y la resistencia del instrumento permanezcan incólumes, sólo con algunos signos de fatiga.

La parte de don Álvaro es dificultosa. No necesita un tenor verdaderamente dramático como el que ha de encarnar al Moro, pero sí, al menos, un lírico-spinto de ancho aliento, de agudo firme, de cuidada línea para enunciar el lirismo a flor de piel de su famosa aria O tu che in seno agli angeli o de extrema delicadeza para cantar el sereno dúo Solenne in quest'ora. A su lado figuran voces igualmente importantes, como la de la soprano spinto Liudmila Monastirska, una de las mejores intérpretes actuales de Verdi, o como la de la mezzo Ekaterina Semenchuk, que ha de apechugar con la espinosa y aguda línea vocal de Preziosilla. El joven barítono veronés Simone Piazzola es el antipático y vengativo don Carlos de Vargas, mientras que el Padre Guardiano es el sólido bajo nórdico Stephen Milling.

La batuta estará, como es norma en este festival primaveral, en la mano de quien es su presidente, Zubin Mehta, que es a la vez el titular de la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Pocos maestros como él poseen la autoridad, el mando flexible y el sentido del ritmo, unidos a un ejemplar manejo del rubato, que exige una ópera caleidoscópica como La forza del destino, extensa, variada, irregular, cambiante; un gran fresco en el que se dan cita acontecimientos de todo tipo, desde arias de candente lirismo o serenos cánticos celestiales a coros patrióticos y abigarrados o solemnes explosiones llenas de directo dramatismo. El director se hace eco de los valores de la producción, que viene firmada por Davide Livermore, regista preferido de la intendente del teatro, Helga Schmidt, y que meses atrás triunfó con una colorista Bohème. Para esta ocasión ha preparado un montaje muy austero, con una atmósfera de cine en blanco y negro que remite al Gabinete del doctor Caligari.

La segunda ópera seleccionada, la imponente Turandot de Puccini, se presenta en un montaje ya conocido de Chen Kaige, que abunda en las características orientalizantes, un poco de guardarropía, en las que se ve envuelta una narración que recupera tópicos y los moderniza de acuerdo con una música de enorme valor, de una plasticidad magnífica y de una elaboración técnica que conecta con lo que se estaba cociendo en la Europa de los años veinte del siglo pasado. Mehta ha sido siempre un formidable defensor de la partitura, y su sensacional grabación en Decca lo demuestra. El reparto, sin llegar a la altura del de Forza, es muy notable. A la cabeza, el Calaf del canario Jorge de León, asentado ya como tenor di forza, que exhibirá sin duda su poderosa franja aguda, vibrante, consistente, solar y vigorosa. Ocasiones no le faltarán para ello en una composición que prevé hasta el do sobreagudo. Nota a la que ha de acceder asimismo la soprano protagonista, que en este caso es la norteamericana Lise Lindstrom, una de las más famosas Princesas de la actualidad. Sin ser una dramática, posee penetración y metal.

El festival se completa con un concierto dedicado a Richard Strauss en el 150° aniversario de su nacimiento. A cargo, por supuesto, de Mehta, que ha dado espléndidas muestras a lo largo de su carrera de identificarse con la música del bávaro. Ha elegido un programa muy interesante. En la primera parte el descomunal poema sinfónico Así hablaba Zaratustra y en la segunda la suite de El caballero de la rosa y los Cuatro últimos lieder, que cantará la soprano lírica Dorothea Röschmann, quizá una voz de poco peso, aunque cantante de indudable clase.

Para Mehta Strauss es el resultado de una combinación de la tradición muniquesa y vienesa, que aparece contenida en el meollo de esa gran ópera sobre libreto de Hofmannsthal. La idea era haber montado la obra, pero las dificultades presupuestarias echaron abajo el proyecto. De ahí que se determinara su sustitución por aquellas tres partituras. Cerrar el concierto con esas canciones es hacerlo en belleza.

http://www.elcultural.es/version_papel/ESCENARIOS/34769/Una_Forza_del_destino_de_cine_en_el_Palau

viernes, 30 de mayo de 2014

JACQUES HERZOG | ARQUITECTO. “LA ARQUITECTURA PUEDE AYUDAR A RECUPERAR LA VIDA EN LAS CALLES”



El arquitecto suizo Jacques Herzog, retratado ante la futura sede del BBVA, en el norte de Madrid. / LUIS SEVILLANO

Unas 1.800 personas trabajan ya en la futura sede del BBVA, el último icono en construcción en la periferia norte de Madrid. Ocupan lo que llaman “la alfombra”, la base de un óvalo inclinado que estará listo en 2015. Los empleados se sientan en las terrazas o fuman en las calles que cruzan ese zócalo levantado, en parte, con los edificios que ocupaban un solar de seis hectáreas en el barrio de Las Tablas. Uno de los autores del proyecto, el suizo Jacques Herzog (Basilea, 1950), está de acuerdo en que la paradoja resume bien su inmueble: icónico y urbano a la vez, antiguo y nuevo a un tiempo, hermético por fuera y luminoso y humano en el interior... “Un gran proyecto no puede ser homogéneo”, esgrime. Herzog habla un castellano preciso. A pesar de ser un hombre sin tiempo, parece haberlo encontrado para aprender el idioma que practica con una profesora y cuando viaja a su casa en Canarias.
Los empleados del BBVA tocan su edificio. Ocurre con muchas de las obras de Herzog & de Meuron, autores de CaixaForum en Madrid o del Museo TEA en Tenerife. El roble de las barandillas o los zócalos convertidos en banco hacen que se escapen las manos. “Es más importante sentir que mirar un edificio, ese es el camino. La arquitectura ha cambiado mucho en el último lustro. Odiamos la excentricidad pero, a la vez, pensamos que puede haber arquitectura en un muro o en una escalera. Por eso es una obligación trabajar con lo que existe. En la Tate Modern de Londres, en CaixaForum o aquí recortamos lo que había para darle nueva vida. Esta sede es un edificio y también una pequeña ciudad”.
¿Una ciudad para quién? ¿Amurallada, un gueto? “Hoy parece una fortaleza, pero se podría abrir y funcionaría como un casco histórico, con zona peatonal y restaurantes. Así está pensado”.

Panoramica general del edificio del BBVA.

“Es más importante sentir que mirar un edificio. Ese es el camino”
Esa es la mayor paradoja del edificio, que tenga muy en cuenta la escala humana en su interior y que la desatienda de puertas para afuera, en su relación con la ciudad. “Los edificios cambian. El palacio de Diocleciano es hoy el centro de Split, en Croacia. En Basilea trabajamos en las sedes de Novartis y Roche con la misma convicción. Son grandes empresas y deben protegerse, aunque diseñamos para que un día puedan conformar un barrio en la ciudad”.
Sin embargo, que tantos edificios nazcan encerrados conduce a un urbanismo regido por el miedo. Las urbanizaciones en el centro ponen en peligro la pervivencia de la vida en la calle típica de la ciudad mediterránea, la que mezcla comercios, vivienda y vida cívica. ¿Cómo evitar perder esa conquista? “Eso es como preguntar hacia adónde va nuestra sociedad. ¿Cuánto se puede abrir la arquitectura cuando las elecciones europeas han dejado claro que, salvo en España, la gente quiere encerrarse más?”, pregunta. “La arquitectura puede aportar potencial para recuperar la vida en las calles, pero es la sociedad quien debe decidir cómo quiere vivir. Lo que podemos hacer los arquitectos es no destruir ese potencial. Si insistes en erigir edificios herméticos para dejar huella de tu estilo estás cometiendo un error. Debes dejar espacio para que tu obra se integre”.
“Los arquitectos no debemos gastar el dinero en cosas inútiles”
¿De veras cree que veremos esta sede bancaria convertida en ciudad abierta? “Es una tipología distinta, un barrio para representar un banco. No representa poder y dinero. El primer paso está dado”, defiende. Y explica que odia la arquitectura ideológica. “Nunca ha funcionado. Se puede introducir el poder con monumentalidad para asustar a la gente, pero a mí me interesa más introducir en los grandes espacios la escala íntima”. Lo hizo en la Tate Modern, la obra que los consagró en 1999 y cuya ampliación inaugurarán en 2016. Allí, la sala de las turbinas es inmensa. “En Londres funciona, en otra ciudad más pequeña asustaría a la gente”, explica. Cree que ese doble idioma de hablar a la vez al individuo y a la ciudad es lo que debe buscar la arquitectura.
Herzog y su socio Pierre de Meuron recibieron, en una primera época, el premio Pritzker de 2001 por levantar fachadas matéricas y por la Tate. Luego decidieron tomarse la libertad de experimentar formas más icónicas. A esa fase le ha seguido la búsqueda de la desnudez de muchos de sus últimos inmuebles: “Nos interesa una arquitectura más real, incluso más dura. Es la mejor manera de llegar a la gente”.
¿Cuál es la responsabilidad de los arquitectos? “No gastar dinero en cosas inútiles”. Asegura que no basta con cumplir un programa: “Una caja para que la gente trabaje es un edificio cínico... Y también lo son los monumentos a la vanidad de los arquitectos”. Como vía de futuro recomienda definir los edificios por su relación con la ciudad. “Somos europeos y suizos y la idea de sumar varias lenguas es básica. Ni nuestra cultura ni nuestra arquitectura pueden enviar un mensaje único, cerrado, inamovible”.
Sus grandes obras
Del estudio Herzog & de Meuron han salido algunos de los grandes edificios de las últimas tres décadas.
Colección Goetz, en Múnich, 1992.
Fábrica Ricola, en Mulhouse (Francia), 1993.
Bodegas Dominus, en Napa Valley (California), 1997.
Tate Modern, en Londres, 1999.
Edificio Prada, en Tokio, 2003.
Schaulager, en Basilea, 2003.
Allianz Arena, en Múnich, 2005.
CaixaForum, en Madrid, 2005.
Estadio Nacional de Pekín, 2007.
Aparcamientos en Lincoln Road (Miami), 2010


http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/27/actualidad/1401213924_332860.html