Divino
Pergolesi. Varios Autores, Sala Sinfónica, 9 de noviembre, 2024. Organiza
Maelicum Conciertos
Programa
1.- Nicola
Porpora (1686-1768)
Obertura para
el oratorio «El triunfo de la justicia divina en el tormento y muerte de
Jesucristo»
2.- Giovanni
Bononcini (1670-1747)
Quiero llorar. Aria
para soprano y cuerdas del Oratorio «María Magdalena a los pies de Cristo»
3.- Leonardo
Vinci (1690-1730)
Quien me
suplica. Aria para contratenor y cuerdas del Oratorio A la Santísima Virgen del
Rosario
4.- Giovanni
Battista Pergolesi (1710-1736)
Stabat Mater
(“Estaba la Madre”)
1.- Stabat
Mater Dolorosa
2.- Cujus
Animam Gementem,
3.- O Quam
Tristis et Afflicta
4.- Qui morebat
et dolebat,
5.- Quis est
homo
6.- Vidit suum
dulcem natum
7.- Eja Mater
fons amoris
8.- Fac ut
ardeat cor meum
9.- Sancta
Mater istud agas
10.- Fac ut
portem Christi mortem
11.-
Inflammatus et accensus
12.- Quando
corpus morietur – Amen
Sarah
Traubel, soprano. Andreas Scholl, contratenor.
Orquesta barroca
Divino Sospir, dirigida por Massimo Mazzeo
Músicos: Violín
I Iskrena Yordanova (Concertino), Valeria Caponnetto, Lucrezia Nappini. Violín
II Elisa Bestetti, Raquel Cravino, Regina Medina.
Violas, Lucio
Studer Ferreira, Elena Gelmi. Violoncelo, Rebeca Ferri, Leonor Sá
Contrabajo,
Matteo Coticoni, laúd, Pietro Prosser. Órgano, Riccardo Doni.
En lo que se
refiere a las obras y los compositores de la velada, compuesta exclusivamente
por música religiosa, se podría decir que casa aquí a la perfección con los
difíciles momentos de duelo nacional por la catástrofe climática compartida por
los que viven en territorio español.
Nicola
Porpora (1686-1768) cuya Obertura para el oratorio «El triunfo de la
justicia divina en el tormento y muerte de Jesucristo» se pudo escuchar, fue
uno de los más grandes músicos del Barroco tardío. Especialmente, en el género
de la ópera, donde rivalizó con dos de los mayores iconos del género en aquella
época: Haendel (en Londres) y Vivaldi (en Venecia). Se lo recuerda además por
haber proporcionado vivaces y grandiosas partituras para castrati como
Farinelli y otros de ese tiempo.
Considerado el
principal representante de la fecunda escuela operística napolitana, no solo
como compositor (más de 50 óperas), sino también como maestro de canto, por
cuyas manos pasaron castrati como el propio Farinelli ya citado, Sesenio y
Caffarelli, sopranos como Mingotti, bajos como Montagnana o compositores como
Josep Haydn.
A continuación,
en esa línea recogida y severa, monacal, de Giovanni Bononcini,
(1670-1747) siguió Quiero llorar. Aria para soprano y cuerdas del Oratorio
«María Magdalena a los pies de Cristo». Este compositor y violonchelista
del Barroco, miembro de la Escuela Napolitana, compuso esta obra vocal en 1701
con uno de los dilemas morales favoritos del barroco: la elección entre el amor
terreno y el celestial, cuya batalla se libra en la persona de la Magdalena.
De Leonardo
Vinci (1690-1730) (que no “da Vinci”, el pintor e inventor) se ofreció Quien
me suplica. Aria para contratenor y cuerdas del Oratorio A la Santísima Virgen
del Rosario. También vinculado a la ópera napolitana, aparece como uno de
los padres del nuevo estilo de aria, su colaboración con Metastasio y su
conocida rivalidad con Nicola Porpora fueron sin duda algunos de los factores
que alimentaron su lenguaje innovador. En el Nápoles del siglo XVIII, a pesar
de la abrumadora pasión del público por la ópera, la ciudad también tenía una
tradición muy viva de música sacra.
Fue singular la
situación política de Nápoles y se convirtió en un terreno fértil para las
innovaciones culturales y artísticas. Aunque gobernada por su virrey, Nápoles
conservaba un gobierno autónomo dirigido por aristócratas locales conocidos
como los Eletti, responsables de la cappella musicale del Tesoro di San
Gennaro, que operaba en estrecha competencia con la Capilla Real de los reyes
aragoneses. Los maestri di capella y miembros de ambas instituciones fueron
siempre músicos de prestigio: los compositores Giovanni de Macque, Alessandro
Scarlatti y Leonardo Leo, y el inefable Farinelli, por citar sólo a los más
famosos.
Por unos pocos
meses fue, profesor de Giovanni Battista Pergolesi, una de las figuras
musicales más señeras e impresionantes del siglo XVIII, que ocupa la sección
nerval del concierto organizado por Maelicum
De Giovanni
Battista Pergolesi (1710-1736) el Stabat Mater (“Estaba la Madre”)
para soprano, contratenor, cuerdas y bajo continuo fue el plato fuerte de la
noche. Pergolesi compuso
un corpus profano importante y mucha música sacra, incluyendo una Misa en Fa.
Su obra de este estilo más conocida es, sin duda, su Stabat Mater. Fue elegida
como reemplazo de la escrita por Alessandro Scarlatti para las representaciones
del Viernes de Dolores, en Nápoles. Es una partitura religiosa escrita por
Giovanni Battista Pergolesi en 1736 dos meses antes de su muerte, en el
monasterio de Pozzuoli (donde había nacido). Se trata pues de la última inspiración
del compositor italiano, que murió a los 26 años de edad a consecuencia de una
tuberculosis.
Es un himno
piadoso que surge en la Iglesia Católica durante la Edad Media, alrededor del
siglo XIII, cuya temática gira en torno al dolor de María al pie de la cruz,
inspirándose en el capítulo 19, versículo 25 del evangelio de San Juan. La obra,
difícil y un desafío, se caracteriza por el uso magistral de las disonancias,
que expresan un emotivo patetismo.
Pergolesi imaginó una asombrosa variedad de
sonidos y estados de ánimo a partir de un texto muy formal y de restringidos
parámetros. Las frases están declinadas y equilibradas como encajes finísimos, con
predilección por el modo menor: la claridad y la expresividad operística que
tanto fascinaron a los músicos de la época fueron construidas sobre sólidas
formas barrocas y enriquecidas con los suficientes detalles polifónicos como
para encandilar a los públicos y expertos hasta hoy.
En esta versión
en el Auditorio Nacional, se convocó a Andreas Scholl como contratenor,
considerado por una amplia mayoría en su cuerda el más importante del mundo. Percibido
como prestigioso cantante y profesor, ha facilitado que su influencia se haya
extendido por todo el planeta, que lo convirtieron en referencia mundial en
música sacra centroeuropea. Su voz posee una pureza sin parangón. Sus
extraordinarias interpretaciones han contribuido de forma decisiva al
redescubrimiento de los colores y timbres de la voz.
Lleva ya tres
décadas de carrera y ha publicado una obra ingente, siempre barroca y muy a
menudo religiosa y espiritual, ideales para la contención que esta artista
exhibe en el escenario. Vestidos todos de negro absoluto, salvo el blanco en la
parte superior de los trajes de los músicos de la agrupación Divino Sospir.
En el escenario Scholl crea un personaje parco
en gestos, serio, casi adusto, mientras seduce casi siempre con una voz fresca,
capaz de agilidades y de muchos matices. Buen fiato y línea de canto, que
emergen con seguridad de una técnica férrea y un alto grado de autoexigencia, “control
de superficie” (es en realidad el factotum in pectore de todo lo que suena y
ocurre en el escenario y en la sala) y concentración evidente. Usa gafitas y destaca la línea del pañuelo blanco en el bolsillo de su chaqueta.
Presentes en
todas las salas líricas reconocidas del planeta, compartió labor con famosos
colegas, directores y formaciones. Siempre alineado con el «núcleo purista» de
la interpretación histórica, en los últimos años Scholl ha abandonado el
repertorio más operístico, para centrarse en la música sacra centroeuropea, en
la que es referencia obligada. En sus propias palabras: «El concierto es un
ritual, está ahí para transmutar el espíritu humano.” Y así lo hizo durante
este encuentro musical.
Sarah
Traubel, alemana como él, fue una cómplice ideal para contornear las obras,
cuando cantaron juntos o por separado. Sobrina nieta de la legendaria diva de
la Metropolitan Opera Helen Traubel y del director de orquesta Günter Wand, Traubel circunstancia
que, a no dudarlo, le abriría muchas puertas. Actriz apasionada de la ópera,
Sarah ha colaborado con eminentes directores de escena en ese ámbito y también
interpreta con éxito oratorios y lied.
Su dicción
puede mejorarse en italiano y latín (la de Scholl está cuidadísima), pero tiene
una voz con enormes posibilidades en el registro agudo, es segura, afinada,
comunica y es expresiva y cuenta con una espléndida figura. También de negro en
un vestido de encajes con gran escote en la espalda. Presta plasticidad y
elasticidad a sus colaboraciones con Scholl, más rígido y enérgico por
momentos. A pesar de la voz del contratenor, sus agudos y agilidades, Traubel, sigue
siendo el carácter “femenino” de los dos. pero todo es oponible. Programa de mano suficiente e información en Internet adicional proporcionada por Maelicum Conciertos.
Massimo
Mazzeo, licenciado por el Conservatorio de Música de Venecia, en el año 2004
fundó la destacada orquesta barroca Divino Sospiro. Actuó con numerosas
orquestas dirigidas por prestigiosos directores: Leonard Bernstein, Zubin
Mehta, Carlo Maria Giulini, Yuri Temirkanov, Giuseppe Sinopoli, Georges Prêtre,
Lorin Maazel y Valery Gergiev. Fue galardonado con la Medalla de Honor al
Mérito de la República Italiana en junio de 2019. Tuvo como
batuta un rotulador blanco o el lápiz de su tablet. Efusivo, muy gestual, pendiente
de instrumentistas y de los cantantes, concertó adecuadamente y cosechó
aplausos con todos.
Divino
Sospiro es el más internacional de los conjuntos barrocos portugueses. La agrupación
ha participado en varios de los festivales de música más prestigiosos, como el
Festival Nacional de Música, y el Festival Internacional d’Ile de France, cuyo
espectáculo presentado fue grabado y transmitido por Radio France, Journée de
Nantes, Journée au Japon, Festival de Varna, Festival Mozartiana en Gdansk,
MusikFest Bremen y el prestigioso Festival d’Ambronay, donde Divino Sospiro,
orquesta portuguesa invitada, tuvo el honor de participar en dos ocasiones.
Con algunos
problemillas de afinación que hicieron esmerarse a la eficiente concertino Iskrena
Yordanova (el grupo es muy internacional), Divino Sospir fue buen
acompañante, destacando la celista Rebeca Ferri, en perfecta comunión
con Scholl en varios pasajes, cuando Mazzeo parecía delegar momentáneamente el
mando en los instrumentos más destacados y las voces. Hubo un "encore": el número 12 del Stabat Mater, "Quando corpus morietur. Amen".
El concierto
fue un éxito, muy aplaudido y por muchos en pie, aunque quedaron algunas
butacas libres, debido seguramente a que en Madrid capital era festivo ese día
y soleado, con los que muchos habrán preferido la Naturaleza, tan revalorizada
desde los tiempos de la pandemia y ahora a menudo inmisericorde y esquiva porque
no se la respeta. Espero que esta velada litúrgica y solemne, conventual, haya
contribuido a aplacarla, como se hacía con los antiguos dioses de la Grecia antigua.
Alicia
Perris