martes, 21 de noviembre de 2023

EN LAS GOLONDRINAS DE J.M. USANDIZAGA, EXCELENTE SEGUNDO REPARTO EN EL TEATRO DE LA ZARZUELA

 


Las golondrinas. Música, JOSÉ MARÍA USANDIZAGA. Drama lírico en tres actos. Libreto de GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA Y MARÍA DE LA O LEJÁRRAGA. 18 NOVIEMBRE, 2023

PRODUCCIÓN DEL TEATRO DE LA ZARZUELA (2016) -

Dirección musical, JUANJO MENA

Dirección de escena, GIANCARLO DEL MONACO

Escenografía, WILLIAM ORLANDI

Vestuario, JESÚS RUIZ

Iluminación, VINICIO CHELI

Ayudante de dirección y movimiento coreográfico, BARBARA STAFFOLANI

Reparto

Puck, CÉSAR SAN MARTÍN

Lina, SOFÍA ESPARZA

Cecilia, MARÍA ANTÚNEZ

Juanito, JORGE RODRÍGUEZ-NORTON

Roberto, JAVIER CASTAÑEDA.

Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro de La Zarzuela

Coro del Teatro de La Zarzuela. Director, Antonio Fauró

“…Lo que Canio o Puck pueden tener en común es la trama de la locura, esa fantasía o solución teatral que se viste de música en el escenario. E igual que ocurre con ellos, la locura —ya por dinero o por amor— estalla en el desenlace de obras como Dama de Picas o Eugenio Oneguin, de Chaikovski, o El jugador de Prokófiev. El Teatro y la Locura. La esencia de lo que somos”. Giancarlo del Monaco, para Las Golondrinas.

Según se señala en la información del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, esta partitura, Las golondrinas, contó con un compositor, José María Usandizaga Soraluce (1887-1915) que fue un precoz talento de la música vasca. Su desaparición, al igual que la de Juan Crisóstomo Arriaga, en plena juventud, frustraría la esperanza de renovación lírica que hacía presagiar su obra.

Compositor especialmente dotado para la escena, legó obras fundamentales como esta que se repone a partir de una producción anterior en el coliseo madrileño, o La llama. La que nos ocupa era, en su versión original, una zarzuela grande en tres actos, inspirada en el drama Saltimbanquis de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra. Fue estrenada el 4 de febrero de 1914 en el Teatro Price de Madrid con un rotundo y clamoroso éxito. Su hermano, Ramón Usandizaga Soraluce (1889-1964), compositor y director, convirtió Las Golondrinas en ópera en 1929, con una participación sustancial en la obra que queda aclarada en esta edición.

Los expertos opinan que el libreto se basa en la pieza Saltimbanquis de Martínez Sierra, publicada en el volumen Teatro de ensueño (1905), y luego desarrollada ya tal como en el libreto, en un nuevo drama, escrito en colaboración con Santiago Rusiñol, en catalán, con el título Ocells de pas («Aves de paso») y estrenado en Barcelona en 1908. En esta obra, Rusiñol y Lejárraga se acercaron más al realismo que venía imponiéndose en la escena española.

El estilo musical muestra influencias de la escuela francesa de la Schola Cantorum de Vincent d'Indy y del verismo, recordando por su temática a Pagliacci de Ruggero Leoncavallo. Su inspiración es de amplios vuelos sinfónicos, destacando la riqueza instrumental y sonora, buscando desconocidas singladuras dentro de la renovación del género lírico. De sus números es famosa la «Pantomima» del Acto II, la romanza de Lina “En viejas memorias pierdo”, el «racconto» de Puck “Se reía” o su aria “Caminar”.


Como si se tratara del respeto cabalístico a un número mágico, el siete, Daniel Bianco, director artístico del Teatro de La Zarzuela saliente, deja una obra compacta, con éxito y reconocimiento de todos y vuelve como comenzó, con las Golondrinas, y como ellas, a buscar otros cielos y otras geografías, para estrenarse, con la escenografía del Don Carlo verdiano, ya, inaugurando la temporada del Teatro Alla Scala de Milán. Va Usted a trasluchar, a escalar nuevas cimas y abrir nuevos caminos, donde sea, donde haga falta. Las golondrinas sellaron pues el gran aliento creativo de Bianco esta vez, la última, junto a Isamay Benavente, su sucesora como responsable de esta sala y su gran proyecto, la primera mujer en dirigir este teatro, fundado en 1856.

En esta ocasión, Juanjo Mena, de origen vasco, de larga trayectoria en España y en el extranjero, solvente al frente de la orquesta, lleva a cabo un trabajo concienzudo, con una partitura precoz (el autor falleció prematuramente), y desigual y un coro en su punto, como suele el del Teatro de La Zarzuela, bajo la batuta de Antonio Fauro, disciplinado, eficaz, redondo. Lástima que no interviniera más. Giancarlo del Monaco, lleva la tradición de los payasos y la trashumancia teatral en el Adn italiano. Creativo como siempre, multicolor por momentos, está en todas las circunstancias que hacen que esta producción retome el éxito que ya había conocido en su estreno en la sala 7 años antes. Del Monaco sabe lo que es el hecho teatral y conoce a los autores, como en este caso, aunque no sean de la patria de Garibaldi. Consigue visualizar la vida “all´interno” de una compañía cómica que viaja por los pueblos, con su talento y alegría, pero también con los sinsabores propios de una comunidad endogámica, propensa, como estas, al conflicto y a la tragedia.

Teatro dentro del teatro, con reminiscencias cinematográficas, William Orlandi lo acompaña con una escenografía minimalista, que da mucho juego y menos empeño económico a la propuesta. Como desarrollan en la actualidad muchos proyectos operísticos o de zarzuela, pero bien declinado esta vez. Lo escoltan con propiedad y saber hacer, el vestuario de Jesús Ruiz, la Iluminación de Vinicio Cheli y Barbara Staffolani como ayudante de dirección y movimiento coreográfico.

Mucho se les pide a los cantantes en Las golondrinas: que sea buenos en lo suyo, con una obra que abunda en dificultades, y también que sepan bailar, actuar como profesionales del teatro y que encajen en un equipo polivalente con dos repartos, conservando sin embargo, la misma dirección de escena, la musical y el equipo técnico en sus diferentes facetas.

Aunque algunos les inquiete la figura del payaso (Puck es un ejemplo evidente aquí), llevamos toda la historia en Occidente soñando y disfrutando con ellos. Atemorizan y seducen, son nuestros alter ego o- tal vez- la versión libre de nuestro imaginario, lo que no podemos o no nos atrevemos a ser. Probablemente desde las obras del griego Aristófanes o los paradigmas ocurrentes de Plauto y sus criaturas, no solo en Roma sino además en sus extensas latitudes.

Resuelve adecuadamente este segundo elenco el desafío de conseguir una buena prestación, conservar la identidad de la labor grupal, propia, sin desvirtuar la totalidad del corpus del desarrollo de la obra con dos participaciones y posibilidades distintas.

Puck, figura alrededor de la cual pivota en buena parte el espectáculo, fue defendido por el barítono César San Martín, posee una voz bonita, bien trabajada y adecua las necesidades actorales a sus posibilidades con solvencia.

Lina es un personaje fresco, aparentemente sin problemas, pero con una carga dramática que se va desvelando hacia el final de la actuación. Fue la soprano navarra Sofía Esparza, la responsable de hacer creíble un temperamento volátil, luminoso, casi irresponsable aunque positivo a primera vista, con una parte exigida y diversa, que salva con elegancia, dulzura, bella línea de canto y una atractiva presencia escénica que sabe lucir muy bien. Podría haber esperado más tiempo para este proyecto de intenso calado, que exige una esforzada madurez, pero, como piensan algunos, el mañana es ahora y las oportunidades se viven en el momento en que aparecen.

La vis más oscura y lunar de esta obra la lleva a sus espaldas Cecilia, interpretada por la mezzo soprano uruguaya María Antúnez, a quien se le pide como a sus compañeros protagonistas un lucimiento actoral complicado. Además, denso, casi lúgubre: es la profecía (mala) autocumplida, como diría un profesional de los altibajos de la mente humana. Es otra Carmen, con menos energía. Sin la chispa y el descaro con que se dibuja a la mujer española independiente y hambrienta de libertad desde la creatividad francesa.

Acompañaron de una forma bien resuelta el tenor Jorge Rodríguez-Norton como Juanito, Javier Castañeda en Roberto, el padre de Lina y un Caballero que ejecutó Mario Villoria.

Sería injusto no destacar la brillante actuación de todos aquellos que hacen posible la trama del circo, con sus piruetas, su trabajo corporal entregado, sus habilidades, muchas y la manera que tienen de enhebrarse con eficacia en el todo musical y dramático. Muy bien. Y todos los equipos tan diferentes, que siempre acompañan la eficacia conocida por la audiencia habitual y la nueva, del universo que representa en la capital española y más allá, el Teatro de La Zarzuela.

El sábado estaban todas las localidades agotadas y el público agradeció con entusiasmo esta producción, en la línea del reconocimiento que debe hacerse, facilitado por los gestores y los artistas, a partituras y autores que deberían programarse más a menudo o, dentro del patrimonio hispano en general, mucho ignoto, darse a conocer más profusamente.

Alicia Perris

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