CABARET JUDÍO, CON ALICIA PERRIS – El cabaret primigenio no era tan trasgresor y contestatario
como llegó a serlo en su auge en el Berlín de la República de Weimar, con sus sugerencias
sexuales y su corrosivo humor político. Pero no fue el único “habitat” en que
creció: desde los locales clandestinos de la Ley Seca y el jazz, a las tabernas
vanguardistas de París, fue un género propicio para el experimento social de
artistas crecidos en ambientes académicos pero abiertos a nuevas formas de
comunicación. Un fascinante paisaje nutrido de creaciones de judíos, por el que
empezamos a transitar de la mano de Alicia Perris
martes, 31 de mayo de 2016
domingo, 29 de mayo de 2016
GLUCKSMANN Y EL ETERNO RETORNO A VOLTAIRE
Llega a las librerías la versión en
español de ‘Voltaire contraataca’, el libro póstumo del pensador francés
fallecido hace seis meses
El ensayista propone releer al
autor de 'Cándido' como medicina frente a los males del mundo actual
André Glucksmann, en 2010 en Madrid. CRISTÓBAL MANUEL
Siempre que el viento viene negro se acaba echando
mano de Voltaire. En 1989 el ayatolá Jomeini dictó una fatwa condenando
a muerte a Salman Rushdie y en una pared de Londres apareció una pintada
icónica: “Que alguien avise a Voltaire”. En enero de 2015 los hermanos Kouachi
asaltaron la sede de Charlie Hebdo y mataron a 13 personas y,
en pocos días, los libreros de París y las listas de Amazon comprobaron
incrédulos cómo un libro escrito unos 250 años antes,Tratado sobre la
tolerancia, se convertía en
un fenómeno de ventas. Y antes de aquella masacre al grito de
“¡Al- lahu akbar!”, en 2014, como veía que la humanidad y su hábitat, el mundo,
se empeñaban en suicidarse cada día un poco más, André
Glucksmann creyó necesario escribir una nueva reivindicación de
Voltaire. Al año siguiente, el 9 de noviembre de 2015 —cuatro días antes de los
atentados de París— Glucksmann (Boulogne-Billancourt, 1937) moría en la capital francesa. Y ahora, seis meses después, Voltaire
contre-attaque llega a las librerías en su versión en español (Voltaire
contraataca,editado por Galaxia Gutenberg).
Es el libro póstumo del autor de ensayos lúcidos y
controvertidos sobre la evolución política del siglo XX como La
cocinera y el devorador de hombres, Los maestros pensadores o La
tercera muerte de Dios. Un intelectual respetado, idolatrado y odiado por igual que sobre los
adoquines de mayo del 68 fue maoísta, que abjuró del marxismo y que acabó
reconvertido, en el plano internacional, en defensor de las políticas de EE UU
e Israel y de los bombardeos contra Irak (y en Pepito Grillo de las causas
chechena, georgiana y ucrania frente a uno de sus grandes ogros, Vladimir
Putin, lo que argumenta en el libro) y, en el ámbito doméstico, en adalid de la
causa Sarkozy. "Lo que nos sirvió para aprender el valor de la amistad:
superamos aquel trance sin un rasguño en nuestra relación personal",
escribe Josep Ramoneda en el prólogo del volumen.
Un mensaje
claro
Lo que parece seguro es que el viejo discípulo de Raymond Aron no se despidió con un
libro así porque sí. Su mensaje, lo dijo él en su día, estaba claro:
reivindicar, desde una relectura comentada y apoyada en un gran número de
notas, la obra de Voltaire en general y su cuento filosóficoCándido o el
optimismo en particular, como símbolos inalterables de la lucha contra
las tres ies: el integrismo (o fanatismo), la ignorancia y la indiferencia.
La clave de por qué y cómo entronca Glucksmann con
el viaje alucinado de Cándido, ese antihéroe volteriano que recorre el mundo y
sufre en sus carnes la tragedia del ser humano, puede estar en esta frase,
recogida en el libro: “He dedicado mi vida adulta a combatir el beatífico
optimismo de los dogmáticos, de los idealistas, de los bienaventurados
ideólogos convencidos del progreso ineluctable de la Historia, he intentado
desbaratar la engañosa benevolencia de los estafadores que prometen el paraíso
así en la tierra como en el cielo mientras nos conducen al infierno”.
“Todo aquel que tenga el poder de hacerte creer
tonterías, tendrá el poder de hacer que cometas injusticias”.
“Nunca veinte volúmenes en papel harán una
revolución. Son los libros portátiles los que deben temerse. Si el Evangelio
hubiera costado 1.200 sestercios… la religión cristiana nunca se habría
establecido”.
“No me gustaría ser feliz a condición de ser un
idiota”.
“Los que creen que el dinero lo es todo, suelen
hacer de todo por dinero”.
“El universo es una inmensa disputa de bandidos
abandonada a su suerte”.
“Si algún poder ha amenazado alguna vez la tierra
entera es el de los califas”.
El autor de Voltaire contraataca saca
partido del infinito sarcasmo que habita las páginas del cuento filosóficoCándido
y el optimismo y lo erige en metáfora de los horrores y los errores
contemporáneos del género humano. Sobre todo, Glucksmann arremete contra el
cinismo disfrazado de buenismo que encarna el filósofo Pangloss, el tutor del
pobre Cándido y que representa sin asomo de duda —en la pluma de Voltaire— ese
ideal del mejor de los mundos posibles que edificó la filosofía de Leibniz. Voltaire, y
una vez más Glucksmann, abjuran del optimismo histórico de Leibniz y lamentan
las hipócritas ganas de salvar a la humanidad que tienen los poderosos de altar
y de palacio. Es el espíritu ilustrado en toda su eclosión.
Su credo moral: es mentira que todo acabará bien
porque alguien nos quiera convencer de ello, el mundo es lo que es porque “un
hombre es torturado en la rueda y eso es más que suficiente, es lo que deshonra
al creador del orden, al verdugo y a cada uno de nosotros”. Voltaire nos viene
a decir que el mal es irremediable pero que por cuestiones morales estamos
obligados a la subversión. André Glucksmann asume el principio, y frente al
ansia de influencia y poder de los papas, Lenin, Hitler, Putin o el
fundamentalismo islámico propone la elegante disidencia de Vaclav Hàvel, el
absurdo de Ionesco y la rebelión de Lou Reed.
François-Marie Arouet —Voltaire— defiende a
los desharrapados y lanza una especie de grito que molesta
profundamente al orden establecido y biempensante del siglo XVIII (recuérdese
que estuvo preso dos veces en La Bastilla básicamente por eso, por tocar las
narices al poder): “Desarraigados del mundo, uníos”. André Glucksmann coge el
guante y escribe sobre los nuevos desarraigados: “La permanente ruptura de las
fronteras económicas y espirituales ha llevado a millones de asiáticos,
sudamericanos y africanos a un modo de vida, de producción y de consumo que era
para ellos terra incognita (…) Las izquierdas europeas, que se definen como
humanistas, y las derechas, que se dicen caritativas, refunfuñan a la hora de
felicitar a dos tercios del género humano por su ascensión no al ‘mejor de los
mundos’ sino a una condición comparable a la nuestra”.
Hace cosa de un año, Fernando Savater publicó el libro Voltaire
contra los fanáticos (Ariel), una antología de textos
del pensador y escritor francés. El título lo decía todo. ¿Por qué leer, por
qué seguir leyendo a Voltaire? Savater lo tiene claro y antepone, a otras
razones, una con la que se siente identificado hasta el tuétano: la del uso de
la razón como arma arrojadiza frente a desidias, fatalismos, ignorancias y
abusos. Para ello, nada como tomarse un Voltaire: “¿Por qué leerlo hoy? Porque
fue alguien que se preocupó por los distintos, por esos personajes que llamamos
‘diferentes’ pero que según él habían de ser comprendidos desde la misma razón:
Voltaire demostró que el elemento racional es el que nos une a todos. Porque
cuando nos ponemos en el folclore, todos somos muy diferentes, pero cuando nos
ponemos en la razón, en eso que él llamaba el espíritu geométrico y analítico,
todos nos parecemos mucho… y esa es la base para empezar a entenderse. Cuando
empezamos a buscar definiciones en lugar de solo tradiciones y leyendas,
estamos todos bastante de acuerdo”.
La segunda razón atiende más al carácter viajero
—y militante, por qué no decirlo— del autor de Cartas filosóficas en
lo relativo al Viejo Continente. “Fue uno de los primeros europeístas”, explica
Savater, “y el primero que dijo que Europa era un país compuesto de naciones. Y
hoy todo eso nos puede parecer trivial pero en su época no era, desde luego,
aceptado por todos. Esa capacidad suya de moverse por Europa, de esconder los
males de un país en otro… hace de él una figura muy europea”
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/05/28/actualidad/1464441144_653062.html
viernes, 20 de mayo de 2016
LA HORA DE JOAQUÍN TORRES-GARCÍA
Inclasificable y conmovedor, el
uruguayo fue moderno contra la modernidad, un creador que jamás se entregó a
promesas teleológicas. Una retrospectiva organizada por el MOMA llega ahora a
España e ilumina su trayectoria
Joaquín Torres-García en su estudio.
Debemos a los vigilantes del MOMA una observación
muy reveladora acerca no ya de cierta condición del arte moderno, sino, más
exactamente, acerca del espíritu de lo moderno, como decíamos antes, en
general. Pero debemos a Luis Pérez-Oramas, conservador de arte latinoamericano
y comisario de esta exposición excelente (producida por el museo neoyorquino,
la Fundación Telefónica y el Museo Picasso de Málaga), haber seguido la pista
que los vigilantes le indicaban —son ellos quienes han pasado más tiempo ante
las obras— tras hacerle ver que los muchos relojes pintados por Joaquín Torres-García en
sus características pinturas-retablo de los años treinta marcan todos la misma
hora, a un par de minutos de las once menos veinte, un poco como los de las
fotos publicitarias señalaban siempre las diez y diez. Así Pérez-Oramas ha
entendido y nos ha ayudado a entender el arte decisivo de Torres desde su
experiencia de la temporalidad moderna, tan disociada y conflictiva como para
constituirse en obsesión por lo uno, lo único, lo sencillo; es decir, por todo
aquello que, siendo su contrario, era tomado en esa vivencia por dolorosamente
perdido.
A diferencia del tiempo que
llamaríamos “antiguo” y del nuestro contemporáneo (por razones distintas,
claro), el tiempo moderno sólo es accesible a una experiencia o vividura
desgarrada, tensa, y es a su vez ese dolor lo que sólo y honestamente puede ser
vivido ahí, por mucho que los modernos y los antimodernos retroactivos se
empeñen en zanjar las cosas de mala manera invocando todavía las contraseñas,
ya puramente estéticas, de la revolución o la reacción. En este sentido,
Baudelaire habría encarnado una primera subjetividad especialmente sensible a
esa temporalidad sin paz ni soluciones, partida entre el vértigo de la fuga y
la lejanía de la eternidad. Pero el ejemplo de Torres-García nos muestra a un artista cuyo pasar por los
movimientos y estilos del tiempo no fue sino eso, un pasar, sin
entregarse a las promesas teleológicas de cada cual ni acatar el argumento que
sucesivamente los amortizaba (como a los hombres) al paso progresivo de la
historia.
Joaquín Torres-García, hijo de catalán de Mataró,
nació en Montevideo en 1874 y a los 15 años vino a Barcelona, donde se formó en
el célebre Cercle Artístic de Sant Lluch; acabaría siendo unnoucentista de
primera y, reconocido así por Xènius en La Ben Plantada, sus
pinturas rimaron a la perfección con la poética más o menos neogriega del
rústico Mediterráneo (sus hijos se llamaron Augusto, Ifigenia, Olimpia y
Horacio). Pero en 1917, coincidiendo con su caída en desgracia y la del propio
Xènius a la muerte de Prat de la Riba, entró en contacto con Rafael Barradas,
un compatriota que se había fijado en el hormigueo frenético de la ciudad
moderna: el otro tiempo. La ciudad. Su vorágine. Su inestabilidad, en todo
opuesta a la melodía armoniosa de las escenas mitológicas. En 1920 vio en Nueva
York lo que Barradas ya le había hecho ver en Barcelona.
Poco después pintó unas naturalezas muy sintéticas y
hermosas, como parientes de Derain o Marquet; luego pasaría por
Italia (pintó también con ecos Sironi o Carrà) y por París, donde vio la
exposición Les arts anciens de l’Amérique —hoy tengo en las
manos el pequeño catálogo: Les Editions G. Van Oest, 1928— y descubrió el nuevo
campo de pruebas indigenista que, labrado primeramente por él, acabaría
forjando la invención plástica de América. Pero ni la aventura junto a los
abstractos parisienses de Cercle et Carré, ni su paso por Madrid, ni el regreso
a Uruguay en 1934 y la fundación de Arte Constructivo lo encauzaron por el raíl
de la historia progresiva (un progresista y un gnóstico son agua y aceite) y
fue moderno contra la modernidad, la manera más con más de serlo puramente.
En realidad, las retículas de sus
frisos barceloneses aparecen de nuevo bajo los casilleros de los años treinta,
incluso los regatos de Teócrito vuelven a última hora en latitudes australes;
el tomismo de Torras i Bages retorna bajo proporción áurea o en clave mística y
esotérica (seguramente pintaba sus relojes bajo alguna persuasión pitagórica)…
Lo crucial, lo verdaderamente decisivo de su arte pobre, tosco, siempre
conmovedor, carnal, sucio y oscuro —esto es lo que entra en guerra permanente
con su elucubración espiritual y simbólica— es que revela el deseo imposible de
hacer coincidir Arcadia y Utopía, Arqueología y Construcción, un tiempo
inmemorialmente perdido y un futuro que se resiste a su fabricación anticipada,
partido entre los dos.
Más atrás incluso que Baudelaire, como si su hora
única —el Uno primordial, lo universal, lo eterno— señalara la
más vieja herida de la que brota lo moderno, cuando veo la emocionante rudeza
de sus juguetes, Torres me lleva al “juego” del que habla Schiller en las Cartas
sobre la educación estética del hombre (1795) como sinónimo de
plenitud, como síntoma de un tiempo y un espacio curados de la dispersión en
una especie de intemporalidad compartida por la infancia del hombre y la
infancia del mundo. También me acuerdo de aquel otro pasaje de Hofmannsthal en Sobre
el teatro de marionetas (1810) que habla de la puerta cerrada del
paraíso y de quien, sin regreso posible sobre sus pasos, expulsado por el
tiempo de su tiempo, dará la vuelta al mundo (a los estilos, a las formas) por
ver si ha quedado abierta la puerta de atrás.
Joaquín Torres-García. Un moderno
en la Arcadia. Fundación Telefónica. Fuencarral, 3. Madrid. Del 19 de mayo al 11 de
septiembre.
IL Y A UN SIÈCLE, LES ACCORDS SYKES-PICOT REDESSINAIENT LE MOYEN-ORIENT
En catimini, le 16 mai 1916, les accords
Sykes-Picot sont signés entre Britanniques et Français, dépeçant l’Empire
ottoman. Un siècle plus tard, la région est plongée dans un chaos total, posant
la question d’une refonte des frontières devenues plus instables que jamais.
Le 16 mai 1916, en pleine Première Guerre
mondiale, après des mois d’échanges épistolaires entre Paul Cambon, ambassadeur
de France à Londres, et Sir Edward Grey, secrétaire d’Etat au Foreign Office,
l’orientaliste et conseiller pour le Moyen-Orient au Foreign Office Sir Mark
Sykes et le diplomate français François Georges-Picot signent le document qui
va redéfinir les frontières du Moyen-Orient.
Dans un bureau de Downing Street, Paris et Londres se répartissent les
provinces arabes de l’Empire ottoman alors rallié à l’Allemagne. Les accords
Sykes-Picot sont tenus secrets avant d’être révélés en 1917 lors de la
révolution d’Octobre en Russie, les bolchéviques découvrant une copie du texte
dans les archives du ministère des Affaires étrangères.
Malgré les promesses d’indépendance faites aux Arabes, la France et la
Grande-Bretagne découpent ainsi le Moyen-Orient : une zone rouge formée par la
Mésopotamie est sous administration directe de la Grande-Bretagne tandis que la
France s’approprie une zone bleue comprenant le Mont-Liban, la côte syrienne et
la Cilicie.
La Palestine est pour sa part internationalisée, Jérusalem étant une ville sainte pour les trois monothéismes.
Pour le reste, les Etats arabes indépendants gérés par les Hachémites sont partagés en deux zones d’influence et de tutelle : la zone A au nord revient à la France et la zone B, au sud, à la Grande-Bretagne.
Cent ans plus tard, à l’exception de la Palestine et de la Transjordanie devenue Jordanie (la déclaration Balfour de novembre 1917 prévoyant la création d’un Foyer national juif), les lignes créées par les accords Sykes-Picot sont toujours en place, tant bien que mal.
« Ces découpages territoriaux ont été d’une importance capitale puisqu’ils ont déterminé arbitrairement pour chacun de ces Etats sa superficie, sa configuration géographique, la structure de sa population, ses potentialités économiques, ses possibilités d’accès à la mer, l’identité de ses voisins*. »
La Palestine est pour sa part internationalisée, Jérusalem étant une ville sainte pour les trois monothéismes.
Pour le reste, les Etats arabes indépendants gérés par les Hachémites sont partagés en deux zones d’influence et de tutelle : la zone A au nord revient à la France et la zone B, au sud, à la Grande-Bretagne.
Cent ans plus tard, à l’exception de la Palestine et de la Transjordanie devenue Jordanie (la déclaration Balfour de novembre 1917 prévoyant la création d’un Foyer national juif), les lignes créées par les accords Sykes-Picot sont toujours en place, tant bien que mal.
« Ces découpages territoriaux ont été d’une importance capitale puisqu’ils ont déterminé arbitrairement pour chacun de ces Etats sa superficie, sa configuration géographique, la structure de sa population, ses potentialités économiques, ses possibilités d’accès à la mer, l’identité de ses voisins*. »
Carte du découpage du Moyen-Orient
suivant les accords Sykes-Picot
Des accords stratégiques
Les intérêts des
Empires français et britannique à ces accords ne sont pas seulement
énergétiques. Pour les Français, ils sont aussi culturels. Bien avant 1916, la
France a une influence scolaire et culturelle considérable en Syrie, certains
parlant alors d’une « France du Levant ». Pour les Britanniques, il s’agit
d’intérêts stratégiques.
Il leur faut absolument maîtriser le Moyen-Orient, passage obligé de la route des Indes. « Il fallait bien que ces deux empires s’entendent, et pas seulement dans la région.
Donc, il y avait nécessairement un compromis à trouver », explique Jean-Paul Chagnollaud, directeur de l’Institut de recherche et d’études Méditerranée-Moyen-Orient (Iremmo). « La division du Moyen-Orient en plusieurs Etats n’était pas en soi condamnable : les Hachémites l’avaient envisagée dès le début en faveur des fils ainés de Hussein.
Mais elle s’est opérée contre la volonté des populations », analyse l’un des plus grands spécialistes de la région Henry Laurens, professeur au Collège de France. Parce que les accords Sykes-Picot ont imposé des frontières à des populations qui en voulaient d’autres et que les Arabes ont vécu ces accords comme une trahison et une injustice.
« Les Arabes ont dû s’y plier, poursuit Jean-Paul Chagnollaud, mais certains ont su y résister. C’est le cas des Turcs. »
Il leur faut absolument maîtriser le Moyen-Orient, passage obligé de la route des Indes. « Il fallait bien que ces deux empires s’entendent, et pas seulement dans la région.
Donc, il y avait nécessairement un compromis à trouver », explique Jean-Paul Chagnollaud, directeur de l’Institut de recherche et d’études Méditerranée-Moyen-Orient (Iremmo). « La division du Moyen-Orient en plusieurs Etats n’était pas en soi condamnable : les Hachémites l’avaient envisagée dès le début en faveur des fils ainés de Hussein.
Mais elle s’est opérée contre la volonté des populations », analyse l’un des plus grands spécialistes de la région Henry Laurens, professeur au Collège de France. Parce que les accords Sykes-Picot ont imposé des frontières à des populations qui en voulaient d’autres et que les Arabes ont vécu ces accords comme une trahison et une injustice.
« Les Arabes ont dû s’y plier, poursuit Jean-Paul Chagnollaud, mais certains ont su y résister. C’est le cas des Turcs. »
Des frontières à l’épreuve du
réel
Si les lignes
tracées par les accords Sykes-Picot ont instauré des frontières artificielles,
faisant fi des diversités ethniques et religieuses des populations, aucun
événement n’est parvenu en un siècle à les ébranler, même pas le panarabisme de
Gamal Abdel Nasser puisque la République arabe unie (RAU) ne vivra que trois
ans (1958-1961).
« En tant que découpage territorial, le partage a duré, essentiellement parce que les nouvelles capitales et leurs classes dirigeantes ont su imposer leur autorité sur le nouveau pays (…) Quand le nationalisme arabe reviendra en force, il ne reconnaîtra pas la légitimité de ce découpage et appellera à la constitution d’un Etat unitaire, panacée à tous les maux de la région. Les Etats réels seront ainsi frappés d’illégitimité et durablement fragilisés.
La constitution du Foyer national juif entraînera la région dans un cycle de conflits qui semble loin de se terminer », analyse Henry Laurens dans les colonnes du Monde diplomatique en 2003, année de l’invasion américaine en Irak qui a contribué à faire voler en éclat les frontières.
Mais aujourd’hui, les accords Sykes-Picot sont mis à l’épreuve des révolutions arabes, certains allant jusqu’à imaginer la création d’un Sunnistan, d’un Kurdistan et de plusieurs Chiistan.
Une « balkanisation » du Moyen-Orient, en quelque sorte. Pour le directeur de l’Iremmo, il faut prendre le problème à l’envers, sachant par exemple que beaucoup de chiites, de sunnites, se sentent d’abord Irakiens ou Syriens et que de nombreux nationalismes locaux se sont développés dans les Etats de la région.
Les frontières ont ainsi pris de la consistance. « La vraie question est la suivante : quels sont les peuples qui aujourd’hui veulent un toit politique et qui n’en ont pas ? Ceux qui réclament un territoire sur lequel ils pourront être maîtres de leur destin.
Et actuellement il y a deux peuples qui le veulent : les Palestiniens et une partie des Kurdes (ceux du nord de l’Irak puisque les Kurdes de Turquie savent eux qu’il n’en est pas question et réclament plutôt un fédéralisme, comme revendiquent depuis peu les Kurdes syriens). »
« En tant que découpage territorial, le partage a duré, essentiellement parce que les nouvelles capitales et leurs classes dirigeantes ont su imposer leur autorité sur le nouveau pays (…) Quand le nationalisme arabe reviendra en force, il ne reconnaîtra pas la légitimité de ce découpage et appellera à la constitution d’un Etat unitaire, panacée à tous les maux de la région. Les Etats réels seront ainsi frappés d’illégitimité et durablement fragilisés.
La constitution du Foyer national juif entraînera la région dans un cycle de conflits qui semble loin de se terminer », analyse Henry Laurens dans les colonnes du Monde diplomatique en 2003, année de l’invasion américaine en Irak qui a contribué à faire voler en éclat les frontières.
Mais aujourd’hui, les accords Sykes-Picot sont mis à l’épreuve des révolutions arabes, certains allant jusqu’à imaginer la création d’un Sunnistan, d’un Kurdistan et de plusieurs Chiistan.
Une « balkanisation » du Moyen-Orient, en quelque sorte. Pour le directeur de l’Iremmo, il faut prendre le problème à l’envers, sachant par exemple que beaucoup de chiites, de sunnites, se sentent d’abord Irakiens ou Syriens et que de nombreux nationalismes locaux se sont développés dans les Etats de la région.
Les frontières ont ainsi pris de la consistance. « La vraie question est la suivante : quels sont les peuples qui aujourd’hui veulent un toit politique et qui n’en ont pas ? Ceux qui réclament un territoire sur lequel ils pourront être maîtres de leur destin.
Et actuellement il y a deux peuples qui le veulent : les Palestiniens et une partie des Kurdes (ceux du nord de l’Irak puisque les Kurdes de Turquie savent eux qu’il n’en est pas question et réclament plutôt un fédéralisme, comme revendiquent depuis peu les Kurdes syriens). »
Daech bouleverse les accords
En juin 2014, le
mur de sable qui marquait la frontière des accords Sykes-Picot entre la Syrie
et l’Irak est détruit par le groupe Etat islamique. Tout un symbole. Les
jihadistes du groupe EI, comme en leur temps ceux d’al-Qaïda, balaient dès leur
arrivée les accords, voulant établir un califat au Moyen-Orient et en finir
avec ce qu’ils nomment « le complot occidental ». Les tentatives de panarabisme
ayant échoué, l’islam est pour Daech l’élément fédérateur des peuples de la
région face à la « domination étrangère ».
Lors de la proclamation de leur califat, les jihadistes publient une vidéo intitulée La Fin de Sykes-Picot. « Cette progression bénie ne s’arrêtera pas avant d’avoir fini de clouer le cercueil de la conspiration Sykes-Picot », y clame Abu Bakr Al Baghdadi après avoir envahi une partie de l’Irak et de la Syrie et gommé les frontières.
Pour le groupe EI, les musulmans sont aliénés par l’Occident. « Daech a transformé les accords secrets signés voilà un siècle en une question politique brûlante et contemporaine », note Rashid Khalidi, historien à l’université Columbia et titulaire de la chaire créée pour Edward Saïd en études arabes modernes.
Et l’historien de poursuivre : « Les gens qui dirigent l’organisation Etat islamique sont d’anciens cadres de l’Irak de Saddam Hussein que l’idiotie des décisions américaines, après l’intervention de 2003, a jeté dans les bras des extrémistes. Ces gens savent parfaitement gérer un Etat, avec férocité et brutalité, mais aussi avec efficacité. Ils sont donc soucieux des frontières, même s’ils sont également pris dans des rhétoriques religieuses, voire apocalyptiques. »
Lors de la proclamation de leur califat, les jihadistes publient une vidéo intitulée La Fin de Sykes-Picot. « Cette progression bénie ne s’arrêtera pas avant d’avoir fini de clouer le cercueil de la conspiration Sykes-Picot », y clame Abu Bakr Al Baghdadi après avoir envahi une partie de l’Irak et de la Syrie et gommé les frontières.
Pour le groupe EI, les musulmans sont aliénés par l’Occident. « Daech a transformé les accords secrets signés voilà un siècle en une question politique brûlante et contemporaine », note Rashid Khalidi, historien à l’université Columbia et titulaire de la chaire créée pour Edward Saïd en études arabes modernes.
Et l’historien de poursuivre : « Les gens qui dirigent l’organisation Etat islamique sont d’anciens cadres de l’Irak de Saddam Hussein que l’idiotie des décisions américaines, après l’intervention de 2003, a jeté dans les bras des extrémistes. Ces gens savent parfaitement gérer un Etat, avec férocité et brutalité, mais aussi avec efficacité. Ils sont donc soucieux des frontières, même s’ils sont également pris dans des rhétoriques religieuses, voire apocalyptiques. »
CREAR PARA VIVIR EN EL TEATRO REAL
"La lección que me han forzado
a aprender este año y que no olvidaré jamás es que no soy alemán, no soy
europeo, en realidad casi no soy un ser humano, sólo soy un judío."
Arnold Schönberg
El arte como evasión y rebeldía en
tiempos de dolor y opresión vertebrará en mayo y junio la programación del
Teatro Real en torno a un gran acontecimiento: el próximo estreno en Madrid en
versión escenificada deMoisés y Aarón, la monumental ópera inacabada de Arnold
Schönberg, nacida como un grito contra la persecución antisemita.
Te invitamos a descubrir un viaje creativo, un homenaje a los compositores de
los años 20 a 40, periodo convulso de la cultura europea en el que la creación
artística se convirtió en evasión ante el horror que crecía en la sociedad.Moisés
y Aarón, de Schönberg; El emperador de la Atlántida, de Ullmann y música
de cabaret como preludio de lo que serían el jazz y los musicales. ¿Preparado
para descubrirlo?
Esta producción del Teatro Real con
la Ópera Nacional de París, que se estrenó con gran éxito y repercusión
internacional el pasado mes de septiembre, estará en escena en el Teatro Real
entre los días 24 de mayo y 27 de junio, en una impresionante puesta en escena
de Romeo Castellucci, uno de los más brillantes creadores de las artes
escénicas en la actualidad.
El compositor Viktor Ullmann
(1898-1944) compuso en Terezín la ópera El emperador de la Atlántida (1943),
antes de tomar el tren de la muerte para Auschwitz.
Esta obra se convirtió en su gran ópera, un grotesco retrato de un vil tirano que esconde la sombra de Hitler, que subirá al escenario del Teatro Real el próximo 10 de junio, con una nueva orquestación y un preludio firmados por Pedro Halffter, encargado también de la dirección musical, y la dirección de escena de Gustavo Tambascio.
Esta obra se convirtió en su gran ópera, un grotesco retrato de un vil tirano que esconde la sombra de Hitler, que subirá al escenario del Teatro Real el próximo 10 de junio, con una nueva orquestación y un preludio firmados por Pedro Halffter, encargado también de la dirección musical, y la dirección de escena de Gustavo Tambascio.
En colaboración con la Fundación
Albéniz, el Teatro Real ha programado un sugerente y atractivo ciclo, tanto por
su nombre como por su contenido y la calidad de los cantantes y músicos que
participarán en él. Las voces femeninas de Salome Kammer, Dagmar Manzel y
Sylvia Schwartz harán un recorrido por las músicas del cabaret, las bandas
sonoras de películas tan emblemáticas como El ángel azul y el
preludio de lo que iban a ser los musicales de Hollywood.
Exposición en la 7ª Planta del
Teatro Real
La exposición 'Crear para seguir
viviendo' ocupa el nuevo espacio de exposiciones de la 7ª planta del Teatro
Real, y recoge dibujos, bocetos y pinturas hechas por niños y otros prisioneros
en el campo de concentración de Terezín, donde se estrenó Brundibár en
1943. Puedes visitarlo hasta el 20 de junio.
jueves, 19 de mayo de 2016
"JEAN LURÇAT (1892-1966), AU SEUL BRUIT DU SOLEIL" EXPOSITION À LA GALERIE DES GOBELINS
4 mai - 18 septembre 2016
2016 marque le cinquantenaire de la disparition
de Jean Lurçat (1892-1966), élu membre de l'Académie des beaux-arts en 1964,
peintre, poète, résistant et grand rénovateur de la tapisserie au XXe siècle.
Le Mobilier national, en partenariat avec la Fondation Jean et Simone Lurçat et l'Académie des beaux-arts, lui consacre une exposition d'envergure, la première organisée à Paris depuis celle de 1958 au Musée d'art moderne. Témoin et acteur des deux Guerres mondiales, cartonnier reconnu comme le "rénovateur de la tapisserie", Jean Lurçat a produit près d'un millier de cartons de tapisserie, l'œuvre tissé le plus important que nous ait laissé un artiste au XXe siècle. L’exposition dévoile les différentes facettes de la carrière de Jean Lurçat, chef de file d'un mouvement qui a rassemblé autour de lui un grand nombre d'artistes et de poètes, et dont le rôle a été déterminant dans l'histoire de l'art et la renaissance de la tapisserie. Elle nous invite à redécouvrir le parcours de ce peintre singulier qui connut un vif succès en Europe et aux Etats-Unis, et rend compte de l'ensemble des champs de création de cet artiste engagé dans son époque et passionnément curieux du monde. La scénographie, conçue par Jean-Michel Wilmotte, récemment élu à l'Académie, s'articule autour de l'évocation de la maison-atelier du peintre construite en 1925 par son frère l'architecte André Lurçat. |
http://www.academie-des-beaux-arts.fr/actualites/expositions/exposition_lurcat.asp
miércoles, 18 de mayo de 2016
THE MET AND THE PERGAMON
The conquests of Alexander the Great transformed the ancient world, making
trade and cultural exchange possible across great distances. Alexander's
retinue of court artists and extensive artistic patronage provided a model for
his successors, the Hellenistic kings, who came to rule over much of his
empire. For the first time in the United States, a major international loan
exhibition will focus on the astonishing wealth, outstanding artistry, and
technical achievements of the Hellenistic period—the three centuries between
Alexander's death, in 323 B.C., and the establishment of the Roman Empire, in
the first century B.C.
This exhibition will bring together some 264 artworks that were created
through the patronage of the royal courts of the Hellenistic kingdoms, with an
emphasis on the ancient city of Pergamon. Examples in diverse media—from
marble, bronze, and terracotta sculptures to gold jewelry, vessels of glass and
engraved gems, and precious metals and coins—reveal the enduring legacy of
Hellenistic artists and their profound influence on Roman art. The ancient city
of Pergamon (now known as Bergama, in present-day Turkey) was the capital of
the Attalid Dynasty that ruled over large parts of Asia Minor.
The exhibition represents a historic collaboration between The Met and the
Pergamon Museum in Berlin, whose celebrated sculptures will comprise
approximately one-third of the works on view. Numerous prominent museums in
Greece, the Republic of Italy, other European countries, Morocco, Tunisia, and
the United States will also be represented, often through objects that have
never before left their museum collections.
http://www.metmuseum.org/exhibitions/listings/2016/pergamon
GUSTAVO DUDAMEL DIRIGIRÁ LA OBRA LA BOHÉME, TRAS RECIBIR INVITACIÓN DEL TENOR PLACIDO DOMINGO
La obra se estrenará hoy 14 de mayo, pero será en
las dos presentaciones finales del mes siguiente exactamente el 10 y 12 de
junio que contará de la batuta del venezolano para cerrar con broche
de oro.
Foto: Instagram
Con motivo a celebrarse 30 años de la institución asentada en
Los Ángeles el director de la Ópera Nacional de Washington y de la Ópera de Los
Ángeles (LA Opera), tenor Plácido Domingo, extendió una invitación formal al
venezolano Gustavo Dudamel a dirigir la obra La Bohéme, una de las piezas más queridas
del mundo.
Dudamel compartió una imagen de él con
el tenor en su cuenta de Instagram para mostrar que se encontraba feliz del
ofrecimiento.
LE JOUR OÙ LEAR A ÉTÉ CRÉÉ AU PALAIS GARNIER SOUVENIRS D’UN MÉLOMANE
Par Claude Samuel
Peter
Gottlieb (Lear) et David Knutson (Edgar). Opéra de Paris, 1982
© Daniel Cande
© Daniel Cande
Alors que Lear est donné cette saison pour la première
fois en version originale à l’Opéra de Paris, Claude Samuel – artisan de la
musique en train de se faire et témoin de plusieurs décennies de création –
ravive ses souvenirs et nous raconte l’événement que constitua la création en
version française de l’opéra d’Aribert Reimann en 1982 au Palais Garnier.
Lorsqu’en novembre 1982 (était-ce le mercredi 3 ?), j’ai assisté à la
création française du Roi Lear, l’opéra d’Aribert Reimann, à
l’Opéra de Paris, Bernard Lefort avait succédé depuis deux ans à Rolf
Liebermann à la tête de l’institution, mais c’est très vraisemblablement le
précédent patron, parfaitement au courant de l’actualité des scènes allemandes,
qui avait eu l’initiative de cette première française. C’était une nouveauté
pour la France où le nom de Reimann n’était connu que d’une poignée de
spécialistes (est-ce si différent aujourd’hui ?), mais l’ouvrage, créé à
l’Opéra de Munich le 9 juillet 1978 dans la mise en scène de notre compatriote
Jean-Pierre Ponnelle, avait déjà connu une diffusion internationale – monté
dans quelques autres villes allemandes ainsi qu’aux Etats-Unis, enregistré sur
un disque que diverses académies avaient couronné.
La présence de Dietrich Fischer-Dieskau dans le rôle-titre, cet immense
interprète qui avait soutenu dès le départ, sinon même suscité, le projet de
Reimann, avait largement contribué à ce spectaculaire lancement. Je ne sais si
Fischer-Dieskau avait été sollicité pour Paris, mais mon premier Lear fut Peter
Gottlieb, baryton tchèque de naissance, naturalisé français. Et si j’en juge
par l’article que j’ai rédigé dans la foulée, il incarna avec une belle
violence la démence royale (parfait dans « l’hallucination », ai-je noté).
Brèves mentions sur la mise en scène de Jacques Lassalle et les décors de
Yannis Kokkos, sinon pour préciser que, « jouant avec talent le destin
individuel, ils ont nécessairement (ce « nécessairement » me paraît, après
coup, assez gratuit, mais révélateur des soucis de l’époque) évacué les
références historiques, quitte à banaliser des personnages portant le
complet-cravate. » Pas de réserve pour la « superbe » direction musicale du «
jeune chef » Friedemann Layer - aujourd’hui largement septuagénaire - qui fut
l’assistant d’Herbert von Karajan et de Karl Böhm avant d’attacher son nom aux
opéras de Düsseldorf et de Mannheim. À Paris, en ce novembre 82, rien que des
compliments pour l’Orchestre de la maison et son chef. Il est vrai que les
musiciens de l’Opéra s’étaient attaqués à une forte partie l’année précédente
avec la musique de György Ligeti pour ce Grand Macabreservi
(desservi, dirent certains) par la mise en scène très provocante de Daniel
Mesguich. L’année suivante, ils auront sur leur pupitre l’énorme partition du Saint
François d’Assise d’Olivier Messiaen, un opéra que Rolf Liebermann
avait commandé à Messiaen huit ans auparavant, et qu’il ne découvrira qu’en
spectateur.
Friedemann Layer (chef d’orchestre) et Aribert Reimann lors de la création
de « Lear » au Palais Garnier © Daniel Faunières
Seule réserve, mais de taille, pour ce nouveau Roi Lear.
L’inintelligibilité du texte, chanté en allemand dans mon souvenir mais, en
réalité, dans la « transposition française » d’Antoinette Becker (1920-1998),
traductrice et auteur d’ouvrages consacrés notamment à la jeunesse. De toute
façon, les surtitres n’étaient pas encore le passage obligé et très opportun du
répertoire lyrique. Pourtant depuis certaines confidences de Richard Strauss,
en particulier sa correspondance avec le compositeur Gustave Samazeuilh – une
haute silhouette, toujours remarquée dans les premières de Garnier –, les
amateurs d’opéra savaient bien que les auteurs tiennent à se faire comprendre,
même s’ils n’effectuent pas le service minimum ...
Commentant l’irruption shakespearienne à Garnier, j’ai noté : « Tessiture
hypertendue de certaines lignes vocales, déchaînement impressionnant de la
masse orchestrale (c’est Strauss qui disait à un chef d’orchestre pendant une
répétition : Plus fort ! J’entends encore les voix…). » Et, en
guise de conclusion, je conseillais à mes lecteurs « le rideau baissé, de
relire d’urgence la pièce de Shakespeare. » Remarque finale, ambiguë je dois
dire : « Lear d’Aribert Reimann est une éclatante réussite dans la mesure où
l’on y touche du doigt l’irréductibilité des grands chefs-d’œuvre. » Reimann
était (et sera) familier des grands textes : Strindberg, Euripide, Kafka,
Federico García Lorca… Le secrétaire de rédaction du journal titra très
objectivement mon papier : « Le Roi Lear au Palais Garnier » ; mais, dans un
encadré concernant cet inconnu de Reimann, il annonça : « La réconciliation de
la création et des grands chanteurs ».
https://www.operadeparis.fr/magazine/le-jour-ou-lear-a-ete-cree-au-palais-garnier
martes, 17 de mayo de 2016
VIDÉO : GAD ELMALEH FAIT DU STAND-UP EN ANGLAIS CHEZ CONAN O’BRIEN
Gad Elmaleh fait du stand-up en anglais chez Conan
O’Brien et se moque de la Statue de la Liberté (et le public a adoré).
Gad
Elmaleh était l’invité de Conan O’Brien, sur la chaine américaine TBS, mercredi 11 mai. À cette occasion, l’humoriste a
présenté une partie de son spectacle de stand-up. Parti depuis l’automne
dernier outre-Atlantique, il donne des spectacles à New York, désormais intégralement en anglais.
Et
quoi de mieux que de jouer sur les clichés entre la France et les États-Unis ?
Gad Elmaleh n’a pas hésité, en plaisantant sur la Statue de la Liberté :
« On ne savait pas quoi vous offrir ». Le comédien mime ensuite la
conversation à ce sujet en raillant son public américain: « Qu’est-ce que
tu penses de la sécurité sociale ? Non, ils ne vont pas aimer ». Un
extrait du sketch à découvrir dans la vidéo ci-dessus
http://teamcoco.com/video/gad-elmaleh-stand-up-1-05-11-16
LA FAMILLE DE CHARLES AZNAVOUR A SAUVÉ DES JUIFS
Selon le
journal israélien Haaretz, la famille de Charles Aznavour aurait sauvé la vie
de plusieurs Juifs fuyant les nazis lors de la Seconde guerre mondiale en
cachant dans leur maison plusieurs Juifs recherchés par les Allemands. Ces
informations sont issues du dernier livre de Charles Aznavour écrit Haaretz.
Charles
Aznavour y raconte « Je sais ce que c’est la chaîne, j’ai vu des blessures, j’ai
connu l’horreur de la haine, je connais le mal, la soif et la faim, je sais ce
que signifie être chaque jour dans la peur ». Haaretz écrit que la légende de la chanson française,
Charles Aznavour qui va fêter ses 92 ans à la fin du mois a évoqué quelques
pages terribles de sa vie à travers ses chansons, en tant que fils de réfugiés
Arméniens échappés du génocide et qui refirent leur vie à Paris après la perte
d’une grande partie de leurs proches. Charles Aznavour a décidé de raconter son
histoire à Yaïr Auron dans le livre « Matzilim Ve’Lohamim ». Le livre qui sera
traduit en français et arménien raconte des faits réels. Il raconte des
histoires émouvantes et que des survivants du génocide arménien ont au prix de
grands risques, sauvé la vie des membres d’un autre peuple soumis au génocide. « Nous avons vécu le même mal et les mêmes souffrances et si les
Arméniens n’étaient pas exterminés entre 1915 et 1918, l’Holocauste des Juifs
n’aurait sans doute pas eu lieu car les Allemands ont appris beaucoup de choses
de leurs prédécesseurs, lors du génocide des Arméniens »dit Charles Aznavour.
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