AUDITORIO NACIONAL DE ESPAÑA, MADRID. SÁBADO 19 DE NOVIEMBRE, 2022
PRIMERA PARTE
María Eugenia Luc (1958)
Profondissima quiete* [12’]* Estreno absoluto. Obra encargo de la
Orquesta y Coro Nacionales de España
Camille Saint-Saëns (1835-1921)
Concierto para piano y orquesta núm. 5 en Fa mayor, op. 103,
«Egipcio» [29’]
I. Allegro animato
II. Andante
III. Molto allegro
SEGUNDA PARTE
Nikolái
Rimski-Kórsakov (1844-1908)
Scheherazade, op. 35 [45’]
I. El mar y el barco de Simbad
II. La leyenda del príncipe Kalendar
III. El joven príncipe y la joven princesa
IV. Festival en Bagdad. El mar. El barco se estrella contra un
acantilado coronado por un guerrero de bronce
ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA.
DIRECTOR, JAIME MARTÍN
PIANO, BERTRFAND CHAMAYOU
El repertorio elegido esta vez en el Ciclo Sinfónico de la Orquesta Nacional de España (07) se abre con un estreno, la partitura “Profondissima quiete”, escogida dentro del corpus de Giacomo Leopardi, uno de los escritores más leídos de la literatura italiana, que, a partir de la noción de paisaje (que recorre toda la velada en un alarde lo que podríamos considerar casi “música programática”), va tejiendo una tela que irradia con dulzura, penetrando en su totalidad el espacio sonoro. Entre lo bucólico, la ensoñación y el recorrido personal e íntimo de nostalgias, memoria y vivencias.
Viaje apasionante aunque no apasionado, también descriptivo, repleto de evanescencias y espejeos melódicos, colorista en la discreción de un discurrir que sin embargo, en lo psicológico, se recoge y se mantiene dentro. Reservado, modesto y contenido, como la propia compositora, María Eugenia Luc (1958), de origen ítalo-argentino y residente en Euskadi. Este trabajo original y cuidado fue muy bien recibido por la audiencia que aplaudió a la artista presente en la sala y la saludó en varios encuentros en el entreacto.
En lo que se refiere al Concierto
Egipcio, que clausura la primera parte de la velada, Saint-Saëns lo
escribió en Luxor, ya que el compositor francés era un viajero incansable y
trashumante, pasajero sobre todo de los territorios del sur (la Sudamérica de
Brasil o Argentina y los países europeos como España, Italia y Portugal, extendiendo
su periplo homérico de descubrimiento y evasión hasta Egipto). Algunos
creadores y este es el caso de referencia, se encuentran más cómodos en el
constante deambular, que en la pertenencia que los fija a sistemas sociales,
políticos o morales que no siempre les permiten la fluidez de emociones y
comportamientos.
Desde el punto de vista de la dificultad de la ejecución para el pianista y de la técnica de la composición, el virtuosismo y la exigencia resultan evidentes desde los primeros compases, así con un “élan” orientalizante que muy a menudo resuena más reconocible como hispanizante que como oriental (o en esa nube difusa con que los franceses y otros europeos dibujaban el exotismo ajeno a sus tradiciones musicales y otras, una diversidad que se abría paso con rapidez al atravesar sus fronteras y abandonar las geografías patrias, matrias y reconocibles).
La interpretación que Betrand
Chamayou realizó de esta obra fue electrizante, cercana (sin exagerar) a la
perfección: la claridad y la limpieza de su técnica, la posición, la relajación
constante pero atenta del propio cuerpo lo convierten en un intérprete de
excepción. Vínculo relacional claro con otros grandes de su país como los
hermanos Capuçon, Renaud y Gautier o Philippe Jaroussky, entre una pléyade de portentos, su capacidad de
transmitir, los trinos, los mordentes y picados, los smorzando, cómo scherza,
matiza, imprime una tersura al teclado con un uso sabio del pedal que no
ensucia ni se utiliza como coartada para redondear la poca eficacia pianística,
sino que acompaña y subraya muy bien los volúmenes y los planos sonoros.
Y así se funde con una orquesta seducida y entregada, que, al
frente de Jaime Marín, que dio un
ejemplo de empatía artística, cuidando a cada instrumentista de las secciones,
al concertino y sus exigencias en los difíciles fragmentos posteriores de todo Rimsky. Con una comunicación
sorprendente e inefable con Chamayou,
que por momentos era el co-director de la formación interpelando y siendo
cómplice de los instrumentistas de las cuerdas y a continuación, la estrella
absoluta de esos pasajes vibrantes, envolventes y fulgurantes. Todo un
paradigma.
Chamayou fue muy aplaudido, vestido con zapatos acordonados y un
traje sobrio gris marengo con camisa blanca abierta por el primer botón, regaló
como “encore” “La fille aux cheveux de lins” (La niña de los cabellos de
lino”), que anunció él mismo, un preludio de Claude Debussy, pulcrísimo también y conceptual. Fácil de tocar
pero no de interpretar.
Probablemente sea
Sheherezade una de las producciones más escuchadas dentro del gran
desempeño de las orquestas en el sinfonismo ruso que siempre fascina y encanta
a Occidente, del que ya se han comentado evocaciones en otras reseñas, por lo
que sería fútil abundar de nuevo en la literatura del antiguo imperio de los
zares, abruptamente clausurado en Ekaterimburgo.
Hablamos de la potente tradición musical de un pueblo que desborda todos los límites, a veces de una forma extraordinariamente creativa y otras, como en el doloroso presente, avasallando, destruyendo y sembrando la destrucción y la pérdida de consensos morales internacionales que creíamos afianzados en el continente europeo después de las dos guerras mundiales. Y todo se empaña y se revisa, pero quedan la capacidad de crear y compartir y su belleza.
Como es aconsejable cuando vamos a una audición, hay que salvar lo
más luminoso y solar de un pueblo y su talento. Así, la temática de Sherezade
nos retrotrae a la época en que fuimos felices (¿de niños, de adolescentes?),
en esos momentos históricos y personales que la propia trayectoria y la H(h)istoria
de cada uno, nos dejó como respiro.
Se trata de un cuento delicioso, plácido, activador de las pasiones
sin embargo: un universo de navíos, singladuras, espadas curvas, capitanes,
ladrones, piratas y princesas. Lugares lejanos no reales, más fantaseados que
por descubrir, solo para la imaginación y la fábula. Y las películas (¿colo9readas?)
de Douglas Fairbanks Jr. Y Maureen O´Hara.
De eso habla Rimsky, maravillosamente traducido por las huestes de la Orquesta Nacional de España y su director en esta ocasión, con un gesto, disponibilidad y actitud generosos a la vez hacia la obra, los músicos y el propio público que lo aplaude, lo reconoce y los jalea. Marín posee además, una percepción innata en el descubrimiento del lenguaje musical y la capacidad difícil de encontrar en estos tiempos, de transmitirlo con gozo.
Con algún agobio el concertino , Miguel Colom Cuesta, muy en su papel y eficaz siempre, solo
perceptible desde las primeras filas de la sala, consciente de la
responsabilidad de mantener la calidad de su instrumento, con una melodía
serpenteante y reiterativa que se enrosca sobre sí misma, se diluye y se
agiganta. Como en la prosa envolvente y circular del “Makbara” en Marrakech de Juan
Goytisolo, plasmado en la profusión sonora de las maderas, los metales, la percusión
y las cuerdas. En realidad la referencia
es el actual Uzbequistán, provincia del mítico y colonial imperio ruso
aparentemente desaparecido pero con una zona de influencia y apetencias actuales
anchas, muy anchas.
Sugerente y particular el Programa de mano en la comprensión y la
sensibilidad de su autora, Teresa
Cascudo. Y por supuesto, importante labor de “micro” solistas como la
flauta, fagot, trompetas, cellos y un empaste orquestal contundente, de grandísimo
espectro y realmente hermoso. Una velada lujosa para soñar y evadirse un poco,
mucho…” Fue un “¡a toda orquesta!”
Alicia Perris
Fotos de Julio Serrano
CHAMAYOU PLAYS SAINT-SAËNS: PIANO CONCERTO NO. 5 IN F MAJOR, OP.
103, "EGYPTIAN"
Live at the Teatro Colón in Buenos Aires, Bertrand Chamayou
performs Saint-Saëns's Piano Concerto No. 5 ("The Egyptian") with the
Orchestre national du Capitole de Toulouse and conductor Tugan Sokhiev.
No hay comentarios:
Publicar un comentario