Domitila. Fundación Juan March. Compositor y libro: Joao Guilherme Ripper (1959). 22 de septiembre, 2024
Dirección musical y piano Borja
Mariño
Dirección de escena Nicola Beller Carbone
REPARTO
Domitila, marquesa de Santos Ana
Quintans, soprano
Clarinete, Irene Martínez
Navarro
Violonchelo, Esteban Jiménez
EQUIPO ARTÍSTICO Y TÉCNICO
Diseño de escenografía Carmen
Castañón
Diseño de vestuario Pier Paolo
Álvaro y Roger Portal
Diseño de iluminación Pedro
Chamizo
Asistencia de dirección Eduardo
Aguirre de Cárcer
Regiduría y asistente de
producción Nuria Hernando
Asistente de coreografía María
Cabeza de Vaca
Utilería y asistente de
escenografía Cristina Martín Quintero
Caracterización Sara Álvarez y
Moisés Echevarría
Sastrería Isabel Turga
Realización de vestuario Crin
Escénica
Ambientación y atrezo de vestuario
Pier Paolo Álvaro y Roger Portal, Realización de piezas de la Matrix Asociación
de Mujeres Entretejiendo. Realización de escenografía Readest. Montajes y Miguel
Ángel Coso.
Antes del estreno de esta partitura nueva en España, en el Ambigú del Teatro de la Zarzuela, ha tenido lugar la rueda de prensa de presentación de Domitila, ópera de Joao Guilherme Ripper (quien también firma el libreto), sobre el amor imposible del emperador Pedro I de Brasil, con uno de sus amores ilegítimos, una oportunidad valiosa para tender puentes con América, y no solo por el argumento de la obra, sino también porque cumplida su primera década, el formato Teatro Musical de Cámara presenta por primera vez una ópera iberoamericana.
En la rueda de prensa intervinieron la directora del Teatro de la Zarzuela, Isamay Benavente, el director del departamento de Música de la Fundación Juan March, Miguel Ángel Marín, Joao Guilherme Ripper (compositor y libretista), Borja Mariño (director musical), Nicola Beller Carbone (directora de escena), la soprano Ana Quintans (protagonista), Carmen Castañón responsable del Diseño de escenografía y Pier Paolo Álvaro, del Diseño de vestuario.
Esta ópera de cámara relata la relación imposible (al final, cuando se rompen, todos los vínculos lo son, porque son efímeros por necesidad) que el emperador Pedro I de Brasil mantuvo con la marquesa Domitila de Castro en la década de 1820. Para el libreto, Ripper se inspiró en la correspondencia real del emperador y su amante, que sirvió para conformar el libreto.
La producción cuenta con la dirección escénica aérea de Nicola Beller Carbone, interesante, bien sabedora de lo que se puede llevar a cabo con una ópera de cámara en una sala pensada en origen casi exclusivamente para conferencias. la dirección musical de Borja Mariño es acertada, sutil y conforma un todo entre texto y música que consigue entusiasmar al público. Es siempre una apuesta segura.
La voz rica y adecuada de la soprano Ana Quintans, buen fiato, línea de canto bella, suelta, excelente presencia vocal y teatral en escena, supo hacerse cargo de las dificultades variables de la composición, que va perfilando retrospectivamente la historia amorosa del gobernante con la favorita.
Ana Quintans nació en Lisboa y desarrolló sus capacidades artísticas en varias especialidades. Hizo danza, música y se graduó en escultura también y consiguió una beca de la Fundación Gulbenkian para estudiar música en Gantes.
El compositor portugués Luis Tinoco le dedicó partituras y ha sido dirigida por un ramillete de los mejores directores de orquesta, desde el barroco a la música contemporánea.
Irene Martínez Navarro (clarinete) y Esteban Jiménez (violonchelo) dieron lustre y encuadre con maestría a un mensaje que podría haberse quedado corto, deslavazado o sin nervio, para transmitir las emociones y las evoluciones sentimentales de la protagonista, que trae a escena muchos paisajes y personajes de su vida pasada, cuando era feliz y amada. Cumplida su primera década de historia, el formato Teatro Musical de Cámara presenta como novedad una ópera iberoamericana en esta edición.
Recurre para ello al género epistolar, famosos desde hace siglos donde amantes, familiares directos, reyes y reinas, actores y directores de compañías famosas, se escribían billetitos para mantenerse informados, en contacto. Pasó mucho en Inglaterra, en la Francia del Siglo XVIII, algunas misivas forman parte de grandes obras literarias o las coronan, otras son monumentos a la antropología de las épocas, a la esencia de cada Zeitgesit, otras crearon verdaderos problemas políticas y controversias si se utilizaban con fines políticos.
De la música iberoamericana llega poco a Europa, un continente que a menudo gira artísticamente sobre sí mismo, aunque se repitan repertorios, artistas, escenografías, porque prefieren la tranquilidad de ver siempre lo mismo a la curiosidad de descubrir cosas nuevas. Hay un cierto provincianismo en eso. Lo mejor es lo más propio, lo más cercano, lo conocido.
Brasil dio grandes compositores como Heitor Villa-lobos, del que solo se suelen tocar las Bachianas, y Argentina, con Carlos Guastavino en emisiones orquestales o Ginastera, pero Brasil tiene mucho más, en la música popular (recordemos la samba, a Vinicius de Moraes, Toquinho, Maria Creusa en los 60, lo 70), las autóctonas indígenas de los pueblos originarios, el fado de Portugal. A menudo talentosos creadores consiguen transfundir en una maravillosa conjunción sincrética todo ese patrimonio identitario ignorado, disponible y común.
Estrenada en Río de Janeiro en el año 2000, Domitila tiene la apariencia de un monólogo, donde la marquesa reconstruye su romance frustrado al leer las cartas de Pedro I. El emperador mantuvo una relación amorosa con Domitila y con su hermana, dejándolas embarazadas al mismo tiempo. Según el compositor, el romance “escandalizó a la corte brasileña, dio que hablar en Europa y fue un problema político en Brasil y Portugal”.
Tras la muerte de la esposa del emperador en 1826, la relación entre ambos se hizo pública y no terminó hasta tres años más tarde, por exigencia de la nueva prometida de Pedro I. Se puso como condición el destierro de Domitila de Río de Janeiro. Es este momento, el fin de romance, el que Ripper retrata en su ópera.
“Domitila reacciona ante los más mínimos cambios de humor de su amante cuando lee/canta incrédula las cartas y las notas, pero aún se siente presa de sus palabras, como si los renglones escritos fueran grandes cuerdas que la rodean”, detalla Ripper en el programa de mano que acompaña a la producción.
Domitila y Pedro I iniciaron su relación pocos días antes de la independencia de Brasil, en 1822. Y su ruptura fue la condición para que el emperador contrajera un nuevo matrimonio con Amelia de Leuchtenberg. En la escenografía de esta producción, Nicola Beller Carbone ha materializado las ataduras que condicionaron el romance a través de las cuerdas.
“Las cartas de Pedro a Domitila funcionan como una radiografía sentimental, psicológica, social e histórica, y se presentan como imágenes fragmentadas, partes de un todo enigmático y completo”, señala. El yugo que ambos soportan se representa atrapado entre cuerdas, como si fueran un único personaje con distintas apariencias. Se trata de, mientras duró, la fusión amorosa.
El público, con entrada libre, es
seleccionado por sorteo, o haciendo horas antes cola antes de la apertura de la
sala. Si se tiene la condición de “optimates” (figuras reconocidas y de nivel
del foro no hace falta cumplir las condiciones anteriores, algo inseguras e
incómodas). También hubo funciones para escuelas. En todo caso, todos los
públicos suelen disfrutar mucho de estas propuestas.
Alicia Perris
ENTREVISTA A JOÃO GUILHERME RIPPER, COMPOSITOR Y LIBRETISTA DE 'DOMITILA'
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