jueves, 23 de noviembre de 2023

CON EL BARÍTONO GERALD FINLEY Y EL PIANISTA JULIUS DRAKE: GALVANIZAN EL TEATRO DE LA ZARZUELA EN EL CICLO DEL LIED

 

XXX CICLO DE LIED RECITAL 03 | Coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM].  Teatro de La Zarzuela. Gerald Finley, bajo-barítono

Julius Drake, piano. LUNES 20/11/23 20:00h.

PRIMERA PARTE

PROGRAMA

ROBERT SCHUMANN (1810-1856)

Lehn’ deine Wang’, op. 142, nº 2 (1840)

De Fünf Lieder und Gesänge, op. 127 (1840)

Es leuchtet meine Liebe, nº 3

Dein Angesicht, nº 2

Mein Wagen rollet langsam, op. 142, nº 4 (1840)

Belsatzar, op. 57 (1840)

Die feindlichen Brüder, op. 49, nº 2 (1840)

Abends am Strand, op. 45, nº 3 (1840)

Die beiden Grenadiere, op. 49, nº 1 (1840)

 

FRANZ SCHUBERT (1797-1828)

De Schwanengesang, D 957 (1828)

Ihr Bild, nº 9

Das Fischermädchen, nº 10

Die Stadt, nº 11

Am Meer, nº 12

Der Doppelgänger, nº 13

Der Atlas, nº 8

SEGUNDA PARTE

HENRI DUPARC (1848-1933)

Sérénade, IHD 17 (1869)

Soupir, IHD 18 (ca. 1869)

Le manoir de Rosemonde, IHD 13 (1879)

L’invitation au voyage, IHD 10 (ca. 1870)

Phidylé, IHD 14 (1882)

BENJAMIN BRITTEN (1913-1976)

Um Mitternacht (1962)

GRAHAM PEEL (1877-1937)

De The country-lover (1910), The early morning, nº 4

RALPH VAUGHAN WILLIAMS (1872-1958)

De The house of life (1903), Silent noon, nº 2

FRANZ LISZT (1811-1886)

Go not, happy day, S 335 (1879)

CHARLES IVES (1874-1954)

De 114 songs (1922), When stars are in the quiet skies, nº 113

COLE PORTER (1891-1964)

De Gay divorce (1932)

Night and day


“Là, tout n´est qu´ordre et beauté,

Luxe, calme et volupté” de Charles Beaudelaire, de L´invitation au voyage.

Mágica velada la ofrecida por estos dos artistas de renombre internacional. Magnífico y complicado repertorio, por su variedad y complejidad, que exigen técnica, gusto y experiencia. Una joya rara y excepcional en medio del panorama casi invernal del foro.

Gerald Finley, canadiense de Montreal, (nació el 30 de enero de 1960) es un bajo-barítono famoso como liederista e intérprete de Mozart. Estudió en la St. Matthew's Anglican Church (Ottawa)|, la University of Ottawa, el King's College, Cambridge y el Royal College of Music de Londres. Se destaca en personajes de óperas de Mozart como Guglielmo en Così fan tutte, Papageno en La Flauta Mágica, el conde de Las bodas de Fígaro, y Don Giovanni, sin olvidar el peculiar Athanael de la Thaïs de Massenet.

Debutó en el Metropolitan Opera en 1998 como Papageno en Die Zauberflöte​ y en obras contemporáneas como el Doctor Oppenheimer en la ópera de John Adams el Doctor Atomic en la San Francisco Opera y luego en el Metropolitan Opera en 2008. Frecuenta prestigiosas salas de concierto como el Carnegie Hall y Wigmore Hall donde ha destacado como intérprete de Lieder, especialmente en Amor de poeta de Robert Schumann. Transita también a los rusos como Eugenio Oneguin, Nick Shadow en The Rake's Progress, Agammenon en Ifigenia en Táuride, Rinaldo de Handel, Pelléas et Mélisande y otras.

Cuando se glosa un recital de lied, la voz adquiere un papel preponderante y en principio es lógico. A veces se menciona al acompañante como de paso, pero en esta ocasión, Julius Drake merece un capítulo propio. No solo va de “colaborador secundario” a priori del cantante, sino que, sin violentar a este y a su despliegue vocal y escénico, restaura gloriosamente la importancia de las partituras que interpreta el barítono y recrea su personal lectura con un piano con el que fabrica las más convincentes interpretaciones.

Julius Drake, inglés, de quien hablamos, vive en Londres y goza de una reputación internacional como uno de los mejores instrumentistas en su campo. Aparece regularmente en las principales salas y festivales de música: Aldeburgh, Edinburgh International, Múnich, Schubertiade, Salzburg, Carnegie Hall, Lincoln Center, Nueva York, Royal Concertgebouw, Ámsterdam, Wigmore Hall y BBC Proms, Londres. Famoso también por sus numerosas grabaciones, destacan las realizadas con el aclamado Gerald Finley para el sello Hyperion, de la cuales: Barber Songs, Schumann Heine Lieder y Britten Songs and Proverbs, que ganaron los Premios Gramophone 2007, 2009 y 2011. Con estos mimbres, no es raro que se haya preparado una preciosa función en el Teatro de La Zarzuela esta temporada.

Robert Shumann abrió el comienzo del recital, poniendo música a varios poemas de Heinrich Heine, el poeta que conquistó a Elizabeth de Austria y al que odiaron los Nazis por ser judío como solo ellos sabían hacerlo. Destacaron- y estas apreciaciones son a menudo temperamentales e idiosincráticas- las más amorosas, Lehn´deine Wang, Es leuchtet meine Liebe y Dein Angesicht, interpetadas por el dúo con delicada ensoñación. Hábil Drake (no impunemente se lleva el apellido de un pirata…) para traspasar las atmósferas emocionales con un instrumento que vigilaba sin tregua el desarrollo de los textos, muy adecuada la dicción alemana del intérprete.

Probablemente el hecho de haber nacido en un país bilingüe como Canadá, haya dotado (y el estudio y el esfuerzo) al cantante para una evidente capacidad para los idiomas. Y su amplio registro, el generoso fiato, los agudos hipnóticos como suspendidos en el aire. La teatralidad, el sentido del humor, muy British de la Commonwealth. Por si esto no fuera suficiente, elegante, guapo y varonil. Presencia escénica asegurada en su traje azulón con corbata burdeos, muy compatible con el parecido atuendo de Drake. Canta con la garganta y con el cuerpo.

Belsatzar nos retrotrajo a la violencia de los hebreos en el Antiguo testamento, castigando a un monarca preso de sus propias veleidades de poder. De todos conocida la ira de este Jehová ancestral y castigador de la Biblia siempre vigente y actualizado.

No hace falta aclarar quién era el Emperador, al que se hacía referencia en la heroica canción  Los dos granaderos siempre de Heine, llena de ímpetu belicista, defendiendo un personaje al que seguramente evoca con rencor casi toda la audiencia presente en la sala. Historia europea aparte, cautivó y rindió a los presentes. Siguieron las canciones de Franz Schubert, con una paleta gozosamente dispersa en los climas y la temática, para dar paso, ya luego de la pausa, a repertorios en varias lenguas, que comenzaron con creaciones de Henri Duparc.

De este compositor comentó una famosa soprano que tuvo cierto momento de éxito en la capital española este mismo año, “que lo había suprimido de su recital porque casi todo el público se había dormido con él en el Met de Nueva York” (sic). Sin embargo, para otro tipo de audiencia, más refinada, más culta, difícilmente pueda escucharse una partitura más sofisticada con el poema de Charles Baudelaire, bordados también en Madrid por el contratenor Philipe Jaroussky, experto en este tipo de “paraísos artificiales” (y otros muchos).

Los asistentes encontrarían largo el programa, por lo que es fácil suponer lo que ha significado para Finley y sus cuerdas vocales. Nada. Se deslizó como un felino por los pentagramas, con una línea de canto única, unas matizaciones y reguladores soberbios, con una capacidad de transmitir y comunicar y un gusto musical fuera de lo común (que no tienen automáticamente todos los de este oficio).

Un Britten en alemán (Um Mitternacht), The early morning de Graham Peel, Mediodía en silencio de Vaughan Williams, la única creación de Liszt en inglés, Go not, happy day, condujeron en la velada a otras destilaciones estéticas muy delicadas, para adentrarse, ya al final, en el swing, el blues y el perfume de la música jazzística en When the stars are in the quiet skies, de Charles Ives y Night and day de Cole Porter, pasando de una concepción del Romanticismo a “otro”, más de hoy.

El público del Teatro de La Zarzuela en general es conocedor, son “habituales” o abonados en su mayoría, no le da todo igual, calibra, sopesa y valora. Y reconoce la excelencia, así que los aplausos y “bravos” cayeron a raudales sobre estos artistas que no se dejaron nada para la vez siguiente. Ahí quedan los silencios y los rubato inteligentes y disimulados de Drake, para dejar respirar al cantante, y el desciframiento sublimado y minucioso del barítono de un repertorio que no está al alcance de bisoños o improvisados.

Antes de despedirse del todo, Gerald Finley dedicó una canción a su abuelo, y- explicó en español- que cumpliría más de 140 años (“pero está muerto”), My heart in my Highlands, de Ottorino Respighi (1879-1936), con el mismo brío que hubiera demostrado Sean Connery blandiendo la espada en la legendaria película Los inmortales (episodio 1). Por si a alguien le hubieran asaltado dudas sobre su capacidad de interpretar y decodificar personajes, “Beber”, de Maurice Ravel (1875-1937) anunciado por Julius Drake, fue un gozoso cierre entre la ensoñación del fascinante clímax y un vaho etílico expandiéndose por la sala, maravillosamente declinado.

Alicia Perris

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