miércoles, 30 de mayo de 2018

ANDREA CAMILLERI: "DESDE QUE ESTOY CIEGO MIS SUEÑOS ESTÁN REPLETOS DE COLORES


 IRENE HDEZ. VELASCO
FOTOGRAFÍAS: ANTONELLO NUSCA


Sigue fumando con ahínco y un glaucoma lo ha condenado a la ceguera pero aún publica (y van 103 libros). El autor recibe a PAPEL en su casa donde habla de la vida y la literatura
Encender, lo que se dice encender, enciende unos 60 cigarrillos al día, uno detrás de otro, sin parar, echando humo como si fuese una chimenea. Pero da sólo un par de caladas a cada pitillo y lo aplasta contra el cenicero, así que en realidad fuma mucho menos de lo que se podría pensar. Antes Philip Morris de cajetilla blanda y roja, pero los dejaron de fabricar, así que se ha pasado a los Muratti, una marca alemana. En cualquier caso ahí le tienen: Andrea Camilleri cumplirá en septiembre 93 años. Un glaucoma lo ha condenado a la ceguera pero sigue escribiendo (en Italia ya ha visto la luz su primer libro dictado), su mente permanece tan lúcida como siempre y su éxito continúa imparable, coronado con unas cifras de vértigo. El escritor siciliano, padre del famoso comisario Salvo Montalbano, es autor de 103 libros, ha vendido 26 millones de ejemplares sólo en Italia, pasa de los 35 millones de copias en todo el mundo, está traducido a 40 lenguas, los derechos de la serie televisiva basada en sus novelas policiacas se han vendido a 63 países... Ahora ve la luz en España La pirámide de fango (Salamandra), un nuevo caso del célebre inspector. Sin embargo Camilleri confiesa que no le gusta Montalbano, el hijo pródigo al que debe su gloria. «No me es simpático. A lo más que llego es a soportarlo», revela.
Cuando en 1994 creó al inspector Montalbano, ¿se imaginaba que alcanzaría semejante éxito?
Para nada, ni de lejos... Fue una enorme sorpresa, sobre todo para mí. Los libros de Montalbano no están escritos en una lengua fácil, es necesario un esfuerzo por parte del lector para entender mi lenguaje. El propio Leonardo Sciascia, a quien le di a leer mis primeras cosas, me dijo: «Si escribes de ese modo, ¿quién esperas que te entienda?». Yo le respondí: «Qué le vamos a hacer, Leonardo, yo sólo sé escribir así. Seré un escritor de minorías, de 500 lectores, no me importa».
Y, sin embargo, arrasa. ¿A qué atribuye el éxito de Montalbano?
Me resulta dificilísimo entenderlo. Lo que yo me propuse cuando inventé ese personaje era dar vida a alguien a quien pudieras invitar tranquilamente a tu casa a cenar, como invitarías a un funcionario de Correos . No quería para nada un aventurero, un héroe, alguien dispuesto a tirar enseguida de pistola... Quería un comisario que fuera un buen burgués.
Pero Montalbano es un héroe. Es honesto en un mundo deshonesto, es justo en un mundo injusto...
Efectivamente, Montalbano tiene un sentido fortísimo de la justicia, de una justicia que no siempre concuerda con la justicia de los tribunales sino que es una justicia personal. Montalbano es un hombre que mantiene su palabra. Es alguien que cuando quiere entender, entiende, lo que significa que puede mostrar comprensión con los demás, sobre todo con los más desafortunados. Montalbano tiene humanidad, la misma humanidad que tenemos todos. Pero no es un héroe, no es alguien fuera de lo normal.
Pero insisto: ser honesto, justo y comprensivo es algo heroico hoy en día...
El filósofo francés Merleau-Ponty decía que el verdadero héroe de nuestros días es el hombre común y corriente contemporáneo. Me gusta mucho esa idea de Merleau, y partí de ella cuando creé a Montalbano. Creo que un héroe, por ejemplo, es la persona que tiene que liquidar una sociedad y que no se desvía de su camino, que sigue adelante con su misión a pesar de las presiones y las amenazas mafiosas. Un héroe hoy es quien consigue cumplir con su deber. Seguramente todos conocemos a alguno de estos héroes, de esas personas honestas, leales y comprensivas con los demás que cumplen con su obligación. Montalbano también es así y es por eso por lo creo que es apreciado.
¿Montalbano se inspira en algún héroe cotidiano de carne y hueso?
Cuando estaba escribiendo el quinto o sexto montalbano mi mujer me dijo: «¿Te das cuenta de que con ese comisario estás haciendo un largo retrato de tu padre?». Y tenía razón, aunque no fui consciente hasta ese momento. Muchas cosas del carácter de Montalbano formaban parte del carácter de mi padre. Mi padre era un hombre con una gran valentía individual, con una idea de la justicia muy fuerte y muy personal.
¿A qué se dedicaba?
Era inspector de puertos en el sur de Sicilia, inspector de trabajo portuario. Le voy a contar un episodio que yo creo que explica muy bien cómo era. Mi padre, al acabar la guerra, se convirtió en director de una empresa siciliana del transporte que tenía una gran flota de camiones. Un día, uno de nuestros camiones volcó y se perdió toda la mercancía que transportaba, aunque por fortuna el conductor salió ileso. Dos o tres días después de aquello, yo acudí al despacho de mi padre a pedirle dinero. En el vestíbulo me encontré al jefe del departamento, un tipo enorme como un armario, que me dijo que mi padre estaba ocupado y que tenía que esperar. Entonces se abrió la puerta de su despacho y salió el conductor del camión que había volcado sangrando por la nariz. «¿Pero qué has hecho, papá? ¿Le has pegado?», le pregunté horrorizado. «Sí», me respondió. Yo me volví loco, era comunista y aquello me pareció una cosa espantosa y le amenacé con denunciarle. «Siéntate, comunistita», me dijo. Y me contó cómo el conductor, cuando estaba de servicio, había hecho subir al camión a una prostituta y que, mientras ésta hacía su trabajo, él había seguido conduciendo el vehículo hasta que perdió el control y volcó. «A ese desgraciado tendría que ponerle de patitas en la calle. Pero como tiene mujer y dos hijos pequeños no le voy a despedir. Pero al menos un puñetazo se lo doy», me dijo. Así era él, así era mi padre, tenía comportamientos montalbanescos. Montalbano en esa situación habría reaccionado igual, estoy seguro.
¿No ha sentido nunca la tentación de asesinar a Montalbano?
Sí, muchísimas veces. Pero, ¿cómo voy a liquidar a Montalbano? Me ha dado celebridad, éxito, dinero... Yo no quiero a Montalbano, no me es simpático, a lo más que llego es a soportarlo. Pero no puedo matarlo. Cada vez que se publica un nuevo montalbano no sólo logra un gran éxito sino que hace que se vendan de nuevo mis novelas de hace 20, 30 años. ¿Qué puedo hacer?


NO QUIERO A MONTALBANO, NO ME ES SIMPÁTICO. NO SOLO HE PENSADO EN SU MUERTE, SINO QUE LA HE ESCRITO

Pero si no le gusta Montalbano, ¿por qué lo creó?
Le voy a contar por qué escribí la primera novela de Montalbano. Yo tenía un modo de escribir bastante desordenado, empezaba un libro por lo que luego acababa siendo el capítulo décimo. Nunca comenzaba por el principio y acababa con el final, y un día me dije: ¿Seré capaz de escribir una novela de manera ordenada, secuencial y lógica? Pensé que la única forma de lograrlo era escribiendo una novela policiaca. Fue por eso por lo que escribí la primera novela de Montalbano, 'La forma del agua', en la que Montalbano no tenía nombre, era simplemente «el comisario». Cuando acabé el libro lo dejé madurar y me puse a trabajar en otra novela en la que tenía un problema con los tiempos narrativos. Y en medio de todo eso leí 'El pianista', de Manuel Vázquez Montalbán, y ahí encontré la solución al problema de los tiempos narrativos. Y como agradecimiento a Vázquez Montalbán, a quien en ese momento aún no conocía en persona, bauticé a mi comisario Salvo Montalbano, porque además resulta que Montalbano es un apellido muy siciliano.
Pero siguió escribiendo novelas de Montalbano...
Después de esa primera novela de Montalbano, me di cuenta de que el personaje no estaba aún bien definido. Así que decidí escribir una segunda novela, 'El perro de terracota', para definir bien al personaje. Después de eso para mí Montalbano estaba muerto y enterrado. Pero pasaron los meses y me llamó por teléfono Elvira Sellerio, mi editora, y me dijo que los dos libros de Montalbano se estaban vendiendo de manera increíble y que debía empezar a pensar en hacer un tercero. Yo le respondí que ni hablar, que ya había finiquitado a ese comisario. «Ya veremos», me dijo Elvira. Y ya ve, tenía razón. Hemos llegado a los 26 libros.
¿No tiene a veces la sensación de que Montalbano ha devorado su otra producción literaria e incluso a usted mismo?
Es verdad que el éxito de Montalbano es tal que asfixia a mis otros libros, pero las cifras de mis novelas no montalbanianas no son malas. Lo que me fastidia es que se hable sólo de Montalbano. Al final siempre es Montalbano, Montalbano, Montalbano. Me tiene harto.
Entonces, ¿qué es lo que ha mantenido a Montalbano con vida?
No sólo he pensado en la muerte de Montalbano sino que la he escrito, aunque no fue hasta que cumplí 80 años que me decidí a hacerlo. Y le cuento por qué. Una tarde en París estábamos juntos Jean-Claude Izzo, Vázquez Montalbán y yo y nos pusimos a hablar de cómo hacer desparecer a nuestros respectivos personajes. Jean-Claude contó su idea y Manolo se sacó de la manga una historia increíble, muy barroca, para liquidar a Pepe Carvalho. Me tocaba hablar a mí cuando llegó el camarero y me dijo que tenía una llamada. Cuando regresé a la mesa por suerte se habían puesto a hablar de otra cosa. Digo por suerte porque tanto Manolo cono Jean-Claude, que habían contado cómo matar a sus propios personajes, murieron los dos antes que sus creaciones literarias. Así que me dije: «Ni de coña mato a Montalbano».
¿Me está diciendo que no ha matado a Montalbano por superstición?
Exactamente.
Pero también ha dicho que ya tiene escrita la novela en la que muere Montalbano...
Cuando iba a cumplir 80 años se me ocurrió la solución para hacer desaparecer a Montalbano sin que eso me costara la vida: una metanovela. Antes de arrepentirme, me puse inmediatamente manos a la obra y escribí el libro en el que muere Montalbano. Cuando lo acabé se lo mandé a Elvira Sellerio con la indicación de que lo metiera en un cajón y que no lo publicara hasta que yo decidiera hacerlo o hasta mi muerte. Y ahí sigue, en el cajón. Valentina, mi colaboradora, y yo lo sacamos del cajón el año pasado para echarle un vistazo y nos dimos cuenta de que en los 12 años transcurridos mi escritura ha evolucionado, así que lo hemos reescrito. La trama sigue siendo la misma, pero hemos cambiado el estilo. Y hemos mandado la nueva copia a la editorial, que la publicará cuando yo me haya cansado definitivamente de Montalbano o cuando Dios se canse de mí.
Cuénteme cómo arranca el libro en el que muere Montalbano...
Montalbano llega a la escena de un crimen. El muerto está en mitad de la calle, la zona ha sido cortada. Pero la gente se asoma a las ventanas y a los balcones para ver lo que está ocurriendo. Y cuando Montalbano llega al lugar del delito siente un coro de voces desde arriba:
- «Ha llegado el comisario Montalbano».

- «¿Pero es el Montalbano de la televisión?»

- «No, es el Montalbano verdadero».

Así comienza la última novela de Montalbano, esa en la que muere. Y por eso le digo que es una metanovela porque es un enfrentamiento entre el autor, el personaje literario de Montalbano y el Montalbano televisivo.


LA MAFIA SE HA NORMALIZADO Y SE HA EXTENDIDO. SE ACTÚA MAFIOSAMENTE. LA CORRUPCIÓN ES MAFIA
Hace ya tiempo que se ha quedado ciego, Pero me da la sensación que dentro de usted hay más luz que oscuridad.
Y acierta. Hay luz, mucha luz. Y trato de mantenerla. Me esfuerzo sobre todo por retener los colores. De hecho mis sueños ahora están repletos de colores, hay colores por todos lados, tengo unos sueños bellísimos como no los he tenido nunca. El cuerpo es una cosa increíble. Apenas he comenzado a perder la vista, los otros sentidos han comenzado a recuperar vitalidad. Yo fumo como un condenado de toda la vida e inevitablemente mis papilas gustativas y mi olfato se han visto dañadas por el tabaco. Pues créame: desde que estoy ciego he recuperado el olfato, el gusto, el tacto. Todos mis sentidos se han activado para ayudar a ese otro que he perdido. Y yo me ejercito todo lo que puedo, tratando de recordar y de fijar en mi mente pinturas e imágenes que amo. El otro día, antes de dormir, pensé por ejemplo en La flagelación de Piero della Francesca, en cómo van vestidos los tres personajes a la derecha. Y a la mañana siguiente pregunté para cercionarme de si recordaba bien, y me confirmaron que sí.
¿La ceguera le permite entonces disfrutar de la belleza y haber desterrado completamente la fealdad?
Sí. La fealdad ha desaparecido. En todos los sentidos. Lo que me queda es la belleza. ¿Sabe lo único que me falta? La belleza femenina. Eso sí que me falta, la belleza de las mujeres. Poder verlas, recrearme en ellas.
¿Su ceguera ha influido en algún modo en su escritura?
Ha influido en el ritmo, no en la escritura en sí misma. Mi ceguera ha provocado cierta aceleración en la escritura, nada más.
Pero ahora debe memorizar para escribir. ¿Cómo lo consigue?
Recurro a pequeños trucos. Como sabe, hace años trabajé como director de teatro. Me imagino la página que debo escribir como si estuviera mirando una escena teatral: Montalbano está sentado en la butaca de la derecha, el otro entra en ese momento por la puerta... Eso me ayuda a recordar, aunque no siempre funciona y muchas veces le tengo que decir a Valentina que me relea y me relea lo que ya llevamos escrito.
Se publica ahora en España 'La pirámide de fango', un libro de Montalbano centrado en las contratas públicas, la mafia y la corrupción. Un argumento muy actual...
Por desgracia. La corrupción no sólo no acaba sino que se multiplica.
Y la mafia se ha normalizado, ¿no le parece?
Justo es eso. La mafia se ha normalizado y se ha extendido. Se razona mafiosamente sin saberlo, se actúa mafiosamente. La corrupción es mafia.
Usted que vivió en la Italia de Mussolini, ¿considera que asistimos a un resurgir del fascismo?
Sí, el fascismo se va difundiendo y legalizando, y es la peor de mis pesadillas. Están llegando a Europa miles y miles de refugiados, y Europa tiene el deber de acogerlos. Pero eso ha creado una crisis y ha hecho que resurja el concepto de patria en el peor de los sentidos.
¿Aún se considera comunista?
Sí señora, sigo siendo siempre comunista. Es como una enfermedad de la que es difícil salir.
¿Y es creyente?
No, no soy creyente. Pero siento un gran respeto por los creyentes, y también un poco de envidia, porque la religión ayuda en ciertas circunstancias. Este Papa me gusta mucho. Wojtyla me gustaba poco, pero Francisco me encanta. Me ha divertido mucho cuando ha citado al Che Guevara sin nombrarlo, cuando ha dicho eso de «sin perder jamás la ternura».
¿Piensa en la muerte?
De vez en cuando. Pero no es ninguna novedad, llevo pensando en la muerte toda la vida. Lo que me duele de morir es perder los afectos, perder a la gente que quiero. El resto es un enorme punto de interrogación.

http://www.elmundo.es/papel/cultura/2018/05/27/5b093c12468aeb7c4f8b461d.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario