PROGRAMA
SERGUEÏ RACHMANINOV
Les Cloches, op. 35
Pausa
SERGUEÏ RACHMANINOV
Symphonie n° 3 en la mineur, op. 44
El concierto presentado por Saskia de Ville se retransmitió en
directo en France Musique y está disponible en francemusique.fr
CAST
MARINA REBEKA, soprano
PAVEL PETROV, tenor
ALEXANDER ROSLAVETS, bajo
CHŒUR DE RADIO FRANCE
AGNIESZKA FRANKÓW-ŻELAZNY directora del coro
ORQUESTA NACIONAL DE FRANCIA
Luc Héry, concertino
La Orquesta Nacional de Francia (ONF) propuso cinco
encuentros con la música vocal y sinfónica del compositor ruso Rachmaninov. Comenzaron el 11 de diciembre con las Danzas
sinfónicas y terminarán con la Rapsodia de Paganini el 16 de abril. En esta
ocasión se trata de una velada que comienza con Las Campanas op. 35 (título en
ruso: Колокола), un poema sinfónico, que incluye coro y solistas, Inspirado en
la tenebrosa literatura, fantasmal y onírica de Edgar Poe, fue compuesto
entre 1912 y 1913 por el compositor y pianista ruso Serguéi Rachmaninov.
Es una sinfonía coral para soprano, tenor, barítono, coro y gran orquesta.
El punto de partida, como explica la especialista del
programa de mano, Laetitia Le Guay, es bastante curioso. En 1912,
Rachmaninov recibió una carta aconsejándole leer un poema de Edgar Allan Poe,
traducido por Constantin Balmont (quien "organizó el texto a su
manera") para ponerlo en música. En cuanto lo leyó, al compositor se le
ocurrió la idea de una sinfonía vocal en cuatro partes. Solo tras la muerte del
compositor se supo quién era el autor de esta carta anónima: Maria Danilova,
una violonchelista que no creía que su sugerencia fuera aceptada.
El estreno tuvo lugar el 30 de noviembre de 1913 en San
Petersburgo bajo la dirección del compositor y Les Cloches recibió una acogida
tremenda. En la presentación de la obra en el concierto de la Filarmónica de
Moscú el 8 de febrero de 1914, Rachmaninov obtuvo un éxito inusual. Al final de
la sesión, le entregaron coronas de laurel, flores y regalos, mientras el
público le brindaba una ovación poco frecuente.
La partitura, que pasa por cuatro estados climáticos bien
marcados, evoca las etapas de la vida del ser humano: según Vladimir Jurowski,
el primer movimiento representa la edad de la infancia, el segundo de la
juventud, la tercera guerra y la cuarta muerte. Son, por tanto:
Allegro ma non tanto, con voz de tenor – Las campanas de los
trineos
Lento, con voz de soprano y luego coros - Las dulces
campanas nupciales
Presto, con coros - Las campanas de alarma atronadoras
Lento lúgubre con voz de bajo-barítono: Las campanas de
hierro melancólicas
Es importante recordar que esta obra fue compuesta entre
1912 y 1913, un año antes de la Primera Guerra Mundial. El tercer movimiento
parece anunciar esta guerra y de hecho se enmarca en las habituales narrativas
musicales de los compositores eslavos: la patria, la nostalgia, los amores
imposibles, la muerte o ese sentimiento inconmensurable y poco definible
conocido como “el alma rusa”. El compositor fue prohibido posteriormente en la
URSS, debido a que "Esta música emana de un emigrado, un enemigo declarado
de la Rusia soviética: Rachmaninov.
La composición de la Sinfonía n.º 3, que se desarrolló en la
segunda parte, se inició después de
finalizar la Rapsodia sobre un tema de Paganini y las Variaciones sobre un tema
de Corelli. A finales de abril de 1935 llegó a su recién construida Villa Senar
en el Lago Lucerna en Suiza con la idea de escribir una sinfonía. Después de
muchos retrasos, Rajmáninov llegó a los Estados Unidos justo a tiempo para los
últimos preparativos del estreno de la obra, que se celebró en Filadelfia el 6
de noviembre de 1936 con la interpretación de la Orquesta de Filadelfia bajo la
dirección de Leopold Stokowski. Y la primera publicación tuvo lugar en Nueva
York en 1937 a cargo del editor Charles Foley.
La sinfonía consta de tres movimientos:
I. Lento – Allegro moderato – Allegro, en la menor
II. Adagio ma non troppo – Allegro vivace, en do sostenido
menor
III. Allegro – Allegro vivace – Allegro (Tempo primo) –
Allegretto – Allegro vivace, en la mayor
Contiene solamente tres movimientos, pero el central asume
el papel dual de movimiento lento y scherzo, lo que supone una innovación
sinfónica para Rajmáninov. La obra emplea la forma cíclica, con un sutil uso de
los temas combinados, como viene siendo usual en las obras del maestro ruso, con
referencias al canto llano Dies irae. Se trata de una obra de transición.
Respecto al contorno
melódico y el ritmo es su sinfonía más expresiva, particularmente en los ritmos
de la última danza. El estilo ruso, evidente desde el comienzo con el canto de
estilo ortodoxo, es un recordatorio de las raíces del compositor como un hombre
que había sido desprovisto de ellas. La música está llena de tristeza y
angustia. La melodía y armonía casi siempre se vuelven hacia sí mismas en vez
de hacia afuera sin ningún sentimiento de alegría. Es posible que “Si hubiera
una sola obra que expresara el dolor que Rajmáninov sentía al estar en el
exilio, es esta”, escribió un crítico admirador.
Esta sinfonía sentó precedente por su gran economía de
sonido en comparación con sus predecesoras. Su estilo más libre, puede recordar
en un principio a la Rapsodia sobre un tema de Paganini. El profundamente
trágico primer movimiento, representa un derrumbe con reminiscencias de Mahler
en su gran impresión e inexorabilidad. Aunque Rajmáninov mantiene un equilibrio
que finalmente se transforma en un poderoso finale.
La producción musical de este compositor fue revaluada
durante la década de 1970, lo que hizo que la sinfonía se haya visto desde una
perspectiva más favorable en esa época y se haya interpretado en salas de
concierto y grabado con frecuencia.
El director rumano de la formación en cuestión (ONF), Cristian
Măcelaru, ha querido en esta ocasión exhibir el enorme poder de la orquesta
y el coro, que dieron una tonalidad casi trágica y melancólica a esta velada en
el Teatro de los Campos Elíseos, sobre todo en vísperas de las Fiestas de
Navidad y Fin de año occidentales (la población de París es multicultural, con
razas, religiones y culturas muy diferentes).

Queda así en parte en un
segundo plano en la velada, el esfuerzo de la presentación de unos
cantantes excepcionales. Especialmente Marina Rebeka, que se ha
convertido en una diva de facto, siempre presente en las mejores salas del
mundo y con un repertorio fantástico y diferente. El lunes anterior a París, se
desplegó con gran éxito en el Ciclo de Lied del Teatro de La Zarzuela de Madrid
y a los 3 días, defendió en la capital francesa una parte que le deja pequeño
desempeño en el recital. Sin embargo, su versión “nupcial” de Les Cloches dejó
de nuevo aflorar su timbre diamantino, la voz ancha, solvente y caudalosa, el
fiato interminable, la escuela vocal, el saber estar y más en el escenario,
aunque sentada, y la gracia con la que llevó un vestido blanco roto con
lentejuelas, que hacía referencia a su participación en Las dulces campanas
nupciales. Por cierto, las campanas y su sonido, el simbolismo que entrañan,
forman parte de la historia rusa y de su música a través de los tiempos.
Religiosa, profana a la vez y militar, de Pascua también.
Igual de solventes el tenor bielorruso Pavel Petrov,
sereno, contenido, eficaz y claro (había sobretítulos en francés e inglés, con
idioma original ruso), que ganó el Concurso Operalia de zarzuela en 2018 y se
ha ganado ya un lugar en reconocidos escenarios líricos.
Alexander Roslavets, el bajo ruso, recuerda los
instrumentos vocales que han fascinado a Occidente en la historia de la ópera.
Serio, potente vocalmente, de técnica cuidada, sin esforzarse, cumplió también
una parte breve, pero de manera contundente.
En cuanto a La Orquesta Nacional de Francia, es la
“garante de la interpretación francesa por su dinamismo y su patrimonio y
legado”. Heredera de la tradición interpretativa de la música francesa, ha
intentado crear un repertorio propio a través de estrenos de obras de los más
grandes compositores contemporáneos: Pierre Boulez, Olivier Messiaen, Henri
Dutilleux, Edgar Varèse o Iannis Xenakis Ha grabado muchos discos y obtenido
muchos premios. A Sergiu Celibidache, primer director invitado desde 1973 a
1975, le siguió Lorin Maazel. Desde 2008 a 2016, el director italiano Daniele
Gatti ha sido el director musical de la orquesta.

La joven directora del coro aquí, a cargo de una masa vocal imponente,
como la orquesta, ya que desbordaban el escenario del teatro, Agnieszka
Franków-Żelazny (nacida el 24 de marzo de 1976 en Głubczyce) es polaca y
profesora de artes musicales y directora artística de muchos conjuntos
conocidos en su país entre otras varias actividades. Dirigió con autoridad y
fue recompensada por el director y el público cuando salió con todos a saludar.
En esta oportunidad, al frente de la magnífica velada, con
un sentido exquisito de los planos sonoros, la elegancia en cada momento de las
interpretaciones, el entendimiento y la comunicación con los intérpretes con
gestos pequeños, exultante, el director Cristian
Măcelaru. Nacido en Timișoara (1980) es además violinista y el menor de una
familia de 10 hijos. Măcelaru se convirtió en director musical de la ONF el 1
de septiembre de 2020, un año antes de lo previsto originalmente. En septiembre
de 2022, la ONF anunció una extensión del contrato de director rumano hasta el
año 2027. Su relación con la orquesta de la que es titular se ve y se oye
fluida y natura, pero exigente.

Se podría concluir después de esta exhibición de calidad,
entrega y esfuerzo, que el concierto resultó un hallazgo de repertorio (hay que
explorar caminos menos socorridos en salas de prestigio para públicos de todo
tipo), de audiencia ( la sala al completo) y no hay que olvidar(siempre se
hace) el papel de todos los equipos que,
además de los estrictamente musicales, hacen posible que todo discurra como la
seda: entre ellos, los responsables de la tienda que vende libros y cds
escogidos, el disponible Café con champán y macarons ad libitum. Y todos aquellos
que hacen amable el control “vigipirate” (de seguridad) a la sala, a veces tan
molesto y tan mal gestionado. Hacen que el tiempo de espera de entrada al
teatro se convierta en una charla entre amigos y en preámbulo de lo que podrá
disfrutarse luego: una velada amable, cuidada, concebida con talento y con
afecto. Voilà.
Alicia Perris
VERSION AL ITALIANO
L’ORCHESTRA E IL CORO NAZIONALI DI FRANCIA, CONCERTO
IMPRESSIONANTE CON DIRETTORE E SOLISTI DI LUSSO AL TEATRO DEGLI CHAMPS-ÉLYSÉES
PROGRAMMA
SERGEJ RACHMANINOV
Le Campane, op. 35
Intervallo
SERGEJ RACHMANINOV
Sinfonia n. 3 in la minore, op. 44
Il concerto, presentato da Saskia de Ville, è stato
trasmesso in diretta su France Musique ed è disponibile su francemusique.fr.
CAST
MARINA REBEKA, soprano
PAVEL PETROV, tenore
ALEXANDER ROSLAVETS, basso
CHŒUR DE RADIO FRANCE
Agnieszka Franków-Żelazny, direttrice del coro
ORCHESTRA NAZIONALE DI FRANCIA
Luc Héry, primo violino
L’Orchestra Nazionale di Francia (ONF) ha proposto cinque
appuntamenti dedicati alla musica vocale e sinfonica del compositore russo
Rachmaninov. Il ciclo è iniziato l’11 dicembre con le Danze sinfoniche e
si concluderà il 16 aprile con la Rapsodia su un tema di Paganini. In
questa occasione si è trattato di una serata che si apre con Le Campane
op. 35 (titolo originale russo: Колокола), un poema sinfonico con coro e
solisti, ispirato alla letteratura cupa, fantastica e onirica di Edgar Allan
Poe, composto tra il 1912 e il 1913 dal compositore e pianista russo Sergej
Rachmaninov. È una sinfonia corale per soprano, tenore, baritono, coro e grande
orchestra.
Il punto di partenza, come spiega Laetitia Le Guay nel
programma di sala, è piuttosto curioso. Nel 1912 Rachmaninov ricevette una
lettera che gli consigliava di leggere una poesia di Edgar Allan Poe, tradotta
da Konstantin Balmont (che “organizzò il testo a modo suo”), per metterla in
musica. Dopo la lettura, al compositore venne l’idea di una sinfonia vocale in
quattro parti. Solo dopo la morte del compositore si scoprì l’autrice di quella
lettera anonima: Maria Danilova, una violoncellista che non credeva che il suo
suggerimento sarebbe stato accolto.
La prima esecuzione ebbe luogo il 30 novembre 1913 a San
Pietroburgo sotto la direzione dello stesso compositore, e Le Campane
ricevettero un’accoglienza straordinaria. Alla presentazione dell’opera al
concerto della Filarmonica di Mosca, l’8 febbraio 1914, Rachmaninov ottenne un
successo fuori dal comune: al termine della serata gli furono consegnate corone
d’alloro, fiori e doni, mentre il pubblico gli tributava un’ovazione rara.
La partitura, articolata in quattro stati emotivi ben
distinti, evoca le fasi della vita umana: secondo Vladimir Jurowski, il primo
movimento rappresenta l’infanzia, il secondo la giovinezza, il terzo la guerra
e il quarto la morte. Sono dunque:
- Allegro
ma non tanto, con voce di tenore – Le campane delle slitte
- Lento,
con voce di soprano e poi cori – Le dolci campane nuziali
- Presto,
con cori – Le campane d’allarme fragorose
- Lento
lugubre, con voce di basso-baritono – Le campane di ferro
malinconiche
È importante ricordare che quest’opera fu composta tra il
1912 e il 1913, un anno prima della Prima Guerra Mondiale. Il terzo movimento
sembra preannunciare il conflitto e si inserisce nelle consuete narrazioni
musicali dei compositori slavi: la patria, la nostalgia, gli amori impossibili,
la morte o quel sentimento immenso e difficilmente definibile noto come
“l’anima russa”. Il compositore fu in seguito proibito in URSS, poiché «questa
musica emana da un emigrato, un nemico dichiarato della Russia sovietica:
Rachmaninov».
La composizione della Sinfonia n. 3, eseguita nella
seconda parte della serata, iniziò dopo il completamento della Rapsodia su
un tema di Paganini e delle Variazioni su un tema di Corelli. Alla
fine di aprile del 1935 Rachmaninov arrivò nella sua appena costruita Villa
Senar, sul Lago di Lucerna in Svizzera, con l’idea di scrivere una sinfonia.
Dopo molti ritardi, il compositore giunse negli Stati Uniti giusto in tempo per
gli ultimi preparativi della prima esecuzione, che ebbe luogo a Filadelfia il 6
novembre 1936 con l’Orchestra di Filadelfia diretta da Leopold Stokowski. La
prima pubblicazione avvenne a New York nel 1937 a cura dell’editore Charles
Foley.
La sinfonia è articolata in tre movimenti:
I. Lento – Allegro moderato – Allegro, in la minore
II. Adagio ma non troppo – Allegro vivace, in do diesis minore
III. Allegro – Allegro vivace – Allegro (Tempo primo) – Allegretto – Allegro
vivace, in la maggiore
Pur avendo solo tre movimenti, quello centrale svolge un
duplice ruolo di movimento lento e scherzo, rappresentando un’innovazione
sinfonica per Rachmaninov. L’opera utilizza la forma ciclica, con un uso
sottile dei temi combinati, come è consueto nelle opere del maestro russo, e
con riferimenti al canto gregoriano Dies irae. Si tratta di un’opera di
transizione.
Per quanto riguarda il profilo melodico e ritmico, è la sua
sinfonia più espressiva, in particolare nei ritmi dell’ultima danza. Lo stile
russo, evidente fin dall’inizio con il canto di impronta ortodossa, richiama le
radici del compositore, di cui egli era stato privato. La musica è intrisa di
tristezza e angoscia: melodia e armonia tendono quasi sempre a ripiegarsi su sé
stesse, senza alcun sentimento di gioia. «Se ci fosse un’unica opera capace di
esprimere il dolore che Rachmaninov provava nell’esilio, sarebbe questa»,
scrisse un critico ammirato.
Questa sinfonia segnò un precedente per la grande economia
del suono rispetto alle opere precedenti. Il suo stile più libero può
inizialmente ricordare la Rapsodia su un tema di Paganini. Il primo
movimento, profondamente tragico, rappresenta un crollo con reminiscenze
mahleriane per imponenza e inesorabilità, pur mantenendo un equilibrio che
sfocia infine in un potente finale.
La produzione musicale di questo compositore è stata
rivalutata negli anni Settanta, il che ha portato a considerare la sinfonia in
una luce più favorevole, favorendone l’esecuzione nelle sale da concerto e le
incisioni discografiche.
Il direttore rumeno dell’ONF, Cristian Măcelaru, ha voluto
in questa occasione mettere in mostra l’enorme potenza dell’orchestra e del
coro, che hanno conferito alla serata al Teatro degli Champs-Élysées un tono
quasi tragico e malinconico, soprattutto alla vigilia delle festività natalizie
e di fine anno occidentali, in una Parigi multiculturale.
In secondo piano è rimasto, almeno in parte, lo sforzo della
presentazione di cantanti eccezionali. In particolare Marina Rebeka, ormai diva
di fatto, presenza costante nei migliori teatri del mondo, con un repertorio
vasto e originale. Il lunedì precedente a Parigi aveva riscosso grande successo
nel Ciclo di Lied del Teatro de La Zarzuela di Madrid e, tre giorni dopo, ha
affrontato nella capitale francese una parte che le offriva meno spazio
rispetto a un recital. Tuttavia, la sua versione “nuziale” di Les Cloches
ha messo nuovamente in luce il timbro diamantino, la voce ampia e generosa, il
fiato interminabile, la scuola vocale, l’eleganza scenica – anche da seduta – e
la grazia con cui indossava un abito bianco avorio con paillettes, in
riferimento alle Dolci campane nuziali. Del resto, le campane e il loro
suono, con il simbolismo che racchiudono, fanno parte della storia russa e
della sua musica: religiosa, profana e militare al tempo stesso, anche
pasquale.
Altrettanto valido il tenore bielorusso Pavel Petrov,
sereno, misurato, efficace e chiaro (con sovratitoli in francese e inglese, in
lingua originale russa), vincitore nel 2018 del Concorso Operalia nella sezione
zarzuela, che si è già conquistato un posto in importanti palcoscenici lirici.
Alexander Roslavets, basso russo, richiama quegli strumenti
vocali che hanno affascinato l’Occidente nella storia dell’opera. Serio,
potente, tecnicamente curato e senza sforzo apparente, ha affrontato una parte
breve ma con grande incisività.
Quanto all’Orchestra Nazionale di Francia, essa è la
“garante dell’interpretazione francese per dinamismo, patrimonio ed eredità”.
Erede della tradizione interpretativa della musica francese, ha cercato di
creare un proprio repertorio attraverso prime esecuzioni di opere dei più
grandi compositori contemporanei: Pierre Boulez, Olivier Messiaen, Henri
Dutilleux, Edgar Varèse o Iannis Xenakis. Ha inciso numerosi dischi e ottenuto
molti premi. A Sergiu Celibidache, primo direttore ospite dal 1973 al 1975, è
succeduto Lorin Maazel. Dal 2008 al 2016 il direttore musicale dell’orchestra è
stato l’italiano Daniele Gatti.
La giovane direttrice del coro, alla guida di una massa
vocale imponente come l’orchestra – tanto da traboccare dal palcoscenico –
Agnieszka Franków-Żelazny (nata il 24 marzo 1976 a Głubczyce), è polacca,
docente di arti musicali e direttrice artistica di numerosi ensemble nel suo
Paese. Ha diretto con autorità ed è stata premiata dal direttore e dal pubblico
al momento dei saluti finali.
Alla guida di questa magnifica serata, con un senso squisito
dei piani sonori, eleganza in ogni momento interpretativo, grande intesa e
comunicazione con gli interpreti attraverso gesti contenuti ma eloquenti, il
direttore Cristian Măcelaru si è mostrato in stato di grazia. Nato a Timișoara
nel 1980, è anche violinista ed è il più giovane di una famiglia di dieci
figli. Măcelaru è diventato direttore musicale dell’ONF il 1º settembre 2020,
un anno prima di quanto inizialmente previsto. Nel settembre 2022 l’ONF ha
annunciato il rinnovo del suo contratto fino al 2027. Il rapporto con
l’orchestra di cui è titolare appare fluido e naturale, ma al tempo stesso
esigente.
Si può concludere, dopo questa dimostrazione di qualità,
dedizione e impegno, che il concerto è stato un successo sotto il profilo del
repertorio (è necessario esplorare percorsi meno battuti nelle sale prestigiose
per pubblici diversi), del pubblico (sala completamente esaurita) e non va
dimenticato – come spesso accade – il ruolo di tutti i team che, oltre a quelli
strettamente musicali, rendono possibile che tutto scorra alla perfezione: tra
questi, i responsabili del negozio che vende libri e CD selezionati,
l’accogliente Café con champagne e macarons ad libitum, e tutti coloro che
rendono più umano il controllo di sicurezza “vigipirate”, talvolta tanto
fastidioso quanto mal gestito. Essi trasformano l’attesa per l’ingresso in
teatro in una chiacchierata tra amici e nel preludio di ciò che seguirà: una
serata piacevole, curata, concepita con talento e affetto. Voilà.
Alicia Perris