El próximo 11 de julio se cumple una año del fallecimiento del bailarín y coreógrafo Roland Petit. Con mucha nostalgia, presentamos una reseña de la exposición que el Museo Rath de Ginebra le dedicó en 2007.El 61 Festival de Santander de este verano, le dedica también una velada.
Exposición
Zizi Jeanmarie y Roland Petit,
un patrimonio para la danza
(y una buena razón para acercarse a Ginebra)
un patrimonio para la danza
(y una buena razón para acercarse a Ginebra)
(Por Alicia
Perris)
El Museo
Rath, que data de 1825, fue construido en Ginebra, a instancias del militar del
ejército del zar del mismo nombre, para exponer sus poco convencionales obras
de arte.
La
Exposición “Zizi Jeanmaire-Roland Petit, un patrimonio para la danza”,
en el Rath, viene haciendo las delicias de un público de aficionados y
expertos, desde su apertura, el día del vernissage, el 4 de abril de este año.
La muestra seguirá abierta hasta el 12 de agosto de 2007 y para los amantes de
la danza como espectáculo de arte total, es una buena excusa para acercarse a
Ginebra, donde además, otras tentaciones históricas y culturales los esperan.
El programa
de mano de la exposición, comisariada por Alexandre Fiette y patrocinada por
las Fundaciones Juan March y Hans Wilsdorf, junto con la Fnac, cuenta con
varias actividades paralelas en diferentes lenguas: visitas individuales, para
grupos, para las escuelas y los profesores, reuniones de los miércoles, visitas
temáticas de los domingos, un ciclo de proyecciones y talleres para los
jóvenes. La muestra no intenta ser una retrospectiva de la danza, aunque buena
parte de los artistas que jalonan la biografía de Jeanmaire y Petit, algunos
bailarines, se encuentran acompañando a estas dos figuras del arte del Siglo
XX.
Un papel
destacado tienen los decorados, el diseño, la fotografía, los vestuarios, la
concepción del espacio escénico, la música, la imagen, ampliada de manera
hipnótica en un vídeo de “Carmen”, que describe las evoluciones de la famosa
cigarrera de Sevilla, un torero inefable y Don José. El modisto Yves Saint
Laurent, fascinado por estos dos personajes de la danza, enamorado de
Jeanmaire, tal vez de Petit, o de los dos, va señalizando la exposición con
muchos de los mensajes, confeccionados a mano, con los que desde Marraquech u
otros lugares del mundo, envía su amistad y su afecto a la pareja. Estos dos
bailarines polifacéticos, que han excedido con mucho los a veces algo estrechos
cánones de la danza clásica, se han volcado en el music-hall, la chanson, el
cine y la televisión. Cada una de sus creaciones artísticas, juntos o
separados, ha marcado un hito en la historia de la búsqueda del ser humano por
expresarse, comunicar, solidarizarse con el espíritu del otro. Más de ciento
cincuenta espectáculos han contribuido a dibujar la leyenda, a fascinar con el
mito. Al talento de Roland Petit como coréografo y bailarín (¿quién no recuerda
sus pasos seductores, bailando estrechamente enlazado a Coppelia?), se unen los
nombres de Jean Cocteau, Pablo Picasso, Rudolf Nureyev, Jacques Prévert,
Brassaï, Jean Genet, Milhaud, Max Ernst. Todos ellos compañeros de viaje de los
creadores de un nuevo lenguaje de la danza.
Instalados
en Ginebra, Jeanmaire y Petit no han dejado de afirmar su impronta en Hollywood
y en París, donde han ennoblecido el arte del music-hall, escoltados por una
pléyade de creadores más o menos heterodoxos como Erté, César o Serge
Gainsbourg.
En 1972
Roland Petit toma la dirección de los Ballets de Marsella, donde crea y
desarrolla, de una manera coral, coreografías, interpretaciones y sueños. Como
escribe Fiette, responsable de la muestra, “una importante selección de trajes
aporta una dimensión escénica, permitiendo a veces medir el camino que habita
entre la idea y la realización. Pintura, escultura, dibujo, costura y
fotografía multiplican, en conjunto, la mirada sobre la escena, la danza, el
ballet”. Las opiniones de artistas famosos como Baryshnikov, Boris Vian,
Charlie Chaplin, Nijinski, Maurice Chevalier, Louise de Vilmorin, rebosantes de
“esprit” y de agradecimiento y admiración, enriquecen más si cabe, la
trayectoria de la exposición de una ciudad que, desde su aparente quietud y
equilibrio, desde su innegable estilo, ilumina cada vez más el panorama
artístico y cultural de la Europa culta y sensible que incendia la llamada a
nuevas autopistas del arte.
Para
terminar, es inevitable evocar las palabras que Michel Tournier, insaciable
conocedor en la recreación de paraísos inalcanzables le dedicó al dúo: “Querido
Roland, cuando te veo a ti y a la pareja mágica que formas con Zizi, me digo
que la danza es mucho más que la danza. Es una filosofía, un arte de vivir, la
más elegante de todas las soluciones a todos los problemas”.
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