viernes, 29 de abril de 2016

DALTON TRUMBO: TALENTO AMORDAZADO

El guionista Dalton Trumbo.

 La película, que lleva por título su nombre y que se estrena mañana, recupera la vida del más descatado de los 10 de Hollywood
El autor de 'Johnny cogió su fusil' fue incluido junto a sus compañeros en la lista negra por negarse a delatar nadie

LUIS MARTÍNEZ
"A veces, pienso en qué horrible situación estamos cuando un hombre puede ser considerado honorable simplemente porque no es un mierda". Con esta frase de Dalton Trumbo (1905-1976), Bruce Cook cierra la biografía publicada por Navona de, sin duda, el más eficaz (y tal vez el mejor) de cuantos guionistas han pisado Hollywood. El libro, que ya lleva unos meses en las librerías y que traduce por fin un texto imprescindible editado en 1977, es básicamente el punto de partida de la película de Jay Roach y protagonizada por Bryan Craston, Trumbo: la lista negra de Hollywood, que mañana llega a los cines. La sentencia, a su manera, resume a la perfección no tanto la posición moral de un hombre como la penuria y degradación también moral de un tiempo: el suyo y, con toda seguridad, el nuestro.
La historia es conocida. En 1947, 19 cineastas fueron citados para declarar frente al comité de Actividades Antiamericanas del Congreso. Se consumaba así el último y más vergonzoso de los capítulos de una oscura y siempre presente amenaza. La existencia de listas negras era una evidencia desde finales de la década anterior. La Segunda Guerra Mundial y la coyuntural alianza entre Estados Unidos y la Unión Soviética detuvieron las persecuciones de forma temporal.
"Cualquiera podía ver", escribe Cook, "que el día del juicio final solo había sido pospuesto. Cuando se presentase la ocasión, la derecha golpearía, y Hollywood, debido a su prominencia y dada la vulnerable dependencia de la publicidad por parte de la industria, era ciertamente un excelente blanco".

Pues bien, diez de los llamados no tanto a declarar como a confesar y delatar a sus compañeros se convertirían en los tristemente célebres Diez de Hollywood.Se limitaron a acogerse a la Primera Enmienda a la Constitución que garantiza la libertad de expresión. Es decir, se negaron a abrir la boca. Es decir, y en palabras del propio Trumbo, "evitaron ser unos mierdas".
Por entonces, el guionista de El demonio de las armas no solo gozaba de una reputación impecable, sino que, en calidad del escritor mejor pagado (Trumbo, que empezó como panadero a razón de 75 dólares a la semana, acabó como guionista con un sueldo de 4.000 dólares a la semana), disfrutaba de una mansión a la que tuvo que renunciar necesariamente. Pasado el tiempo, es a Orson Welles al que se le atribuye la frase de que la izquierda americana cuando se vio en la disyuntiva de elegir entre su honor y su piscina, se quedó con la segunda. Trumbo, y nueve compañeros con él, renunció a bañarse.
Lo que le quedó fue primero la prisión y luego el exilio. Primero hacia fuera y luego hacia dentro. En México, donde se fue con su familia a vivir una existencia de lujo tan disparatada como propia de sus maneras excesivas, estaba convencido de poder trabajar en la industria de cine local. No fue así, aunque conoció a Buñuel. Y no le quedó más remedio que regresar para convertirse en el negro más brillante de la historia.
El no poder firmar sus guiones no le impidió ganar dos Oscar ocultos porVacaciones en Roma El bravo. Robert Rich, autor del segundo de los libretos, pasaría a la historia como el más célebre de los no-guionistas. De alguna forma, ésta era su manera no solo de vengarse sino de ser coherente consigo mismo y sus ideas. Como relata Cook, Trumbo siempre se mostró convencido de que "el problema" lo debían solucionar los propios marginados "pero desde dentro de la industria".
Y eso, sin duda y más que cualquier otra consideración sobre su notoriedad, su honestidad o su don de gentes, es lo que hace del caso de Trumbo tan especial. No solo escribió docenas de guiones a un ritmo casi desesperado bajo los pseudónimos más frenéticos, sino que se movió y utilizó todas sus influencias para facilitar trabajo a sus compañeros. Y no lo hacía únicamente por compañerismo. Su modo de actuar, sin descanso, obedecía a un plan. Cuando gente como Kirk Douglas u Otto Preminger le respaldaran públicamente, la famosa lista negra se desvanecería.
Por la insistencia del director, su nombre fue incluido en los créditos de Éxodo y, ya rehabilitado, firmó Espartaco, de Kubrick. Pero él fue, de algún modo, un privilegiado. Él, de alguna manera, consiguió, pese a todo, salir airoso. Por el camino, muchos, la mayoría, se quedaron con la vida demediada.

Digamos que la biografía se diferencia de la película en la profundidad de la herida que presenta. En la primera, Cook, sin ocultar su admiración por el autor de Johnny cogió su fusil, no duda en dibujar con precisión y detalle todos los claroscuros. Incluidos los más turbios. Cosa que, detenida en la anécdota, evita la segunda. Trumbo era un personaje inabarcable. Y lo era con todas las consecuencias. Y aquí merece una mención especial su polémica intervención cuando en 1970 fue galardonado por el sindicato de guionistas con el Laurel de Oro. Allí se destapó con la siguiente afirmación: "...no deben buscar villanos o héroes o santos o demonios, porque no los hay: solo hay víctimas. Unos sufrieron menos que otros, algunos crecieron y otros se apagaron, pero en el cómputo final todos fuimos víctimas, porque, casi sin excepción, cada uno de nosotros se vio obligado a decir cosas que no quería decir, a hacer cosas que no quería hacer, a asestar y recibir heridas que no se querían asestar ni recibir".
Sus palabras cayeron como una bomba. ¿Traición? La más dura de las réplicas la recibió de Albert Maltz, el dramaturgo y guionista de La ciudad desnuda que declaró al New York Times su rabia: "Si un chivato de la resistencia francesa que envió a un amigo a las cámaras de tortura de la Gestapo fue igualmente una víctima, entonces no comprendo la diferencia entre el bien y el mal". Y, sin duda, en las dos declaraciones enfrentadas descansa en toda su complejidad el drama de un siglo.
"Lo más destacable de su personalidad era su teatralidad. Hablaba como si labrara las palabras en mármol y siempre, incluso en las peores circunstancias, haciendo gala de un espíritu de superación y un humor fuera de lugar", declaró en la presentación de la película en Toronto Bryan Cranston. Y, en efecto, la cinta, lejos de la quiebra moral que escenifica a la perfección la vida y carne de Trumbo, recorre la historia de un hombre excéntrico, combativo y siempre pendiente de su origen.
"Nací en un pueblo de Colorado y aún recuerdo el primer coche que pasó por mi calle. Hoy acabo de volar en un 747. Para una sola vida, no está mal", se escucha. Sea como sea, lo que queda claro es el tamaño de un hombre entregado a la labor de reivindicarse como tal, como hombre.
"Demostró", tal y como escribe su biógrafo, "que lo que hace un hombre importa. Incluso en eso cumplió son su deber, no pronunciando discursos u organizando protestas, sino manteniendo silencio cuando debía y trabajando en su oficio lo mejor que sabía". O, como él mismo dijo, cumplió con su deber "no siendo un mierda".

http://www.elmundo.es/cultura/2016/04/28/5721024de2704e6e278b4638.html

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