jueves, 18 de septiembre de 2014

PÁJAROS DE BARRO EN EMERALD SHORES. LLEGA EL PRIMER TÍTULO DE LA COLECCIÓN SALAMANDRA BLACK, 'GALVESTON'. UNA OBRA MAESTRA EN LA SENDA DE LAS NOVELAS DEL 'NOIR' AMERICANO

FERNANDO BAETA


Las páginas de este libro aúllan. Galveston, de Nic Pizzolatto, emite quejíos inconfundibles. Billy Joe Shaver, Loretta Lynn, Roy Orbison, Hank Williams, Patsy Cline, Jean Shepard o Glen Campbell... Sus lamentos nos acompañan a lo largo del camino, su música nos arrastra de Luisiana a Texas de la mano de unos personajes en permanente escapada que pretenden dejar atrás enemigos visibles e invisibles, pero que realmente andan desesperados por huir de sí mismos.
Y percibimos, párrafo a párrafo, sonidos livianos como el crepitar de neumáticos sobre el ardiente asfalto rugoso; o el ulular del silencio cuando penetramos la densa concentración de hiedra y bosque, ese verdor frondoso que parecía repleto de sombras, aquella sensación de la infancia del protagonista de que la mitad del mundo permanecía oculta entre esas sombras; o el inconfundible sonido de una lata de cerveza High Life o Lone Star al ser desvirgada; o el gruñido del viento que atraviesa las costuras de esa camioneta que más que alejar a sus moradores del peligro que les pisa los talones los acerca más y más a su inexorable destino.
También oímos entre líneas el murmullo de "quienes permanentemente parecen estar empezando a hacer lo que sea por última vez; personajes que siempre sueñan con la idea de dejar de existir pero carecen de la suficiente imaginación para lograrlo". Hombres y mujeres con una tristeza sin paliativos que no saben qué hostias hacer con sus vidas, buscándose desesperadamente sin llegar a encontrarse jamás. "Estás aquí porque esto aparece en el mapa. Los perros resuellan por las calle. La cerveza no aguanta fría mucho tiempo. La última canción nueva que te gustó salió hace mucho, mucho tiempo, y ya nunca la ponen en la radio".
Pizzolatto tiene un estilo de contar que ya creíamos desgraciadamente desaparecido
En Galveston (Salamandra Black), Pizzolatto, padre de la idolatrada serie televisiva 'True Detective', ha dado vida a unos personajes increíbles, tan perdidamente tangibles que sentimos la devastación que les carcome; seres humanos en descomposición que buscan sin esperanza el último milagro, la redención que nunca alcanzarán; personajes de trazo sobresaliente, majestuosos en sus miserias, que poco a poco acaban convirtiéndose en unos pájaros de barro que aspiran a emprender el vuelo, sin saber que volar está muy por encima de sus sueños y que cuando lo intenten se desintegrarán en el aire.
Estamos en 1987. Roy Cady se acaba de enterar que tiene un cáncer terminal de pulmón. Es un tipo de cuarenta y pico años, grande y fuerte, pelo largo y barba de unos días, algo huraño, de pocas palabras y cuyo tesoro más preciado en la tierra es la colección completa de las pelis de John Wayne. Roy se dedica a cobrar deudas y a matar a alguien de vez en cuando por cuenta de Stan Ptitko, un jefe mafioso de Nueva Orleans, un tipo de esos que "es capaz de meterte el alambre de una percha al rojo vivo por el agujero de la polla". Todo salta por los aires cuando Stan, que acaba de robarle la novia a Roy, se lo quiere quitar de encima por aquello de que le jode un poquito ver a todas horas la jeta de alguien que se ha estado follando a tu chica hasta hace tan solo dos días. Y entonces lo manda a una emboscada donde los que iban a ser sus asesinos acaban siendo sus víctimas. De la fallida celada sobreviven Roy,Rocky, una putilla casi adolescente en fase de aprendizaje, y un montón de papeles interesantes. Se van. Dejan atrás Luisiana y se dirigen a Galveston (Texas), una isla enganchada al continente por una carretera. En el camino, Roy&Rocky recogen a una tercera persona: Tiffany, de tres años, la hermana de Rocky a la que ésta libera de un padre rijoso a punta de pistola.
(Joder, así de entrada, se dirán ustedes, parece un clásico: tipo duro pero con buen fondo, una puta en ciernes a la que salvar y que de paso quiere salvar también al tipo duro pero con buen fondo y una inocente y dulce niñita de tres años... Ya solo falta el perro, pensarán... Pues sí, ya verán que también hay perro, al final, pero esa es otra historia).
Un relato de culto en el que no le falta ni le sobra letra alguna con una lírica perturbadora
En manos de cualquier otro esto sería basura. Pero para que nadie se deje llevar por las falsas apariencias, digamos ¡ya!, de entrada, que Galveston es una obra maestra. Pizzolatto, un escritor joven con alma vieja, como he leído por algún lado, ha convertido el paréntesis anterior en un alarde literario, en una joya auténtica y brutal. Un 'noir' como hacía mucho tiempo no pasaba por nuestras manos. Un texto que nos retrotrae a lo inmejorable deEllrroy, de Goodis, de Higgins, de Tourneur, de Denning; a una literatura de la mejor calaña, a un estilo de contar que ya creíamos desgraciadamente desaparecido; con Galveston recuperamos el negro oscuro. Un relato de culto en el que ni le falta ni le sobra letra alguna, y en el que los diálogos y reflexiones de sus protagonistas destilan una lírica perturbadora que alcanza cotas épicas. En el último párrafo del tercer capítulo, Cady dialoga con sus tripas y se autodestruye en apenas seis líneas: "Un día naces -se dice- y cuarenta años después sales renqueando de un bar, perplejo por todos tus achaques. Nadie te conoce. Conduces por oscuras carreteras y te inventas un destino porque la clave es seguir moviéndose. Así que enfilas hacia el último asidero que te queda por perder, sin tener ni idea de qué vas a hacer con él".
Y el último asidero puede ser Emerald Shores, un motel cercano a la playa de Galveston donde el destino parece aparcarlos como si de unos trastos viejos se tratara: "El tipo de sitio -piensa Roy- para gente que no tenía adonde ir, un motel en el que algún cliente ocasional pagaba una habitación para suicidarse, con huéspedes demasiado ensimismados en sus propios fracasos como para prestarnos atención".
Un sinfín de islas dentro de la isla: Emerald Shores, un motel repleto de trastos, de juguetes rotos, de pájaros de barro, de almas en pena en busca de esa mínima satisfacción que produce el contacto con otros perdedores: "Me he dado cuenta -recapacita el protagonista- de que toda la gente débil comparte una obsesión básica: una fijación por la idea de la complacencia. Vayas a donde vayas, los hombres y mujeres son como cuervos atraídos por los objetos resplandecientes. Para algunos, los objetos resplandecientes son otras personas, y antes de caer en esto más te valdría hacerte adicto a las drogas".

LUIS PAREJO
Y allí están Nancy, la propietaria, con la piel tan agrietada y reseca que parecía que la hubieran ahumado; Lance, su ex, que vive en el parking del motel para hacer el desayuno o la cena de los clientes y para no separarse de ella; Tray, un ladronzuelo drogadicto enganchado a una moto que lleva la fecha de caducidad marcada en su rostro; una familia encabezada por un tipo infame y sin nombre que tiene el pelo revuelto, la cara colorada y los ojos enrojecidos y brillantes, y que también lleva la muerte grabada a fuego en su jeta; yDehra y Nonie, dos hermanas ya en el ocaso de sus vidas a las que la pequeña Tiffany les despierta unos instintos maternales ya olvidados o quizá nunca sentidos.
Es entonces cuando la nostalgia de un pasado que nunca fue se adueña de estos pájaros de barro de Emerald Shores; pájaros errantes, huérfanos de todo, que añoran lo que probablemente no existió, lo que jamás tuvieron, lo que solo en sueños sintieron. Seres vomitados por la vida que de vez en cuando se dejan llevar por estos sueños que a lo peor ni tan siquiera soñaron: "El pasado ya no existe Roy" -le dice Loraine, una ex, una vieja historia, quizá tan solo otro sueño si no una pesadilla, a un protagonista confundido y perdido- "Escúchame, el pasado no es real... Recuerdas lo que quieres recordar". Y este pensamiento, este lamento, esta idea central vuelve, pero esta vez es Roy el portavoz y Rocky la confundida, la perdida en medio de un sueño sino una pesadilla: "El pasado no es real... Repítete esto a ti misma. El pasado no es real. No es más que una de esas ideas que te pasan por la cabeza y que crees que son reales. No existe, nena".
En este universo de perdedores, de juguetes rotos, Roy&Rocky&Tifanny encuentran en Emerald Shores una mínima paz hasta que ese pasado que sí parece existir les alcanza y les pasa por encima como si el infierno conquistara la tierra. Y entonces la violencia y el miedo, sobre todo el miedo más extremo, se apodera del protagonista y de las páginas durante unos instantes, tan solo unos instantes... Pero unos instantes brutales... "Ya no me importaban ni Rocky ni su hermana. Lo único que quería era que no me hicieran más daño. Lloré con todas mis fuerzas y cada vez que inflaba el pecho para tomar aire era como si me clavaran navajas en los hombros y en las costillas. No hay nada que no hubiera hecho para sobrevivir. Iba a suplicar. Hubiera hecho cualquier cosa".
Pero no es en las vísceras y en la sangre, en los rostros deformados y en el dolor extremo, en los cuerpos inertes y en sus salvajes verdugos donde nos quiere Pizzolatto, que escribió este poderoso réquiem antes de meterse con la serie televisiva; para él estos arranques de violencia extrema no son sino un peaje necesario para seguir escribiendo el libro que él quiere escribir: "Una elegía a los frustrados y a los que nunca han sido nada... un sueño enfebrecido, a menudo incandescente, una obra de una belleza insoportable". Palabra deDennis Lehane.
Como en 'True Detective', también hay un antes y un ahora; en la serie televisiva era de 17 años y en Galveston el antes es 1987 y el ahora 2008. Una historia de más de 20 años que acaba cuando un vendaval purificador que anuncia la llegada de un huracán encelado llamadoIker lo pone todo patas arriba, convierte la lluvia en dardos puntiagudos y sobre el océano estallan destellos de luz como si el cielo hubiera engullido una carga de dinamita; una historia de más de 20 años que acaba cuando una chica con una vieja fotografía y mil preguntas descubre su pasado, y una perra llamada Sabia se introduce con ella en su utilitario para cerrar el círculo y escapar a toda leche antes de que lo que está por llegar arrase con todo; una historia de más de 20 años que acaba cuando un tipo ya viejo que no es ni sombra de lo que fue descubre definitivamente que aunque no te maten no se sobrevive a ciertas cosas.


http://www.elmundo.es/cultura/2014/09/18/541a21d1ca4741b2308b456c.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario