Concierto sinfónico 4. Joana Mallwitz, dirección. Piero Piemontesi, piano. Obras de Serguéi Prokoviev, Ludwig van Beethoven, Paul Hindemith y Maurice Ravel. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de octubre, 2024.
Orquesta Nacional de España
Joana Mallwitz, directora
Francesco Piemontesi, Piano
Primera parte
Serguéi Prokófiev, Obertura de Guerra y paz, op. 91
Ludwig van Beethoven, Concierto para piano y orquesta núm.
5, en Mi bemol mayor, op. 73,
«Emperador»
Segunda parte
Paul Hindemith, Sinfonía Matías el pintor
Maurice Ravel, La Valse
Joana Mallwitz (1986) nació en Hildesheim, Baja Sajonia, Alemania y estudió piano y violín en la Hochschule für Musik und Theater de Hannover. Desde 2023 ocupa el cargo de directora titular y artística de la Orquesta Sinfónica de Berlin. Anteriormente fue directora general de música del Teatro de Erfurt y del Teatro estatal de Núremberg. A la edad de 27 años se convirtió en la directora general de música más joven de Europa en ese momento. En 2023 fue reconocida con la Orden al Mérito de la República Federal de Alemania.
Fue alumna de Christa-Maria Hartmann y Karl-Heinz
Kämmerling. Continuó sus estudios musicales en el Instituto de Música, Teatro y
Medios de Hannover, donde estudió dirección de orquesta con Martin Brauss y
Eiji Ōue y piano con Kämmerling y Bernd Goetzke.
En agosto de 2020, cien años después de la fundación del Festival
de Salzburgo, Mallwitz se convierte en la primera mujer a la que se le confía la dirección musical de la ópera Così fan tutte. Mallwitz tiene firmado un
contrato con Deutsche Grammophon en exclusiva y lanza su primer disco The Kurt Weill Album en agosto de 2024.
Anteriormente había grabado con esta misma compañía un DVD para la producción del Festival de Salzburgo 2020
de Così fan tutte.
El documental Joanna Mallwitz – Momentum, dirigido por Günter Atteln narra los dos años anteriores a su llegada a Berlín, una fase decisiva de su carrera internacional, con debuts en Múnich, París, Salzburgo y Ámsterdam. Y una película muestra la trastienda de su trabajo y su vida personal junto a su marido, el tenor Simon Bode (miembro del conjunto de la Ópera de Frankfurt), y el hijo de ambos que nació en 2021. En 2023 fue reconocida con la Orden al Mérito de la República Federal de Alemania.
Por su parte, el otro joven artista, Francesco Piemontesi
nació en Locarno en 1983 y es un pianista suizo que reside actualmente en
Berlín. Ha dado conciertos en muchos países europeos, en Asia y en Estados
Unidos, y ha sido invitado a eventos internacionales como los festivales BBC
Proms, Edinburgh International Festival, Lucerne Festival, Festival de
Aix-en-Provence y La Roque d’Anthéron. Ha actuado como solista con la London
Philharmonic, la BBC Symphony, la City of Birmingham Symphony, la Orquesta
Cleveland, la Orchestre Philharmonique de Radio France, la NHK Symphony y la
Orchestre de la Suisse Romande, bajo la batuta de directores como Zubin Mehta,
Roger Norrington, Charles Dutoit, Jiří Bělohlávek, Stanisław Skrowaczewski,
Vladimir Ashkenazy, Ton Koopman, Sakari Oramo y David Afkham.
En lo que se refiere al Sinfónico 04, y como explican los
párrafos de la información del Auditorio, “Solo el arte es capaz de destilar
belleza a partir de los escombros: los antaño escandalosos autores de las
blasfemas Sancta Susanna y El ángel de fuego abrazaron de nuevo la tradición al
encarar la composición de Matías el pintor y Guerra y paz, óperas de
ambientación bélica que nacieron como reacción al horror nazi. El sinuoso vals
de Andrei y Natasha de esta última ópera conecta con el poema coreográfico La
Valse de Maurice Ravel, «un torbellino fantástico y fatal» concebido por su
autor durante Primera Guerra Mundial que, en origen, iba a ser un homenaje al
vals vienés, pero acabó convirtiéndose en una alegoría de la autodestrucción de
la civilización occidental.
El concierto «Emperador», por su parte, oculta tras una
majestuosa fachada sus propias heridas de guerra: compuesto en 1809 durante la ocupación
de Viena, no solo es el último de los conciertos beethovenianos, sino también
el único que su autor no pudo estrenar, impedido por su avanzado deterioro
auditivo, acrecentado por el estruendo de los bombardeos”.
Guerra y paz (título original en ruso, Война и мир, Voiná i
mir, Op. 91) es una ópera en dos partes (un prólogo y trece escenas), a veces
arreglada para cinco actos, con música de Serguéi Prokófiev y libreto en
ruso del propio compositor y Mira Mendelson, basándose en la novela del mismo
nombre de León Tolstói.
La primera intervención de la ONE dejó escuchar una
formación ajustadísima, con un sonido limpio, trasparente, en una obertura que
dio la pauta de lo que sería el resto de la velada.
El concierto Emperador de Beethoven fue un éxito completo. Elegante, solar, perfeccionista la técnica, la relajación, el uso del pedal que redondeó en una versión brillante, talentosa, de una partitura de entre las más difíciles concebida para el piano romántico. Risueño, con rasgos casi adolescentes, Piero Piemontesi ofreció un modelo de ejecución e interpretación (dos conceptos diferentes) y demostró una especular compenetración con la labor de la directora, siempre siguiéndose mutuamente en las evoluciones del instrumento y la orquesta, que lucía segura, relajada y disponible. Hubo, entre ovaciones, un encore también del repertorio romántico pianístico, que cambió el domingo siguiente, por una pieza de Johann Sebastian Bach.
Joana Mallwitz es un caso aparte: seductora, toda de negro, corte
de pelo “Bob”, maquillada con detalle, pantalón de moda tipo “pescador”, debe
practicar barra clásica, porque tiene una forma física inigualable: espalda
recta, no se agota, mueve los brazos como una sirena, cada uno marcando
diferentes intenciones, manos de hada que no descansan, hace muchos gestos con
el rostro y logra de esta manera una profunda implicación en su trabajo como
directora y un canal abierto con la orquesta que fluye constantemente para
destilar calidad y emociones. No embrida a la orquesta, que también, sino que la
seduce. No podría haberse disfrutado de algo mejor, porque el clima era un
perfume dulce e intenso de sensualidad cubierta/descubierta.
Con una segunda parte menos efervescente pero igual de exigente,
la velada se cerró con la insistencia contra los totalitarismos, en favor de la
libertad apenas dibujado (Hindemith). Música “degenerada” la suya para el III
Reich y considerado un disidente (su mejor era judía y muchos de sus amigos
también), fue un artista perseguido y complejo. Los Nazis fueron un conflicto
permanente en ese periodo de su vida. Finalmente pasó a Suiza y luego a Estados
Unidos.
La valse de Ravel (se escucha poco el seductor Bolero
por considerarse vulgar por lo repetido y conocido seguramente es una evidente
reconstrucción del típico baile (el vals) que simbolizó la despreocupación del
Imperio Austrohúngaro de Francisco José y Sissi ya en su primeros estertores,
que acabarán definitivamente en el reparto de los imperios al final de la Gran
Guerra (1914-1918). Compuesto entre 1919 y 1920, dedicado a su amiga Misia
Sert, nacida Godebska. La obra fue estrenada públicamente el 12 de diciembre de
1920, interpretada por los Concerts Lamoureux dirigidos por Camille Chevillard.
De acuerdo con Serguéi Diáguilev, Ravel intentaba desde 1906
componer para el ballet una Apoteosis del vals en homenaje a Johann Strauss,
cosa que la Primera Guerra Mundial le impidió realizar. La experiencia de la
guerra vivida como un aniquilamiento de la civilización cambió su perspectiva
de la obra que tenía en mente. A la imagen romántica y fastuosa de la corte
vienesa del siglo XIX, bien ilustrada por los valses de Strauss, la sucedió la
imagen de un mundo decadente amenazado siempre por la barbarie.
El músico compuso, según su propia definición, «un
torbellino fantástico y fatal», suntuosa evocación de la grandeza, de la
decadencia y de la destrucción de la civilización occidental.”
Concierto reflexivo, serio, sin embargo sembró una corriente
de bienestar y disfrute que recorrió toda la velada como un aire benéfico la
sala del Auditorio, grande y con excelente acústica. El aforo, completo, y los
aplausos, merecidos y generosos. Todos los protagonistas (y esto es importante
y hay que señalarlo), parecían felices, exultantes.
Alicia Perris
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