viernes, 22 de abril de 2016

EL MUSEO JUDÍO DE NUEVA YORK TAMBIÉN CON LA MODA

El Museo e Isaac Mizrahi
Precioso edificio ubicado en la Quinta Avenida y la calle 92, cerca del Metropolitan Museum y el Jackie Kennedy Onassis Reservoir, en una antigua mansión de Félix Warburg que parece un castillo francés, gracias al diseño de Charles P.H.Gilbert, de esos que enredan nuestros sueños, da cobijo a todas las actividades y a objetos de Judaica: de  ceremonia, pinturas, colecciones de arte y de plata que, diacrónicamente, nos permiten  disfrutar de las habilidades artesanales y artísticas y el buen gusto del pueblo judío a lo largo de los siglos.
Una pared de mosaico de una sinagoga de Persia del siglo XVI y un arca de madera del siglo XV proveniente de Italia, enmarcan el conjunto, que cuenta además con pinturas únicas contemporáneas y propuestas fotográficas y de escultura. Knishes, pescados ahumados, ensaladas, sopas y postres clásicos como el babka en un restaurante acogedor, antes o después de ver los fondos permanentes en la muestra “Culture and continuity: the Jewish journey”.
En este marco despliega hasta el 7 de agosto Isaac Mizrahi su narrativa de colores. Nació el 14 de octubre de 1961 en Brooklyn, Nueva York  y se ha convertido en diseñador de moda americano y director creativo de Xcel Brands, desde que en 1987, presentó su primera colección en la no menos sugerente tienda neoyorkina de Bergdorf Goodman.
Según Kal Ruttenstein de Bloomingdale´s, “su volatilidad puede atribuirse a su falta de definición en lo que se podría llamar un “estilo Mizrahi” por lo cual ha tenido buenos y malos tiempos”. Hubo cambios en su recorrido profesional y creativo y en 2002 regresa a la moda para Target. La línea se mantuvo indecisa hasta el 2008, en que se unió a Liz Clairbone.
También fue el creador de la fragancia “Fabulous” y realizó varias apariciones en numerosos programas de televisión y películas desde 1990. En 1995,” Unzipped” y sus cameos como el de “Plus one is the loneliest number”, de la quinta temporada de “Sex and the city”, en el episodio Spin City. Se lo vio también en “Betty la Fea”, donde hacía el papel de un reportero para la cadena por cable Fashion TV en el episodio “Lose the Boss”.
No hay que olvidar sus pinitos en la temporada cuatro de la serie “Gossip Girl”, de amplia difusión y actuó en el cine, en las películas “Small Time Crooks”, “Hollywood ending” y “Celebrity”, de Woody Allen, otro judío indispensable.
Siempre “gay friendly” y uno de la troupe, se representó a sí mismo varias veces en las pantallas, genio y figura, y dicen que se propasó con algunas actrices, que mostraron su malestar porque Mizrahi es el tsunami Mizrahi, una fuerza desatada de la naturaleza. Fue también diseñador de tres proyectos fantásticos de Broadway, que incluyeron dos obras de teatro y una opereta. Además narró el clásico de los niños “Pedro y el Lobo” en el Museo Guggenheim en diciembre de 2007 y 2010 y diseñó escenarios y trajes y dirigió “A little night music” de Stephen Sondheim, para la Ópera de San Luis. Apareció también en otro blockbuster, “Men in black” en 1997 como una de las celebridades alienígenas.
Tiene una casa confortable que invita a entrar e instalarse para disfrutar de sus sillones, sus libros y la parafernalia de todo lo coleccionado, parcialmente expuesto y disponible. Es inevitable recordar los palacios que compartieron en su día, en Marruecos y en París, a medias o a todas  desguasados y subastados en el apotéosico Grand Palais de París, de Yves Saint-Laurent y Pierre Bergé. Pero la guarida de Mizrahi está más en consonancia con la medida del hombre.

Se casó con su pareja con quien mantuvo una relación de seis años, Arnold Germer, en una ceremonia civil en el Ayuntamiento de Nueva York el 30 de noviembre de 2011.
Hoy nos sorprende otra vez con más obras, burbujas de lanas frías y sedas salvajes, paletas de colores cálidos y ácidos que nos transportan a unos lugares donde es más fácil no solo vestirse, sino también fantasear. Una mirada así, fluorada y centelleante, alejada del minimalismo, siempre intensa, siempre excesiva, nos acompaña con sus proyectos.  Un personaje como de tango y jazz, porque está vivo, es magia.
Porque Mizrahi es inagotable, un pozo sin fondo, insaciable y nos deja siempre esperando otra y algo más, como la cata de un vino añejo y disfrutable, como el veneno  del paso de las horas, que se abren y cierran como una maravillosa corola de luz. Como una droga.
Entre talentos judíos queda la historia, claro. El diseñador Isaac Mizrahi  explicó que fue su intelecto lo que contribuyó a que Lauren Bacall, aquella actriz espigada que silbaba como nadie, mientras le hacía luz de gas a un Bogart entregado, dejara su marca en el universo de la moda.
“Una chica judía e inteligente del Bronx que conocía a Norell así como a Loehmann´s. Es nuestra referencia de cómo lucir inteligente. Busquen “inteligente” en el diccionario y encontrarán una fotografía de ella”. Así mediaba Mizrahi en esa geografía inenarrable que declina la moda, verdadera metáfora de una sociedad.
Porque así como nadie puede ser apolítico (el mero intento de desear parecerlo o serlo descubre al personaje) tampoco podemos negar que vamos, algo más que vestidos. Diccionario, magia, desciframiento, decálogo de conductas, texturas, insinuación y danza, los organdíes, tafetanes, plumetíes y sedas, algodones, linos y terciopelos, rasos, conforman un lenguaje único, lleno de posibles traducciones. Y aquí un frunce y allá un recogido, para convertir toda una tela en un enorme pliegue que se nos enrosca a la cintura como un abrazo. Y todas esas telas que nos visten o nos descubren ahora un tobillo, después la abertura provocadora del descubrimiento de un pecho, dicen más de nosotros que un discurso o que toda una declaración de principios.

Somos nuestra cabellera al viento o nuestro maquillaje, y esa cara lavada que nos arranca del sueño, o los complementos o los zapatos y también esos pies desnudos que se liberan en las playas, buscando el beneficio finisecular del agua y sus bendiciones. Nacemos desnudos pero nos dejan así por poco tiempo y volver a estarlo con comodidad a algunos les lleva todo el reaprendizaje de una vida.
Como no podía ser de otra manera, la historia del pueblo judío está ligada a las agujas, los ojales y las puntadas. Perseguidos siempre, coser es una tradición, un trabajo y una forma de ganarse la vida. También es abrirse al mundo y tender puentes. El vínculo entre los judíos de la Europa del Este con la costura es histórico.
Ser sastre es uno de los pocos oficios que se le permiten a los hebreos, pero esta limitación se transforma en línea de fuerza cuando Levi Strauss democratiza el jean como una prenda indispensable. Sin embargo, esto no quiere decir que para crear haya siempre que sufrir y además, la inspiración debe venir de lo más hondo para que se produzca una emoción, un susurro, un estremecimiento.
“Dream weavers”, la exposición que tuvo lugar en noviembre pasado en el Museo de Beit Hatfutsot, el Museo del pueblo Judío en la Universidad de Tel Aviv, reunió por primera vez a diecisiete nombres de la moda al mando de Shelly Verthime, responsable del proyecto, israelí especialista en la materia residente en Londres.
La muestra ofreció en un totum revolutum, modelos, joyas, vestidos, accesorios  de Ralph Lauren, Donna Karan, Alber Elbaz, Victoria´s Secret, Sonia Rykiel, Michael Kors, Arnold Scassi, Diane von Furstenberg, Sarah Moon, Kobi Halperin, Natalie Capell, Avshalom Gur, Marc Jacobs, o Avi Tenzer, entre otros, en un despliegue que consiguió captar el ascenso de los pequeños modistos inmigrantes de Nueva York, hasta las principales capitales del glamour.
Del sueño a la realidad, el hilo conductor de este recorrido iniciático de la alta costura parece ser: “Yo no creo ropa, sino sueños”, comentó Ralph Lauren. Así es como los israelíes han  dejado de ser especialistas en nuevas tecnologías, para convertirse en embajadores del look, lo que hace que, cada vez más, grandes estrellas se hagan vestir en Tel Aviv. Han conseguido atrapar la sensualidad y el deseo, lo intangible, en una trayectoria que hermana y redime las pretensiones de la alta costura con la realidad más a pie de calle del prêt-à-porter, dos dimensiones que, como vasos comunicantes llenos de inspiración, reflejan hasta el infinito nuestros sueños colectivos.
Ahora que este año se publica en la editorial Phaidon “El abc de la moda”, donde se recogen 200 años de buen hacer con fotógrafos, editores de moda, iconos de estilo, ilustradores webs, una enciclopedia de 584 páginas, se ponen al día paradigmas que fueron de este show business en televisión (Sexo en Nueva York y los “Manolos” de Sarah  Jessica Parker), las pasarelas (Kate Moss), editoras archifamosas que hacen temblar las portadas de las revistas y las trastiendas del mercado como Grace Coddington, ex Anne Wintour y la propia Wintour, cuya experiencia desigual quedó para siempre retratada en las escenas trepidantes de “El diablo viste de Prada” y sus secuelas literarias y otras.Volviendo siempre a las fuentes, porque Isaac Mizrahi es sin duda alguna, una de las importantes.

Alicia Perris

No hay comentarios:

Publicar un comentario