sábado, 16 de junio de 2012

SE CUMPLE UN AÑO DE LA DESAPARICIÓN DE ROLAND PETIT

El próximo 11 de julio se cumple una año del fallecimiento del bailarín y coreógrafo Roland Petit. Con mucha nostalgia, presentamos una reseña de la exposición que el Museo Rath de Ginebra le dedicó en 2007.El 61 Festival de Santander de este verano, le dedica también una velada.

Exposición
Zizi Jeanmarie y Roland Petit, 
un patrimonio para la danza
 
(y una buena razón para acercarse a Ginebra)
(Por Alicia Perris)


El Museo Rath, que data de 1825, fue construido en Ginebra, a instancias del militar del ejército del zar del mismo nombre, para exponer sus poco convencionales obras de arte.
La Exposición “Zizi Jeanmaire-Roland Petit, un patrimonio para la danza”, en el Rath, viene haciendo las delicias de un público de aficionados y expertos, desde su apertura, el día del vernissage, el 4 de abril de este año. La muestra seguirá abierta hasta el 12 de agosto de 2007 y para los amantes de la danza como espectáculo de arte total, es una buena excusa para acercarse a Ginebra, donde además, otras tentaciones históricas y culturales los esperan.
El programa de mano de la exposición, comisariada por Alexandre Fiette y patrocinada por las Fundaciones Juan March y Hans Wilsdorf, junto con la Fnac, cuenta con varias actividades paralelas en diferentes lenguas: visitas individuales, para grupos, para las escuelas y los profesores, reuniones de los miércoles, visitas temáticas de los domingos, un ciclo de proyecciones y talleres para los jóvenes. La muestra no intenta ser una retrospectiva de la danza, aunque buena parte de los artistas que jalonan la biografía de Jeanmaire y Petit, algunos bailarines, se encuentran acompañando a estas dos figuras del arte del Siglo XX.

Un papel destacado tienen los decorados, el diseño, la fotografía, los vestuarios, la concepción del espacio escénico, la música, la imagen, ampliada de manera hipnótica en un vídeo de “Carmen”, que describe las evoluciones de la famosa cigarrera de Sevilla, un torero inefable y Don José. El modisto Yves Saint Laurent, fascinado por estos dos personajes de la danza, enamorado de Jeanmaire, tal vez de Petit, o de los dos, va señalizando la exposición con muchos de los mensajes, confeccionados a mano, con los que desde Marraquech u otros lugares del mundo, envía su amistad y su afecto a la pareja. Estos dos bailarines polifacéticos, que han excedido con mucho los a veces algo estrechos cánones de la danza clásica, se han volcado en el music-hall, la chanson, el cine y la televisión. Cada una de sus creaciones artísticas, juntos o separados, ha marcado un hito en la historia de la búsqueda del ser humano por expresarse, comunicar, solidarizarse con el espíritu del otro. Más de ciento cincuenta espectáculos han contribuido a dibujar la leyenda, a fascinar con el mito. Al talento de Roland Petit como coréografo y bailarín (¿quién no recuerda sus pasos seductores, bailando estrechamente enlazado a Coppelia?), se unen los nombres de Jean Cocteau, Pablo Picasso, Rudolf Nureyev, Jacques Prévert, Brassaï, Jean Genet, Milhaud, Max Ernst. Todos ellos compañeros de viaje de los creadores de un nuevo lenguaje de la danza.


Instalados en Ginebra, Jeanmaire y Petit no han dejado de afirmar su impronta en Hollywood y en París, donde han ennoblecido el arte del music-hall, escoltados por una pléyade de creadores más o menos heterodoxos como Erté, César o Serge Gainsbourg.



En 1972 Roland Petit toma la dirección de los Ballets de Marsella, donde crea y desarrolla, de una manera coral, coreografías, interpretaciones y sueños. Como escribe Fiette, responsable de la muestra, “una importante selección de trajes aporta una dimensión escénica, permitiendo a veces medir el camino que habita entre la idea y la realización. Pintura, escultura, dibujo, costura y fotografía multiplican, en conjunto, la mirada sobre la escena, la danza, el ballet”. Las opiniones de artistas famosos como Baryshnikov, Boris Vian, Charlie Chaplin, Nijinski, Maurice Chevalier, Louise de Vilmorin, rebosantes de “esprit” y de agradecimiento y admiración, enriquecen más si cabe, la trayectoria de la exposición de una ciudad que, desde su aparente quietud y equilibrio, desde su innegable estilo, ilumina cada vez más el panorama artístico y cultural de la Europa culta y sensible que incendia la llamada a nuevas autopistas del arte.

Para terminar, es inevitable evocar las palabras que Michel Tournier, insaciable conocedor en la recreación de paraísos inalcanzables le dedicó al dúo: “Querido Roland, cuando te veo a ti y a la pareja mágica que formas con Zizi, me digo que la danza es mucho más que la danza. Es una filosofía, un arte de vivir, la más elegante de todas las soluciones a todos los problemas”.

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