miércoles, 6 de marzo de 2024

UN INTERESANTE CONCIERTO CON OBRAS DE HILDEGARD VON BINGEN, JESÚS TORRES, BRAHMS Y TCHAIKOVSKY CON LA ORQUESTA Y COROS NACIONALES DE ESPAÑA EN EL AUDITORIO NACIONAL

 Orquesta Nacional de España. Sinfónico 13. Varios autores. Auditorio Nacional de España. Sala Sinfónica 3 de marzo, 2024

David Afkham, director

Ángel Luis Quintana, Violonchelo

Iñaki Alberdi, Acordeón

Okka von der Damerau, Contralto

Hildegard von Bingen/Jesús Torres, Symphonia armonie celestium revelationum (selección)

Jesús Torres, Transfiguración, doble concierto para violonchelo, acordeón y cuerda

Johannes Brahms, Rapsodia para contralto, op. 53

Piotr Ílich Tchaikovski, Francesca da Rimini, op. 32

Anclarse con firmeza en el presente, con singladura puesta en el futuro y sin cortar del todo el cordón umbilical con el pasado que fuimos, tal vez sea una de las claves del éxito o, simplemente, una manera de hacer bien las cosas.

En este número 13 del Sinfónico de la OCNE se recordó a la compositora del siglo XII Hildegard von Bingen, junto con la relectura ad hoc de Jesús Torres, en un programa que contó además con obras de Johannes Brahms y Piotr Ílich Tchaikovski. El padecimiento -y su transfiguración- atraviesan todas estas obras- y ese es el hilo conductor- que se elevan, en cada una de sus páginas, desde los abismos de la desolación y el castigo hasta las cumbres beatificas de la aceptación y el consuelo. O, en versión Dante, el padecimiento eterno, a la manera de los antiguos personajes de la mitología griega como Prometeo o Sísifo.

Misticismo en grado sumo, religiosidad conventual, ensimismamiento psicológico, la suma de toda esta fe redunda en unas páginas muy inspiradas, que funden dos compositores muy alejados en el tiempo y en la factura, pero en la misma frecuencia comunicativa.

Se interpretó la Symphonia armonie celestium revelationum (selección) de Hildegard von Bingen y Jesús Torres, Transfiguración, doble concierto para violonchelo, acordeón y cuerda de Jesús Torres, en la primera parte.

Un descubrimiento feliz el doble concierto del zaragozano Jesús Torres que toma como origen los versos latinos de la Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes de la mística, poetisa y compositora medieval Hildegard von Bingen, dibujando una escritura musical sensible y vehemente, pero vuelta siempre hacia las profundidades más ocultas del alma. Buena realización vocal del coro femenino y acompañamiento del órgano, discreto pero indispensable.

Contenida la ejecución de los dos solistas en la composición de Jesús Torres, Ángel Luis Quintana, violonchelo solista de la Orquesta Nacional de España, profesor del Conservatorio Superior de Música del Liceu de Barcelona y profesor Invitado del Conservatorio de Rotterdam, nacido en Las Palmas de Gran Canaria.

Muy premiado y presente en numerosas formaciones, maneja su instrumento con delicadeza, pero con seguridad, acoplándose perfectamente al complejo universo orquestal y a su compañero Iñaki Alberdi en este sendero tan particular por la extrañeza de su instrumento, el acordeón, con el que también este músico establece una fértil relación sonora.

Efectivamente, una preocupación constante de Iñaki Alberdi como intérprete de acordeón ha sido dotar al instrumento de un repertorio del que carecía, dada su reciente incorporación al mundo de los conciertos académicos.

Gracias a las transcripciones, ha conseguido extender la geografía del instrumento incorporando a su repertorio compositores como Tomás Luis de Victoria, J.S. Bach, Antonio Soler, Isaac Albéniz o Alberto Ginastera. Una perspectiva vista con ojos nuevos, entre lo popular y lo vanguardista. Ágil y brillante su ejecución, casi el alter ego del Maestro Afkham aquí engarzada a partir de la Transfiguración a la primera audición de von Bingen. Parecía sentirse muy responsable del resultado final del corpus en el que intervino y lo fue, de hecho. Notable el conjunto. Sorprendente muestra excelente de trabajo en equipo pulcro e impecable.

Fueron todos muy aplaudidos y Angel Luis Quintana, que se jubilaba con esta matinal, recibió flores de una pareja, seguramente su familia, que se acercó al escenario después de finalizada la primera parte entre los nutridos aplausos del público. Lo hizo fantástico, hasta el último día (habría que decir el “penúltimo” mejor…).

Las referencias literarias de la segunda parte son respectivamente Goethe y Dante para las obras de Brahms y Tchaikovski. El ascenso a las nevadas cumbres del macizo de Harz y la visión de una desdichada figura despiertan la compasión –y la oración– del viajero. Como una imagen especular de la anterior, el descenso a través de las eternas llamas del infierno conduce al poeta florentino ante Francesca y Paolo. Descartada toda esperanza de salvación, sus infortunados amores sobrevivirán en el tiempo gracias a la inmortalidad del arte del poeta florentino, padre fundador de la angélica lengua italiana.

La segunda parte comenzó pues con Brahms. La rapsodia para contralto (Alt-Rhapsodie, en alemán), op. 53, es una obra que aquí fue defendida por una mezzo de facto, Okka von der Damerau, coro masculino y orquesta, compuesta por el músico en 1869, un año después de componer el Requiem alemán.

Escrita como regalo de bodas para la hija de Clara Schumann, Julie. Existe la posibilidad de que hubiera sentimientos amorosos del compositor hacia Julie, lo cual pudo ser sublimado en el texto y la música de la rapsodia. En ese sentido, podría tratarse de una honda y sentida confesión musical.

Basado en tres de las trece estrofas del Viaje por el Harz en invierno (Harzreise im Winter) de Goethe, se ajusta el sentido de cada estrofa a una tonalidad, tempo y ritmo concreto. Es posible para alguna crítica que esta pieza sea la más cercana a la concepción de la ópera (junto al Requiem y la cantata Rinaldo) en Brahms.


Okka von der Damerau, considerada contralto sin embargo en el programa, con un vibrato algo fronterizo, potencia, bella línea de canto y técnica y buena adecuación a su papel, breve pero comprometido. Sus compromisos futuros la llevarán a la Ópera Bastilla de París, el Teatro San Carlo de Nápoles, el Teatro alla Scala y el Festival de Bayreuth.

Para finalizar el encuentro con las huestes- coro y orquesta- de la OCNE, Tchaikovski, a cargo nuevamente del Maestro Afkham. Sólido, elegante en un conjunto complejo muy bien equilibrado y medido, bien sujetas las dinámicas, los planos sonoros y el vínculo que establece con el coro, dirigido espléndidamente como siempre por Miguel Ángel García Cañamero, los solistas, los conjuntos instrumentales y las voces.

Francesca da Rimini: Fantasía después de Dante Op. 32 es un poema sinfónico del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovski, que compuso la pieza en tres semanas (entre el 7 de octubre y el 17 de noviembre), tras su visita a Bayreuth en 1876. Y dedicó el poema a su amigo y antiguo alumno Sergei Taneyev (pianista, compositor y teórico musical). Fue estrenado por la Sociedad Musical Rusa el 9 de marzo de 1877 en Moscú, a cargo de su amigo íntimo, el pianista y compositor ruso, Nikolai Rubinstein, hermano pequeño de Anton.

En esta obra, el creador presenta la historia trágica de Francesca da Rímini, personaje de la Divina Comedia de Dante Alighieri. En la primera parte del poema ―el Infierno―, en el canto V, el Dante protagonista se encuentra con los personajes de Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, dos nobles enamorados. Sigue la violencia propia de los amores contrariados e imposibles, (como el conocido también de Abelardo y Heloísa también en la turbia Edad media final), probable proyección de los traumas que el propio compositor tenía con respecto a su sexualidad, nunca asumida o resuelta del todo.   

Con un evidente carácter europeísta, el creador no se atuvo exclusivamente a las tradiciones rusas, como la mayoría de sus compatriotas, sino que miró a Occidente. Conservó la bravura y el apasionamiento de la patria eslava, el pulso precipitado y fogoso, la suavidad lírica y el recogimiento, la fuerza de lo incalculable y el fondo profundo de lo emocional. Y de los franceses tomó la finura de la forma, el esplendor y flexibilidad, el refinamiento y cierto perfume erótico. La evanescencia. La simbiosis resultó espectacular como en esta partitura que selló la mañana con rayos y centelleos sonoros, en un crescendo que culmina en un climax por fin resolutivo y más relajante que el contenido tensionado y turbulento de toda la partitura.

Una mención última al final, pero no por eso la menos importante, a Margarita Rodríguez, soprano del CNE que desempeñó con holgura y eficacia el pequeño pero determinante papel que le tocó cumplir en este Sinfónico 13, redondo.

Muchos vivas de nuevo para todo. Se apreciaba con claridad en los rostros de los participantes en el escenario, la satisfacción por una tarea ardua y extenuante cumplida con creces. ¡Lo han vuelto a hacer!

Alicia Perris

No hay comentarios:

Publicar un comentario