sábado, 7 de febrero de 2015

NORMA, DESDOBLADA EN BARCELONA Y SEVILLA



Coinciden en el Liceo (desde el día 8) y en la Maestranza (a partir del 6) dos montajes de la ópera de Bellini. Las sopranos Sondra Radvanovsky, de voz esmaltada y áurea, y Daniela Schillaci, lírica plena, encarnarán a la mítica sacerdotisa druida.

ARTURO REVERTER 


Sondra Radvanovsky, Norma en el montaje ritualista de Kevin Newbury. Foto: Arturo Reverter.

En un curioso paralelismo coinciden por estos días dos de nuestros mejores teatros, el Liceo de Barcelona y el de la Maestranza de Sevilla, en programar Norma de Bellini. Es probablemente la mejor obra de su autor, pese al encanto que pueda tener La sonnambula o a la belleza melódica y fluidez que derivan de I puritani. La penúltima ópera del músico catanés es una afortunada síntesis de aquellos elementos, que se ven complementados con una severidad de trazo y un aliento trágico excepcionales. Siempre, por supuesto, dentro de las características del arte del compositor, que si por algo brilló sobre todo fue por el sublime melodismo, por el equilibrio de la forma, por el patetismo de sus frases. Es evidente que el carácter de la sacerdotisa druida aparece pintado con líneas indelebles y que su figura se agiganta respecto a la de cualquier otro personaje del compositor, que se coloca, aventajando a Donizetti y a otros creadores de la época, como un faro que ilumina y que además, en lo vocal fundamentalmente, abre caminos por los que habría de circular no mucho más tarde Verdi.

El sentido de Norma, que trata un asunto poco original -un triángulo amoroso con infidelidades y engaños sobre el fondo histórico de la presencia romana en las Galias, hacia el año 50 antes de Cristo- pero que lo hace con adecuada administración y gradación de los tiempos y una buena planificación de acontecimientos dramáticos -que no evitan ciertas caídas de tensión y algunas soluciones un tanto facilonas-, se nos revela resplandecientemente en el momento en el que aparece el personaje central y, tras un hermoso recitativo acompañado -como todos los que alberga la partitura-, canta la famosa cavatina Casta diva, un punto de inflexión importante y representativo de la manera compositiva de Bellini. Este momento verdaderamente mágico será plasmado en cada uno de aquellos coliseos por dos sopranos bien distintas y ya famosas.

En el Liceo se escuchará a la canadiense (aunque nacida en Chicago) Sondra Radvanovsky, ya una acreditada sacerdotisa. La voz, esmaltada, rica en reflejos áureos, extensa, de buen volumen, se adapta a la parte, a la que sabe conferir delicados matices y un canto muy depurado, con abundantes reguladores y medias voces. En la Maestranza se contemplará a la italiana Daniela Schillaci, primer premio del concurso Di Stefano de Trapani en 1998. Es una de las mejores especialistas de hoy en el personaje belliniano. La voz es amplia, de lírica plena, bien coloreada. Se desenvuelve bien en las agilidades, aunque no posee el fulgor diamantino del que dispone la estadounidense Angela Meade, que era la Norma anunciada y que ha debido anular por problemas de salud.

En el coliseo barcelonés se sitúa como Pollione el veterano Gregory Kunde, que en su nueva etapa de tenor spinto se está mostrando, a sus 60 años, seguro, squillante y rotundo. En Sevilla será procónsul el joven toledano de 33 años Sergio Escobar, una voz que aún ha de crecer, bien tintada y, superados ciertos problemas en el pasaje de registro, adecuadamente emitida. Completan los primeros repartos, en las partes de Adalgisa y Oroveso, Ekaterina Ubanova, vibrante y sólida, y Raymond Aceto, espeso y contundente, por un lado, y Sonia Ganassi, lírica y elegante, y Rubén Amoretti, rocoso y tonante, por otro.

La producción liceísta se hace en colaboración con la Ópera de San Francisco, la de Chicago y la de Canadá y lleva la firma de Kevin Newbury, que acentúa los aspectos más rituales del drama belliniano. La de Teatro de la Maestranza proviene del Regio de Turín y es original de Alberto Fassini, aunque en este caso la monta Vittorio Borrelli. Dos directores italianos muy conocidos, especialistas en este repertorio, empuñan la batuta. En la ciudad condal Renato Palumbo y en la del Guadalquivir Maurizio Benini. Salen ganando los sevillanos porque este último maestro aquilata en mayor medida las dinámicas y posee un sentido de la frase superior.

http://www.elcultural.es/revista/escenarios/Norma-desdoblada-en-Barcelona-y-Sevilla/35925

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