P. UNAMUNO
Unas jornadas analizan en
Menorca la figura del escritor como modelo de convivencia y entendimiento, con
la presencia de Amin Maalouf, Manuel Vicent y Yasmina Khadra, entre otros.
Como en el cuento de
Monterroso, pero al revés, cuando naufragaron todas las ideologías, Albert
Camus y sus escritos estaban todavía allí para iluminarnos. El legado moral y
literario del escritor y pensador -que no filósofo- francés ha actuado como
guía de los Encuentros Literarios Mediterráneos que se clausuran hoy en la
localidad menorquina de Sant Lluís, de donde era originaria la abuela materna
del autor.No deja de ser paradójico que el impulsor de las jornadas sea un
político, Miguel Ángel Moratinos, que se encargó él mismo de recordar en la
inauguración del foro que Camus consideraba a los políticos gente "sin
ideas y sin grandeza". El ex ministro confía en el 'perdón' de una
personalidad que, "marginado, atacado e incomprendido" en su época
según palabras del escritor Amin Maalouf, se eleva hoy como un referente para
"poner orden en el caos" que reina en el Mediterráneo.Por el
encuentro han desfilado a lo largo de tres días algunos de los escritores más
destacados de la cuenca del 'mare nostrum', entre ellos los españoles Manuel
Vicent, Javier Reverte, Jordi Coca y Ponç Pons, los argelinos Yasmina Khadra y
Maïssa Bey, el griego Yannis Kiourtsakis, los palestinos Ghayath Almadhoun y
Jehan Bseiso, la siria Samar Yazbek, el iraquí Sinan Antoon y el citado
Maalouf, libanés residente en París, quienes han compartido ponencias y mesas
redondas con cineastas como Oliver Laxe, artistas inclasificables como Camille
de Toledo y una pléyade de especialistas en la obra de Camus.El autor de 'León
el africano' tiene a Camus por "una brújula ética para nuestro
tiempo" de guerras, refugiados y terrorismo. A diferencia de Sartre, el
"papa de los intelectuales franceses" de mediados del siglo XX, con
quien mantuvo una agria disputa acerca del sentido del compromiso en los
intelectuales, "cada vez es menos criticado y más leído", lo
contrario de lo que le sucedió en su época. "Albert Camus era un hombre
independiente, profundamente libre, además de alguien que siempre conserva la
serenidad y la lucidez para velar por el respeto de la dignidad humana",
asegura Maalouf.Yasmina Khadra, seudónimo de Mohammed Moulessehoul, rescata de
la figura del premio Nobel su defensa del "entendimiento entre los
hombres" (conocerse para no temerse y, en consecuencia, no odiarse) pesara
a quien pesase, actitud que algunos tildaron de utópica -en el peor sentido del
término- cuando no de diletante, sin tener en cuenta que "esa radicalidad
ética le complicó mucho la vida", como recuerda el autor barcelonés Jordi
Coca.El 'compromiso' de Camus fue el de decir 'no' "sin ofender" pero
de manera inequívoca -cree Coca- a las grandes injusticias de su tiempo, leáse
al régimen nazi y al de Franco, las ejecuciones de comunistas en Grecia, la
política soviética de los 'gulags' o el lanzamiento de la bomba atómica. Esa
honestidad ajena a banderas y doctrinas, que algunos llamarían hoy
equidistancia, lo enfrentó a una intelectualidad que por entonces estaba más
dispuesta a ver los excesos incontestables de los totalitarismos de un signo y
menos los de otro, rememora Maalouf en conversación con EL
MUNDO."Francotirador antes que jefe de banda", en expresión del
profesor Jeanyves Guérin, Camus erró brevemente, como era de esperar, por el
Partido Comunista y, aunque siempre se consideró un hombre de izquierdas, esto
es, alguien empeñado en combatir la injusticia, era ante todo "un
demócrata", "un hombre de la incertidumbre" y, sólo por
descarte, una suerte de "socialista a pesar del socialismo".Para la
periodista y novelista siria Samar Yazbek, exiliada en 2011, su país en guerra
aglutina algunos de los elementos cruciales de la creación camusiana: de una
parte, un sentimiento trágico de la vida que se antoja obligado en la Siria
actual; de otra, el absurdo que trata el escritor en las obras de su primera
madurez. La suma de ambos da como resultado nihilismo, contra el que sólo cabe
la rebelión, sostiene Yazbek secundando a Camus.Junto a la evocación del
Mediterráneo como una Ítaca posible en la que la convivencia y el intercambio
cultural adquieran más peso que la confrontación -los dos polos entre los que
se mueve todo territorio de frontera-, no han faltado en el encuentro voces
discordantes que denunciaban la ingenuidad de no tener en cuenta "las
dinámicas de exclusión" que abren abismos económicos entre el norte y el
sur de la propia región, según lo formuló el iraquí Sinan Antoon, profesor
asociado de la Universidad de Nueva York.Tanto Antoon como el poeta palestino
Ghayath Almadhoun reprocharon que Camus reprodujera la mentalidad colonial
(francesa en este caso) en sus novelas, donde los personajes árabes son apenas
figurantes sin nombre. "Nunca le perdonaré que no pidiera perdón por
Argelia", dijo Almadhoun sobre su alineación con los 'pieds-noirs' (era
uno de ellos) en contra de los nativos partidarios de la independencia.
http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/04/30/59063747268e3e4e668b45ec.html
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