jueves, 11 de junio de 2015

COSAS. LA IDEA DE NATURALEZA MUERTA EN LA FOTOGRAFÍA Y LA PINTURA.

El miércoles 17 de junio se inaugura en el Museu Fundación Juan March, en Palma, (www.march.es/arte/palma ), una exposición que reúne, en un diálogo asincrónico tan sorprendente como lleno de sentido, cuarenta y tres obras realizadas entre 1855 y 1975 procedentes en su totalidad de la colección Siegert (Múnich) y siete óleos del siglo XVII de la mano de Willem Heda, Pieter Claesz, Juan van der Hamen y Pier Francesco Cittadini, provenientes de colecciones particulares.

Con esta presentación conjunta, que establece un salto temporal de casi tres siglos entre fotografía y pintura y de más de un siglo entre las fotografías seleccionadas, Cosas plantea un diálogo asincrónico tan sorprendente como lleno de sentido. El fundamento para este ejercicio de emparejamiento es el denominador común a todas las obras aquí exhibidas, su carácter de "naturalezas muertas" y, en concreto, su pertenencia a tres de los estadios de la vida de ese género artístico, tan clásico como confusamente denominado: el de su nacimiento entre los pintores flamencos del siglo XVII europeo y su extensión a otros países como Italia o España; el de su presencia como uno de los motivos preferentes del pictorialismo y de los protagonistas de los inicios de la fotografía; y, por último, el de su metamorfoseada y variada presencia –con novedosas aportaciones– en las vanguardias fotográficas de los años veinte a cincuenta del siglo pasado.

La rara expresión "naturaleza muerta" (su castiza alternativa en español, "bodegón", apenas la mejora) proviene de la confusa traducción francesa y española del original flamenco "stilleven", que más bien habría que traducir por "vida en calma", "vida quieta" o "vida inmóvil" (expresiones que el alemán "Stillleben" y el inglés "Still Life" sí respetan). Esta denominación se empezó a aplicar en el siglo XVII a un tipo de pintura, nacida en Holanda y Flandes, que representaba lo que genéricamente podría ser designado con la indeterminada pero universalísima palabra "cosas": como en los casos de Willem Heda y Pieter Claesz (c 1640-43 y 1643), dos de los más relevantes representantes de esa práctica pictórica, marcan el género las mesas puestas con objetos de todo tipo, a menudo alimentos, pero también enseres, objetos decorativos, copas o vasos; o centros y arreglos florales; o jarros y cuencos compuestos, en artístico desorden, junto a frutas, hortalizas o dulces, en los que no faltan a veces incluso insectos y pequeños animales, vivos -como en los casos de los bodegones de caza- o recién cazados y muertos.


Desde su invención, la fotografía -el nuevo "pincel de la naturaleza", como la llamó William Henry Fox Talbot- no sólo no sustituyó a la pintura, sino que desde entonces la acompaña en su papel de imitadora del espacio real o imaginado; con frecuencia, incluso remedando los géneros pictóricos. Las fotografías seleccionadas en esta muestra, de grandes figuras de la historia de la fotografía o de fotógrafos anónimos o documentalistas, admiten, en efecto –y con toda naturalidad– su pertenencia a casi las mismas agrupaciones en series que se observan en la pintura de género: los centros de flores perviven, por ejemplo, en el pictorialismo del Barón de Meyer (1908), y las composiciones de objetos en mesas son un motivo preferente en la historia de la fotografía (aunque, obviamente, con la novedad de incluir objetos aún no inventados en el siglo XVII) o ser el resultado de procesos de abstracción y concreción mediante el primer plano o el zoom.

Las escenificaciones con animales muertos son, unas veces, literales, como en el caso de Camille Silvy, Bodegón de caza con The Times, c 1859; otras, aprovechan las nuevas técnicas o son literalmente naturalezas muertas en el sentido de vidas interrumpidas, como en las impresionantes composiciones a partir de despieces de abattoirs parisinos de Madame d'Ora.
La selección de obras de esta exposición es, como se ha dicho, ejemplar al mostrar lo numerosos que son los motivos florales en la fotografía pictorialista -y también en las vanguardias, como acontece con Sudek (1940-54) o Marianne Brandt-. También la fotografía del surrealismo y su influencia se prodigará en las mesas con arreglos de objetos, sólo que con escenificaciones plenamente fantásticas o jugando con conjunciones disyuntivas. Por último, llama la atención hasta qué punto están unidas realidades tan distintas como la vanguardia experimental del siglo XX y un género pictórico cuatro siglos más antiguo: pues, ¿qué otra cosa sino composiciones y arreglos de objetos en mesas son la mayor parte de las "fotografías sin cámara" de la experimentación vanguardista que arranca con László Moholy-Nagy, tan bien representada en la exposición por el fotograma de Man Ray y por una de las raras schadografías de Christian Schad?.


Como en la fotografía anónima de los años treinta de la Agencia Weltbild significativamente titulada Bodegón con brazos y piernas esperando a sus cuerpos (c 1930), en ocasiones las imágenes de la historia, salvando siempre las diferencias y las distancias de espacio y tiempo, parecen complacerse en establecer sintonías tan razonables como sorprendentes. Cosas. La idea de naturaleza muerta en la fotografía y la pintura juega a mostrar fotografía y pintura atendiendo a la cualidad estética propia de cada modalidad artística, pero también a las relaciones que, por encima del tiempo histórico y del espacio geográfico de cada obra, el espacio común de la exposición permite establecer; un espacio que siempre es, en su intención y para su público, un ámbito para la contemplación libre y para las comparaciones.

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