lunes, 25 de septiembre de 2023

LA ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA, VIBRANTE APERTURA DE TEMPORADA EN EL AUDITORIO NACIONAL

 Obras de Elgar (1857- 1934) y Rachmaninov (1873-1943). Orquesta y Coro Nacionales. David Afkham, director de la orquesta y Miguel Ángel García Cañamero, director del coro. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de septiembre de 2023.



Programa

Edward Elgar, Concierto para violín y orquesta en Si menor, op. 61

Serguéi Rajmáninov), Las campanas, op. 35

Los cuatro movimientos son los siguientes:

Allegro ma non tanto. "Las campanillas plateadas del trineo" en la bemol mayor - con solo de tenor.

Lento. "Las melodiosas campanas de boda" en re mayor - con solo de soprano.

Presto. "Las fuertes campanas de alarma" en fa menor.

Lento Lugubre. "Las lúgubres campanas de hierro" en do sostenido menor - con solo de barítono.

David Afkham, Director

Frank Peter Zimmermann, Violín

Anush Hovhannisyan, Soprano

Pavel Petrov, Tenor

Anatoli Sivko, Bajo

Miguel Ángel García Cañamero Director del Coro Nacional de España

Orquesta y Coro Nacionales de España

Una mañana de domingo con tiempo dulce- comienzos del otoño en Madrid- inaugura la temporada en el Auditorio Nacional. Apenas traspasada las puertas, los directores de la Orquesta Nacional de España David Afkham y del Coro, García Cañamero, músicos y cantantes, se entremezclan con la audiencia que llega para intercambiar unas palabras, una foto, un apretón de manos. Sorpresa para todos, porque- no es habitual- y no hay mejor forma de reconectar con la sala y sus constelaciones que la cercanía y la disponibilidad de los artistas. La inauguración no pudo comenzar mejor.

En cuanto al  programa, el concierto para violín en si menor de Edward Elgar, op. 61, es una obra concertante para violín y orquesta, tal vez una de las composiciones orquestales más largas del compositor y la última en obtener un éxito popular inmediato. Compuesto para el violinista Fritz Kreisler, quien lo estrenó en Londres en 1910, con la dirección del mismo compositor. Este hizo además una grabación con el jovencísimo violinista Yehudi Menuhin en 1932 que fue un éxito discográfico.

Algunos expertos y los instrumentistas, lo consideran como uno de los más difíciles en el repertorio de violín por el uso constante de dobles cuerdas, cruces de cuerdas rápidos y poco ortodoxos, y enormes, cambios rápidos de posición en el instrumento, sin embargo, continuó siendo programado y tocado por aclamados violinistas.  En este caso, la orquesta estuvo en su mejor expresión de volúmenes sonoros, planos diferentes, matices, a cargo del maestro titular, David Afkam, igual que el solista, Frank Peter Zimmermann en manejo de la técnica del arco, el trabajo de los pasajes y la digitación. Excelente la comunicación entre la concertino, el solista y el director, para logar un conseguido empaste con el resto de las secciones de la orquesta, en una sala que goza de una excelente acústica y disponibilidad para disfrutar de la música y las voces, polivalente. ZImmermann no dejó ningún “encore”.

La partitura como se dijo antes, está dedicada a Kreisler, pero también lleva la inscripción en español, "Aquí está encerrada el alma de.....", cita de la novela Gil Blas de Alain-René Lesage. Los cinco puntos son uno de los enigmas de Elgar, y se han propuesto varios nombres para que coincidan con la inscripción. Se ha especulado ampliamente que alude a Alice Stuart-Wortley, hija del pintor John Everett Millais, la querida amiga de Elgar a quien él apodaba "Windflower", y su amor por ella y su inspiración para él son bien conocidos. No hay pruebas definitivas que la vinculen con la inscripción del concierto, aunque Elgar apodó varios de los temas "Windflower", y en sus cartas a ella se refirió a la obra como "nuestro concierto”. Aunque hubo otras candidatas cercanas al corazón del compositor que podrían estar vinculadas a esta obra. El biógrafo de Elgar, Jerrold Northrop Moore, sugiere que la inscripción no se refiere a una sola persona, sino que en cada movimiento del concierto hay una inspiración viva y un fantasma: Alice Stuart-Wortley y Helen Weaver en el primer movimiento; la esposa de Elgar y su madre en el segundo; y en el final, Billy Reed y August Jaeger ("Nimrod", de Enigma Variations).

Elgar dijo del Concierto para violín: "¡Es bueno! ¡Terriblemente emocional! Demasiado emotivo, pero me encanta". Tiene tres movimientos. Y según el biógrafo de Elgar, Michael Kennedy, estructuralmente el concierto sigue el modelo de los de Brahms y quizás de Bruch.  

Kennedy describe un pasaje del Allegro como "una de las entradas más efectivas e inquietantes del instrumento solista que se puede encontrar en cualquier concierto".  

Calificado como Andante el segundo movimiento, en tonalidad de si bemol, tiene un preludio orquestal más corto y es en su mayoría tranquilo y melodioso, pero se eleva a un clímax apasionado y finalmente el tercero y último,  Allegro molto comienza con un fragmento de violín suave pero extenuante, acompañado por la orquesta, con muchas cuerdas dobles y arpegios rápidos, recordando temas del primer y segundo movimiento. Por fin, como el movimiento parece dirigirse a un final convencional, hay una cadencia acompañada inesperada y poco convencional en la que la orquesta apoya el solo con un efecto de pizzicato tremolando. Esta cadencia es el clímax emocional y estructural de toda la obra, al menos esto es lo que opinan los expertos en musicología y crítica musical al uso.

La segunda parte del concierto fue más sombrío, menos centelleante. Hubo introspección, nostalgia y la habitual melancolía que imprime en sus cuentos y en sus poemas, también ahora en Las Campanas, Edgar Poe, un alma atribulada. Insondable, críptico y siempre atormentado

Las campanas (The Bells) es un poema gótico del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), compuesto en mayo de 1848 y publicado de manera póstuma en la edición de noviembre de 1849 de la revista Sartain's Union Magazine. La inspiración detrás de Las campanas (por lo visto aquí se trata siempre de un “cherchez la femme”!) fue Marie Louise Shew, una mujer que ayudó a Edgar Allan Poe en el cuidado de su esposa, Virginia Clemm, durante su agonía.

Tan lejos geográficamente pero tan cerca en lo emocional Rajmáninov de Poe, a los dos los invade aquí, en el pentagrama, en las voces y los versos, una cierta depresión fundacional y básica, irreparable, a partir de la cual desarrollan y entretejen una fantasmagoría sin esperanza.

Las campanas establece paralelismos entre el compositor y su antiguo mentor, Piotr Ilich Chaikovski, tanto la obra como las circunstancias de su composición. Casualmente, Rajmáninov escribió la sinfonía en Roma, en el mismo escritorio donde Chaikovski solía componer. Hay quien deduce que, por varios motivos, es homóloga a la Sinfonía Patética de Chaikovski, así como Das Lied von der Erde de Gustav Mahler. El cuarto movimiento, con su imagen del demoníaco tañedor de campanas, es una referencia- parece-  a la escena del dormitorio de La dama de picas.


Esforzada en esta ocasión como suele, la labor del Coro Nacional que dirige con holgura y sabiduría Miguel Ángel García Cañamero, acompañado por una orquesta a pleno rendimiento, concertada muy bien con los tres solistas que en esta ocasión, declinaron tres de los cuatro movimientos de las Campanas.

Al tenor bielorruso Pavel Petrov, le tocó intervenir en el primer movimiento y lo hizo con seguridad y esmero, salvando los obstáculos que podrían haberlo convertido en un eco lejano de la magnificencia sonora de la orquesta. Bella voz, buena afinación y estupenda línea de canto.

Igual que la de la soprano armenia Anush Hovhannisyan, que defendió muy bien el segundo tempo, con dulzura, elegancia y empatía, lidiando con una partitura llena de complejidades y escollos para las voces, con una orquesta rica en todas las secciones.

Por fin, el cuarto movimiento, “pensieroso”, triste, contenido, fue para el bajo bielorruso Anatoli Sivko. Con un instrumento fresco y dispuesto, se enfrentó a un cierre muy sinfónico, “a tutta orchestra” oscuro, nocturnal y un maestro, Afkham que concertó una vez más con amplitud y diligencia, ampliando el gesto y el movimiento corporal más allá de los límites expresivos, siempre generosos pero apolíneos, impecables, a los que nos tiene acostumbrados.

Alicia Perris  

No hay comentarios:

Publicar un comentario