viernes, 28 de julio de 2017

ANTES DE SU SERIE DE CONCIERTOS, BARENBOIM DIO UNA LECCIÓN DE LUCIDEZ MUSICAL

En una charla con la prensa, el director se refirió a las crisis, los estados de ánimo y los contrastes que en la música (y fuera de ella) definen su forma de pensar en palabras y como intérprete.

En el Salón Blanco del Teatro Colón. Foto: LA NACION / Rodrigo Néspolo
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Daniel Barenboim parecía dispuesto a hablar de música, solamente de eso, ni más menos. Pero hacia el final de la rueda de prensa que ofreció ayer en el Teatro Colón no pudo evitar hablar de otra cosa. En realidad no hay ninguna contradicción: hablar de música, y nada más que de música, es hablar también de algo que la trasciende, y hablar de otra cosa, de lo trascendido, implica para él la necesidad de volver a la música. El propio Maestro lo dijo en una ocasión:
"La música es all inclusive". Pongámoslo con un ejemplo. Ante la pregunta de si la música se separó de la vida, no dio vueltas: "La música está separada de la educación. El gran problema de nuestro tiempo no es sólo el terrorismo, sino la falta de cultura. La crisis de la Unión Europea es una crisis de la cultura: hay que entender que la filosofía alemana no existiría sin la filosofía griega. El terrorismo no se resuelve sólo con armas. Para mí, el gran problema de 2017 es ése: la falta de educación y de cultura. A los gobiernos les vendría mejor, además de subvencionar los teatros, apoyar la educación musical. Como están las cosas, yo no estoy seguro de que de acá a 30 o 50 años tengamos la vida musical que tenemos ahora".
Un buen rato antes, acompañado por Enrique Arturo Diemecke, director de programación del Colón, ya había dicho, de muy buen humor: "¿Quieren que les cuente cosas que no les interesan o hacerme preguntas que me molesten?". No pasó ni una cosa ni la otra y la ronda de prensa resultó una concentrada lección de lucidez musical. "Se habla mucho de la música: es matemática, sensual, emocional -explicó el maestro-. Y la música es todo eso. Cada vez que hablamos de música no hablamos de música, hablamos de nuestra reacción. Si me traen un disco, cualquiera sea la obra, y yo estoy melancólico, voy a sentir elementos melancólicos. Si me traen el mismo disco otro día que estoy de buen humor, voy a encontrar alegría. Lo mismo pasa al ejecutante. Hay elementos que crecen según el estado de ánimo y eso no va en contra del estudio. No siempre paralelamente: a veces al revés. Cuando falleció mi mujer [la chelista Jacqueline Du Pré] sufrí mucho. Ella estuvo enferma 18 años. Y me di cuenta muy rápidamente de que la música era la mejor medicina para mí. Cuando estaba ahí, me olvidaba de todo lo demás; si no, no podía olvidarme. A veces el estado de ánimo que trae la música es contrario a la situación objetiva, personal. El caso más evidente es el de Beethoven, que escribió el testamento de Heiligenstadt mientras componía la Sinfonía N° 2, una obra positiva y alegre. Hablaba del suicidio y componía una música alegre."


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