viernes, 13 de mayo de 2022

DON GIL DE ALCALÁ DE MANUEL PENELLA, ANCHA Y GENEROSA EN EL TEATRO DE LA ZARZUELA. Y NOS DEJÓ LA GRAN MEZZO ESPAÑOLA TERESA BERGANZA

Teatro de la Zarzuela. Don Gil de Alcalá. Ópera en tres actos Música y libreto de MANUEL PENELLA. 11 de mayo, 2022

Producción del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo (2017)

Transcripción realizada por Juan de Udaeta y Enrique Amodeo de las partituras originales manuscritas, conservadas en el Archivo de la Sociedad General de Autores y Editores (Teatro de la Zarzuela, 2021).

Estrenada en el Teatro Novedades de Barcelona, el 27 de octubre de 1932, y en el Teatro de la Zarzuela, el 20 de abril de 1934.


Dirección musical, Lucas Macías

Dirección de escena, Emilio Sagi

Escenografía, Daniel Bianco

Vestuario, Pepa Ojanguren

Iluminación, Eduardo Bravo

Coreografía, Nuria Castejón

Reparto

Don Gil, Celso Albelo

Niña Estrella, Sabina Puértolas

Chamaco, Carlos Cosías

Maya, Carol García

Don Diego, Manel Esteve

Virrey, Pablo López

Sargento Carrasquilla, Simón Orfila

Madre abadesa, María José Suárez

Padre magistral, David Sánchez

Maestro de ceremonias, Ricardo Muñiz;

Gobernador, Miguel Sola.

Lucía, Paula Alonso (Miembro del Coro titular de La Zarzuela)*

Rosita, colegiala, Rosa María Gutiérrez*

Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro de La Zarzuela

Coro del Teatro de La Zarzuela. Director, Antonio Fauró

Emilio Sagi, fogueado en mi l escenarios director de escena, comenta sobre Don Gil: “Niña Estrella, ella es el centro del enredo y puede que no sea tan ingenua como parece. Como ocurre con la María del West Side Story, como la Julieta de Shakespeare.

Pero son numerosos los personajes que aparecen en Don Gil de Alcalá. Muchos de ellos tremendamente divertidos: el Sargento Carrasquilla, Chamaco, Maya, el Gobernador, el Virrey,… además, por supuesto, del propio Don Gil. Ese es precisamente uno de los encantos más singulares que tiene esta ópera en la que se mezcla una historia de amor romántico, cursilona y casi de telenovela, con el divertidísimo embrollo humorístico en que acaba convirtiéndose al estilo de las óperas bufas de Rossini.

…Casi toda la escenografía es del color del oro y los personajes van con las botas manchadas de barro, pero muy bien vestidos, aderezados con bordados y adornos dorados. Aprovecho para recordar aquí a Pepa Ojanguren, el alma de ese vestuario. Siempre estará con nosotros, igual que sus estupendos trabajos. …Retomemos este Don Gil como una fiesta para celebrar con mucha alegría nuestro teatro y nuestra música. Tan grandes, tan presentes y tan vivos.

Siempre había querido hacer el Don Gil, y no solo porque es una obra maravillosa, con una música inspiradísima y una historia fresca y muy divertida -como si fuera un pequeño Mozart-…De Don Gil de Alcalá también me atrae, precisamente, la idealización de aquel México colonial, al estilo de lo que sucede con el Madrid romántico en la Francisquita de Vives, Romero y Fernández-Shaw. Idealización que tiene mucho de nostalgia y de ternura”.

El compositor y libretista de esta obra lograda que ofrece ahora el Teatro de La Zarzuela en una producción refrescante, leve, ligera y colorista, Manuel Penella Moreno (Valencia, España, 31 de julio de 1880 — Cuernavaca, México, 24 de enero de 1939), fue un compositor español, famoso por su composición El gato montés e hijo del también compositor Manuel Penella Raga (1847-1909).

Estudió música con su padre, Manuel Penella Raga, director del Conservatorio de Valencia, y más tarde composición con Salvador Giner. Su primera intención era convertirse en intérprete de violín, pero a causa de un accidente que le inutilizó la mano izquierda abandona el instrumento y empieza a componer. Y pronto opta por dedicarse al teatro, pasando gran parte de su vida viajando con compañías de ópera y zarzuela por todos los países de América.

Su primer paso por ese continente es el de un verdadero aventurero, trabajando como músico militar, sastre, torero, pintor, payaso, marinero y otros oficios. En Chile pinta y decora la iglesia de Taltal y contrae matrimonio con la chilena Emma Silva Pavez, con quien tuvo cinco hijos.

En 1903 regresa a España y comienza una intensa actividad como compositor de gran renombre. No sólo compone zarzuela de estilo convencional, sino que también se decanta por el musical o la revista. De nuevo, en 1912, Penella inicia una gira por Argentina, donde cosecha numerosos éxitos y vive como un artista de fama.

En 1917 estrena una de sus obras más reconocidas, la ya mencionada El gato montés, que él quiso estructurar como ópera, en el Teatro Principal de Valencia. De esta ópera, con libreto del mismo compositor, aunque iniciado por su compadre Sassone, y que no pudo terminar por motivos personales, ha quedado como fragmento de una popularidad indiscutible su conocido pasodoble.

En Barcelona estrena en 1932 la ópera de cámara Don Gil de Alcalá, con orquesta de cuerdas, una de sus obras más valoradas por la crítica. Otras exitosas obras suyas fueron Jazz Band (revista, 1933) y La malquerida (zarzuela en tres actos, 1935).

Además de sus ochenta obras escénicas, entre óperas, zarzuelas, revistas y comedias musicales, también es autor de numerosas canciones. Las más visitadas y escuchadas son, sin duda, “En tierra extraña”, que incluye el pasodoble “Suspiros de España y “La Maredeueta”.También escribió obras de teatro, justamente la célebre actriz María Guerrero murió poco antes de estrenar el drama de Penella Mare Nostrum (1928).

Falleció algo pronto en 1939 a los cincuenta y ocho años de edad en la ciudad mexicana de Cuernavaca, adonde se había trasladado para dirigir la música de una película basada en su ópera Don Gil de Alcalá. Fue el origen de una numerosa familia de actores y actrices habituales y célebres en el panorama teatral y artístico español e internacional, toda una verdadera saga de talento.

Con el citado artista Emilio Sagi, la escenografía (que evoca cierto territorio psicológico colonial siempre atenta al reciclado y reutilización de materiales polivalentes), muy bonita y funcional de Daniel Bianco, director artístico del Teatro de La Zarzuela además. El Maestro Lucas Macías tiene una labor solvente con la ORCAM y el Coro del Teatro dirigidos por Antonio Fauró. La música suena en todo momento distinguible, coherente, armoniosa y sirviendo con solidez a una partitura cuidada y sutil, evocadora.

En lo que respecta a las voces,  Sabina Puértolas construyó un personaje no tan habitual en aquellos tiempos, la mestiza que resulta afortunada haciendo un buen matrimonio, aunque en principio con dos pretendientes. Tiene oficio, saber moverse en el escenario, también buena técnica y matiza algunos fragmentos con elegancia y ductilidad.

Instrumento noble y en buena sintonía teatral y escénica, vocal también claro, con un Celso Albelo bien avenido a la sala, a su público, que desearía reencontrarlo más a menudo (La última entrevista que le hice hace tiempo la devolvió desde la estación ferroviaria de Nápoles…) la audiencia premió su “No temas no, confía en mí”, coronado con un si bemol franco, que demostró su salud sonora, la capacidad de proyectar, los filados, la habitual línea de canto elástica y “mórbida”. La faltó tal vez cierto entusiasmo y “élan” de enamorado, pero hasta dibujó un bailecito junto con los figurantes-bailarines (Marian Alquézar, Cristina Arias, Francisco Guerrero, Pablo Gutiérrez, Esther Ruiz, Lara Sagastizabal, Oscar Manhenzane y David Naranjo) y la Puértolas, con quien demuestra una conexión muy especial.

Entre los pasajes más reconocidos y famosos de la obra, «Tus ojos son dos rayos de sol» (trío; madrigal), «Jerez, este es er vinillo de la tierra mía» (brindis de Carrasquilla), «Ay zúmbale... El día que nos casemos» (dúo cómico entre Chamaco y Maya), «Como una mariposa que va de flor en flor» (canción de Niña Estrella), «Todas las mañanitas» (famosa habanera que cantan a dúo Niña Estrella y Maya, uniéndose el coro), con bis lógico) y «De audaces la fortuna...» (en el final del último acto). La Zarzuela organizó dos repartos para esta producción al frente de uno de los cuales figuraban Celso Albelo y Soledad Puértolas.

El Chamaco de Carlos Cosías es resultón en el papel que tiene a cargo, un clásico, cómico y bien estructurado en lo teatral y en la parte vocal. Se nota que se ha preparado a fondo el rol y que pone una fuerza en cada actuación que parece que le va la vida en ello. El catalán Manel Esteve, cuenta con un instrumento que suena bien, que seduce, vestido a lo Panamá-Jack, a mitad de camino entre El Zorro y un Indiana Jones anterior a la II guerra Mundial. Sombrero, botas relucientes, detalles de todas clases, precioso el vestuario que dejó para el recuerdo Pepa Ojanguren. Radiantes ocres, blancos rotos y beiges para ambientar la calidez de toda la propuesta musical y escénica.

Simón Orfila fue un sargento Carrasquilla gracioso, con capacidad de transmisión vocal y teatral, lleno de ocurrencias, dobleces lingüísticos y maneras de la colonia mexicana, enmarcada en un “sipario” en francés, recordando el mapa de ese territorio.

Acompañando a los protagonistas también, Pablo López como Virrey, preparado y ajustado, un equilibrado trabajo a destacar de Carla García como Maya, Miguel Sola como un adecuado gobernador, María José Suárez, siempre presente y fiel, cumplidora a la sala de la calle Jovellanos, David Sánchez como Padre magistral, Ricardo Muñiz en el maestro de ceremonias, Paula Alonso y Rosa María Gutiérrez, como Lucía y Rosita respectivamente, todos y cada uno de ellos dieron lo mejor de sí mismos, que en esta ocasión fue mucho.

En otro orden de cosas y abordando un plano más lingüístico, como se hace en las situaciones fronterizas entre dos mundos, habría que destacar que, está en la mente de Penella la construcción literaria de autores como Moratín (en el siglo XVIII) y su El sí de las niñas, Valle Inclán y Los intereses creados de Jacinto Benavente y una lejana referencia, muy atrás, a los paradigmas de la escena grecolatina o de la Commedia del Arte.

Hay que señalar incluso el doble nombre de la protagonista, Estrella y Miztilán, el lenguaje específico de los criados originarios de México, el dulce seseo tan conocido y familiar (“madresita, servisio”, etc.), el léxico de aquellas tierras lejanas tan próximas para Penella en sus viajes, sus amores y sus aventuras vitales y artísticas y familiares ( “ahoritita”, y toda una colección de diminutivos afectivos), las diferencias en el habla ¡Ay peladito!” y de la expresión inefable y local del Chamaco: “gachupín”, “ Le salváis la vida pero le sopláis la dama”, “Valsear”, y otros muchos.

El lenguaje revela las clases sociales, el status, incluso la proveniencia racial ya que hay también señalamientos al “sevillano (“seviyano”), buscando la síntesis entre lo pre-hispano y lo español, acompañado todo este paradigma de lenguas con la frecuentación de ritmos y músicas como la pavana, el madrigal, el fandango andaluz y con la ligereza melódica y las cuerdas orientadas en una línea más operística que de zarzuela o el mero concepto de “buffo”. Para destacar además, el canto del jarabe (baile mexicano), las mañanitas, y las situaciones tan demostrativas e idiosincráticas durante el juego de cartas, escorando siempre entre el forte y piano.

En general el público del Teatro de La Zarzuela va a disfrutar y lo hace, en un ambiente distendido, “lindo”, como dirían “por allá, en las Américas”. La sala está bien conservada, pulida y lleva décadas funcionando, su personal es servicial y amable y sabe dónde están situadas las localidades, el director acompaña y cuida de que todo vaya bien, el departamento de prensa, finalmente, no podría hacerlo mejor. Y es agradable lo que se escucha y sobre todo lo que se visualiza en el escenario, tangible, localizable y apreciable, lejos de los comentarios que estos días circulaban por el foro refiriéndose a otros espacios, otras direcciones escénicas y otras producciones: “Esa ópera bien, pero ¡qué escenografía!..”.

En tiempos bastante aciagos como los que se están viviendo o sobrellevando, el teatro matriz y antiguo de la capital madrileña- La Zarzuela- es un foco de luz y de calor dejando caer su capacidad benéfica y su algarabía constante, positiva, solar, sobre el público, las gentes que entran o pasan y la ciudad. Gracias a todos.

Alicia Perris



Fallece la mezzosoprano Teresa Berganza a los 89 años

Paseó su voz por la Scala de Milán, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York

Teresa Berganza.
Teresa Berganza. GETTY IMAGES

Teresa Berganza, la mezzosoprano madrileña de fama internacional, ha fallecido a los 89 años, según han confirmado fuentes familiares. Nacida en Madrid en 1933, y con un casticismo del que siempre alardeó y que aplicó también a la zarzuela, Berganza paseó su voz por la Scala de Milán, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York.

Berganza tuvo una extensa carrera musical y docente. Antes de elegir el canto estudió piano, armonía, música de cámara, composición, órgano y violonchelo en el conservatorio de Madrid. Fue académica de Bellas Artes de San Fernando (la primera mujer que ingresó en dicha institución) y, entre otros, obtuvo el premio Lucrecia Arana en 1954, el Premio Nacional de Música o el Príncipe de Asturias de las Artes (1991).

 

Su primera actuación pública tuvo lugar en 1955 en el Ateneo de Madrid, pero su gran debut se produjo dos años después en el Festival de Aix-en-Provence (Francia). El éxito como la Dorabella mozartiana de Cosi fan tutte fue rotundo y la prensa la elogió como "la mezzosoprano del siglo". En 1989, tras 14 años de ausencia, reapareció en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, donde cosechó un éxito sin precedentes.

Otros momentos especiales de su trayectoria artística fueron sus actuaciones en la ceremonia inaugural de la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. También fue una de las invitadas estelares de la reapertura del Teatro Real en 1997, tras su gran rehabilitación.

Teresa Berganza, que ha actuado en diferentes ocasiones junto con su hija, la soprano Cecilia Lavilla, comenzó a dedicar más tiempo de su vida a la docencia musical desde finales de los 90. En noviembre de 1999, relevó al tenor Alfredo Kraus al frente de la Cátedra de Canto de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

En 2005, por sus 50 años en la música, el selló discográfico Deutsche Gramophon editó el álbum Brava Berganza!: A birthday tribute, y tres años más tarde impartió lecciones magistrales en el Palacio de Festivales de Santander junto al músico japonés Tsuyoshi Tsutsumi.

Por último, en 2008, la cantante madrileña anunció que se retiraba de los escenarios. Estuvo casada con el músico Félix Lavilla y era madre de tres hijos.

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