lunes, 31 de julio de 2017

EL BALCÓN DE MS. CHRISTIE SOBRE EL NILO

      FRANCISCO CARRIÓN
Entre toda la exquisita historia del Hotel Old Cataract (700 kilómetros al sur de El Cairo siguiendo el curso del Nilo), sus empleados siempre eligen como su gran orgullo las aventuras de Hercule Poirot en 'Muerte en el Nilo'
La misma balaustrada con vistas al Nilo. Los mismos sillones de mimbre. El mismo paisaje con las mismas rocas negras de la isla de Elefantina y el sol ardiente y los barquitos surcando el río. La terraza del Hotel Old Cataract permanece fiel a las estampas que habitaron los personajes de Muerte en el Nilo, la novela egipcia de Agatha Christie, publicada en 1937. El establecimiento -abierto desde el 8 de enero de 1900, dos años después de la llegada del ferrocarril- es un remanso de paz plantado en el corazón de Asuán, a unos 900 kilómetros al sur de El Cairo. "Es maravilloso estar vivo", musita el detective Hercule Poirot cuando recorre los alrededores de la hostería ataviado con traje de seda blanco, "cuidadosamente planchado", un sombrero panamá y un espantamoscas con mango de ámbar."El hotel está medio vacío y casi todos sus ocupantes están muy cerca del medio siglo", le replica insolente la muchacha que le acompaña en el paseo. "Eso es verdad. Yo, por ejemplo, tengo ya un pie en la tumba", bromea el investigador. La fonda, diseñada por el arquitecto británico Henri Favarger, es el punto de partida de una trama que se desarrolla a bordo del Karnak, un crucero del Nilo en el que se embarcan los recién casados Simon Doyle y la acaudalada y bella Linnet Ridgeway.Entre arrumacos, la pareja trata también de alejarse de Jacqueline, la otrora mejor amiga de Linnet y ex prometida de Simon. Su escapada, sin embargo, acaba en fiasco porque Jacqueline asoma por un navío cuyos distinguidos pasajeros -miembros de la jet set estadounidense y europea- van convirtiéndose capítulo a capítulo en víctimas de rocambolescos asesinatos. Una sucesión de sórdidas desgracias que las estancias del Old Cataract recuerdan con visible orgullo como una porción más de la atmósfera a naftalina que su séquito de empleados se esmera en guardar. "Es un hotel excepcional. Pocos alojamientos pueden presumir de tanta historia", relata el egipcio Osama Sayed, director del establecimiento, regentado hoy por la cadena francesa Sofitel.La reina de la literatura de misterio, autora de casi un centenar de novelas ambientadas en círculos burgueses, tiene habitación propia en los pasillos del Old Cataract. En la primera planta del edificio histórico, el primero en ser construido y objeto de sucesivas ampliaciones, una suite lleva su nombre. Un cuidado y extenso apartamento de estilo victoriano, sin mácula de polvo, dedicado a los bolsillos más pudientes. La tarifa diaria de los aposentos que llevan la firma de la escritora de Torquay supera los 7.000 dólares (6.010 euros). "Les ofrecemos la posibilidad de vivir en un espacio de leyenda", desliza Sayed. Desde sus balcones, avanzada ya la noche, es posible aún recrear pasajes como los que imaginó Christie. "El silencio cayó sobre ellos. Se quedaron mirando las brillantes rocas negras que emergían del Nilo. Había algo fantástico en ellas a la luz de la luna. Parecían tremendos monstruos prehistóricos con el cuerpo fuera del agua".La intriga, no obstante, también alcanza al paso de la novelista por las salas del hotel. En al menos dos ocasiones Christie escogió la tierra de los faraones como destino de sus vacaciones y navegó por las aguas de Asuán, admirando el fascinante templo de Isis de la cercana isla de Filé. Pero su estancia en el Old Cataract, que describe con todo lujo de detalle en las páginas de Muerte en el Nilo, es una suerte de dogma sin acreditar que la administración del hotel repite. En el hotel se sostiene, incluso, que la autora habría alumbrado la novela durante un plácido descanso que se prolongó durante más de un mes. El mito lo extendió la magia de Hollywood a finales de la década de 1970. Siguiendo el relato al pie de la letra, los primeros compases de la adaptación cinematográfica se rodaron en el hotel con un elenco que incluía a Peter Ustinov, Mia Farrow o Bette Davis y que, a lo largo de siete semanas, se pateó Egipto.Otros personajes, en cambio, sí se hospedaron a ciencia cierta en sus habitaciones. Por ejemplo, Winston Churchill a cuya memoria está dedicada la suite contigua a la de su compatriota Christie. "El primer ministro estuvo aquí dos veces. 


Durante la II Guerra Mundial el hotel fue usado para albergar a las familias de las tropas británicas desplegadas en El Cairo y Alejandría que habían huido del norte tras el ataque alemán", explica el director. Las dependencias de Churchill, con una amplia terraza abierta a la vegetación de la isla nubia de Elefantina y las dunas de la orilla opuesta del río, no resultan menos austeras. La reserva ronda los 6.000 dólares (5.150 euros). Para los viajeros menos prósperos que busquen disfrutar de la experiencia, Old Cataract ofrece en temporada baja por 200 dólares (170 euros) una habitación en la torre levantada en el jardín, a unos metros de la piscina. La terraza merece al menos un té de hibisco al atardecer.Sus entrañas, sometidas a un profundo remozado entre 2008 y 2011, aún exhalan el aire orientalista de arcos bizantinos y alfombras persas que urdió el arquitecto. Una enorme cúpula remata el espacio de planta octogonal que, inspirada en el interior de una mezquita, acoge al restaurante. "Era uno de los lugares preferidos de Aga Khan III, que se alojaba durante los meses de invierno por recomendación médica", rememora el patrón del negocio. Tal fue la relación que trabó con el enclave que, tras su óbito en 1957, los restos del líder religioso de la secta musulmana de los ismaelíes descansan en un sencillo edificio de arenisca rematado con una cúpula, situado frente al hotel sobre las áridas colinas que despuntan al otro lado de la isla y el Nilo. En una montaña cercana, una expedición de arqueólogos españoles horada desde hace una década la necrópolis de los gobernadores de Elefantina en busca de los secretos de sus ataúdes.La memoria del Old Cataract -lugar de asueto para reyes y realeza como el egipcio Faruk, el zar Nicolás de Rusia, Diana de Gales o Nur de Jordania; políticos como Jimmy Carter o Margaret Tatcher y mediáticos plebeyos como Omar Sharif, Brad Pitt o Angelina Jolie- cuelga de los pasillos. Extramuros, la verja del hotel sigue lindando con unos jardines públicos donde la parroquia masculina de Asuán, enfundada en galabiya (túnica tradicional), despilfarra las horas observando el tránsito de las felucas, las embarcaciones que cruzan el Nilo. Como en la historia de Christie, los comerciantes que pululan por las inmediaciones del hotel y la corniche contigua asaltan al forastero con una retahíla de collares, postales y escarabajos de yeso o con la promesa de un viaje en barco. "¿Quiere collares, señor? Muy buenos, señor. Muy baratos...", se desgañitaba uno de los miembros de la colmena humana de la novela de Christie. La aureola del hotel, en cambio, continúa creciendo a pesar del alicaído sector turístico local, golpeado por un lustro de agitación. El pasado verano, coincidiendo con el furor catódico del mes sagrado de ramadán, sus exteriores sirvieron de decorado para la versión egipcia de Gran Hotel, una adaptación de la serie de televisión española. "Es difícil quedarse con un solo rincón de este hotel", murmura Osama Sayed, transfigurado en el albacea de su leyenda.

http://www.elmundo.es/cultura/2017/07/27/5979065bca4741f9398b45c0.html

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