lunes, 20 de febrero de 2017

LA CREDIBILIDAD EN LA ÓPERA JOAQUÍN GUZMÁN. «EL HECHO ES CANTAR BIEN ¡CLARO!, PERO SOBRE TODO HACER CREÍBLE LO QUE UNO TRANSMITE»



Ensayo general de La Traviata – EFE

¿Es preferible la perfección a la credibilidad?. Evidentemente la confluencia de ambas, mejor. ¿Pero qué sucede cuando una interpretación logra la emoción y la credibilidad, cuando, a la vez, vocalmente admite toda clase de debates, si no, dudas?. Ahora mismo veo, enlatada, una versión de la ópera cantada por un importante barítono de una calidad vocal incuestionable, que sin embargo “no me llega” en cuanto a su credibilidad y emoción. Volver sobre la comparación de lo que fue Plácido Domingo, a lo que hoy tenemos, vocalmente hablando, es caer en la reiteración y no es cuestión de repetirlo en cada crítica. Al igual que volver al asunto de su incursión en el universo baritonal. Así que yendo a lo sucedió el pasado miércoles, cuando al final de la obra hace entrada en escena por última vez Giorgio Germont, en medio de los estertores de muerte de Violetta, ya no veía a Domingo sino al padre de Alfredo Germont y pienso que la mayoría del público tampoco. La credibilidad había fagocitado a la perfección. Para que ello se produjera, previamente, entre otras cosas, había emocionado con una “Di Provenza…” que traspasó a gran parte de los asistentes. Al final, en un papel que no es si siquiera muy extenso y complejo se llevó una de las grandes y más sentidas ovaciones de la noche. El hecho es cantar bien ¡claro!, pero sobre todo hacer creíble lo que uno transmite.
 Hasta aquí el apartado “Domingo”, porque realmente quien se lleva la palma es Marina Rebeka con una Violetta antológica. Sus prestaciones vocales están por encima de lo que vocalmente exige su rol, que es mucho, dominando con enorme versatilidad las diferentes “Violettas”. Además, que es lo difícil, logra transmitir el drama personal con convicción absoluta logrando aquello que es el meollo de la cuestión: la complicidad y hasta la compasión del espectador con el personaje. El nudo en el estómago hace acto de presencia y eso es lo que hay entre una gran ovación y la locura en la sala. De nuevo la credibilidad. Brava!.
 El tenor mexicano Arturo Chacón hace un correcto Alfredo, aunque una Violeta tan avasalladora, quizás se eche de menos partenaire de más enjundia. Se trata de un cantante con proyección y sin tener, en absoluto, una voz fea la emisión es un tanto peculiar pues parece provenir de la parte trasera como si empleara alguna clase de técnica personal para lograr cantarlo todo colocado y con corrección, aunque se eche de menos un canto más natural.
 Ramón Tebar es otra de las alegrías de la noche con una gran dirección nos cuenta la desafortunada historia con credibilidad, encontrando el sonido y el fraseo adecuado para cada momento: elegante y chispeante en el primer acto; dramático, sin sobreactuación y narrativo en el segundo, desolado en ese magistral preludio del último acto. Técnicamente excelente, llama la atención la expresión que transmite con la mano izquierda. Acompaña a la perfección a los cantantes, con el mérito añadido de que en el caso de Domingo hay que hacer un esfuerzo de más y emplear un mimo extra. Se trata, sin duda, de uno de los mejores exponentes de una generación única en cantidad y calidad de directores valencianos, que nos va a dar muchas noches memorables. No dejemos que se alejen demasiado. De la orquesta obtiene ese sonido de “gran orquesta” denso, poderoso sin estridencias, que nos remite a sus mejores temporadas pero, incluso, más maduro y asentado. El coro excelente, como siempre y especialmente compacto en esta ocasión.
 Me llevo mejor con las Traviatas clásicas. Es una cuestión personal: la historia, el conflicto es puramente decimonónico, y el libreto que no me transmite la misma credibilidad cuando se traslada escénicamente a otros contextos temporales. Visualmente es esta una producción soberbia y el vestuario de Valentino el “no va más” para una escena de corte clásico. La dirección de actores no sorprende especialmente; sin que se puede decir nada negativo, también es verdad que de una cineasta de personalidad como Sofía Coppola se podría esperar más detalles “marca de la casa” que brillaron por su ausencia, como si hubiera querido pasar de puntillas en esta incursión puntual en el arte operístico. Sinceramente hay cosas que no se entienden mucho. Es curioso: esta será con el tiempo la Traviata de Valentino y no tanto la de Coppola.

Éxito clamoroso especialmente en la salida a saludar de Domingo y Rebeka que en este último caso puso patas arriba el teatro.


http://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/abci-credibilidad-opera-201702182010_noticia.html

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