L'ORFEO. Claudio Monteverdi (1567-1643). Libreto de Alessandro Striggio, basado en Las metamorfosis de Ovidio y Las geórgicas de Virgilio. Vocalconsort Berlin | Freiburger Barockorchester. Teatro Real, 20 de noviembre 2022.
Favola in musica en un prólogo y cinco actos. Estrenada en el
Palacio Ducal de Mantua el 24 de febrero de 1607 y en el Teatro Real el 2 de
octubre de 1999.
Una producción de Sasha Waltz & Guests en colaboración con la Dutch National Opera Amsterdam, el Grand Théatre du Luxembourg, el Bergen International Festival y la Opéra de Lille
Equipo artístico
Director musical | Leonardo García Alarcón
Directora y coreógrafa | Sasha Waltz
Escenógrafo | Alexander Schwarz
Figurinista | Bernd Skodzig
Iluminador | Martin Hauk
Diseñador de vídeo | Tapio Snellman
Reparto
La música / Eurídice | Julie Roset
Orfeo | Georg Nigl
La mensajera / La esperanza | Charlotte Hellekant
Caronte | Alex Rosen
Proserpina | Luciana Mancini
Plutón | Konstantin Wolff
Apolo / Eco / Pastor 4 | Julián Millán
Ninfa / Pastor 1 | Cécile Kempenaers
Pastor 2 / Espíritu | Leandro Marziotte
Pastor 5 / Espíritu | Hans Wijers
Pastor 3 / Espíritu | Florian Feth
Vocalconsort Berlin ,Freiburger
Barockorchester
“Dal mio Permesso amato a voi ne vegno,
incliti eroi, sangue gentil di regi,
di cui narra la fama eccelsi pregi,
né giugne al ver perch'è troppo alto il segno.
Io la Musica son, ch'a i dolci accenti
so far tranquillo ogni turbato core,
ed or di nobil ira, ed or d'amore
posso infiammar le più gelate menti” (Prologo del Orfeo de Monteverdi, texto de Alessandro Striggio)
El mito de Orfeo (siempre se vuelve a los clásicos griegos y
latinos como a un primer amor espejeante y efímero pero eterno en el tiempo),
forma parte del imaginario y el inconsciente colectivo de Occidente, su
literatura, su música y el movimiento. Del reconocido paradigma de la Belleza,
simplemente. Como explican los omniscientes, si bien no se hallan los textos en
los que hagan mención de él Homero y
Hesíodo, ya era conocido en la época de Íbico (ca. 530 a. C.), y Píndaro
(522 — 442 a. C.) se refiere a él como «el padre de los cantos».
Desde el siglo vi a. C. en adelante fue considerado como uno de los
principales poetas y músicos de la Antigüedad, el inventor de la cítara y quien
añadió dos cuerdas a la lira: la lira de Orfeo posee nueve cuerdas, en honor a
las nueve musas. Con su música, Orfeo- escriben, cuentan- era capaz no solo de
calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y detener
el curso de los ríos. Es un lujo para la inspiración artística y las fantasías.
Como músico célebre, fue con los Argonautas en busca del vellocino
de oro. Se le supone como uno de los pioneros de la civilización, habiendo
enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la
agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y
profeta y practicó la magia, en especial la astrología. Fundó o hizo accesibles
muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dioniso e instituyó, se dice, prácticas
místicas, tanto públicas como privads, como la suya propia, los ritos órficos,
esotéricos y reservados a unos pocos.
Como este estreno en el coliseo madrileño en unos días en que los
afortunados corren de una sala a otra, porque coinciden estrenos, ofertas y
maravillas. Se podría decir que el teatro era el pasado domingo “the place to
be” y así lo relatan cronistas y visitantes que asistieron, desgraciadamente el
mismo día y en el mismo lugar en que otros manifestantes habituales de la Plaza
de Oriente (nostálgicos y no tanto de la ultraderecha española) recordaban la
muerte del dictador Franco, que había desaparecido en 1975 y velado en el
Palacio Real durante varios días. Así, el teatro y los anuncios de sus óperas
en el frontispicio, LÓrfeo, Arabella o Salomé, sirvieron de anuncio
involuntario a los defensores de una época que muchos prefieren olvidar, pero
que forman parte de la historia de España.
Volviendo a Orfeo, también existía la Eurídice de Jacopo Peri que se estrenó en 1600, la
de Giulio Caccini, en 1602, ambos de
la Camerata Fiorentina o del Conde di Bardi y La fábula de
Orfeo de Claudio Monteverdi en 1607.
Monteverdi sin embargo la consagró para la literatura musical. Eurídice se
había compuesto para festejar una boda de campanillas, la segunda de Enrique IV
de Francia y la primera de María de Medici. A este acontecimiento acudió Vicenzo
Gonzaga, Duque de Mantua, justamente poco después encargó a Monteverdi la
composición de L’Orfeo.
El compositor de Cremona enaltece la función de la orquesta, emplea instrumentos en función de la necesidad teatral, aporta solistas, dúos, conjuntos y coros…En esta representación, una tradición poco frecuentada, sitúa a los músicos entre el público, como verdaderos peripatéticos.
Se encuentra una pléyade de Orfeos, como explica el Grupo Talía, que también bebe en las
fuentes de Monteverdi “El descenso de Orfeo a los Infiernos de Charpentier, el Orfeo de Haydn, la cantata La muerte de Orfeo de
Berlioz o el poema sinfónico Orpheus
de Liszt en el que dos arpas
representan la lira de Orfeo y su canto. Liszt lo compuso después de ver una
función de Orfeo y Eurídice de Gluck,
pero se inspiró también en una representación de Orfeo en un vaso etrusco del Louvre.
Autores del siglo XX como Milhaud
o Henze también han compuesto
obras en torno a Orfeo, y Kurt Weill
cuenta con una obra titulada El nuevo Orfeo. Stravinski también dedicó un ballet al mito, Orpheus, que tuvo un
gran éxito”. Sin olvidar la recreación de Jean
Cocteau con María Casares que pudo verse esta temporada en los teatros del
Canal y la muy editada opereta Orfeo en los Infiernos, de Jacques Offenbach (1819-1880), que se estrenó en París en 1858.
En cuanto al libreto, las principales fuentes de Striggio fueron
los Libros 18 y 15 de la Metamorfosis de Ovidio y el Libro Cuarto de las
Geórgicas de Virgilio. Esto le
proporcionó el material básico, pero no la estructura para un drama escénico;
los acontecimientos de los Actos I y II están cubiertos por solo 13 versos en
las Metamorfosis. El autor bebió además en otras fuentes—la obra de Poliziano del año 1480, la de Guarini Il pastor fido, y el libreto
de Ottavio Rinuccini para la obra de
Peri Eurídice.
El musicólogo Gary Tomlinson señala las muchas similitudes entre los textos de Striggio y Rinuccini, señalando que algunos de los discursos en el Orfeo "corresponde estrechamente en contenido e incluso en las palabras a sus correspondientes en la Eurídice". La crítica Barbara Russano Hanning escribe que “los versos de Striggio son menos sutiles que los de Rinuccini, aunque la estructura del libreto del primero es más interesante”.
Para poder analizarlo la partitura, la investigadora Jane Glover divide la lista de
Monteverdi en tres principales grupos de instrumentos: cuerdas, metales y
continuo, con una serie de artículos adicionales que no son de fácil
clasificación. El grupo de cuerdas está formado por diez miembros de la familia
del violín (viole da brazzo), dos contrabajos (contrabassi de viola), y dos
violines pequeños (violini piccoli alla francese). Las viole da brazzo están en
dos grupos de cinco componentes cada uno, dos violines, dos violas y un
violonchelo. El grupo de metal contiene cuatro o cinco trombones (sacabuches),
tres trompetas y dos cornetas. Los instrumentos que realizan el continuo son
dos clavecines (duoi gravicembani), un arpa doble (arpa doppia), dos o tres
tiorbas, dos órganos de tubos (organi di legno), tres violas da gamba graves, y
un regales o pequeños órganos de caña. Aparte de estos agrupamientos hay dos
flautas dulces (flautini alla vigesima secunda), y posiblemente una o más
cistros—no incluidos en la lista por Monteverdi, pero sí en las instrucciones
en relación con el final del Acto IV. Voilà!
Desde una perspectiva instrumental, los dos mundos representados
dentro de la ópera están retratados de una forma distintiva. El mundo pastoral
de los campos de Tracia está representado por las cuerdas, los clavicordios,
arpa, órganos, flautas dulces y tiorbas. El resto de los instrumentos,
principalmente metales, se asocian al Inframundo, aunque no hay una distinción
absoluta; las cuerdas aparecen en algunas ocasiones en las escenas Hades.
“La coreógrafa alemana Sasha
Waltz, explican los expertos de la sala madrileña, asume de nuevo un reto
similarmente ambicioso en su lectura de esta obra fundacional del género
operístico: la integración de las artes en un flujo continuo y sin costuras de
sonido y movimiento capaz de dominar –armonía y geometría mediantes– nuestras
propias pasiones”.
Importantes son los señalamientos que hizo Waltz en la rueda de
prensa sobre la actualización de una producción ya conocida y ahora revisada en
vestuario y aditamentos, en una época (se le hizo una pregunta ad hoc) en que
las reivindicaciones de los modelos femeninos, patriarcales y otros están a la
orden del día.
Interesante escuchar sus palabras en una convocatoria a los medios,
donde estuvo acompañada por el director artístico, Joan Matabosch y el director de orquesta responsable de toda la
obra, el argentino Leonardo García Alarcón
que también concedió un encuadre muy atractivo antes y después en su labor como
traductor de esta composición siempre de actualidad y muy exigente. Estuvo efic
az y buen iluminador de un microcosmos total y complejo.
Julie Roset sonó tenue pero
afinada y elegante en el rol de la Música, así como el barítono Georg Nigl, acompañante frecuente de
los trabajos de Waltz, que se fue afianzando poco a poco a lo largo de la
velada y fue recompensado en los nutridos aplausos luego. Alex Rosen, el bajo norteamericano desempeñó muy bien su papel, con
holgura, así como Charlotte Hellekant
en los desempeños de la Mensajera y la Esperanza. En esa línea de cumplimiento
seguro, el Plutón de Konstantin Wolff
y Luciana Mancini como Proserpina.
Cerrando el todo, que desde luego es coral, mérito y esfuerzo de
todos y cada uno de los participantes, aunque haya protagonistas, que también
son la danza, la escenografía de Alexander Schwarz, a veces un tanto incómoda
para la visibilidad desde ciertas partes del coliseo, el Apolo, el, Eco y el
pastor Pastor 4 de Julián Millán, la
Ninfa y el Pastor 1 de Cécile Kempenaers , el Pastor 2 y el Espíritu
de Leandro Marziotte, el Pastor 5,
también como el Espíritu de Hans Wijers y el Pastor 3 y Espíritu de Florian Feth.
Last but not least, la estupenda labor, sincronizada e inspirada,
acompañando la escena y las voces bajo una estricta atención y compenetración
con el maestro a cargo del Vocalconsort
Berlin y la Freiburger Barockorchester.
Y también de la coreografía de la propia Waltz, la escenógrafía de Alexander Schwarz , los figurines de Bernd Skodzig, la Iluminación de Martin Hauk
y Tapio Snellman como diseñador del vídeo.
La audiencia, que vitoreó y se lo pasó como se esperaba, la típica
en estos casos, invitados del teatro, gentes pudientes( melómanos o no),
políticos, figurantes, socialités, periodistas de postín y seguramente primer
rango, entregados presentes que acudieron a sus ahorrillos- pocos- apreciaron la representación que ya venían
disfrutando de antemano, porque se trataba de una ocasión privilegiada, única,
que contará con otras 3 representaciones en la misma semana y un 20% de descuento
muy anunciado por el Real, acorde con el concepto foráneo pero aprovechable del
Black Friday.
Alicia Perris
Fotos, Javier del Real
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