El cantante impuso su
carisma, junto a Nino Machaidze y Celso Albelo, en una buena noche de la
orquesta del Liceu
Cesar Lopez Rosell
Hace cinco años, Plácido
Domingo incorporaba el rol del monje cenobita Athanaël de ‘Thaïs' a su
amplísimo repertorio. Lo hacía en una versión escenificada de la ópera de
Massenet, estrenada en Valencia, que dejó huella interpretativa no solo por la
exigencia vocal sino por el desgaste físico realizado en la producción. El
ahora barítono, o si lo prefieren baritenor, asombraba con un despliegue de
movimientos de gran teatralidad para encarnar a este personaje místico y
apasionado obstinado en redimir a la sensual cortesana egipcia protagonista de
la obra. El artista volvió el miércoles al papel en el Liceu, tras recrearlo en
Salzburgo, imponiendo su carisma en una aclamada versión concierto.
El tirón que todavía tiene
el maestro hizo que el Gran Teatre registrara una de las mejores entradas de la
temporada. ¿Hasta cuándo? La pregunta sobre las causas del milagro de la
permanencia de esta leyenda de la ópera en primera línea flotaban en el ambiente.
Acaba de interpretar a Germont en ‘La traviata’ y este mes viajará a Chicago,
Tokio y Los Ángeles antes de llegar al Met en abril, de nuevo con la ópera de
Verdi. ¿Cómo se puede resistir este ritmo a sus 76 años? El artista confiesa
que la energía para seguir, aunque intentado eludir cada vez más las óperas
representadas por las jornadas de ensayos que implican, se la suministran los
personajes que interpreta. ¡Y son ya 147!
CONVICCIÓN Y CALIDEZ
En esta producción de
‘Thaïs’ se echó de menos verlo en la faceta más actoral que aporta una ópera
escenificada, pero así y todo fue el componente del elenco que mejor se
desenvolvió dramáticamente, pese a tener que ajustarse al volumen de la
orquesta como sucede en las óperas de Massenet. Una vez más volvió a mostrar
convicción y calidez.
Plácido Domingo sabe
administrar muy bien los recursos de que dispone y acaba salvando los
obstáculos que le presenta su debatido registro baritonal. En la composición de
su personaje mostró con fuerza el conflicto entre el fanático misticismo que se
impone como misión para llevar a Thaïs al redil de la conversión y el del
torturante peso de la pasión que, finalmente, le acaba apeando de su fe al
descubrir el amor carnal que siente por la ya extática heroína.
ESTUPENDA NINO MACHAIDZE
En este trabajo reside gran
parte del éxito de la representación, sin menospreciar la aportación de la
protagonista, encarnada por una estupenda Nino Machaidze, de seductora
presencia aunque algo distante. Exhibió un canto sensual, con flexibles agudos
y que sin duda hubiera lucido más en una representación. Fue muy aplaudida en
arias como ‘Qui te fait si sévère’ o ‘Dis-mois que je suis belle’. Celso Albelo
brilló como Nicias, el rico amante de Thaïs, con un canto de bello y sinuoso
acento lírico. La debutante Sara Blanch, triunfadora de los Viñas del 2016,
aprovechó la oportunidad de su debut en el Liceu desplegando con gracia y
estilo el alegre registro de la esclava Crobyle y lo propio hay que decir de
Marifé Nogales (Mirtale).
El resto del reparto
cumplió con las expectativas, pero merece destacarse la aportación del coro y,
sobre todo, de la orquesta de la casa ya rodada con Massenet en el reciente
‘Werther’ y dirigida magistralmente por Patrick Fournillier. El tratamiento de
las melodías, tanto en los momentos más religiosos e introspectivos como en los
más alegres y sensuales, fue idóneo y resultó muy brillante la actuación del
concertino Kai Gleusteen en el deslumbrante y onírico pasaje de la
‘Meditación’, repetido ‘leiv motiv’ de la obra.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/cronica-placido-domingo-thais-liceu-5871625
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