viernes, 2 de noviembre de 2012

FALLECE AGUSTIN GARCIA CALVO, Y NOS QUEDAMOS MAS SOLOS


El filósofo, ensayista, poeta y filólogo fallece en su casa de Zamora

Una insuficiencia cardíaca, que ya le avisó en julio, se llevó en la madrugada de ayer en el hospital Virgen de la Concha de Zamora al filósofo, ensayista, dramaturgo, gramático, poeta y, sobre todo, agitador cultural y social Agustín García Calvo. Murió, días después de cumplir los 86 años, en la misma ciudad en la que nació y en la que vivió los últimos tres meses tras empeorar su salud. 
Pero ni esa salud quebrada disminuyó el compromiso de García Calvo con su pensamiento y con la vida. «Las cosas que más le han ayudado a sentirse vivo –resumía su hijo Víctor García– fueron sus intervenciones con el 15-M y mantener la tertulia de los miércoles en el Ateneo de Madrid». En la última, coordinó una charla sobre física y matemáticas bajo el título 'Uno más uno son dos', como recordó su compañera en los últimos 36 años, Isabel Escudero, que le definió con un solo trazo: «Era el último combatiente contra las mentiras de la realidad».
García Calvo deja un vasto legado en todo tipo de disciplinas. Pero sabía que se acercaba su hora. Todavía conmocionado por la muerte del padre y en plena vorágine de la habitual 'burocracia de la muerte', Víctor García recordaba las últimas jornadas de su progenitor «corrigiendo y con mucha prisa por dejar las cosas hilvanadas». A pesar de tanta obra «queda tarea pero deja todo bastante arreglado», concluye. Una obra que arrancó con sus estudios de gramática en la Facultad de Filología Clásica en la Universidad de Salamanca bajo la batuta del maestro Antonio Tovar. Allí coincidió con el director de cine Basilio Martín Patino quien le recordaba ayer como «un punto de referencia de lo prohibido». Precisamente, la última película de Martín Patino es un homenaje al 15-M y su título 'Libre te quiero', está basado en un poema de García Calvo. «La letra responde a su mentalidad, que veía un mundo diferente. Un hombre extraordinario y ejemplo de muchas cosas», insistía Martín Patino, otro octogenario que le recordaba debatiendo con los jóvenes en la Puerta de Sol «siempre de viva voz. Como Sócrates», remachó también su viuda.
Maestro y exiliado
La docencia fue una constante en su vida. Doctor a los 22 años y catedrático de lenguas clásicas en Sevilla a los 27, el régimen franquista le echó de la universidad (a la vez que a López-Aranguren y Tierno Galván) en 1965. El propio Tovar renunció a su cátedra como protesta. De allí marchó al exilio en Francia, donde ejerció la docencia en la Universidad de Lille y el Collège de France. Una década después (1976) le restituyeron su cátedra que ejerció hasta su jubilación en 1992.
Enemigo del 'sistema' en todas sus acepciones (político, económico, mediático, cultural...), dedicó muchos argumentos a conjugar la negativa a sus guiños. A pesar de esa alergia a lo oficial («no dudaría en rechazar el Nobel», llegó a proclamar) acabó aceptando los tres premios nacionales que el Gobierno le honró por estar entregados por «jurados grandes y variados entre los que puede haber gente honesta». El primero, el de Ensayo, llegó en 1990 por 'Hablando de lo que habla: estudios del Lenguaje'; con 'La baraja del Rey Don Pedro', logró en 1999 el de Literatura Dramática; y en 2006 se le concedió el de Traducción por el conjunto de su obra, que ha abarcado textos de Shakespeare y en latín y griego. También destacan otras obras como 'Lalia' (1973), 'De Dios' (1996) o '¿Qué es el Estado?' (1977).

De su ingente obra filológica destaca la trilogía compuesta por 'Del lenguaje', 'De la construcción (Del lenguaje II)' y 'Del aparato (Del lenguaje III)', en las que desarrolló su teoría general sobre el lenguaje. En el capítulo de pensamiento figuran sus 'Lecturas presocráticas' (I y II); 'Razón común', 'Contra el tiempo', 'Contra la pareja, 'Contra la paz', Contra el hombre', 'De Dios'. Y también ofreció una gran producción poética con libros como 'Canciones y soliloquios', Libro de conjuros' o 'Ramo de romances y baladas'.
Su discípulo, Fernando Savater, que incluso se planteó una tesis sobre su obra que nunca remató, destacó su obra «singular, enormemente original e inconfundible, alejado de modas y al margen de la vida cultural oficial». En otras de sus frases lapidarias dejó dicho que la cultura era «el opio del pueblo».
Una vida a la contra no podía despedirse rindiendo culto a los convencionalismos. Por eso será enterrado esta tarde (17 horas) en el cementerio de Zamora sin ningún ceremonial ni ritual.

ANTONIO CORBILLÓN | Valladolid 

elnortedecastilla.es

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