El sábado 19 de mayo, algunos no nos lo podíamos creer: Jane
Birkin, aquella musa extravagante, con pinta de chica ingenua, que seducía a
Serge Gainsbourg en esa interminable canción (que luego fue una película) “Je
t´aime moi non plus”, nos ofrecía su esplándida madurez vocal y personal para
retrotraernos a unos años-hace mucho tiempo- en que fuimos felices. Y tal vez
jóvenes. Aunque la juventud no sólo es cuestión de cronología.
Birkin fue desgranando en el precioso y acogedor teatro del
Instituto Francés canción tras canción de Gainsbourg, acompañada por un grupo
de músicos japoneses, para recordar al mundo que la catástrofe nuclear del país
asiático, todavía debe ser tenida en cuenta y apoyada con una reconstrucción
económica, de ayuda moral, a escala planetaria.
Coincidiendo casi con este recital, que nos desveló una Jane
Birkin siempre refrescante, siempre frágil en apariencia, colosal en su
verdadera profundidad vital, vimos en España hace pocos días una película suya,
construida a partir de recuerdos domésticos de la cotidianeidad con el inefable
Serge.
Jane enamorada, embarazada, feliz. Gainsbourg disfrutando de
la vida de todos los días con sus grandes amores en diferentes lugares de
Francia, en Venecia, a donde volvían con frecuencia y luego la llegada de la
pequeña Charlotte, también actriz y cantante de enorme talento hoy.
Una vuelta al pasado que tiene un presente y un futuro que
pasa además por el recital que dará la hija de los dos artistas en Madrid este
verano.
La cantante nos regaló un fin de semana vibrante, emocional,
cálido. Es posible que Gainsbourg, desde alguna otra dimensión más o menos
real, más o menos fantaseada, siguiera el recital de su compañera, con la
devoción y la admiración de los que nos dejamos seducir por la gracia luminosa
de Birkin.
No cantó- helàs!- La Javanaise, porque esa canción Serge se
la había dedicado a otra. Al final de la velada alguien, a la salida, la iba
tarareando en voz alta para consolarse.
El texto que sigue- publicado en ocasión de la película que
el director Sfar le dedicó hace un tiempo, la evoca y vuelve a recordar al
músico y poeta.
GAINSBOURG, COMO ESCRIBISTE EN “LA JAVANAISE ” PARA JULIETTE
GRECO, TE QUEREMOS MUCHO MÁS QUE EL
TIEMPO DE UNA CANCIÓN, SERGE
Este francés judío universal, hijo de padres rusos que
emigraron huyendo del comunismo para encontrarse con la estrella amarilla de
los nazis y otras catástrofes, tiene ahora su película biográfica, de la mano
de Joann Sfar (1971), conocido y exitoso creador de cómics, como el “Gato del
rabino”.
Mitómano, lúdico, alcohólico y sensual, onomatopéyico,
juguetón con el lenguaje y sus dobleces, fumador empedernido, inmenso, cardíaco
terminal, carne de leyenda. Así fue Gainsbourg y así aparece retratado en esta
cinta, que recuerda para los jovencitos y ancianos desmemoriados, este
personaje escandaloso y provocador antes que las “boutades” y la pornografía se
pusieran de moda y morbo, que se zambulló en la “gauche caviar” antes de que
ésta hiciera “blin blin”, que recorrió paisajes describiendo círculos
concéntricos para retornar siempre al comienzo de su propia historia.
Abanderado de causas perdidas al fin ganadas, muerto de no
sé cuántas viudas ilustres, pintor, cantautor, pianista de cabaret, genio
reconocido y más que amado entre las sombras de un universo canalla, la
golfería y el éxtasis, otro Serge, Karganski, de “Les Inrockuptibles” dice del
film que “es un biopic ultrapersonal, elegante y chispeante…”.
Gainsbourg, transformado en su otro yo borgiano y
superyoico, Gainsbarre, dijo de sí mismo que era “un triángulo de alcohol,
Gitanes y mujeres”. Cuántos hubieran pagado para ser tu cuadrilátero, mon ami.
Hito vital y estético de varias generaciones, compositor de
canciones de Eurovisión (“Poupée de cire, poupée de son”) y otras no aptas para
todos los públicos o moralistas resfriados, censurada en España como “Je
t´aime, moi non plus”, eras, como tú habías escrito, “Un hombre con cabeza de
nabo”.
Devoto de Boris Vian y de la noche, mentor de Brigitte
Bardot, de France Gall, se te unieron al carro de la mala vida Catherine
Deneuve, Françoise Hardy, Isabelle Adjani, Vanesa Paradis y tantas otras.
Autor de una versión reggae de La Marsellesa , esa
propuesta musical escandalizó a la derecha tradicional de siempre, que tuvo que
ver cómo te comprabas finalmente por un dinero obsceno el manuscrito del himno
patrio.
Cuatro películas y la banda sonora de casi 40, entre ellas
“Madame Claude” y “Goodbye Emmanuelle”.
Descubrió mucho antes que nosotros, el
sexo en el avión y Tailandia. En 1975 “Rock around the bunker” se transformó en
una diatriba contra el nazismo aunque su trabajo más influyente es para algunos
“Histoire de Melody Nelson” (1971), basada en la Lolita de Nabokov.
Tuvo cuatro hijos, Lulú, la famosa Charlotte (actriz y
cantante), Paul y Françoise con tres mujeres diferentes e hizo de Jane Birkin
una de sus banderas. A su entierro acudieron aparte de una marea llorosa de
mujeres, Jack Lang, Johnny Hallyday y otros ministros y el presidente
Mitterrand dijo de él: “Era nuestro Baudelaire y llevó la canción a la
categoría de Arte”.
Los lugares que habitó y lo llenaron siguen intactos, como
inmensos paseos de nostalgia para desheredados del afecto, su casa, 5 de la
Rue Verneuil , el Liceo Condorcet donde
estudió poco y mal, Montmartre y sus tabernas, la Place du Tertre, Maxim´s y
Chez Régine, el Hotel Raphael y su último apeadero en el cementerio
Montparnasse.
Un halo de creatividad y de desastre lo persigue después de
muerto, porque la actriz que representó a la Birkin en la película, se suicidó poco después de
terminarla, con 29 años.
Es lógico que Gainsbourg, eterno mujeriego inefable,
escribiera sin complejos con esa lucidez que lo caracterizaba: “Cuando se
tiene, como yo tengo, el alma doblada en plan feto, hace falta provocar para
que se descontraiga”.
ALICIA PERRIS
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