En 2021, Sebastião Salgado nous faisait l’honneur de venir dans notre studio à l’Institut de France. Membre de l’Académie des beaux-arts, il déployait, avec cette voix douce et grave, les fils d’un destin noué à la lumière. Né au cœur de l’Amazonie, il avait appris à voir, non pour saisir, mais pour offrir. Ses photographies bouleversent par leur infini respect de la dignité humaine et de la beauté farouche du monde. Nous remettons en lumière cette archive, en mémoire d’un homme dont chaque image faisait entendre au creux du silence, la palpitation du monde. |
Xavier Darcos, Chancelier de l'Institut de France
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L'envie de Savoir _______________________ |
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 | Dans le viseur de Sebastião Salgado | Ses photographies nous bouleversent. Le plus souvent en noir et blanc, elles montrent des hommes, des femmes ou des gamins du monde entier, dans leur quotidien, parfois difficile, mais toujours avec un profond respect de leur dignité. Depuis quelques années, elles rendent aussi hommage à la beauté de la nature sauvage, comme une déclaration d’amour à notre mère la Terre. Ces deux aspects fondamentaux du travail de Sebastião Salgado vibrent à l’unisson dans le grand cycle Amazônia qui a fait l’objet d’une exposition à la Philharmonie de Paris. Elle donne à voir la splendeur de la forêt tropicale, avec ses arbres immenses, ses fleuves majestueux, ses montagnes et ses nuages gros de pluies, comme les communautés qui y vivent, riches de savoirs et de rituels. |
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© Institut de France 2025 |
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GALERÍA MAX ESTRELLA. MILER LAGOS
24 Abr - 1 Jun, 2025
Max Estrella presenta la segunda exposición individual de
Miler Lagos en la galería. El artista colombiano muestra una serie de grabados
realizados con la técnica del intaglio a partir de troncos cortados
horizontalmente.
Lagos ha logrado incluir en la exposición una sección de
tronco de un olivo calabrés de 1800 años de antigüedad, que tras sufrir
deterioro durante un traslado fue localizado y recuperado por el artista.
Símbolo y testigo del paso de los siglos en el Mediterráneo, la sección de
olivo representa un fragmento de historia que el artista incorpora a su obra.
Utilizando una prensa que deja impresa la huella del árbol, las obras se
convierten huellas tangibles del tiempo, explorando la relación entre el hombre
y el mundo natural.
Lo más poderoso de estas obras es que fueron soñadas antes
del encuentro. El papel, hecho a mano con algodón puro, fue producido en
talleres de la sabana de Bogotá sin que el artista hubiera visto aún el árbol
de olivo. Todo se pensó desde la distancia.
Cada hoja fue un acto de espera. En
ese mismo lugar se imprimieron los nombres de los territorios donde el olivo ha
echado raíces a lo largo del tiempo, lugares antiguos, memorias que habitan la
geografía de este sin que estuviera presente. Solo al llegar a Madrid se dio el
encuentro.
El olivo milenario recibió por fin la prensa, una prensa que imprime
pero también acuña. Cada grabado lleva el nombre de una antigua moneda fenicia,
como si en ellos también se imprimiera un valor, una historia, un símbolo de intercambio
entre mundos. El olivo también ha sido eso, moneda de cambio, reserva sagrada,
símbolo de riqueza y paz. Como en los antiguos tesoros la serie La Reserva
guarda esta memoria. Cada impresión es única, como si cada hoja de papel
reconociera el cuerpo que durante tanto tiempo había imaginado. Así se dio este
cruce entre dos mundos. – Miler Lagos
Para Miler Lagos (n. 1973, Bogotá, Colombia) el árbol es el
“testigo silencioso del paso del tiempo. Es el registrador de los cambios y los
acontecimientos. Es la sabiduría, la perseverancia, la resistencia y la
fluidez.” Los árboles son archivos vivos, fuerza y arraigo, cuerpos que
sostienen la memoria del mundo sin imponerse sobre él. Sin embargo, el hombre,
se ha concedido el derecho de interrumpir ese registro.
Getsemaní es el nombre de esta exposición, parte del
proyecto La Reserva, una serie de grabados realizados con intaglio a partir de
troncos cortados horizontalmente. La prensa imprime la huella del árbol y las
obras capturan el vestigio del tiempo atravesado por la violencia de la
máquina, permitiendo que la memoria continúe de otra manera. En cada impresión
sobreviven la cicatriz de la motosierra y el óxido de la placa, y con ellos
nace una nueva historia que el árbol comparte con la humanidad.
Miler Lagos expone la marca de la fractura, la cicatriz que
interrumpe la memoria natural, un gesto de dominación que intenta controlar
aquello que lo precede y lo sobrevivirá. La serie evoca agonía y resistencia,
pero también la oportunidad de vivir nuevamente. Getsemaní significa prensa de
aceite, el lugar donde las aceitunas eran trituradas para extraer su esencia.
Aquí la prensa es metáfora de la violencia sobre la naturaleza y del acto de
imprimir como herida, permanencia y contemplación.
Como un sudario, cada obra es testimonio de lo que ha sido
tocado, marcado para siempre. El árbol, que antes acumulaba historia en
silencio, ahora se convierte en el testimonio visible de su propia extinción.
Si el aceite de oliva fue símbolo de lo sagrado, ungüento de reyes y
sacerdotes, la huella se vuelve marca de destrucción y a la vez posibilidad de
reflexión.
En Madrid la serie presenta un caso particular: la impresión
de un olivo milenario que murió en su traslado de Italia a España. Un árbol que
resistió siglos de historia, pero que no sobrevivió al deseo humano de
poseerlo. Impreso, su historia encuentra otra forma de vivir.
El olivo es raíz y frontera del Mediterráneo, patrimonio
biológico e histórico protegido por leyes y por el saber campesino. Ha sido
saqueado y venerado, desarraigado y resguardado. Acompañó imperios, rutas
comerciales y rituales sagrados, cruzó mares y unió culturas. Sirvió de
alimento, moneda y emblema de paz y resistencia. Esa tensión entre violencia y
cuidado, pérdida y permanencia, habita estas obras.
Esta exposición es el vestigio de esa relación tóxica entre
el hombre y la naturaleza. Como la prensa de aceite que desgarra el fruto para
extraer su esencia, cada impresión registra el tiempo detenido, una herida que
no cierra. La obra recuerda la paradoja: la humanidad protege lo que destruye y
celebra lo que aniquila.
Pero lo que parecía el final se transforma en la insistencia
de una presencia, en una forma de continuidad. En esa imagen impresa sobrevive
no solo el árbol, sino el recorrido de una especie que acompañó el nacimiento
de las civilizaciones mediterráneas.
Desde las costas fenicias hasta el extremo
occidental del Mare Nostrum, el olivo delineó el mapa cultural del mundo
antiguo. La obra no solo recuerda lo que fue, sino abre un espacio para lo que
aún perdura. Y es en esa permanencia donde el arte se vuelve espacio de
resguardo, continuidad, posibilidad, celebración y archivo.
https://maxestrella.com/es/exhibition/getsemani-prensa-de-olivo/