domingo, 15 de marzo de 2015

EL WAR REQUIEM DE BENJAMIN BRITTEN SE ESTRENA EN EL TEATRO REAL, UN DÍA DESPUÉS DEL ANIVERSARIO DEL 11 M, EL ATENTADO QUE CONMOVIÓ A MADRID


I  Requiem aeternam
II  Dies Irae
III  Offertorium
IV  Sanctus
V  Agnus Dei
VI  Libera me

Elenco

Susan Gritton, soprano
John Mark Ainsley, tenor
Jacques Imbrailo, barítono

Miguel Ángel Tallante, organista

Pablo Heras-Casado, director musical

Pedro Teixeira, director del Coro de la Comunidad de Madrid
Ana González, directora del Coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Andrés Máspero, director del Coro Titular del Teatro Real
 
Coro de la Comunidad de Madrid
Coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid/Coro Intermezzo)

“Contra el sinsentido de la guerra” y según reza en el algo escueto programa de mano de las dos funciones de War Requiem, el texto de Wilfred Owen, “mi tema es la guerra y el dolor por la guerra. La poesía está en el dolor. Lo único que puede hacer hoy un poeta es advertir”.

Las dos funciones de la obra de Britten están integradas en la programación en torno su ópera Muerte en Venecia, que trajo también al Teatro Real, y este mes, el Ballet de Hamburgo, con una coreografía inspirada en la novela homónima de Thomas Mann.

Más de 140 intérpretes participan en la obra: 132 cantantes de los tres coros -Coro Titular del Teatro Real, Coro de la Comunidad de Madrid y Pequeños cantores de la JORCAM y 106 músicos de la Orquesta Titular del Teatro Real.

Esta composición se destinó a la reconsagración de la Catedral de Coventry, el 30 de mayo de 1962, luego de la destrucción del templo durante la II Guerra Mundial.
En 1963, tuvo lugar, entre otras famosas grabaciones, la más paradigmática, dirigida por el propio compositor, con las voces de Vishnevskaya (que no había obtenido permiso de la URSS con anterioridad para interpretarla), Fischer-Dieskau y Pears. 

Pablo Heras-Casado, primer director musical invitado del Teatro Real, fue el encargado de dirigir esta obra excepcional y lacerante: un arrebatado clamor a favor de la paz en el mundo después del estupor de la guerra.

Nunca mejor programada (aunque no fuera intencionado) esta partitura, cuyo estreno fue el pasado 12 de marzo, solo un día después de cumplirse un nuevo aniversario de las matanzas de la Estación de Atocha en la capital de España, que se saldaron un balance trágico de casi doscientos muertos, heridos, traumatizados y todos aquellos- con el hecho infausto en la memoria y el recuerdo- que trabajamos como terapeutas o médicos en los hospitales que acogieron a las víctimas de esta barbarie, que sigue repitiéndose en diferentes partes del mundo hasta hoy mismo.

El War Requiem de Britten, a diferencia de los grandes hitos de este tipo de Mozart o Verdi, tiene unas profundas connotaciones antibelicistas, muy de acuerdo con las ideas del compositor inglés.

Un atribulado texto de Owen para las voces masculinas, acompaña esta obra dramática, enérgica y pesimista, que recuerda las referencias más negras del Antiguo Testamento (el sacrificio de Abraham con Isaac, por ejemplo) y concluye trayendo a colación el supuesto encuentro de dos combatientes muertos en la batalla, que se reconcilian al final del acto bélico en el que uno fue previamente asesinado por el otro.

Solo queda pues, la posibilidad de la redención y la paz, pero ya en otra dimensión, muy lejos del mundo de los vivos donde no conseguimos los humanos crear un espacio de convivencia y solidaridad, de comprensión de la alteridad y las diferencias del semejante.

Dura tarea la de Pablo Heras-Casado, el responsable musical, joven músico fraguado ya en muchos combates y embajador entre otras distinciones, de Ayuda en Acción.

Una masa coral impresionante, donde destaca la excelente labor de los coros, la del titular del Teatro Real, dirigido como siempre por Andrés Máspero y el de la Comunidad de Madrid, a las órdenes de Pedro Teixeira.

Los Pequeños Cantores de la JORCAM, bajo la dirección de Ana González, tienen un desempeño conmovedor, mejor sin embargo en los pianissimi que en los forti, algo destemplados.

Este grupo vocal infantil ocupó durante la representación, el palco que habitualmente está destinado a la familia real, pero que permanece muy a menudo sin ocupar, salvo esta misma semana, cuando los actuales reyes acudieron a presenciar una función de El Público, ya reseñado en este medio, sobre un texto de Federico García Lorca.
Digno de destacar también el desempeño de la orquesta, sobre todo la percusión, la flauta traversa y el clarinete y muy especialmente la arpista, que llevó a cabo una performance exquisita y exigida toda la velada.

La soprano Susan Gritton realizó una demostración de elegancia, buena línea de canto y flexibilidad. Una pena que estuviera colocada en un segundo plano del escenario, dentro de la orquesta.

Muy bien las voces masculinas, el tenor John Mark Ainsley, que ya en octubre del 2014 había cantado el Requiem de Britten con la orquesta del mecenas Gulbenkian, en Lisboa y el barítono Jacques Imbrailo, de voz agradable y buena afinación, ambos contenidos y reservados en lo gestual durante la velada, muy en consonancia con el carácter de la producción.

La versatilidad de los tres cantantes hace que sean capaces de enfrentarse a Haendel, Mozart o Berg y Strauss, como en el caso de Gritton o hacerse verdaderos especialistas en las obras de Britten, recorriendo orquestas y teatros, como Ainsley, mientras que el barítono Imbrailo posee una prolongada carrera como liederista y en óperas de repertorio tradicional como El barbero, Don Pasquale o La Bohéme.

No podemos olvidar tampoco la prestación del organista Miguel Ángel Tallante, que tiene un papel destacado en el Requiem, con una importante trayectoria como intérprete y compositor. Recientemente ha ofrecido además, conciertos de reinauguración de varios órganos históricos españoles.

Al final de la obra el director, Pablo Heras-Casado, permaneció en silencio, de espaldas al público, en una especie de minuto de recuerdo y de respeto. Algunos de los presentes, impacientes, empezaron a aplaudir, detuvieron a continuación los aplausos y finalmente, cuando el maestro se volvió para saludar, el agradecimiento por esta obra contenida y melancólica recorrió y colmó la sala de emoción y sentimiento.

Alicia Perris

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