sábado, 8 de noviembre de 2014

BARENBOIM, MEMORIA DEL MURO



El director de orquesta estaba grabando con la Filarmónica de Berlín en la capital germana cuando cayó el Muro. Este domingo, 25 años después, conmemora en la Puerta de Brandenburgo aquella jornada histórica. En atriles, la Oda a la alegría de la Novena de Beethoven. Además, Peter Gabriel invocará a los Heroes berlineses retratados en los años 70 por David Bowie.

ALBERTO OJEDA 

Daniel Barenboim, Peter Gabriel y David Bowie, protagonistas en el programa musical del 25° aniversario de la caída del Muro.

Barenboim es argentino, israelí, español y berlinés. No alemán, precisa, pero sí berlinés. La vinculación emocional e identitaria con la capital germana empezó a forjarse la primera vez que la visitó. Fue en 1963 y el Muro ya estaba allí. Tenía sólo 20 años y su juventud conectó de inmediato con las corrientes de energía que fluían en sus barrios. “Berlín no es tan elegante como Múnich ni tan bella como Hamburgo, pero es muy vital y muy activa. Siempre ha sido un lugar muy estimulante”, explica.

Esa complicidad inicial se fue consolidando en puntuales encuentros posteriores entre el músico y la urbe. El prolongado flirteo entre ambos mutó de golpe en compromiso perpetuo. Una coincidencia selló su unión para siempre. Quiso el destino (o el azar) que el 9 de noviembre de 1989 Barenboim se encontrase en la ciudad. Había ido allí para grabar con la Filarmónica de Berlín y de repente se vio en mitad de una marea colectiva que modificaría el curso de la historia occidental.

Por la noche, tras conocer que las restricciones de paso habían sido levantadas, miles de berlineses se abalanzaron con saña contra las planchas de hormigón. “Al día siguiente, el viernes, fui al estudio de grabación. Los músicos estaban muy agitados. Hablamos sobre cómo podíamos participar en los acontecimientos. Al final decidimos ofrecer un concierto en exclusiva para los ciudadanos del Este. Escogimos la Séptima de Beethoven, una decisión puramente práctica pues era la pieza que estábamos ensayando”, recuerda Barenboim.

Ya desde las cuatro de la madrugada empezaron a formarse colas en torno a la Berliner Philarmonie. Muchos ossies no la habían pisado nunca. Bastaba con enseñar el carnet de identidad oriental para entrar. “Después del concierto, se acercó hasta mi camerino una mujer acompañada por un hombre más joven. Temblando, me ofreció un ramo de flores y me dio las gracias insistentemente. Luego me contó que él era su hijo y que se habían reencontrado esa misma tarde, después de casi 30 años separados. Entre lágrimas, le dije que me avisara siempre que quisiera venir a algún otro concierto”.

Nunca volvió a aparecer. Pero Barenboim tiene la esperanza de que este domingo se encuentre entre los asistentes a los fastos organizados en la Puerta de Brandeburgo, en los que oficia como maestro de ceremonias. Un “honor” que asumirá escudado por los músicos de la Orquesta de la Ópera de Berlín, formación que comanda desde 1992. Todas estas conexiones íntimas y profesionales con la ciudad, sumadas a su telegenia y desenvoltura para los conciertos masivos con trasfondo político, hacen de Barenboim el director idóneo para empuñar la batuta este 25° aniversario de la caída del Muro. Ya lo hizo cinco años atrás. Desplegó entonces un programa ecléctico que abarcaba a Wagner, Shönberg y Goldmann. También regresó a la Séptima de Beethoven, engarce entre su periplo biográfico y el desplome del tramo berlinés del Telón de Acero.

Ahora ha recurrido de nuevo a una sinfonía beethoveniana, pero limita su presencia en el podio al cuarto movimiento de la Novena, actual himno de la Unión Europea. La parte coral, con la Oda a la alegría de Schiller, será acometida por un elenco vocal de postín: el bajo René Pape, la mezzo Elina Garanca, la soprano Renée Fleming y el tenor Jonas Kaufmann (si la enfermedad que le ha apartado de los escenarios no se prolonga).

Veremos si cambian la letra sobre la marcha, como hicieron los cantantes dirigidos por Bernstein la Navidad de 1989, sólo un mes y medio después del derrumbe de la artificiosa frontera. Fue en otro concierto histórico ofrecido en la Schauspielhaus del antiguo Berlín comunista, donde concurrieron músicos de las sinfónicas más prestigiosas del mundo (Filarmónica de Nueva York, la Orquesta de París...). Retransmitido por televisión a más de 20 países, alcanzó audiencias millonarias. Aquella vez, en lugar de pronunciar la palabra alegría (Freude) optaron por el témino libertad (Freiheit). El título que agrupa este año los actos conmemorativos, De pie por la libertad, predispone también al trueque de conceptos.

Con la ejecución de la partitura del genio de Bonn, la temperatura emocional de la jornada alcanzará su cénit: cuando suene su popular melodía, serán soltados los miles de globos de helio que jalonarán días antes el antiguo trazado del Muro. Pero el programa musical también contiene más focos de interés. Antes de que Barenboim y su Staatskapelle copen todo el protagonismo, Peter Gabriel, en su día principal vocalista de Genesis y paladín de la World Music, invocará a David Bowie, otro artista cuya carrera se entrecruzó fructíferamente con la capital de la RFA. Allí vivió entre 1976 y 1979. Saturado de cocaína y excesos, y muy atraído por el rock experimental alemán, el divo del glam se replegó con la intención de sanear sus costumbres y despegar de nuevo. Lo logró. En bicicleta, se acercaba desde su apartamento en Shöenberg hasta el estudio, muy cerca del Muro. Junto a Brian Eno, alumbró su celebrada Trilogía de Berlín (Low, Heroes y Lodger). Gabriel cantará su versión orquestal de Heroes, tema inspirado en la visión de una pareja sentada en un banco a los pies del Muro, observados desde la alturas por un soldado en una torreta. Eran héroes a los ojos de Bowie: no permitían que su amor se viese intimidado por aquel paredón de cemento, que, por suerte, hoy ya es sólo un mal recuerdo.

http://www.elcultural.es/revista/escenarios/Barenboim-memoria-del-Muro/35414

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