jueves, 7 de septiembre de 2017

LA MÍTICA MARY BEARD, LA EXPERTA CLASICISTA DE CAMBRIDGE ENCANDILÓ CON SU PRESENCIA AL PÚBLICO PRESENTE EN EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE MADRID (MAN), COMO SI FUERA UNA ESTRELLA DEL ROCK

Presentación: una historia muy conocida y anterior…

A mi profesora del Colegio Nacional de Buenos Aires, Aída Barbagelata le hubiera encantado Mary Beard: ese chispa, esa socarronería y a la vez esa seriedad para debutar hablando de Virgilio (“En cualquier parte del mundo siempre alguien leyendo Virgilio cada día”, sentenció al comienzo del encuentro) o de las batallas entre Catilina y Cicerón, el derecho de la res publica y la razón de estado, porque compartían su sabiduría, su formación, esa ingente capacidad de reírse de lo que es importante, porque es posiblemente, la única manera de abordarlo con seriedad. Paradójicamente. “Gallia est omnis divisa en partes tres…” empezaba La guerra de las Gallias (De bello gallico,) de Julio César, demiurgo fundador de la patria romana sobre todos los demás, lectura con la que pasamos una hora al día el tercer curso completo de latín en el Colegio, peleando sobre todo por descubrir entre aquella maraña caracterial, los ablativos absolutos.
A Lucila Castro, en cambio, en sus últimos años correctora insobornable de estilo y otras cosas del periódico La Nación, antigua alumna y continuadora de la gran escuela del profesor Schlesinger en la Universidad de Buenos Aires, le hubiera gustado la conferencia pero es probable que le encontrara peros. Era su estilo.  Así la conocí y así vivió. A las dos, ya desaparecidas pero siempre vivas en la memoria, les dedico este goce y este disfrute histórico y estético de escuchar (ocurre poco) a alguien como Beard, que tiene algo nuevo que decir y lo explicita con gracia y desparpajo, sin alharacas, sin poses de superioridad frente al lego que la atiende, supuesto desconocedor de todo. Otro necesario en el trío fue Gerardo Pagès, vicerrector del Buenos Aires y capitán de las escuadras que estudiábamos latín en la Universidad de Buenos Aires. En una convocatoria de los niveles de esta clásica que no podía perder, me presenté a su examen con 39 de fiebre. En mitad del examen oral y agotada por el rigor térmico de unas paperas inmisericordes, Pagès me propuso: "Hábleme de la Segunda Guerra Púnica" Y yo, medio ida y sin aliento y frente al susto de la audiencia de compañeros que presenciaba las justas, le contesté: "Eso ya me lo preguntó Usted el año pasado". Y sin pestañear, me quedé esperando su próxima pregunta...
Mary Beard, ayer en el MAN, con su frescura, con su inefable disponibilidad y su larga melena canosa, me los devolvió a todos, a esos antiguos profesores de clásicas que siempre van conmigo. 

Una tarde soleada y calurosa de museo en Madrid

Largas colas a la entrada del MAN ayer por la tarde para ver y escuchar de cerca, a la conocida y a veces controvertida especialista en Roma y Grecia y en general en el mundo antiguo occidental. En su estilo libre, jocoso, lleno de guiños, acompañada de uno de los “capottos” amarillo que suele llevar cuando va en bicicleta por las calles de Roma, filmando sus programas para la BBC, Mary Beard dio una conferencia poco al uso, espléndida, modesta y nada academicista para centrar el tema de quiénes eran los romanos (aunque como ella explicó, recordando el mundo griego, habría que preguntarse “¿Qué romanos?, ¿Dónde? y ¿Cuándo?).

Salieron a relucir a partir de “su” estado de la cuestión, muchas preguntas por parte del público, en gran parte formado por latinistas y profesores seguramente provenientes de las dos universidades madrileñas que enmarcaban el recorrido de la profesora inglesa, la Autónoma y la Complutense. Muchos que aguardaban fuera debieron finalmente ver el acto por streaming.
Una lástima, porque el salón de actos del MAN es acogedor y cómodo, pero con poco aforo, aunque en un espacio más grande e impersonal, la conexión que se estableció entre los asistentes y la profesora Beard, no hubiera sido posible o no hubiera discurrido con la misma fluidez.
Preguntas algunas manidas y conocidas, otras interesantes, como la que versó sobre el problema de arriesgarse, para difundir la cultura romana a una excesiva superficialidad o frivolidad en ese discurso, el papel de los esclavos, las mujeres, las élites, las vírgenes vestales, el Coliseo, los baños públicos compartidos y las termas, el acueducto de Segovia, los territorios ocupados, el genocidio, el terrorismo y la pertinencia del uso de esa terminología, para describir la antigüedad hoy, como alguien preguntó. Y sobre todo, la actualización permanente del color de la piel de los protagonistas de aquellas epopeyas, de aquellos fastos, de aquellas matanzas, de tantas conquistas. Y la mezcla de razas, porque la representación metafórica de Roma era la de una constelación de diferentes pueblos a tamaño terrenal.


Mary Beard, tuvo en todo momento una respuesta inteligente, sensible, aguda, que salía de un corpus que seguramente ha estado fundamentado en sus últimos 40 años de docencia, en sus viajes por el antiguo mapa de Roma y sus conocimientos de epigrafía, que le sirven para elaborar un discurso de la civilización de Augusto, que no siempre discurre por el pliegue del comportamiento de los emperadores, sino por la vida cotidiana de los más humildes, de los desheredados, de los que, como explicaba Cicerón a Catilina, (Y nos recordaba mi profesora Barbagelata)“tenían poco que perder”.
Muchos libros en su haber, varios traducidos al español, firma de algunos de ellos y cercanía con el público, una Mary Beard redimensionada a escala humana escapó ayer tarde las pantallas de televisión a que nos tiene acostumbrados, como el personaje de aquella película de Woody Allen, La rosa púrpura del Cairo, para charlar de forma amena sobre temas de enorme importancia: “Quien no conoce el pasado, no puede manejarse en el presente”, fue una de sus sentencias lapidarias, cuando comparó, casi a cada instante, las circunstancias políticas, raciales y de cosmopolitismo muchas veces centrado en Hispania, su tierra de visita e investigación y en Britannia, el Reino Unido actual, su país, lugar “al que llegó Julio César como si fuera a  la luna”.

Entre sus proyectos, una investigación sobre el protoemperador asesinado en los Idus de Marzo, más películas, con todo lo que ese trabajo puede cuestionar su toma de posturas y posicionamiento frente al mundo romano, sus dudas, y la influencia de los emperadores en el Renacimiento italiano, si no se entendió mal. Decidida a beber directamente de la fuente original, de esa especie de caja de Pandora pero benéfica que es Mary Beard, sin auriculares, pude recrearme en su fantástico inglés, casi irreal y me dejé arrastrar por el oleaje impresionante de la construcción y la demostración de sus ideas, en uno de los más apabullantes despliegues de vocabulario, sintaxis y gramática al que haya asistido nunca. “En el mundo antiguo hubo esclavos, pero ahora también, aunque se llamen de otra manera”, fue una de las perlas que fue desgranando convertida en una especie de tormenta tropical imparable.


A la salida, la noche había caído sobre Madrid y la tarde en el MAN nos dejó más cansados pero seguramente más sabios. Paloma Sobrini representó como autoridad a la Comunidad de Madrid y los responsables de Patrimonio hicieron una labor incansable y generosa para que todos los que finalmente estábamos allí pudiéramos  disfrutar de la conferencia y su universo, en las mejores condiciones posibles. Habrá más charlas sobre Roma hasta el 20 de diciembre, pero esta fue luminosa, solar y un privilegio. Gracias Mary Beard. Y ya sabes, claro, “Si vales, bene est, valeo”.

SPQR

Alicia Perris
Fotos de Mary Beard, Julio Serrano

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