Como parte de una de las propuestas musicales para
clausurar el año que se organizan en Europa, la Orquesta Clásica Santa Cecilia
que pertenece a la Fundación Excelentia, presidida por Javier Martí Corral,
ofreció en Madrid una velada con una primera parte con El Vals del Emperador,
de J. Strauss hijo, el vals La Música de las Esferas de Josef Strauss y el
Burlesque para Piano y Orquesta de Richard Strauss.
Las dos primeras son obras tradicionales del
repertorio del Concierto de Año Nuevo que se celebra en Viena todos los primero
de año en la sala de la Musikverein y el Burlesque, una obra menor de Richard
Strauss más conocido por sus óperas y sus poemas sinfónicos.
El comienzo demostró enseguida que se trataba de
una orquesta a pleno rendimiento, con una musicalidad y un saber hacer
esmaltados en la dirección de Donato Cabrera.
El maestro Cabrera se incorporó a la San Francisco
Symphony como director residente en 2009 y fue en el Festival de Salzburgo
alumno del conocido director Herbert von Karajan.
Se especializó en dirección musical en la
Universidad de Indiana y en la Manhattan School of Music y vocacionalmente se
ha orientado hacia la educación musical para ayudar a desarrollarse a jóvenes
talentos de la San Francisco Opera, Lyric Opera de Chicago, entre otras
instituciones.
Por su parte, María Radutu, joven concertista de
piano, enriqueció el Burlesque con una técnica depurada y una sensibilidad que
casaba a la perfección con la ejecución de la orquesta con cuyo desempeño se la veía muy
compenetrada. Buena conocedora de la obra de Strauss con notables dificultades
para el intérprete que desarrolló con soltura, continuará sin duda con una
trayectoria brillante que ya ha comenzado a despuntar en la actualidad.
A Richard Strauss le gustaban las obras de la
familia creadora de valses, lo cual probablemente explicara el perfume que la
obra del compositor de Don Juan o Salomé exhala por momentos de los músicos que
celebraban con alegría los últimos fogonazos de la Viena fin- de- siècle.
Así habló Zarathustra (1896) sobre un trabajo de
Friedrich Nietzsche es una partitura de forma libre y fantástica, cuyo comienzo
inspiró a menudo a conocidas obras cinematográficas. En la batuta de Donato Cabrera
sonó con toda la magnificencia y el esplendor que le pertenecen.
La Polka Truenos y relámpagos abrió la segunda
parte de la noche con brío, para continuar con el ya clásico Danubio Azul (ambas
de Johan Strauss hijo) con un curioso rubato y terminar en el mejor estilo
vienés de fin de año con la Marcha a Radetzky, acompañada por los aplausos del
público.
Radetzky fue un militar austríaco que sofocó sin
piedad los levamientos de los patriotas de las tierras sojuzgadas que
engrandecían el Imperio Austrohúngaro, de una dureza ejemplar durante y después
de las batallas, pero por esas circunstancias inexplicables del destino y el
gusto de los públicos, cierra ahora alborozadamente los conciertos con los que
se desea la felicidad para un año mejor.
El Auditorio estaba completo. No hubo propinas porque el concierto duró por sí solo más de dos horas, pero el público se fue a casa muy contento, después de haber aplaudido mucho.
Alicia Perris