TRADUCCIÓN DE FRANCISCO LÓPEZ MARTÍN Y VICENT MINGUET. Primera
edición, mayo de 2023.
Es difícil reseñar una obra de Daniel
Barenboim, ya sea un concierto donde toca Bach o Beethoven, las sinfonías
de Mahler, el Tristán e Isolda de Wagner o sus libros, donde resume y sintetiza
su trayectoria con la música, pero también una visión política del universo, el
suyo, compartido con muchos proyectos y gentes.
Cosmopolita, políglota, Barenboim ha tocado para la música, para
sus compositores y también para intentar tejer un diálogo entre poblaciones con
diferentes intereses, enfrentada, tradicionalmente hostiles, como la palestina
y la judía de Israel.
Lo suyo fue un sueño que vio realidades, pero que se revisa
constantemente. Con una cabeza y una interpretación germanizante de la música,
sus emociones son sin embargo más desbordadas, argentinas, a la vieja usanza.
De otros tiempos. Porque el maestro ha vivido en muchos lugares y muchas vidas.
De la misma forma que dirige o discursa en una rueda de prensa,
enmienda un mal gesto con una periodista, pasándole al final un brazo por el
hombro y se decanta por susurrarle al oído, tenuemente, un tango de esos de
toda la vida. O interrumpe la interpretación de El Clave bien temperado de Bach
o una sonata de Beethoven para decirle a un oyente acatarrado en un concierto
que no para de toser: “Hay que ir al doctor, eh! Y continúa tocando como si
todo aquello, menos la música, no fuese con él. Absorto en la belleza, en el
sonido.
Persona y personaje controvertido, amado y vilipendiado por unos y
otros, contemplado con perplejidad y desconfianza por algunos judíos como él,
porque no logran encasillarlo, etiquetarlo o colocarlo en un lecho de Procusto
que se desajusta todo el tiempo. Sucede que Barenboim es así, especial, único,
inteligente y capaz de dar todos los giros de timón y trasluchadas marineras
que hagan falta. Eso desarma a los amigos y seguidores, que lo adoran, y
desconcierta a unos enemigos cada vez más faltos de miras, que lo contrarían o
simplemente, lo cancelan, lo anulan. Ellos se lo pierden…
Para aquellos que son neófitos o quieren recordar su biografía, he
aquí algunos datos disponibles en internet (Wikipedia ). Daniel Barenboim (en hebreo: דניאל ברנבוים; Buenos Aires, 15
de noviembre de 1942) es un pianista y director de orquesta argentino
nacionalizado español, israelí y palestino.
Hijo de músicos (tanto Enrique Barenboim como Aída Schuster, sus
padres, fueron destacados pianistas), debutó en Buenos Aires a los siete años y
fue posteriormente invitado por el Mozarteum de Salzburgo a continuar sus
estudios en esa ciudad, en cuyo festival participó tres años después. Luego
estudió con Nadia Boulanger, Igor Markevitch y en la Academia de Santa Cecilia
de Roma.
En 1952, la familia Barenboim se mudó a Israel. Dos años más tarde,
sus padres lo enviaron a Salzburgo para que tomara clases de dirección con Igor
Markevitch. Allí conoció a Wilhelm Furtwängler, para quien tocó el piano. En
1955, estudió armonía y composición con Nadia Boulanger en París. Y debutó como
pianista en el Mozarteum de Salzburgo2 en 1952, en París ese mismo año, en Londres en 1956 y en Nueva York en 1957, bajo la dirección de
Leopold Stokowski. En los años siguientes realizó regularmente conciertos en
Europa, Estados Unidos, Sudamérica y el Lejano Oriente. Realizó su primera
grabación en 1954. Más tarde grabó sonatas para piano de Mozart y Beethoven y
conciertos de Mozart (interpretando al piano y dirigiendo), Beethoven (con Otto
Klemperer), Brahms (con John Barbirolli) y Béla Bartók (con Pierre Boulez).
Tras su debut como director con la Orquesta Filarmónica de Londres
en 1967, recibió invitaciones de diversas orquestas sinfónicas europeas y
estadounidenses. El 15 de junio de ese mismo año, contrajo matrimonio con la
chelista británica Jacqueline du Pré. En el transcurso de los últimos años de
la vida de du Pré, Barenboim se instaló en París con la pianista Elena
Bashkírova. Un año después de la muerte de du Pré por esclerosis múltiple en
1987, se casó con Bashkírova, con la que tuvo dos hijos, David y Michael.
En 1981, debutó en el festival de Bayreuth, y desde 1991 hasta el
17 de junio de 2006, fue director de la Orquesta Sinfónica de Chicago, cargo al
que accedió en sustitución de George Solti. Tiene varias nacionalidades, entre
ellas la argentina, la española y la palestina. Colaboró además como director
musical general de la Deutsche Staatsoper o Staatsoper Unter den Linden, la
Ópera Estatal de Berlín conocida como Unter den Linden (Bajo los tilos) desde
1992.
Además de sus actividades como pianista y director de orquesta,
Barenboim ha compuesto varios tangos. En diciembre de 2006, dirigió el
Concierto de Año Nuevo en Buenos Aires, cuyo repertorio fue Tango Sinfónico. En
2008, se presentó por primera vez en el Metropolitan Opera de Nueva York, donde
dirigió Tristán e Isolda .En 2009 y 2022 dirigió el Concierto de Año Nuevo de
la Orquesta Filarmónica de Viena. Fue condecorado con la Legión de honor del
gobierno francés.
A partir del 10 de agosto de 2011, es candidato al Premio Nobel de
la Paz por sus diversas actividades a favor de la paz y la convivencia en
Oriente Próximo.
Desde la década de 1960, ha realizado presentaciones en Buenos
Aires en varias ocasiones. Se presentó en el teatro Colón en 1980 con la
Orquesta de París, en 1989 interpretó las variaciones Goldberg de Bach, en 1995
con la Staatskapelle Berlín, en 2000 con la Sinfónica de Chicago y en un
recital de piano conmemorando 50 años de su debut en Buenos Aires, en 2002 para
la integral de sonatas de Beethoven, en 2004 para los dos tomos del Clave bien
temperado de Bach, en 2005 con la West-Eastern Divan Orchestra, en 2006 con un
concierto multitudinario de fin de año ante 50.000 personas junto a la
Filarmónica de Buenos Aires, en 2008 con la Staatskapelle Berlin y en 2010
nuevamente con la West-Eastern Divan interpretando las nueve sinfonías de
Beethoven y en un concierto al aire libre para 60.000 personas y con el coro y
orquesta del Teatro Alla Scala de Milán en el Teatro Colón con motivo del
bicentenario argentino. El 4 de octubre de 2022, anunció que se retiraba a
causa de una enfermedad neurológica grave.
El 7 de julio de 2001, Barenboim dirigió la Staatskapelle de Berlín
en la representación de la ópera de Wagner Tristán e Isolda en el festival de
Israel celebrado en Jerusalén. Fue llamado pronazi y fascista por algunos de
los presentes.
Iba a interpretar el primer acto de La Walkiria con tres cantantes,
entre los que se encontraba el tenor español Plácido Domingo. Sin embargo, las
protestas de los supervivientes del holocausto y del gobierno israelí forzaron
a la organización del festival a buscar un programa alternativo. Pese a estar
en desacuerdo con la decisión, Barenboim accedió a sustituir estas piezas por
composiciones de Schumann y Stravinski. Finalizado el concierto, declaró que en
el bis iba a interpretar una pieza de Wagner, e invitó a aquellos de los presentes
que tuvieran alguna objeción a que abandonaran la sala.
En 1999, junto al escritor estadounidense de origen palestino
Edward Said, al que lo unió una gran amistad, fundó la West-Eastern Divan
Orchestra, una iniciativa para reunir cada verano un grupo de jóvenes músicos
talentosos tanto de origen israelí como de origen árabe o español. Ambos
recibieron el premio Príncipe de Asturias de la Concordia por la iniciativa. En
2004, Barenboim recibió el Premio de la Fundación Wolf de las Artes de
Jerusalén.
El 12 de enero de 2008, después de un concierto en Ramala,
Barenboim aceptó también la ciudadanía palestina honoraria. Se convirtió así en el primer
ciudadano del mundo con ciudadanía israelí y palestina, y dijo que la había aceptado con la
esperanza de que sirviera como señal de paz entre ambos países.
En 2019, se realizó en el Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires
el Festival Barenboim, donde el músico estuvo acompañado por, entre otros, la
pianista Marta Argerich.11
El libro cuenta con una sedosa traducción del inglés, que declina
un español grácil y sobrio, perfectamente reconocible para todos aquellos que
han tenido la suerte de escuchar hablar en público al este director universal.
Está dedicado además a los músicos de la Orquesta West-Eastern Divan. Consta de dos partes, la primera de
capítulos, Sonidos y pensamiento, Escuchar y oír, Libertad de pensamiento e interpretación,
La orquesta, Historia de dos palestinos y Finale y la segunda, tiene varias
entregas, muchas de las cuales son entrevistas o artículos periodísticos sobre
temas dispares pero siempre concéntricos, como los apartados “Tengo un sueño”,
los dedicados a Bach, Pierre Boulez, Mozart y Don Giovanni, su orquesta
West-Eastern Divan, Wilhem Furtwängler, “Edward Said en el recuerdo” o el último,
“Sobre la doble ciudadanía”.
Los escritos se cierran con un cuidado índice analítico y un
preludio que se podrá disfrutar en el audio, con indicaciones al lector lo que
podrá disfrutar en este libro. Que así sea.
Leído por la editorial
Acantilado, que ahora nos trae sus últimas reflexiones por el momento,
mientras descansa de una enfermedad que lo ha obligado a repensar sus
actividades, “La música tiene la extraordinaria cualidad, entre otras, de ayudarnos a
configurar nuestra idea del mundo. Por más que los puristas insistan en que lo
personal, lo político, lo social y lo artístico no deben mezclarse, Daniel
Barenboim recuerda en este inspirador texto que la escucha y el conocimiento de
las músicas más variadas indica precisamente lo contrario.
Apelando a su inquebrantable compromiso con la paz entre Israel y
Palestina, examina el increíble potencial de la música para acercarnos, tender
puentes y comprender al otro. La música despierta el tiempo revela así el
fascinante poder del fenómeno musical no sólo para arrojar luz sobre la
condición humana, sino también para dar respuesta a algunos de los mayores
retos a los que hacemos frente”.
Comentarios de la
prensa, información de la editorial
«Es el mejor libro sobre música que se ha publicado desde hace
años. La categoría intelectual y humana de Daniel Barenboim se percibe en todo
el libro y convierte al autor, no sólo en un gigante de la música europea, sino
en la persona que mejor ha entendido la dimensión intelectual y espiritual de
la música, y, por eso mismo, el papel que podría jugar en la formación de la
ciudadanía de cualquier país».
Jordi Llovet, El País (Quadern)
«El pianista y director de orquesta se rebela contra los que
mantienen que no hay que mezclar el arte con lo personal. Su compromiso (incluido
el político) guía este libro, en el que el ensayo y la reflexión vienen
apoyados por referencias con nombre propio».
El Cultural
«Estamos ante un conjunto de ensayos y reflexiones ciertamente
estimulante. Porque a decir verdad Barenboim no sólo es un genial músico sino
que es un pensador audaz, capaz de confrontarse con los grandes interrogantes
que han ocupado a los más célebres filósofos desde hace siglos».
Alejandro Martínez, Platea Magazine
«Original ensayo recopilatorio que se convierte, de manera
práctica, en la defensa de un ideario vital y profesional, además de un alegato
apasionado a favor de la música, de su poder inmenso sobre el ser humano, tanto
a nivel individual como colectivo».
Cosme Marina, La Nueva España
«Indudablemente, La música despierta el tiempo es un libro
necesario para comprender que a través del prisma de la música la vida se
vislumbra mejor. Como decía el célebre director de orquesta Leonard Bernstein,
‘la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido’ y
parece que Barenboim está de acuerdo con esa filosofía de vida».
Preslava Boneva, The Objective
«La reflexión que predomina en este libro y, en realidad, en todo
lo que Barenboim dice, escribe y hace desde hace ya una treintena de años,
surge de la capacidad moral y la potencia transformadora de la música, que él
está decidido a aplicar al avispero de Oriente Medio».
Álvaro Guibert, El Cultural
«Al margen de su visión particular de la música, los textos
desvelan una visión del arte sonoro no sólo como afirmación, sino también como
escuela de la vida».
P. J. V., Diario de Sevilla
Recopilaciones, información y comentarios,
Alicia Perris