El pintor de atmósferas
La Royal Academy of Arts, de Londres, en colaboración con el Toledo
Museum of Art, de Ohio, ha presentado, por primera vez en el Reino Unido,
la mayor retrospectiva dedicada al compromiso de Edouard Manet (1832-1883) con
el retrato: Manet Portraying Life
Es sorprendente la determinación con la que, en 1867, Manet no se resignó
a quedar excluido de la Exposición Universal de París, pese al rechazo de sus
obras por parte de la sección artística. El pintor construyó un pabellón
privado justo en frente de los Campos de Marte, lugar en el que se realizaba la
Exposición. Pide a su madre prestados 18.305 francos, y así consigue exponer
todas las obras presentadas en el Salón de París hasta el momento. El éxito,
sin embargo, fue bastante modesto, y muchos sólo consideraron este acto como
una provocación más del pintor. Pero el tiempo ha terminado dando la razón al
pintor, que no sólo goza del aplauso de la crítica, sino también del entusiasmo
del público.
Se ha vuelto a
comprobar con la muestra Manet
Portraying Life, en la Royal Academy of Arts, de Londres. Gente de
diversa índole guarda animosa su turno para ver cada retrato detenidamente,
disfrutando del instante captado por la mirada de Manet. La mirada del flaneur, equiparable a un flash, a un
instante que no repara en el detallismo, fue una manera de enfrentarse a un
lienzo muy distinta a lo que habíamos visto hasta ese momento, en la historia
del arte. Edouard Manet fue un observador nato; París no había conocido jamás a
un paseante que recorriese las calles con mayor provecho: «Llevaba un cuaderno
en el que dibujaba cualquier cosa, un perfil, un sombrero, en una palabra, una
impresión fugitiva...», decía su amigo y compañero en el taller de Couture,
Antonin Proust.
La muestra Manet Portraying Life incluye alrededor de 50 pinturas y una
selección de pasteles y fotografías del momento, a modo de cartas de visita,
dispuesta en varias secciones: El artista y
su familia, donde destacan su esposa y la mujer a la que más
retrató, Suzanne Leenhoff, y su hijo León Koëlla Leenhoff; Manet y sus amigos artistas, como
Berthe Morisot, Eva González y Claude Monet; Manet y sus amigos del círculo
literario y teatral como Emile Zola, Zacharie Astruc, Théodore Duret, George
Moore, Stéphane Mallarmé y Fanny Clauss; Retratos de
personalidades, que incluye a Georges Clemenceau, Henri Rochefort y
Antonin Proust; y, finalmente, El artista y
sus modelos,
entre las que destacan sus amigas Méry Laurent e Isabelle Lemonnier, y modelos
profesionales como Victorine Meurent.
Manet da vida, no lo sólo a los modelos retratados, sino a la sociedad
parisina de su tiempo, recreando de modo sorprendente en sus cuadros las
atmósferas a las que pertenecían. Uno asiste a una exposición plagada de
presencias de antaño que comparten espacio. En cada retrato, uno se adentra en
la impresión íntima del pintor, como quien entra a un hogar y percibe su
peculiar olor y lo reconoce para siempre como propio e inigualable. Así son los
momentos captados por Manet.
La intimidad
compartida del momento en el que Suzanne toca el piano; la música de Shumann en
las pinceladas y la presencia de la quietud de quien escucha; el silencio de
los paisajes y momentos de contemplación de los retratados; el movimiento y el
aire, y la vida; lo efímero de una pompa de jabón, o a la instantánea de la
dulce y melancólica determinación de una cantante callejera, son sólo algunos
ejemplos de una experiencia inabarcable desde el momento en que, por ser
inmensa, no cabe en las palabras.
La exposición cuenta
también con una parte dedicada a la fotografía, en la que destaca la producción
fotográfica de Nadar, por lo que ésta influyó en los cuadros de Manet. Ambos
compartirán ideas y objetivos en torno a las tertulias y los círculos
artísticos. De hecho, Nadar, en la década de 1870, tendrá un papel importante
en la gestación del impresionismo y su divulgación, proporcionando, en 1874, su
estudio para la realización de la primera Exposición Impresionista, en la que
Manet no quiso participar.
Aunque Manet entra en
contacto con el impresionismo y es considerado uno sus padres, no lo fue en el
sentido estricto de la palabra, pese a utilizar sus técnicas. El pintor maduró
como artista a través del realismo, un nuevo movimiento artístico que se basaba
en el trabajo sobre la observación directa de la realidad. Manet abrazó el
realismo aproximándose al retrato, y pondrá todo su énfasis en la atmósfera
urbana, modificando el carácter reivindicativo social del realismo, por el mero
reflejo de la cotidianidad de la sociedad de su tiempo.
El pintor no vio
expuestas muchas de sus obras y no fue reconocido en vida. Independiente y fiel
a sí mismo, y a la vez sensible a las duras críticas que recibía su trabajo,
Manet consiguió encontrar su propio y auténtico modo de expresar y pintar lo
que veía. Como afirmó Albert Wolf, en 1882, «no se puede negar; el arte de
Manet es enteramente suyo».
Rosa Puga Davila. Londres
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