Teatro del Maggio –Otoño 2024. LA TRAVIATA. Melodrama en tres actos. Libreto de Francesco Maria Piave, basado en La dame aux Camélias de Alejandro Dumas hijo. Música de Giuseppe Verdi. Florencia, Jueves 21 de noviembre, 2024. Cast alternativo.
Violetta Valéry, Julia Muzychenko
Alfredo Germont, Matheus Pompeu
Giorgio Germont, Min Kim
Flora Bervoix, Aleksandra Meteleva
Annina, Olha Smokolina
Gastón, Oronzo D’Urso
Marqués d’Obigny, Gonzalo Godoy Sepúlveda
Baron Douphol, Yurii Strakhov
Dottor Grenvil, Huigang Liu
Giuseppe, Alessandro Lanzi
Un comisionado, Lisandro Guinis
Un sirviente, Nicolò Ayroldi
Orquesta y Coro del Maggio Musicale Fiorentino
Director Renato Palumbo
Maestro del coro, Lorenzo Fratini
Regia, Stefania Grazioli
Escenografía, Roberta Lazzari
Vestuario, Veronica Pattuelli
Luces, Valerio Tiberi
Nueva producción
Está claro que La Traviata verdiana, sobre todo en la actualidad, con los movimientos feministas en auge y el acceso de la visibilidad femenina a las cercanías del poder y la iconografía del siglo XXI, también es una partitura y un libreto con muchas posibles lecturas.
Ya lo dijo un sabio reconocido
francés contemporáneo: “El mito central de la “Dame aux Camélias”, no es el
Amor, sino el Reconocimiento, porque Margarita ama para que se la reconozca, y
en ese sentido, su pasión (en un aspecto más etimológico que sentimental),
proviene completamente del otro…La mirada cómplice de los burgueses aquí va
destinada al lector que, por su parte, reconoce también a Margarita, a través
del desprecio de su amante…”. Roland Barthes, Mythologies, ëditions du
Seuil, 1957.
La palabra “Traviata” para
empezar, hace referencia a una “demi-mondaine”, a una mujer que “ha perdido el
camino”, a una descarriada. Que vive del comercio sexual en una fiesta continua
de carnalidad y placer. Verdi aportó su grano de arena debido a su habitual confusión
y estereotipo conservador judeocristiano para definir qué es una mujer y cuál
es el rol que debe jugar en la vida. Habría que recordar su relación diferente
con su primera esposa y luego con la soprano Giuseppina Strepponi.
Los valores morales de los últimos años de la Monarquía de julio en la Francia de Dumas, están más que explicitados en esta ópera con la confrontación entre el espíritu igualitario (más o menos) heredado de la Revolución de 1789, encarnada por Marguerite Gautier, la protagonista de la novela autobiográfica de Dumas hijo, que intenta cohabitar con el conservadorismo y la rigidez burgueses del reino de Luis-Felipe, simbolizada por la autoridad patriarcal.
Violetta representa aún sin
proponérselo un paradigma femenino alternativo y lo escenifica muy bien: “Que
él sepa el sacrificio que hago por amor… (le contesta a Germont padre, con el
honor de una virgen casadera, su hija, que defender), y dígale que el último
suspiro de mi corazón será para él”. Versiones escénicas de Traviata ha
habido muchas y algunas, sublimes, la de Visconti con María Callas para La
Scala de Milán, alrededor de 1955, la adaptación de Franco Zeffirelli para el
cine, con Teresa Stratas y Plácido Domingo en los roles principales ( que siguen
acompañando desde sus fotografías a los visitantes de la Fondazione Zeffirelli
en Florencia).
En la dirección de esta producción de la Sala Grande, el maestro Renato Palumbo, que conoce bien a Verdi y dirige con expresividad a los cantantes, el coro y la orquesta del Maggio, siempre ajustadísimos, aunque por momentos parece entrar la partitura en una especie de taquicardia, porque la narrativa de los tempi se hace o se percibe (y esto siempre es subjetivo), algo ad libitum, troppo vivace o con algún rubato demás. Pero también estos comentarios son opinables. Nadie va con el metrónomo a una función sino con el corazón y el instinto. A disfrutar, no a juzgar.
La regia de Stefania Grazioli es
conservadora y clásica y esto es una ventaja relajante en una época muy dada a
los experimentos teatrales que confunden las representaciones con vodeviles o fantasmagorías
de directores de escena estrambóticos que pierden el sentido original de las
obras. El coro del Lorenzo Fratini, espectacular, sabe actuar, moverse y
tiene un caudal sonoro fantástico.
La escenografía de Roberta
Lazzeri, es funcional, polivalente y facilita la concentración en los
recovecos musicales en el escenario de los cantantes, acompañando, no buscando
el protagonismo inherente a otros, bonito y envolvente el vestuario de Veronica
Pattuelli con las luces de Valerio Tiberi. La coreografía,
bailarines de negro, representando “zíngaras” y toreros (¡ay, maestro Verdi, siempre
se vive desde el extranjero a España como una geografía ligada secularmente a
la tauromaquia, de clichés repetidos!) corresponden a Elena Barsotti.
Los protagonistas, Julia Muzychenko como Violetta, traza un personaje reconocible y bello, con una sensibilidad a flor de piel. Con alguna duda en los pasajes de tipo belcantistas del comienzo, intuitiva, en el primer acto buscó la seguridad escénica y vocal que finalmente encontró a partir del II, intimista, doliente, muy emotivo y conmovedor. Nacida en San Petersburgo y muy joven, con una excelente presencia escénica, ganó además el IV Concurso de Canto de la Ópera de Tenerife.
Matheus Pompeu, tenor lírico
brasileño, con una carrera cada vez más desarrollada en papeles principales y
con experiencia en Traviata, no tiene una voz enorme, pero construye un Alfredo
Germont donde destacan la expresividad y una notable relación con los
compañeros de escena, especialmente con su enamorada Violetta. También a
reseñar la belleza del timbre y una técnica sólida.
Min Kim, barítono nacido en 1991 en Corea del Sur, está muy vinculado al Teatro del Maggio, donde ha cantado varios roles y ha sido galardonado con muchas distinciones en diferentes países. Su Giorgio Germont es severo, como marca el rol, con una buena línea de canto, fiato y comunicabilidad. Establece un dúo vibrante y lleno de matices con Violetta en el II acto y por supuesto con Alfredo, para quien resulta ser, en general, el “padre padrone” que le endosa a él y al resto la Ley (como diría Lacan), el orden y los usos y costumbres.
En los otros roles muy bien la Annina de Ohla Smokolina y Aleksandra Meteleva como Flora Bervoix, indispensables y benéficas acompañantes. Oronzo d’Urso y Yurii Strakhov, miembros de la Accademia del Maggio, como respectivamente Gastón y el barón Douphol, seguros y fiables. Por su parte, Gonzalo Godoy Sepúlveda e Huigang Liu a cargo del marqués d’Obigny y el doctor Grenvil, muy cumplidores y también Alessandro Lanzi como Giuseppe. Lisandro Guinis y Nicolò Ayroldi dan vida respectivamente a un comisionado y a un sirviente, apropiados. En términos generales, un elenco muy internacional y abierto al exterior y nada proteccionista. Muy aplaudidos toldos, porque es una producción seria y meritoria.
Con la sala prácticamente al completo,
todo increíblemente pulido y reluciente, se respira un aire de libertad por el
foyer y a la vez de organización, para vender los programas, aclimatarse de la
lluvia y el frío florentino presentes en una velada tirando a gélida, unos
platos riquísimos a elegir en la restauración eficiente y bien servida (unos ravioli
con ricota y salvia, antológicos). Todos colaboran para repartir el espacio, no
hay conflicto aparente en un lugar donde el todo se percibe como colaborador y
educadísimo. La misma sensación con la disponibilidad de prensa y comunicación,
el personal de sala y el bookshop. Civilizadísima, elegante y amada
Florencia…siempre.
Alicia Perris
Foto Michele Monasta-Maggio
Musicale Fiorentino
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