Orquesta Nacional de España. Sinfónico 13. Varios autores. Auditorio Nacional de España. Sala Sinfónica 3 de marzo, 2024
David Afkham, director
Ángel Luis Quintana, Violonchelo
Iñaki Alberdi, Acordeón
Okka von der Damerau, Contralto
Hildegard von Bingen/Jesús Torres, Symphonia armonie
celestium revelationum (selección)
Jesús Torres, Transfiguración, doble concierto para
violonchelo, acordeón y cuerda
Johannes Brahms, Rapsodia para contralto, op. 53
Piotr Ílich Tchaikovski, Francesca da Rimini, op. 32
En este número 13 del Sinfónico de la OCNE se recordó a la compositora del siglo XII Hildegard von Bingen, junto con la relectura ad hoc de Jesús Torres, en un programa que contó además con obras de Johannes Brahms y Piotr Ílich Tchaikovski. El padecimiento -y su transfiguración- atraviesan todas estas obras- y ese es el hilo conductor- que se elevan, en cada una de sus páginas, desde los abismos de la desolación y el castigo hasta las cumbres beatificas de la aceptación y el consuelo. O, en versión Dante, el padecimiento eterno, a la manera de los antiguos personajes de la mitología griega como Prometeo o Sísifo.
Misticismo en grado sumo,
religiosidad conventual, ensimismamiento psicológico, la suma de toda esta fe
redunda en unas páginas muy inspiradas, que funden dos compositores muy
alejados en el tiempo y en la factura, pero en la misma frecuencia
comunicativa.
Se interpretó la Symphonia
armonie celestium revelationum (selección) de Hildegard von Bingen y Jesús
Torres, Transfiguración, doble concierto para violonchelo, acordeón y cuerda de
Jesús Torres, en la primera parte.
Un descubrimiento feliz el doble
concierto del zaragozano Jesús Torres que toma como origen los versos latinos
de la Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes de la mística,
poetisa y compositora medieval Hildegard von Bingen, dibujando una escritura
musical sensible y vehemente, pero vuelta siempre hacia las profundidades más
ocultas del alma. Buena realización vocal del coro femenino y acompañamiento
del órgano, discreto pero indispensable.
Contenida la ejecución de los dos
solistas en la composición de Jesús Torres, Ángel Luis Quintana,
violonchelo solista de la Orquesta Nacional de España, profesor del
Conservatorio Superior de Música del Liceu de Barcelona y profesor Invitado del
Conservatorio de Rotterdam, nacido en Las Palmas de Gran Canaria.
Muy premiado y presente en
numerosas formaciones, maneja su instrumento con delicadeza, pero con
seguridad, acoplándose perfectamente al complejo universo orquestal y a su
compañero Iñaki Alberdi en este sendero tan particular por la extrañeza
de su instrumento, el acordeón, con el que también este músico establece una
fértil relación sonora.
Efectivamente, una preocupación
constante de Iñaki Alberdi como intérprete de acordeón ha sido dotar al
instrumento de un repertorio del que carecía, dada su reciente incorporación al
mundo de los conciertos académicos.
Gracias a las transcripciones, ha
conseguido extender la geografía del instrumento incorporando a su repertorio compositores
como Tomás Luis de Victoria, J.S. Bach, Antonio Soler, Isaac Albéniz o Alberto
Ginastera. Una perspectiva vista con ojos nuevos, entre lo popular y lo
vanguardista. Ágil y brillante su ejecución, casi el alter ego del Maestro
Afkham aquí engarzada a partir de la Transfiguración a la primera audición de
von Bingen. Parecía sentirse muy responsable del resultado final del corpus en
el que intervino y lo fue, de hecho. Notable el conjunto. Sorprendente muestra
excelente de trabajo en equipo pulcro e impecable.
Fueron todos muy aplaudidos y
Angel Luis Quintana, que se jubilaba con esta matinal, recibió flores de una pareja,
seguramente su familia, que se acercó al escenario después de finalizada la
primera parte entre los nutridos aplausos del público. Lo hizo fantástico,
hasta el último día (habría que decir el “penúltimo” mejor…).
Las referencias literarias de la
segunda parte son respectivamente Goethe y Dante para las obras de Brahms y Tchaikovski.
El ascenso a las nevadas cumbres del macizo de Harz y la visión de una
desdichada figura despiertan la compasión –y la oración– del viajero. Como una
imagen especular de la anterior, el descenso a través de las eternas llamas del
infierno conduce al poeta florentino ante Francesca y Paolo. Descartada toda
esperanza de salvación, sus infortunados amores sobrevivirán en el tiempo
gracias a la inmortalidad del arte del poeta florentino, padre fundador de la
angélica lengua italiana.
La segunda parte comenzó pues con
Brahms. La rapsodia para contralto (Alt-Rhapsodie, en alemán), op. 53, es una
obra que aquí fue defendida por una mezzo de facto, Okka von der Damerau,
coro masculino y orquesta, compuesta por el músico en 1869, un año después de
componer el Requiem alemán.
Escrita como regalo de bodas para
la hija de Clara Schumann, Julie. Existe la posibilidad de que hubiera
sentimientos amorosos del compositor hacia Julie, lo cual pudo ser sublimado en
el texto y la música de la rapsodia. En ese sentido, podría tratarse de una
honda y sentida confesión musical.
Basado en tres de las trece estrofas del Viaje por el Harz en invierno (Harzreise im Winter) de Goethe, se ajusta el sentido de cada estrofa a una tonalidad, tempo y ritmo concreto. Es posible para alguna crítica que esta pieza sea la más cercana a la concepción de la ópera (junto al Requiem y la cantata Rinaldo) en Brahms.
Okka von der Damerau, considerada contralto sin embargo en el programa, con un vibrato algo fronterizo, potencia, bella línea de canto y técnica y buena adecuación a su papel, breve pero comprometido. Sus compromisos futuros la llevarán a la Ópera Bastilla de París, el Teatro San Carlo de Nápoles, el Teatro alla Scala y el Festival de Bayreuth.
Para finalizar el encuentro con
las huestes- coro y orquesta- de la OCNE, Tchaikovski, a cargo nuevamente del Maestro
Afkham. Sólido, elegante en un conjunto complejo muy bien equilibrado y
medido, bien sujetas las dinámicas, los planos sonoros y el vínculo que
establece con el coro, dirigido espléndidamente como siempre por Miguel
Ángel García Cañamero, los solistas, los conjuntos instrumentales y las
voces.
Francesca da Rimini: Fantasía
después de Dante Op. 32 es un poema sinfónico del compositor ruso Piotr
Ilich Tchaikovski, que compuso la pieza en tres semanas (entre el 7 de
octubre y el 17 de noviembre), tras su visita a Bayreuth en 1876. Y dedicó el
poema a su amigo y antiguo alumno Sergei Taneyev (pianista, compositor y
teórico musical). Fue estrenado por la Sociedad Musical Rusa el 9 de marzo de
1877 en Moscú, a cargo de su amigo íntimo, el pianista y compositor ruso,
Nikolai Rubinstein, hermano pequeño de Anton.
En esta obra, el creador presenta
la historia trágica de Francesca da Rímini, personaje de la Divina Comedia de Dante
Alighieri. En la primera parte del poema ―el Infierno―, en el canto V, el
Dante protagonista se encuentra con los personajes de Paolo Malatesta y
Francesca da Rimini, dos nobles enamorados. Sigue la violencia propia de los
amores contrariados e imposibles, (como el conocido también de Abelardo y Heloísa
también en la turbia Edad media final), probable proyección de los traumas que
el propio compositor tenía con respecto a su sexualidad, nunca asumida o
resuelta del todo.
Con un evidente carácter europeísta, el creador no se atuvo exclusivamente a las tradiciones rusas, como la mayoría de sus compatriotas, sino que miró a Occidente. Conservó la bravura y el apasionamiento de la patria eslava, el pulso precipitado y fogoso, la suavidad lírica y el recogimiento, la fuerza de lo incalculable y el fondo profundo de lo emocional. Y de los franceses tomó la finura de la forma, el esplendor y flexibilidad, el refinamiento y cierto perfume erótico. La evanescencia. La simbiosis resultó espectacular como en esta partitura que selló la mañana con rayos y centelleos sonoros, en un crescendo que culmina en un climax por fin resolutivo y más relajante que el contenido tensionado y turbulento de toda la partitura.
Una mención última al final, pero no por eso la menos importante, a Margarita Rodríguez, soprano del CNE que desempeñó con holgura y eficacia el pequeño pero determinante papel que le tocó cumplir en este Sinfónico 13, redondo.
Muchos vivas de nuevo para todo. Se
apreciaba con claridad en los rostros de los participantes en el escenario, la
satisfacción por una tarea ardua y extenuante cumplida con creces. ¡Lo han
vuelto a hacer!
Alicia Perris
No hay comentarios:
Publicar un comentario