jueves, 11 de abril de 2013

RETROSPECTIVA DE MANET EN LONDRES


El pintor de atmósferas
La Royal Academy of Arts, de Londres, en colaboración con el Toledo Museum of Art, de Ohio, ha presentado, por primera vez en el Reino Unido, la mayor retrospectiva dedicada al compromiso de Edouard Manet (1832-1883) con el retrato: Manet Portraying Life
 Es sorprendente la determinación con la que, en 1867, Manet no se resignó a quedar excluido de la Exposición Universal de París, pese al rechazo de sus obras por parte de la sección artística. El pintor construyó un pabellón privado justo en frente de los Campos de Marte, lugar en el que se realizaba la Exposición. Pide a su madre prestados 18.305 francos, y así consigue exponer todas las obras presentadas en el Salón de París hasta el momento. El éxito, sin embargo, fue bastante modesto, y muchos sólo consideraron este acto como una provocación más del pintor. Pero el tiempo ha terminado dando la razón al pintor, que no sólo goza del aplauso de la crítica, sino también del entusiasmo del público.
Se ha vuelto a comprobar con la muestra Manet Portraying Life, en la Royal Academy of Arts, de Londres. Gente de diversa índole guarda animosa su turno para ver cada retrato detenidamente, disfrutando del instante captado por la mirada de Manet. La mirada del flaneur, equiparable a un flash, a un instante que no repara en el detallismo, fue una manera de enfrentarse a un lienzo muy distinta a lo que habíamos visto hasta ese momento, en la historia del arte. Edouard Manet fue un observador nato; París no había conocido jamás a un paseante que recorriese las calles con mayor provecho: «Llevaba un cuaderno en el que dibujaba cualquier cosa, un perfil, un sombrero, en una palabra, una impresión fugitiva...», decía su amigo y compañero en el taller de Couture, Antonin Proust.
La muestra Manet Portraying Life incluye alrededor de 50 pinturas y una selección de pasteles y fotografías del momento, a modo de cartas de visita, dispuesta en varias secciones: El artista y su familia, donde destacan su esposa y la mujer a la que más retrató, Suzanne Leenhoff, y su hijo León Koëlla Leenhoff; Manet y sus amigos artistas, como Berthe Morisot, Eva González y Claude Monet; Manet y sus amigos del círculo literario y teatral como Emile Zola, Zacharie Astruc, Théodore Duret, George Moore, Stéphane Mallarmé y Fanny Clauss; Retratos de personalidades, que incluye a Georges Clemenceau, Henri Rochefort y Antonin Proust; y, finalmente, El artista y sus modelos, entre las que destacan sus amigas Méry Laurent e Isabelle Lemonnier, y modelos profesionales como Victorine Meurent.
Manet da vida, no lo sólo a los modelos retratados, sino a la sociedad parisina de su tiempo, recreando de modo sorprendente en sus cuadros las atmósferas a las que pertenecían. Uno asiste a una exposición plagada de presencias de antaño que comparten espacio. En cada retrato, uno se adentra en la impresión íntima del pintor, como quien entra a un hogar y percibe su peculiar olor y lo reconoce para siempre como propio e inigualable. Así son los momentos captados por Manet.
La intimidad compartida del momento en el que Suzanne toca el piano; la música de Shumann en las pinceladas y la presencia de la quietud de quien escucha; el silencio de los paisajes y momentos de contemplación de los retratados; el movimiento y el aire, y la vida; lo efímero de una pompa de jabón, o a la instantánea de la dulce y melancólica determinación de una cantante callejera, son sólo algunos ejemplos de una experiencia inabarcable desde el momento en que, por ser inmensa, no cabe en las palabras.
La exposición cuenta también con una parte dedicada a la fotografía, en la que destaca la producción fotográfica de Nadar, por lo que ésta influyó en los cuadros de Manet. Ambos compartirán ideas y objetivos en torno a las tertulias y los círculos artísticos. De hecho, Nadar, en la década de 1870, tendrá un papel importante en la gestación del impresionismo y su divulgación, proporcionando, en 1874, su estudio para la realización de la primera Exposición Impresionista, en la que Manet no quiso participar.
Aunque Manet entra en contacto con el impresionismo y es considerado uno sus padres, no lo fue en el sentido estricto de la palabra, pese a utilizar sus técnicas. El pintor maduró como artista a través del realismo, un nuevo movimiento artístico que se basaba en el trabajo sobre la observación directa de la realidad. Manet abrazó el realismo aproximándose al retrato, y pondrá todo su énfasis en la atmósfera urbana, modificando el carácter reivindicativo social del realismo, por el mero reflejo de la cotidianidad de la sociedad de su tiempo.
El pintor no vio expuestas muchas de sus obras y no fue reconocido en vida. Independiente y fiel a sí mismo, y a la vez sensible a las duras críticas que recibía su trabajo, Manet consiguió encontrar su propio y auténtico modo de expresar y pintar lo que veía. Como afirmó Albert Wolf, en 1882, «no se puede negar; el arte de Manet es enteramente suyo».
Rosa Puga Davila. Londres

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