domingo, 2 de noviembre de 2014

EL TEATRO REAL ESTRENÓ UNA REFRESCANTE “FILLE DU RÉGIMENT”



29 de octubre de 2014

Opéra-Comique en dos actos
Libreto de J.H. Vernoy de Saint-Georges y Jean-François Alfred Bayard
Coproducción del Metropolitan Opera House de Nueva York, la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Wiener Staatsoper
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intemezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)

Ficha Artística: Dirección musical: Bruno Campanella. Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly. Realizador de la Dirección de Escena: Christian Räth. Escenografía: Chantal Thomas.Adaptadora de textos: Agathe Mélinand. Iluminación: Joël Adam. Coreografía: Laura Scozzi. Dirección del coro: Andrés Máspero. Supervisora de la dicción francesa Jeannine Bouché.

Intérpretes
Marie: Aleksandra Kurzak
Tonio: Javier Camarena 
Sargento Sulpice: Pietro Spagnoli
Marquesa de Berkenfeld: Ewa Podles
      Hortensius: Isaac Galán
Un campesino: Pablo Oliva
Un caporal: Pedro Quiralte-Gómez 

 
Esta producción ya conocida visualmente, por haberse programado para otras salas de ópera, pero con agradables sorpresas en el hallazgo de voces verdaderamente de lujo, al menos en el primer elenco en esta puesta en el madrileño Teatro Real, ha tenido mucho éxito.
¡Rataplán!, no hay otro regimiento igual: el 21 del ejército napoleónico, instalado en Tirol como tropa de ocupación, paternalista, nacionalista, protector de Marie, la fille du régiment. La más popular ópera de Donizetti es una comedia irónica, sentimental y con una ácida carga de crítica social que aglutina distintos elementos de los dramas de la época: el mal de amores entre los protagonistas, el respeto al deber y la obediencia paterna, la confrontación de una aristocracia decadente con una burguesía emergente que se impone al Antiguo Régimen… La exaltación nacional en la que vive inmersa Francia en 1840, cuando se estrena, explica el retrato amable y divertido que el compositor hace del ejército de ocupación francés y la inclusión de algunos números patrióticos. Con su habilidad para crear formas musicales flexibles, jugar con los estilos de moda y parodiar al mismo tiempo la estética conservadora, esta obra que el director de escena Laurent Pelly considera “hilarante y conmovedora, ligera y grave a la vez”, manifiesta un humor inteligente y unos alardes musicales inolvidables. Y como cree en lo que dice, desarrolla una magnífica tarea en la dirección de escena y los figurines.
Es una obra que marca un hito en la trayectoria de Donizetti, ya que consiguió una partitura llena de guiños y de atrayentes momentos para el oyente, que pueden redondearse como éste ha sido el caso con un movimiento escénico y teatral y una coreografía luminosos.
Aroma de vaudeville, con la mezzo dugazon como figura materna y pasajes de gran lucimiento como el legendario Ah mes amis!, que canta Tonio o el Pour me rapprocher de Marie y el Rataplán del coro castrense o el Il faut partir de la ahijada del regimiento, más pesaroso y melancólico.
Se estrenó en italiano pero el francés parece el idioma pensado para ella, sobre todo con los niveles de excelencia que alcanza aquí la labor de la fonetista Jeannine Bouché, que lleva a cabo un trabajo excepcional limando asperezas, rugosidades y “r” en los parlamentos de los actores y actrices y en las derivaciones del canto de las primeras figuras, secundarios y el propio coro. ¡Cómo se nota cuando falta esta dedicación a la lengua de una partitura operística, cuando en ocasiones, incluso en el idioma materno, no conseguimos entender una palabra del texto. Mi más encendida enhorabuena para la especialista francesa. El estado francés la recompensó nombrándola “Chévalier de l´Ordre du Mérite à titre musical”.
La soprano Natalie Dessay estaba destinada a defender en esta ocasión el rol tan refrescante y juvenil de Marie, pero fue remplazada por la polaca Aleksandra Kurzak, de evidente juventud. Kurzak no goza de un instrumento portentoso, todavía cabe esperar que en desarrollo, pero en cambio actúa con elegancia y ritmo y llega a los agudos con soltura. Tiene una afinación muy cuidada y acompaña perfectamente al hace poco descubierto tenor ligero mexicano Javier Camarena, cuya actuación en ningún caso hizo sentir nostalgia de Pavarotti, Kraus o el aplaudido Tonio en el Real, de Juan Diego Flórez.
El tenor belcantista, que ya había reemplazado con anterioridad al peruano en el Met sin defraudar, parece demostrar que ha nacido otra estrella en el panorama de la lírica internacional y sus nueve “do de pecho”, enlazados con facilidad y maestría parece demostrarlo. El público quedó atrapado en sus piruetas vocales y en su simpatía en el escenario.
 Ewa Podles, una contralto aguerrida, tiene una línea de canto fantástica que conserva a pesar del paso de los años y Pietro Spanogli compone un vibrante y amabilísimo padre en el Sargento Sulpice.  Spagnoli ganó en 1987 el Concurso de canto Pergolesi en Roma y desde entonces ha mantenido como barítono italiano una importante carrera internacional siendo muy reconocidas sus prestaciones en el repertorio de Mozart, Rossini o Donizetti.
 El desempeño de Bruno Campanella en la dirección musical, es muy elogiable, demostrando una experiencia y conocimiento de la arquitectura vocal y musical. Hace que la ópera ruede sin esfuerzo, aunque podría haberse mejorado la obertura en la calidad del sonido. Está considerado con justicia uno de los más destacados maestros de su generación.
Siempre en su sitio el coro, seguro, solvente y con una actuación encomiable, ya que todo el tiempo hay que cantar moviéndose en esta ópera y la actuación es aquí un indiscutible “must”. Bien, como siempre, la responsabilidad de Andrés Máspero.
Ángela Molina como la duquesa de Crakentorp sustituyó con elegancia regia a Carmen Maura, dos actrices de primera línea en la historia del cine y del teatro español. El Real gusta de hacer un hueco algunas veces a las grandes divas en los espectáculos operísticos, como ya ocurrió con la presencia de Nuria Espert en Ainadamar de Osvaldo Golijov hace pocas temporadas.
Para completar el elenco, unos secundarios muy eficientes y sólidos, como Isaac Galán en un fácil Hortensius, el notario compuesto por Mathieu Bettinger, el caporal de Pedro Quiralte-Gómez y el campesino de Enrique Lacárcel. Sus roles, aunque no prioritarios fueron cuidados en lo vocal y en el desenvolvimiento escénico, sin dejar nada librado al azar.
La conclusión de esta crónica podría sellarse haciendo alusión al fervor del público, contenido y sin desbordarse como en tiempos de Kraus o Flórez, pero Javier Camarena fue muy aplaudido, igual que la Marie de Aleksandra Kurzak. Ambos cantantes son jóvenes, llevan una promisoria carrera y tienen una gran vida lírica por delante y nos volverán a dar esperadas sorpresas.
Esta Fille para continuar la temporada inaugurada con algunos peros por Las bodas de Fígaro es una elección amable y acertada. Un lenitivo para compensar los primeros fríos del otoño y los problemas políticos y económicos que no dejan de atenazarnos sin descanso en este país. Aunque una vez más, la calidad, el entusiasmo, el belcanto y Donizetti, han obrado el milagro de alejarnos aunque temporalmente de los avatares y las fantasmagorías de la vida cotidiana para transportarnos a otra dimensión.
Alicia Perris

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