lunes, 1 de mayo de 2017

ALBERT CAMUS, DE 'PERSONA NON GRATA' A BRÚJULA ÉTICA PARA EL MEDITERRÁNEO

P. UNAMUNO
Unas jornadas analizan en Menorca la figura del escritor como modelo de convivencia y entendimiento, con la presencia de Amin Maalouf, Manuel Vicent y Yasmina Khadra, entre otros.
Como en el cuento de Monterroso, pero al revés, cuando naufragaron todas las ideologías, Albert Camus y sus escritos estaban todavía allí para iluminarnos. El legado moral y literario del escritor y pensador -que no filósofo- francés ha actuado como guía de los Encuentros Literarios Mediterráneos que se clausuran hoy en la localidad menorquina de Sant Lluís, de donde era originaria la abuela materna del autor.No deja de ser paradójico que el impulsor de las jornadas sea un político, Miguel Ángel Moratinos, que se encargó él mismo de recordar en la inauguración del foro que Camus consideraba a los políticos gente "sin ideas y sin grandeza". El ex ministro confía en el 'perdón' de una personalidad que, "marginado, atacado e incomprendido" en su época según palabras del escritor Amin Maalouf, se eleva hoy como un referente para "poner orden en el caos" que reina en el Mediterráneo.Por el encuentro han desfilado a lo largo de tres días algunos de los escritores más destacados de la cuenca del 'mare nostrum', entre ellos los españoles Manuel Vicent, Javier Reverte, Jordi Coca y Ponç Pons, los argelinos Yasmina Khadra y Maïssa Bey, el griego Yannis Kiourtsakis, los palestinos Ghayath Almadhoun y Jehan Bseiso, la siria Samar Yazbek, el iraquí Sinan Antoon y el citado Maalouf, libanés residente en París, quienes han compartido ponencias y mesas redondas con cineastas como Oliver Laxe, artistas inclasificables como Camille de Toledo y una pléyade de especialistas en la obra de Camus.El autor de 'León el africano' tiene a Camus por "una brújula ética para nuestro tiempo" de guerras, refugiados y terrorismo. A diferencia de Sartre, el "papa de los intelectuales franceses" de mediados del siglo XX, con quien mantuvo una agria disputa acerca del sentido del compromiso en los intelectuales, "cada vez es menos criticado y más leído", lo contrario de lo que le sucedió en su época. "Albert Camus era un hombre independiente, profundamente libre, además de alguien que siempre conserva la serenidad y la lucidez para velar por el respeto de la dignidad humana", asegura Maalouf.Yasmina Khadra, seudónimo de Mohammed Moulessehoul, rescata de la figura del premio Nobel su defensa del "entendimiento entre los hombres" (conocerse para no temerse y, en consecuencia, no odiarse) pesara a quien pesase, actitud que algunos tildaron de utópica -en el peor sentido del término- cuando no de diletante, sin tener en cuenta que "esa radicalidad ética le complicó mucho la vida", como recuerda el autor barcelonés Jordi Coca.El 'compromiso' de Camus fue el de decir 'no' "sin ofender" pero de manera inequívoca -cree Coca- a las grandes injusticias de su tiempo, leáse al régimen nazi y al de Franco, las ejecuciones de comunistas en Grecia, la política soviética de los 'gulags' o el lanzamiento de la bomba atómica. Esa honestidad ajena a banderas y doctrinas, que algunos llamarían hoy equidistancia, lo enfrentó a una intelectualidad que por entonces estaba más dispuesta a ver los excesos incontestables de los totalitarismos de un signo y menos los de otro, rememora Maalouf en conversación con EL MUNDO."Francotirador antes que jefe de banda", en expresión del profesor Jeanyves Guérin, Camus erró brevemente, como era de esperar, por el Partido Comunista y, aunque siempre se consideró un hombre de izquierdas, esto es, alguien empeñado en combatir la injusticia, era ante todo "un demócrata", "un hombre de la incertidumbre" y, sólo por descarte, una suerte de "socialista a pesar del socialismo".Para la periodista y novelista siria Samar Yazbek, exiliada en 2011, su país en guerra aglutina algunos de los elementos cruciales de la creación camusiana: de una parte, un sentimiento trágico de la vida que se antoja obligado en la Siria actual; de otra, el absurdo que trata el escritor en las obras de su primera madurez. La suma de ambos da como resultado nihilismo, contra el que sólo cabe la rebelión, sostiene Yazbek secundando a Camus.Junto a la evocación del Mediterráneo como una Ítaca posible en la que la convivencia y el intercambio cultural adquieran más peso que la confrontación -los dos polos entre los que se mueve todo territorio de frontera-, no han faltado en el encuentro voces discordantes que denunciaban la ingenuidad de no tener en cuenta "las dinámicas de exclusión" que abren abismos económicos entre el norte y el sur de la propia región, según lo formuló el iraquí Sinan Antoon, profesor asociado de la Universidad de Nueva York.Tanto Antoon como el poeta palestino Ghayath Almadhoun reprocharon que Camus reprodujera la mentalidad colonial (francesa en este caso) en sus novelas, donde los personajes árabes son apenas figurantes sin nombre. "Nunca le perdonaré que no pidiera perdón por Argelia", dijo Almadhoun sobre su alineación con los 'pieds-noirs' (era uno de ellos) en contra de los nativos partidarios de la independencia.

http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/04/30/59063747268e3e4e668b45ec.html

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