martes, 22 de noviembre de 2022

L´ORFEO DE MONTEVERDI, VISITADO POR SASHA WALTZ EN EL TEATRO REAL

L'ORFEO. Claudio Monteverdi (1567-1643). Libreto de Alessandro Striggio, basado en Las metamorfosis de Ovidio y Las geórgicas de Virgilio. Vocalconsort Berlin | Freiburger Barockorchester. Teatro Real, 20 de noviembre 2022.

Favola in musica en un prólogo y cinco actos. Estrenada en el Palacio Ducal de Mantua el 24 de febrero de 1607 y en el Teatro Real el 2 de octubre de 1999.

Una producción de Sasha Waltz & Guests en colaboración con la Dutch National Opera Amsterdam, el Grand Théatre du Luxembourg, el Bergen International Festival y la Opéra de Lille

Equipo artístico

Director musical | Leonardo García Alarcón

Directora y coreógrafa | Sasha Waltz

Escenógrafo | Alexander Schwarz

Figurinista | Bernd Skodzig

Iluminador | Martin Hauk

Diseñador de vídeo | Tapio Snellman

Reparto

La música / Eurídice | Julie Roset

Orfeo | Georg Nigl

La mensajera / La esperanza | Charlotte Hellekant

Caronte | Alex Rosen

Proserpina | Luciana Mancini

Plutón | Konstantin Wolff

Apolo / Eco / Pastor 4 | Julián Millán

Ninfa / Pastor 1 | Cécile Kempenaers

Pastor 2 / Espíritu | Leandro Marziotte

Pastor 5 / Espíritu | Hans Wijers

Pastor 3 / Espíritu | Florian Feth

Vocalconsort Berlin ,Freiburger Barockorchester

 

“Dal mio Permesso amato a voi ne vegno,

incliti eroi, sangue gentil di regi,

di cui narra la fama eccelsi pregi,

né giugne al ver perch'è troppo alto il segno.

Io la Musica son, ch'a i dolci accenti

so far tranquillo ogni turbato core,

ed or di nobil ira, ed or d'amore

posso infiammar le più gelate menti” (Prologo del Orfeo de Monteverdi, texto de Alessandro Striggio)

El mito de Orfeo (siempre se vuelve a los clásicos griegos y latinos como a un primer amor espejeante y efímero pero eterno en el tiempo), forma parte del imaginario y el inconsciente colectivo de Occidente, su literatura, su música y el movimiento. Del reconocido paradigma de la Belleza, simplemente. Como explican los omniscientes, si bien no se hallan los textos en los que hagan mención de él Homero y Hesíodo, ya era conocido en la época de Íbico (ca. 530 a. C.), y Píndaro (522 — 442 a. C.) se refiere a él como «el padre de los cantos».

Desde el siglo vi a. C. en adelante fue considerado como uno de los principales poetas y músicos de la Antigüedad, el inventor de la cítara y quien añadió dos cuerdas a la lira: la lira de Orfeo posee nueve cuerdas, en honor a las nueve musas. Con su música, Orfeo- escriben, cuentan- era capaz no solo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y detener el curso de los ríos. Es un lujo para la inspiración artística y las fantasías.

Como músico célebre, fue con los Argonautas en busca del vellocino de oro. Se le supone como uno de los pioneros de la civilización, habiendo enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y profeta y practicó la magia, en especial la astrología. Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dioniso e instituyó, se dice, prácticas místicas, tanto públicas como privads, como la suya propia, los ritos órficos, esotéricos y reservados a unos pocos.

Como este estreno en el coliseo madrileño en unos días en que los afortunados corren de una sala a otra, porque coinciden estrenos, ofertas y maravillas. Se podría decir que el teatro era el pasado domingo “the place to be” y así lo relatan cronistas y visitantes que asistieron, desgraciadamente el mismo día y en el mismo lugar en que otros manifestantes habituales de la Plaza de Oriente (nostálgicos y no tanto de la ultraderecha española) recordaban la muerte del dictador Franco, que había desaparecido en 1975 y velado en el Palacio Real durante varios días. Así, el teatro y los anuncios de sus óperas en el frontispicio, LÓrfeo, Arabella o Salomé, sirvieron de anuncio involuntario a los defensores de una época que muchos prefieren olvidar, pero que forman parte de la historia de España.

Volviendo a Orfeo, también existía la Eurídice de Jacopo Peri que se estrenó en 1600, la de Giulio Caccini, en 1602, ambos de la Camerata Fiorentina o del Conde di Bardi y La fábula de Orfeo de Claudio Monteverdi en 1607. Monteverdi sin embargo la consagró para la literatura musical. Eurídice se había compuesto para festejar una boda de campanillas, la segunda de Enrique IV de Francia y la primera de María de Medici. A este acontecimiento acudió Vicenzo Gonzaga, Duque de Mantua, justamente poco después encargó a Monteverdi la composición de L’Orfeo.

El compositor de Cremona enaltece la función de la orquesta, emplea instrumentos en función de la necesidad teatral, aporta solistas, dúos, conjuntos y coros…En esta representación, una tradición poco frecuentada, sitúa a los músicos entre el público, como verdaderos peripatéticos. 

Se encuentra una pléyade de Orfeos, como explica el Grupo Talía, que también bebe en las fuentes de Monteverdi “El descenso de Orfeo a los Infiernos de Charpentier, el Orfeo de Haydn, la cantata La muerte de Orfeo de Berlioz o el poema sinfónico Orpheus de Liszt en el que dos arpas representan la lira de Orfeo y su canto. Liszt lo compuso después de ver una función de Orfeo y Eurídice de Gluck, pero se inspiró también en una representación de Orfeo en un vaso etrusco del Louvre. 

Autores del siglo XX como Milhaud o Henze también han compuesto obras en torno a Orfeo, y Kurt Weill cuenta con una obra titulada El nuevo Orfeo. Stravinski también dedicó un ballet al mito, Orpheus, que tuvo un gran éxito”. Sin olvidar la recreación de Jean Cocteau con  María Casares que pudo verse esta temporada en los teatros del Canal y la muy editada opereta Orfeo en los Infiernos, de Jacques Offenbach (1819-1880), que se estrenó en París en 1858.

En cuanto al libreto, las principales fuentes de Striggio fueron los Libros 18 y 15 de la Metamorfosis de Ovidio y el Libro Cuarto de las Geórgicas de Virgilio. Esto le proporcionó el material básico, pero no la estructura para un drama escénico; los acontecimientos de los Actos I y II están cubiertos por solo 13 versos en las Metamorfosis. El autor bebió además en otras fuentes—la obra de Poliziano del año 1480, la de Guarini Il pastor fido, y el libreto de Ottavio Rinuccini para la obra de Peri Eurídice.

El musicólogo Gary Tomlinson señala las muchas similitudes entre los textos de Striggio y Rinuccini, señalando que algunos de los discursos en el Orfeo "corresponde estrechamente en contenido e incluso en las palabras a sus correspondientes en la Eurídice". La crítica Barbara Russano Hanning escribe que “los versos de Striggio son menos sutiles que los de Rinuccini, aunque la estructura del libreto del primero es más interesante”.

Para poder analizarlo la partitura, la investigadora Jane Glover divide la lista de Monteverdi en tres principales grupos de instrumentos: cuerdas, metales y continuo, con una serie de artículos adicionales que no son de fácil clasificación. El grupo de cuerdas está formado por diez miembros de la familia del violín (viole da brazzo), dos contrabajos (contrabassi de viola), y dos violines pequeños (violini piccoli alla francese). Las viole da brazzo están en dos grupos de cinco componentes cada uno, dos violines, dos violas y un violonchelo. El grupo de metal contiene cuatro o cinco trombones (sacabuches), tres trompetas y dos cornetas. Los instrumentos que realizan el continuo son dos clavecines (duoi gravicembani), un arpa doble (arpa doppia), dos o tres tiorbas, dos órganos de tubos (organi di legno), tres violas da gamba graves, y un regales o pequeños órganos de caña. Aparte de estos agrupamientos hay dos flautas dulces (flautini alla vigesima secunda), y posiblemente una o más cistros—no incluidos en la lista por Monteverdi, pero sí en las instrucciones en relación con el final del Acto IV. Voilà!

Desde una perspectiva instrumental, los dos mundos representados dentro de la ópera están retratados de una forma distintiva. El mundo pastoral de los campos de Tracia está representado por las cuerdas, los clavicordios, arpa, órganos, flautas dulces y tiorbas. El resto de los instrumentos, principalmente metales, se asocian al Inframundo, aunque no hay una distinción absoluta; las cuerdas aparecen en algunas ocasiones en las escenas Hades.

“La coreógrafa alemana Sasha Waltz, explican los expertos de la sala madrileña, asume de nuevo un reto similarmente ambicioso en su lectura de esta obra fundacional del género operístico: la integración de las artes en un flujo continuo y sin costuras de sonido y movimiento capaz de dominar –armonía y geometría mediantes– nuestras propias pasiones”.

Importantes son los señalamientos que hizo Waltz en la rueda de prensa sobre la actualización de una producción ya conocida y ahora revisada en vestuario y aditamentos, en una época (se le hizo una pregunta ad hoc) en que las reivindicaciones de los modelos femeninos, patriarcales y otros están a la orden del día.

Interesante escuchar sus palabras en una convocatoria a los medios, donde estuvo acompañada por el director artístico, Joan Matabosch y el director de orquesta responsable de toda la obra, el argentino Leonardo García Alarcón que también concedió un encuadre muy atractivo antes y después en su labor como traductor de esta composición siempre de actualidad y muy exigente. Estuvo efic az y buen iluminador de un microcosmos total y complejo.

Julie Roset sonó tenue pero afinada y elegante en el rol de la Música, así como el barítono Georg Nigl, acompañante frecuente de los trabajos de Waltz, que se fue afianzando poco a poco a lo largo de la velada y fue recompensado en los nutridos aplausos luego. Alex Rosen, el bajo norteamericano desempeñó muy bien su papel, con holgura, así como Charlotte Hellekant en los desempeños de la Mensajera y la Esperanza. En esa línea de cumplimiento seguro, el Plutón de Konstantin Wolff y Luciana Mancini como Proserpina.

Cerrando el todo, que desde luego es coral, mérito y esfuerzo de todos y cada uno de los participantes, aunque haya protagonistas, que también son la danza, la escenografía de Alexander Schwarz, a veces un tanto incómoda para la visibilidad desde ciertas partes del coliseo, el Apolo, el, Eco y el pastor Pastor 4 de Julián Millán, la Ninfa  y el Pastor 1 de Cécile Kempenaers , el Pastor 2 y el Espíritu de Leandro Marziotte, el Pastor 5, también como el  Espíritu de Hans Wijers  y el Pastor 3 y Espíritu de Florian Feth.

Last but not least, la estupenda labor, sincronizada e inspirada, acompañando la escena y las voces bajo una estricta atención y compenetración con el maestro a cargo del Vocalconsort Berlin y la Freiburger Barockorchester. Y también de la coreografía de la propia Waltz, la escenógrafía de Alexander Schwarz , los figurines de Bernd Skodzig, la Iluminación de Martin Hauk y Tapio Snellman como diseñador del vídeo.

La audiencia, que vitoreó y se lo pasó como se esperaba, la típica en estos casos, invitados del teatro, gentes pudientes( melómanos o no), políticos, figurantes, socialités, periodistas de postín y seguramente primer rango, entregados presentes que acudieron a sus ahorrillos- pocos-  apreciaron la representación que ya venían disfrutando de antemano, porque se trataba de una ocasión privilegiada, única, que contará con otras 3 representaciones en la misma semana y un 20% de descuento muy anunciado por el Real, acorde con el concepto foráneo pero aprovechable del Black Friday.

Alicia Perris

Fotos, Javier del Real

No hay comentarios:

Publicar un comentario