miércoles, 15 de octubre de 2014

ANNA CATERINA ANTONACCI, PROGRAMA PROTEICO EN EL TEATRO RE LA ZARZUELA


XXI Ciclo de Lied. Recital I. Anna Caterina Antonacci, soprano. Donald Sulzen, piano. Teatro de la Zarzuela, lunes 13/10/2014.

PROGRAMA

PRIMERA PARTE

Obras de Carl Orff (1895-1982): Lamento di Arianna.

Ottorino Respighi (1879-1936): O falce di luna, Van li effluvi de la rose, Sopra un´ aria antica, Stornellatrice, Acqua, Crepuscolo, Pioggia.

Francesco Paolo Tosti (1846- 1916): Quattro canzoni d´Amaranta

SEGUNDA PARTE

Francis Poulenc(1899-1963): La fraîcheur et le feu. 

Maurice Ravel:Cinq mélodies populaires grecques, Deux mélodies hébraiques (L´enigme éternelle et Kaddisch).

Manuel de Falla (1876-1946). Siete canciones populares españolas.

Cuando todavía resuenan los ecos del recital que Anna Caterina Antonacci dio en el Auditorio Nacional con l´Accademia degli Astrusi la temporada pasada, un repertorio cautivador, italiano y en su mayoría barroco, vuelve la soprano italiana alTteatro de La Zarzuela.

Esta vez se trata de una velada muy variada en estilos, textos e idiomas, que le permiten lucir un instrumento oscuro, con unos graves espléndidos, homogéneo, que goza de una madurez floreciente. También su registro agudo es seguro y preciso mientras que en la zona media se mueve con comodidad y bien asentada.

Su flexibilidad y permeabilidad a los diferentes desafíos de repertorio que plantea el programa de este concierto, demuestra que se encuentra en plenitud de facultades vocales y teatrales, aunque las propias obras esta vez tienden más a una composición escénica más contenida y más apolínea que la que desplegó el año pasado, más exuberante y más cálida.

La preparación técnica de la Antonacci, con un experto trabajo del diafragma y el fiato y un concienzudo estudio de cada obra del repertorio y los compositores, la ponen en la mejor situación para desplegarse en una primera parte donde va calentando voz (no le hace falta) con el Lamento d´Arianna, de Carl Orff, que ya grabó para Naïve en el 2005.

Alrededor de Respighi, ejercita una cercanía al Mezzogiorno evidente, sobre todo en las conocidas Stornellatrice de 1906 y Pioggia en 4/4, de ejecución rápida y dificultades para el pianista acompañante.

Culmina antes de la pausa con las Quattro Canzoni d´Amaranta, sobre texto del controvertido e inefable Gabriele d´Annunzio, de 1907, de la que podría destacarse la más reconocida, L´alba separa della luce l´ombra, que retoma al final un tema del comienzo, con una culminación que puede resultar fantástica, según se desenvuelva la intérprete.

Francis Poulenc inaugura la segunda parte de la velada, él que se dedicó a escribir 34 canciones de dos grandes poetas del siglo XX, Guillaume Apollinaire y Paul Éluard, ambos con una atribulada vida en la guerra, en la política y en los amores. De Eluard ha elegido la soprano los textos de La fraîcheur et le feu, con siete propuestas relacionadas.

Pero posiblemente el folklore que despliega Maurice Ravel con sus Cinco Canciones Griegas y las Dos melodías hebreas sean lo más llamativo del conjunto de partituras que ofrece Antonacci. En un ambiente de himeneo, La chanson de la mariée, Là-bas, vers l´église, Quel galant m´est comparable, La Chanson des cueilleuses de lentisques y un final in crescendo de exaltación y gozo, Tout gai!.

En 1914 nacieron las sorprendentes Dos melodías hebreas, basadas en cantos tradicionales. L´énigme éternelle se canta en yiddish aunque cualquier germanohablante podría seguir la letra sin problemas. “Frägt die Velt dia alte Kashe, tra la la la, Entfernt men…un as men will kenne sagen….Dulce y contemplativa, la cantante italiana les da una magia especial, igual al Kaddish, la plegaria religiosa y fúnebre que entona con recogida emoción en arameo.

Particular elección esta de las dos canciones hebreas por parte de Antonacci, teniendo en cuenta que la soprano nació en Ferrara, una ciudad deliciosa y elegante del centro de Italia con una profunda huella pasada y actual de una colectividad judía que nos evoca constantemente El jardín de los Finzi Contini, las deportaciones y toda la obra de Giorgio Bassani.

Si Anna Caterina Antonacci no es de origen judío, podría haberlo sido a la perfección por el compromiso y el sentimiento con que regaló estas dos raras joyas al público del concierto, que aplaudió conmovido.

Un final más alegre y refrescante, más expansivo, llegó de la mano de las Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla, inspirado en el folklore de diversas regiones españolas.

A destacar Nana, una canción de cuna, orientalizante y Polo, que nos perfuma con la tradición del cante jondo que conducirá con posterioridad a El amor brujo, cadenciosa, sensual, con un revelador acompañamiento pianístico, estrenada en el Ateneo de Madrid el 14 de enero de 1915, con el propio Falla al piano y la voz de la soprano Luisa Vela.

Hubo propinas donde no faltó la habitual canción napolitana, llena de gracia. El trabajo de acompañamiento de Donald Sulzen fue discreto en su papel e inspirado, demostrando una excelente compenetración entre piano y voz. Con un repertorio habitual apabullante, Sulzen dio muestras en la velada de galanía y saber hacer.

Completísimo el programa de mano con las notas y el magisterio del reconocido Arturo Reverter, presente en la sala la noche del recital. Un hallazgo como siempre sus lecciones de canto, de fisiología canora y de técnica y también de historiografía musical.

Los presentes aplaudieron mucho y bien y Antonacci, que lució su cuerpo poderoso con una túnica “nude” complementada por un chal fucsia, se retiró recompensada por el esfuerzo y complacida. ¡Qué programa y qué músicos! Otro acierto del Teatro de La Zarzuela para comenzar la temporada con brío.

Alicia Perris

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