viernes, 26 de febrero de 2016

LA ÚLTIMA PINCELADA DE FRANCIS BACON

'Estudio de un toro' (1991), de Francis Bacon. ESTATE OF FRANCIS BACON


El historiador Martin Harrison descubre un cuadro hasta ahora desconocido del pintor irlandés Francis Bacon.

LORETO SÁNCHEZ SEOANE
El destino hizo que Francis Bacon muriera en Madrid. Se despidió por la puerta grande en 1992, cogiendo la última bocanada de aire en el Hospital Ruber Internacional de Madrid. Se apagó a las 8.30 del 28 de abril por una crisis cardiaca. Durante sus últimos años pasó largas temporadas en España, y mucho tiempo durmiendo en una suite del Hotel Palace con uno de sus amantes españoles, José Capelo.
Decían que gran parte de las obras que pintó durante aquella época pasaron a manos de esta última pasión. Eran las más oscuras, como si la luz que veía fuera cada vez más negra. Pero ayer, el historiador de Arte, Martin Harrisondescubrió que no todas tuvieron igual destino y, lo mejor de todo, que nunca habíamos visto una de ellas. Desconocíamos la despedida.
Harrison, en una entrevista concedida al diario británico The Guardian, confiesa que ha encontrado un cuadro inédito del pintor, el último que realizó. Se trata de Estudio de un toro y data de 1991, un año antes de su muerte. "No se había encontrado hasta ahora porque estaba en una colección muy, muy privada de Londres", ha comentado a este mismo diario. El historiador lo ha descubierto trabajando en un catálogo que reunía toda la obra del irlandés y que iba a publicar en abril. "Se trata de un cuadro que nunca se había visto y tampoco se ha escrito sobre él. Es totalmente desconocido".
"Si uno ha visto alguna vez una corrida", dijo Bacon, "no la olvida jamás". Y así parece que se despidió, con su última faena, con un toro que entra para no salir. "Bacon estaba listo para rendirse... Estaba tan enfermo. ¿Está el toro entrando en algún lugar? ¿Está retrocediendo ante algo o alguien?", se pregunta Harrison.
Y quién había más toro que Bacon en sus noches, en sus mañanas de resaca, en todo lo que le desgarraba... El toro entra para morir, como entró Bacon en aquel hospital, sin esperanza. Con el cuerpo desecho y la cara impecable, con esa elegancia no buscada que llevaba como si hubiese bebido agua. Y es que la bebida, el asma y las operaciones consiguieron debilitarle. "Tenía 82 años, se estaba muriendo y lo sabía".
Este, su último cuadro, muestra también la pasión del irlandés hacia la tauromaquia. Algo que reflejó en 1969 y a lo que volvió con persistencia en los años 80, cuando en 1987 le dedicó un tríptico. "Su interés por los toros le viene por su amigo el surrealista francés Michel Leiris, que murió un año antes de que él terminase esta obra", añade al medio británico.
La mayor parte de la obra, de dos metros de altura, es lienzo sin tratar. Pero Bacon incluyó polvo de su estudio en South Kensington debajo del toro, otra referencia a la muerte, según Harrison, haciendo alusión a una de las reflexiones del pintor: "El polvo es eterno. Después de todo, regresamos al polvo". "Que haya utilizado este material, a mí me conmueve".
Revive así Francis Bacon. El que cuentan que volvió a Madrid a recuperar a Capelo, el que no aguantaba que el español renegase en público de su homosexualidad. El sádico. El del carácter de cuidado. El tipo que puede presumir de haber contado con el desprecio de Thatcher. El que se bebió medio mundo y el que pintó con la fuerza de todos. "Quisiera que mis pinturas se vieran como si un ser humano hubiera pasado por ellas como un caracol, dejando un rastro de la presencia humana y un trazo de eventos pasados, como el caracol que deja su baba".

http://www.elmundo.es/cultura/2016/02/23/56cca5ad22601d327f8b46bb.html

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