miércoles, 5 de abril de 2017

EL TENOR MAURO PETER EN EL CICLO DE LIED DEL TEATRO DE LA ZARZUELA DE MADRID

XXIII CICLO DE LIED recital 8
TEATRO DE LA ZARZUELA. LUNES 03/04/17 20:00h
MAURO PETER tenor, HELMUT DEUTSCH, piano

PRIMERA PARTE

ROBERT SCHUMANN (1810-1856)
Abends am Strand, op. 45, nº 3 (1840)
Dein Angesicht, op. 127, nº 2 (1850/51)
Lehn deine Wang an meine Wang, op. 142, nº 2 (1852)
Es leuchtet meine Liebe, op. 127, nº 3 (1850/51)
Mein Wagen rollet langsam, op.142, nº 4 (1852)
Belsatzar, op. 57 (1840)
Fünf Lieder, op. 40 (1840)
Märzveilchen
Muttertraum
Der Soldat
Der Spielmann
Verratene Liebe

RICHARD STRAUSS (1822-1905)
Schlichte Weisen, op. 21 (1890)
All mein’ Gedanken
Du meines Herzens Krönelein
Ach Lieb, ich muß nun scheiden
Ach weh mir unglückhaftem Mann
Die Frauen sind oft fromm uns still

SEGUNDA PARTE

RICHARD STRAUSS (1822-1905)

Mädchenblumen, op. 22 (1888)
Kornblumen
Mohnblumen
Epheu
Wasserrose

FRANZ LISZT (1811-1886)
3 Sonetti del Petrarca, S 270 (1842/46)


Mauro Peter, junto con el conocido pianista acompañante Helmut Deutsch, se presentaron el lunes 3 de abril por vez primera vez en el Ciclo de Lied, coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), que cumple su XXIII edición.

En esta ocasión Peter interpretó el ciclo de canciones de Franz Liszt sobre tres sonetos de Petrarca, al final de la velada, lo más jugoso y emotivo, para los que nos inclinamos por el universo italianizante, además de seis canciones de Robert Schumann sobre poemas de Heinrich Heine y dos series de canciones de Richard Strauss sobre poemas de Felix Dahn: Schlichte Weisen (Canciones sencillas) y Mädchenblumen (Flores y muchachas).

Peter es un joven tenor lírico ligero de treinta años, nacido en Lucerna (Suiza), que realizó su debut como cantante de lied en las Schubertiadas de Hohenems y Schwarzenberg, con La bella molinera de Schubert y Helmut Deutsch. Después vinieron muchos otros recitales en las más conocidas salas de concierto y teatros de ópera europeos, como el Musikverein y el Konzerthaus de Viena, el Musikverein de Graz, el Wigmore Hall de Londres, de Singel de Amberes, KKL de Lucerna y las óperas de Frankfurt y Zúrich.

Como comenta Javier Pérez Senz en su extensísimo y valioso programa de mano para esta función, se aprecia en este tenor una frescura vocal y una naturalidad en la expresión que van a la par con su forma de conectar con el público, limpia y directa, como se espera y se lleva a cabo en esta ocasión en una persona que empieza a abrir los ojos al mundo exterior. Aunque no sea un recién llegado, a Peter le queda toda una vida musical y otras por delante e incluso habría que destacar que, a su edad, la voz no se ha “hecho” completamente, le falta la madurez de los años, el fogueo de las actuaciones, la escucha interior e íntima, la devolución de las opiniones del público. Y de una crítica positiva, que reconozca lo que un intérprete de sus características puede dar y entrega aquí y ahora, dejando el infinito de una carrera abierta por delante.


Cuando iba al conservatorio y estudiaba con el maestro Carlos Guastavino, educadísimo, paciente, había otros profesores que no lo eran tanto. Sobre todo los responsables de enseñar un instrumento eran muy claros en el trato con los novicios: “Si Usted no puede tocar bien, siempre puede dedicarse a hacer flores artificiales”. Era tremendo aquello de no dar jamás el beneficio de la duda, del futuro. En esta misma línea, mucha crítica consagrada, exige a los músicos jóvenes lo que posiblemente todavía no puedan dar, porque están en el camino. A cambio, impagable, su entrega, su despertar un tanto ingenuo y sorprendido, ante los repertorios complicados, para consagrados, con los que se atreven, la felicidad de verlos sonreír mientras cantan, porque tienen talento, porque les gusta lo que hacen.
Y no es este comentario un intento de darle a Peter un diez sin concesiones. Cantó unas obras complicadas, exigidas, difíciles, como es la propia elección de cantar lieder, con el único soporte de un pianista. Bien aquí Helmut Deutsch, aunque no siempre diera el do de pecho, tiene su estilo, a veces parece frío, distante, pero es el que lleva el metrónomo interno de los dos y el que más experiencia tiene.
La velada comenzó con seis canciones de Robert Schumann (1810-1856) sobre
poemas de Heinrich Heine, origen del liederismo alemán que es el ciclo Dichterliebe, basado en su Libro de canciones. Denso, preocupado por el hecho religioso, casi enfermizo, es el poeta que más amó Elizabeth de Baviera o también, Sissi, la emperatriz de Austria-Hungría, asesinada por un anarquista en la evanescente Ginebra de fin de siglo.

Como explica Pérez Senz, “de los 270 lieder de Schumann, la poesía de Heinrich Heine inspiró 44, seguido en sus preferencias literarias por Friedrich Rückert (42) y, a mucha distancia, Josef
von Eichendorff (22), Justinus Kerner (22) y Johann Wolfgang von Goethe (18). Su
esposa, Clara Schumann, amaba profundamente los poemas de Heine, a quien llegó
a tratar en 1839 en París, durante una de sus giras de conciertos. Ante esta pasión
compartida por Heine, no resulta extraño su predominio en ese annus mirabilis de
1840, año de su boda con la pianista y compositora Clara Wiek y, probablemente, el
más feliz de su vida, en el que crea la mayor parte de su catálogo liederístico. “He
vuelto a componer con tal pasión que en cierto modo me inquieta; desearía cantar yo
mismo hasta morir como un ruiseñor”, escribía a Clara ese mismo año”.

Además,” las dos piezas pertenecientes a las Cinco canciones con piano, op. 127 –Dein Angesicht, nº 2 y Es leuchtet meine Liebe, nº 3–, datan de 1828 y ofrecen atractivos contrastes
con las otras dos piezas seleccionadas de los Cuatro cantos con piano, op. 142:
Lehn’deine Wang, nº 2 y Mein Wagen rollet langsam, nº 4, que nos devuelven al clima
de exultante lirismo del radiante 1840”.
Belsazar, historia protagonizada por el rey de Babilonia, es una tremenda partitura y una letra que recuerda las tribulaciones que sufren los tiranos orientales que relatan los libros sagrados de las dos religiones fundacionales: la cristiana y la judía. Hay en el relato de Heine, un temblor que nos recuerda las peripecias insensatas de Herodes el grande, Herodías y Salomé, su peculiar hijastra, toda esa violencia desatada hasta el paroxismo, pero con otro tejido y otra textura musical y teatral, más íntima, más introspectiva incluso.

Siguieron las Cinco canciones con textos de Andersen, op. 40, también de 1840,
sobre los poemas del escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1870), originalmente en danés y traducidos al alemán por Adelbert von Chamisso.
De Richard Strauss, Mauro Peter y Helmut Deutsch han seleccionado dos
Interesantes series. La primera es Schlichte Weisen (Canciones sencillas), op. 21,
Integradas por cinco canciones sobre poemas de Felix Dahn, escritas entre 1887 y
1888, All mein’ Gedanken (Todos mis pensamientos), Du meines Herzens
Krönelein (Coronita de mi corazón), Ach Lied, ich muß nun scheiden (Ah, amor mío, ahora
debo partir), Ach weh mir unglückhaften Mann (¡Ay, desdichado de mí…!) y Die Frauen
sind oft fromm und still (Las mujeres suelen ser piadosas y calladas).

No hace falta recordar la imagen que de lo femenino universal y de la mujer como efigie sumisa y congelada dan estas letras, que, sin embargo, pueden ser leídas y escuchadas con una música arrebatadora, todo lo cual nos ayuda a abandonar otro tipo de valoración más feminista o femenina como la que se lleva desde hace décadas en Europa, un continente que ha cambiado la pétrea representación del “Segundo sexo”, del que escribía hace varias décadas, todo un tratado, la filósofa francesa Simone de Beauvoir.
En 1886, pero paralelo al anterior en su redacción, el segundo ciclo cuenta con cuatro poemas de Dahn bajo el título Mädchenblumen (Flores y muchachas), op. 22: Kornblumen (Acianos); Mohnblumen (Amapolas), Epheu (Hiedra) y Wasserrose (Nenúfar).

Continuó la segunda parte del concierto, con la música de Franz Liszt, para mecer  los 3 Sonettti del Petrarca (Pace non trovo, et non ò da far guerra; Benedetto sia l’giorno,
e ‘l mese, e l’anno; I’ vidi in terra angelici costumi) un tiempo en el que se produce su viaje de descubrimiento a Italia –entre 1838 y 1839–junto con la Condesa d’Agoult.

La fogosidad pianística de Liszt, bien defendida aquí por el intérprete acompañante, Helmut Deutsch, técnico pero también de un fraseo elegante y soñador, se unen a la arcaizante lengua de Petrarca, pura evocación cortesana, como cuando escribe en los últimos versos de su último soneto interpretado: “che non si vedea in ramo mover floglia. Tanta dolcezza avea pien l´aer e´l vento”.
Las referencias aquí a la música italiana son evidentes, porque Liszt se deja seducir por las vivencias del encuentro con Italia y su bellísima música de inspiración belcantista, omnipresente siempre en todas partes, aunque fuera denostada o reemplazada por la maquinaria musical germánica. Nihil obstat.

Mauro Peter cumplió con soltura, delicadeza, como escribe Petrarca, con unos agudos y unos pianissimo al final de la noche que hicieron despertar a los adormecidos y apasionarse aún más a los que estaban atentos. Tiene garra, es versátil y valiente, su voz y él mismo se van enlazando a lo largo de un exigente repertorio en momentos de bravura, de evocación, de suntuosidad musical. La dicción es perfeccionista, se entiende, clara, incluso la italiana, dulce y evocadora.

Nos regaló la ofrenda de tres “encore”: “Go not, happy day”, con texto de Alfred Tennyson y Franz Liszt, “Nichts”, de Richard Strauss y “Es muss ein Wunderbares sein”, también de Liszt.
Pero nos reserva mucho más y hay que esperar que llegue el momento, dejar madurar la fruta que promete, disfrutarlo más veces, y acompañarlo, con generosidad y el alma abierta y disponible, claro.


Alicia Perris

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