domingo, 10 de noviembre de 2024

ANDREAS SCHOLL, CONTRATENOR, CON SARAH TRAUBEL, SOPRANO Y EL CONJUNTO PORTUGUÉS DIVINO SOSPIR, DIRIGIDO POR MASSIMO MAZZEO, ÉXITO EN EL AUDITORIO NACIONAL

 Divino Pergolesi. Varios Autores, Sala Sinfónica, 9 de noviembre, 2024. Organiza Maelicum Conciertos

Programa

1.- Nicola Porpora (1686-1768)

Obertura para el oratorio «El triunfo de la justicia divina en el tormento y muerte de Jesucristo»

2.- Giovanni Bononcini (1670-1747)

Quiero llorar. Aria para soprano y cuerdas del Oratorio «María Magdalena a los pies de Cristo»

3.- Leonardo Vinci (1690-1730)

Quien me suplica. Aria para contratenor y cuerdas del Oratorio A la Santísima Virgen del Rosario

4.- Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736)

Stabat Mater (“Estaba la Madre”)

1.- Stabat Mater Dolorosa

2.- Cujus Animam Gementem,

3.- O Quam Tristis et Afflicta

4.- Qui morebat et dolebat,

5.- Quis est homo

6.- Vidit suum dulcem natum

7.- Eja Mater fons amoris

8.- Fac ut ardeat cor meum

9.- Sancta Mater istud agas

10.- Fac ut portem Christi mortem

11.- Inflammatus et accensus

12.- Quando corpus morietur – Amen

Sarah Traubel, soprano. Andreas Scholl, contratenor.

Orquesta barroca Divino Sospir, dirigida por Massimo Mazzeo

Músicos: Violín I Iskrena Yordanova (Concertino), Valeria Caponnetto, Lucrezia Nappini. Violín II Elisa Bestetti, Raquel Cravino, Regina Medina.

Violas, Lucio Studer Ferreira, Elena Gelmi. Violoncelo, Rebeca Ferri, Leonor Sá

Contrabajo, Matteo Coticoni, laúd, Pietro Prosser. Órgano, Riccardo Doni.

En lo que se refiere a las obras y los compositores de la velada, compuesta exclusivamente por música religiosa, se podría decir que casa aquí a la perfección con los difíciles momentos de duelo nacional por la catástrofe climática compartida por los que viven en territorio español.

Nicola Porpora (1686-1768) cuya Obertura para el oratorio «El triunfo de la justicia divina en el tormento y muerte de Jesucristo» se pudo escuchar, fue uno de los más grandes músicos del Barroco tardío. Especialmente, en el género de la ópera, donde rivalizó con dos de los mayores iconos del género en aquella época: Haendel (en Londres) y Vivaldi (en Venecia). Se lo recuerda además por haber proporcionado vivaces y grandiosas partituras para castrati como Farinelli y otros de ese tiempo.

Considerado el principal representante de la fecunda escuela operística napolitana, no solo como compositor (más de 50 óperas), sino también como maestro de canto, por cuyas manos pasaron castrati como el propio Farinelli ya citado, Sesenio y Caffarelli, sopranos como Mingotti, bajos como Montagnana o compositores como Josep Haydn.

A continuación, en esa línea recogida y severa, monacal, de Giovanni Bononcini, (1670-1747) siguió Quiero llorar. Aria para soprano y cuerdas del Oratorio «María Magdalena a los pies de Cristo». Este compositor y violonchelista del Barroco, miembro de la Escuela Napolitana, compuso esta obra vocal en 1701 con uno de los dilemas morales favoritos del barroco: la elección entre el amor terreno y el celestial, cuya batalla se libra en la persona de la Magdalena.

De Leonardo Vinci (1690-1730) (que no “da Vinci”, el pintor e inventor) se ofreció Quien me suplica. Aria para contratenor y cuerdas del Oratorio A la Santísima Virgen del Rosario. También vinculado a la ópera napolitana, aparece como uno de los padres del nuevo estilo de aria, su colaboración con Metastasio y su conocida rivalidad con Nicola Porpora fueron sin duda algunos de los factores que alimentaron su lenguaje innovador. En el Nápoles del siglo XVIII, a pesar de la abrumadora pasión del público por la ópera, la ciudad también tenía una tradición muy viva de música sacra.

Fue singular la situación política de Nápoles y se convirtió en un terreno fértil para las innovaciones culturales y artísticas. Aunque gobernada por su virrey, Nápoles conservaba un gobierno autónomo dirigido por aristócratas locales conocidos como los Eletti, responsables de la cappella musicale del Tesoro di San Gennaro, que operaba en estrecha competencia con la Capilla Real de los reyes aragoneses. Los maestri di capella y miembros de ambas instituciones fueron siempre músicos de prestigio: los compositores Giovanni de Macque, Alessandro Scarlatti y Leonardo Leo, y el inefable Farinelli, por citar sólo a los más famosos.

Por unos pocos meses fue, profesor de Giovanni Battista Pergolesi, una de las figuras musicales más señeras e impresionantes del siglo XVIII, que ocupa la sección nerval del concierto organizado por Maelicum

De Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) el Stabat Mater (“Estaba la Madre”) para soprano, contratenor, cuerdas y bajo continuo fue el plato fuerte de la noche. Pergolesi compuso un corpus profano importante y mucha música sacra, incluyendo una Misa en Fa. Su obra de este estilo más conocida es, sin duda, su Stabat Mater. Fue elegida como reemplazo de la escrita por Alessandro Scarlatti para las representaciones del Viernes de Dolores, en Nápoles. Es una partitura religiosa escrita por Giovanni Battista Pergolesi en 1736 dos meses antes de su muerte, en el monasterio de Pozzuoli (donde había nacido). Se trata pues de la última inspiración del compositor italiano, que murió a los 26 años de edad a consecuencia de una tuberculosis.

Es un himno piadoso que surge en la Iglesia Católica durante la Edad Media, alrededor del siglo XIII, cuya temática gira en torno al dolor de María al pie de la cruz, inspirándose en el capítulo 19, versículo 25 del evangelio de San Juan. La obra, difícil y un desafío, se caracteriza por el uso magistral de las disonancias, que expresan un emotivo patetismo.

 Pergolesi imaginó una asombrosa variedad de sonidos y estados de ánimo a partir de un texto muy formal y de restringidos parámetros. Las frases están declinadas y equilibradas como encajes finísimos, con predilección por el modo menor: la claridad y la expresividad operística que tanto fascinaron a los músicos de la época fueron construidas sobre sólidas formas barrocas y enriquecidas con los suficientes detalles polifónicos como para encandilar a los públicos y expertos hasta hoy.

En esta versión en el Auditorio Nacional, se convocó a Andreas Scholl como contratenor, considerado por una amplia mayoría en su cuerda el más importante del mundo. Percibido como prestigioso cantante y profesor, ha facilitado que su influencia se haya extendido por todo el planeta, que lo convirtieron en referencia mundial en música sacra centroeuropea. Su voz posee una pureza sin parangón. Sus extraordinarias interpretaciones han contribuido de forma decisiva al redescubrimiento de los colores y timbres de la voz.

Lleva ya tres décadas de carrera y ha publicado una obra ingente, siempre barroca y muy a menudo religiosa y espiritual, ideales para la contención que esta artista exhibe en el escenario. Vestidos todos de negro absoluto, salvo el blanco en la parte superior de los trajes de los músicos de la agrupación Divino Sospir.

 En el escenario Scholl crea un personaje parco en gestos, serio, casi adusto, mientras seduce casi siempre con una voz fresca, capaz de agilidades y de muchos matices. Buen fiato y línea de canto, que emergen con seguridad de una técnica férrea y un alto grado de autoexigencia, “control de superficie” (es en realidad el factotum in pectore de todo lo que suena y ocurre en el escenario y en la sala) y concentración evidente. Usa gafitas y destaca la línea del pañuelo blanco en el bolsillo de su chaqueta. 

Presentes en todas las salas líricas reconocidas del planeta, compartió labor con famosos colegas, directores y formaciones. Siempre alineado con el «núcleo purista» de la interpretación histórica, en los últimos años Scholl ha abandonado el repertorio más operístico, para centrarse en la música sacra centroeuropea, en la que es referencia obligada. En sus propias palabras: «El concierto es un ritual, está ahí para transmutar el espíritu humano.” Y así lo hizo durante este encuentro musical.

Sarah Traubel, alemana como él, fue una cómplice ideal para contornear las obras, cuando cantaron juntos o por separado. Sobrina nieta de la legendaria diva de la Metropolitan Opera Helen Traubel y del director de orquesta Günter Wand, Traubel circunstancia que, a no dudarlo, le abriría muchas puertas. Actriz apasionada de la ópera, Sarah ha colaborado con eminentes directores de escena en ese ámbito y también interpreta con éxito oratorios y lied.

Su dicción puede mejorarse en italiano y latín (la de Scholl está cuidadísima), pero tiene una voz con enormes posibilidades en el registro agudo, es segura, afinada, comunica y es expresiva y cuenta con una espléndida figura. También de negro en un vestido de encajes con gran escote en la espalda. Presta plasticidad y elasticidad a sus colaboraciones con Scholl, más rígido y enérgico por momentos. A pesar de la voz del contratenor, sus agudos y agilidades, Traubel, sigue siendo el carácter “femenino” de los dos. pero todo es oponible. Programa de mano suficiente e información en Internet adicional proporcionada por Maelicum Conciertos.

Massimo Mazzeo, licenciado por el Conservatorio de Música de Venecia, en el año 2004 fundó la destacada orquesta barroca Divino Sospiro. Actuó con numerosas orquestas dirigidas por prestigiosos directores: Leonard Bernstein, Zubin Mehta, Carlo Maria Giulini, Yuri Temirkanov, Giuseppe Sinopoli, Georges Prêtre, Lorin Maazel y Valery Gergiev. Fue galardonado con la Medalla de Honor al Mérito de la República Italiana en junio de 2019. Tuvo como batuta un rotulador blanco o el lápiz de su tablet. Efusivo, muy gestual, pendiente de instrumentistas y de los cantantes, concertó adecuadamente y cosechó aplausos con todos.

 Divino Sospiro es el más internacional de los conjuntos barrocos portugueses. La agrupación ha participado en varios de los festivales de música más prestigiosos, como el Festival Nacional de Música, y el Festival Internacional d’Ile de France, cuyo espectáculo presentado fue grabado y transmitido por Radio France, Journée de Nantes, Journée au Japon, Festival de Varna, Festival Mozartiana en Gdansk, MusikFest Bremen y el prestigioso Festival d’Ambronay, donde Divino Sospiro, orquesta portuguesa invitada, tuvo el honor de participar en dos ocasiones.

 Con algunos problemillas de afinación que hicieron esmerarse a la eficiente concertino Iskrena Yordanova (el grupo es muy internacional), Divino Sospir fue buen acompañante, destacando la celista Rebeca Ferri, en perfecta comunión con Scholl en varios pasajes, cuando Mazzeo parecía delegar momentáneamente el mando en los instrumentos más destacados y las voces. Hubo un "encore": el número 12 del Stabat Mater, "Quando corpus morietur. Amen".

El concierto fue un éxito, muy aplaudido y por muchos en pie, aunque quedaron algunas butacas libres, debido seguramente a que en Madrid capital era festivo ese día y soleado, con los que muchos habrán preferido la Naturaleza, tan revalorizada desde los tiempos de la pandemia y ahora a menudo inmisericorde y esquiva porque no se la respeta. Espero que esta velada litúrgica y solemne, conventual, haya contribuido a aplacarla, como se hacía con los antiguos dioses de la Grecia antigua.

 Alicia Perris

No hay comentarios:

Publicar un comentario