miércoles, 20 de enero de 2021

JAKUB JÓZEF ORLINSKI E IL GIARDINO D´AMORE: LOS ARTISTAS POLACOS EN EL AUDITORIO NACIONAL


17 de enero, 19 horas, Sala Sinfónica

PROGRAMA

 Il Giardino d’Amore

Eroi. Battaglia tra lo strumento e la voce

Antonio Vivaldi (1678-1741)

Sinfonía-Allegro de L’Olimpiade, RV 725 (1733)

Allegro del Concierto para violín en mi menor, RV 273

‘Sento in seno’, de Giustino, RV 717 (1724)

Largo del Concierto para violín en mi menor, RV 273

Allegro del Concierto para violín en re menor ‘Per Pisendel’, RV 242 (1725)

Concierto para violín en re mayor ‘Il grosso mogul’, RV 208

Andante (Ciaccona) del Concierto para violín en re mayor, RV 222

George Frideric Haendel (1685-1759)

‘A dispetto d’un volto ingrato’, de Tamerlano, HWV 18 (1724)

‘Siam prossimi al porto’, de Rinaldo, HWV 7 (1711)

‘Furibondo spira il vento’, de Partenope, HWV 27 (1730)

De Tolomeo, re d’Egitto, HWV 25 (1728)

 ‘Stille amare’

‘Torna sol per un momento’

‘Cielo ingiusto’

‘Agitato da fi ere tempeste’, de Riccardo I, re d’Inghilterra, HWV 23 (1727)

Ahora que Jaroussky está de luto por la muerte de su padre el 12 de enero pasado y cancela por la pandemia actuaciones en España, un relevo parece llegar del este: Jakub Józef Orliński acompañado del grupo Il giardino d´amore o al revés, según se mire, presentaron en el Auditorio Nacional de Madrid una propuesta barroca donde las haya, en las composiciones en paralelo de Haendel y Vivaldi.

Llegaron con una serie de obras encadenadas, alternando las contribuciones vocales de Orlinski, con el apasionado desempeño del grupo polaco, de la misma nacionalidad que el contratenor, cuya batuta dirigía, con ímpetu de un maestro alla Paganini, Stefan Plewniak, vestido como una evocación de Rasputín, guardapolvo negro entallado y cruzado, acompañado de zapatos de charol con los que marcaba a sus compañeros de atril, un ritmo por lo general frenético. Tocó violín y mandolina, precioso.

Estas acotaciones vestimentarias , como las referidas a los calcetines rojos de Orlinski, a juego con el pañuelo de su chaqueta, de traje gris marengo y camisa blanca, no son un capricho baladí de esta reseña: en tiempos de los castrati, la impedimenta, los escenarios móviles, los telones voladores, sin mencionar las plumas de los penachos de los cantantes masculinos, las corazas y los tacones tipo coturno que vestían, eran parte del espectáculo, porque en realidad eran eso las vivencias y las fantasías que este tipo de tesitura y sus dueños, despertaban en las audiencias, que en petit comité, asistían en las cortes o en las dependencias palaciegas de hace siglos a este tipo de “ocio cultural”.  Veramente scatenati (verdaderamente desatados).

Según comentan en el Instituto Polaco de Madrid, buen difusor de las noticias de su país en España, “Orlinski se ha convertido en el último lustro en una de las grandes sensaciones de las escenas barrocas internacionales. Al Auditorio Nacional llegará esta vez, gracias a la colaboración del Instituto Polaco de Cultura, junto a un grupo también polaco, para plantear una incruenta batalla entre repertorios vocales e instrumentales que involucran a dos de los héroes de la composición de la primera mitad del siglo XVIII, Haendel y Vivaldi. El duelo se disputará entre arias de ópera (la mayoría, del alemán) y conciertos para violín del veneciano”.

El primer álbum en solitario del contratenor polaco, Anima Sacra, fue publicado en el sello Erato Records el 26 de octubre de 2018, con música de la orquesta Il Pomo d'Oro, bajo la dirección de Maxim Emelyanychev. Se trata de un conjunto de arias barrocas de compositores de la Escuela napolitana de ópera, incluidas ocho obras nunca antes grabadas.

En 2019, el portal polaco Onet y la ciudad de Cracovia le concedieron el premio O!Lśnienie en la categoría de música clásica y jazz. En octubre fue galardonado en los Premios Gramophone dentro de la categoría de Artista Joven del Año. En 2020, recibió el premio anual Paszport Polityki de la revista Polityka en la categoría de música clásica.

Su segundo álbum, Facce d'amore, en el que se recogen piezas seleccionadas sobre las diversas facetas del amor provenientes de óperas de Cavalli, Giovanni Antonio Boretti, Gionanni Bononcini, Domenico Scarlatti, Händel, Luca Antonio Predieri, Nicola Matteis y Francesco Bartolomeo Conti, llevaron al crítico Brian Robins a elogiar el talento de Orliński como cantante dramático, su buen gusto para la ornamentación y en general la dulzura de su timbre vocal. En lo personal, Orliński es un b-boy, miembro del colectivo de break dance Skill Fantastikz Crew. También ha trabajado como modelo para marcas de moda como Nike y Levi's, lógico, ya que parece un efebo helenizante, cabello castaño claro y ojos azules, seductor de unos y otras.

Orlinski es capaz de sentarse en el suelo, acompañado de todo su entorno musical para el aria de Anastasio del “Giustino” vivaldiano y de comunicarse en el primer momento de su actuación con el público madrileño, que, como siempre, carraspea (¿no les dirán los expertos en voz que hacerlo daña las cuerdas vocales?), no atiende el móvil, abandona la sala haciendo ruido en mitad de un aria. Y es una tarde todavía llena de nieve en la capital española… 

Comienzan las agilidades y fiorituras en una aria de “Tamerlano”, seguida de otra, más melancólica y menos arrebatadora que “Tolomeo”. Los impactantes viajes de Orlinski de las notas altas a graves generosos, la limpidez de la emisión, el fiato, la tersura de una voz brillante que todavía tiene mucho tiempo para seguir fascinando audiencias. Solo es mejorable la dicción italiana y una cierta relajación general en los modos, la expresividad y el canto, que le llegarán naturalmente cuando cumpla años. Como a todos…

Haendel casa como un guante con Vivaldi, tan lejos geográfica y emocionalmente, tan cerca, y el repertorio de sus grandes personajes. El compositor alemán ama los paradigmas masculinos potentes (¡ay el Metoo!), pero también podría haber construido sus óperas en torno a figuras femeninas históricas como Cleopatra, Teodora de Bizancio, Herodías o algunas de las Berenice de la dinastía Lágida.

Excelentes los músicos y su maestro violinista, sacando sonidos que recuerdan la música klezmer, un perfume profundo de Oriente que siempre está coqueteando con Venecia, aunque escuchemos Vivaldi. Faltaba por estas latitudes un poco de humor, de amor, de excelente música y canto y los polacos trajeron mucho de eso, bordeando la pandemia, arrancando vivas y un torrente de aplausos a un público cansado de enfermedades, pero siempre deseoso de golpes de adrenalina musicales.

Plewniak lee Vivaldi e interpreta Plewniak, con ciertas licencias, una colección de rubato, ritardando, ad libitum sobre todo ad libitum. Los músicos lo seguirían y siguen al fin del mundo, muchos tocan sin partitura y “son héroes”, como los definió el contratenor Orlinski, una nueva estrella ya conocida en el territorio proceloso de la lírica internacional. Los músicos, muy elegantes, en negro y morado, falda de tafeta y hábitos de gala, suenan muy bien y mantienen un generoso tercer plano.


Pareja de egos florecientes, “una batalla”, como reza el programa, que encantaron con magia y talento la sala más bien austera del Auditorio Nacional, más rutilante y un poco más joven que de costumbre.


Un recital frondoso de casi 80 minutos, con Plewniak, en éxtasis, dirigiendo (y bailando, debe ser también bailarín en su tiempo libre, porque le da la entrada a sus colegas contando como los maestros de danza) el Verano de las Cuatro estaciones y los cuatro “encore” del contratenor: las arias Dove sei (Rodelinda), Vedrò con mio diletto (Il Giustino) (que borda habitualmente Jaroussky, dentro de su enorme catálogo) y finalmente, Furibundo spira il vento.

Ci sentiamo presto, carissimi. Siete bravi.

Alicia Perris

Copyright fotos, Elvira Megías

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