Museo Arqueológico de Madrid. Concierto de órgano Realejo. Benjamin Alard. Varios autores. Sábado, 18 de octubre. Salas nobles, 18:00 horas.
PROGRAMA
Hernando de Cabezón
(1541-1602), Dulce memoriae (en memoria de su padre)
Pablo Bruna (1611-1679),
Tiento sobre la letanía de la Virgen
Abraham van den Kerkhoven
(1618-1702), Fantasia
Louis Couperin
(1626-1661), Trois fantaisies
John Blow (1649-1708),
Voluntary Morlake Ground
Domenico Scarlatti
(1685-1757), Sonatas K. 287, K. 288 and K. 328
Johann Sebastian Bach
(1685-1750), Sonata & giga all'imitatio Gallina Cucu en D Major BWV
963Canzona BWV 588Capriccio sopra la lontananza del suo fratello dilettissimo
BWV 992
Es una ocasión excepcional y no abundan, para disfrutar de una tarde peculiar en un Madrid lleno de gente y con un perfume no de otoño, sino más bien primaveral.
Habría que situar el lugar, una
de las Salas Nobles del MAN, pavimentos rojos de mármol con vetas, mobiliario
probable del II Imperio (francés), tapices valiosos, artesonado arabizante.
Todo en un perfecto estado de revista y conservación. Unas 250 sillas
aproximadamente para los presentes. Las paredes declinan libros valiosos
perfectamente ordenados y la luz es tenue. De ahí el privilegio de la
oportunidad, abierta a todos los públicos y gratuita, aunque con previa cola.
En este escenario impresionante y
bello, “una de las piezas más singulares y reconocidas de la colección del
Museo es el Órgano Realejo, protagonista desde hace 50 años del ciclo de
Conciertos del Museo Arqueológico Nacional. El lanzamiento de este proyecto,
allá por 1975 -solo interrumpido durante el periodo de restauración del
edificio entre 2008 y 2014- tuvo una doble intención: la museológica, de
mantenimiento y conservación de las piezas maestras que guarda este museo y la
de incorporar, por primera vez de manera continua, la música a la programación
de actividades en un museo estatal”, dicen las autoridades.
Una idea que hasta hace pocos
años parecía pionera, en realidad se trata de correspondencias artísticas que
ya habían sido fluidas, en otras cortes y en otras épocas.
Se puede decir que los conciertos
se han convertido en una pieza clave de la programación cultural del MAN, por
su permanencia y longevidad, disfrutando de una notable afluencia de público y
de buenas críticas por parte de la audiencia.
Son muchos y reconocidos organistas
los que se han puesto al teclado del Realejo, entre los que destacamos a Paco
Guerrero, Anselmo Serna, Maite Iriarte, Presentación Ríos, Álvaro Carretero, la
gran Montserrat Torrent (Premio Nacional de Música 2021), o Silvia Márquez.
Esta vez le ha tocado la
responsabilidad al afamado organista y clavecinista francés Benjamin Alard, enamorado
perdidamente de la música de Bach. Fue precisamente por su interpretación de
este gran compositor que recibió el primer premio en el Concurso Internacional
de Clave de Brujas en 2004.
Fue Elizabeth Joyé quien lo
introdujo por primera vez al clave, con quien estudió en París antes de
trasladarse en 2003 a la Schola Cantorum de Basilea para trabajar con
Jörg-Andreas Bôtticher, Jean-Claude Zehnder y Andrea Marcon. Desde 2005 es toca
el órgano Bernard Aubertin en la iglesia de Saint-Louis-en-l’Ile, en la capital
francesa, donde cada temporada ofrece conciertos dedicados a la música de Bach.
Es invitado con regularidad como solista en ciclos musicales en Europa, Japón y
Norteamérica en recitales y música de cámara y en los principales centros
musicales del mundo, desde París hasta Tokio, Boston, Madrid, Barcelona, Suiza
o Bélgica. Por otra parte, sus grabaciones han recibido siempre elogios de la
prensa y múltiples premios.
El músico comentó- en un español “que tengo que trabajar” - las partituras y las dificultades de penetrar en los secretos de este instrumento difícil y complejo, exponente de lo que ha dado en llamarse, “órgano ibérico”, tal y como explicó, además, luego del recital, una de las responsables de este programa. “Está en un excelente estado-señaló – se fabricó en1728 y es probable que hubiera pertenecido a alguna capilla real, aunque fue donado hace 50 años por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid”. Alard tocó con partituras en papel escritas y muy anotadas a mano, como en los viejos tiempos.
Según Angel de la Lama (“Organos
portátiles, realejos y positivos”, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes), las
características técnicas de este positivo de pie o realejo, contrariamente a
los modelos portátiles anteriores, tiene pedestal propio, en el que se ocultan
generalmente sus dos fuelles de cuña. Su forma general es la de un armario más
o menos artísticamente decorado, según los usos. Dispone de registros partidos,
cuyas correderas (de tres a siete) salen por los costados del secreto. Necesita
para serlo el esfuerzo de cuatro hombres. "Los órganos de mano que llaman
realexos" también se apodan "organillo", "organito titulado
realejo", "órgano chico", "organillo nuevo para las
procesiones del Corpus y su octava"...y son expresiones del siglo XVIII.
En el repertorio barroco como el
escogido, se palpa la constante presencia del contrapunto y una polarización de
la textura hacia el contraste de graves y agudos y se quiebran algunas
tradiciones musicales del Renacimiento.
En cuanto al repertorio, Hernando
de Cabezón era hijo de Antonio y acompañó años a Felipe II y corte.
Conocido y vinculado a la obra de su padre, había nacido en Madrid.
Del compositor español Pablo
Bruna también, nos quedan las referencias del licenciado Núñez, cronista
coetáneo y también conciudadano del primero, que señala que fue el rey Felipe
IV quien lo denominó “el Ciego de Daroca”, como se le viene conociendo de
tiempos lejanos. A juicio de Higinio Anglés, exigía un testimonio documental,
“ya que, algunas de sus piezas son tan geniales y ofrecen tanta dificultad para
un ciego, que hubiera debido dictarlas a sus discípulos, a fin de que las
escribieran sobre el papel, lo que consideramos muy difícil, por no decir
imposible. Es verdad que Antonio de Cabezón fue ciego desde su niñez; pero su
música no ofrece ni con mucho la dificultad que ofrecen algunos de los tientos
de Bruna” (Historia Hispánica).
La familia Couperin es
habitual en el repertorio de clave y órgano y otros instrumentos de su tiempo,
como la viola da gamba. Louis (c. 1626-1661) fue un compositor barroco
francés de esta saga, que realizó contribuciones significativas al desarrollo
de la música barroca para teclado. Hábil clavecinista, organista e intérprete
de viola da gamba, fue uno de los fundadores de la escuela francesa de clavecín
e inventó el género de preludio sin compás para clave. Él y su sobrino François
"El Grande" fueron los más renombrados miembros de su familia.
La mayor parte de la información
sobre la vida de Couperin procede de dos fuentes. Para citar una, los apuntes
de Évrard Titon du Tillet, con un esbozo biográfico que describe algunos
detalles de su vida y la fecha y lugar de composición de unas treinta piezas
para órgano.
Benjamin Alard fue sensible a las coordenadas de tiempo y sobre todo de espacio al elegir las partituras para este concierto, ya que Domenico Scarlatti, estuvo también muy vinculado a España y, de hecho, falleció en este país en1757. Era napolitano, clavecinista y compositor. Poco podría agregarse de un talento como el de Johann Sebastian Bach, amado por unos y por otros, especie de compendio y corpus integral de lo que significa y de cómo se lee la Historia de la música.
Benjamin Alard no es solo un
intérprete. Es un artista: estudia las partituras con dedicación y
meticulosidad y a partir de ahí, en cada situación, construye el sonido y lo
vuelca al espacio. Tiene las dos manos muy potentes y con rapidez, mueve los registros del Realejo de 45 notas (algo más pequeño que otros, de más de 50) y
consigue hacerlo sonar como una orquesta, en una sala que no fue en principio diseñada
para escuchar música, pero que goza de una asombrosa acústica.
Como curiosidades sobre este
músico francés, se podrían recuperar sus declaraciones, cuando dijo, en una
entrevista de Muriel Peyrard (Cercle des Mecènes); “que, para el ritual del
domingo, el servicio de órgano. Un color, un olor, un sonido…el cielo al
amanecer, el amarillo/beige de la piedra de los inmuebles de París y el olor
del café que trae el viento del oeste en Dieppe y también el del incienso
(especialmente después de la misa, cuando se ha esparcido por todas partes y
está casi frío). Y el sonido de las campanas”.
El recital de más de una hora fue
un compendio de inteligencia musical e histórica, consiguiendo un clima sonoro que,
por no frecuentarlo a menudo con este tipo de medios, nos deslumbra aún más. Y
se trata de un instrumento dentro de una familia instrumental especial, la ibérica,
que exige del intérprete-y de la audiencia- una sensibilidad y compenetración
especiales. Hubo muchos aplausos, muy merecidos.
Alicia Perris

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