domingo, 9 de junio de 2024

E LA LIBERAZIONE DI RUGGIERO DALL´ISOLA D´ALCINA. TEATROS DEL CANAL, COLABORACIÓN CON EL TEATRO REAL DE MADRID

 LA LIBERAZIONE DI RUGGIERO DALL’ISOLA D’ALCINA. “Commedia in “ en un prólogo y cuatro escenas. Música de Francesca Caccini (1587-ca 1641). Teatros del Canal, Sala Roja, 8 de junio, 2024

Estrenada en la Villa Poggia Imperiale de Florencia el 3 de febrero de 1625

Añadidos instrumentales de Emilio de’ Cavalieri (ca1550-1602), Andrea Falconieri (1585-1656), Claudio Monteverdi (1567-1643) y Jacopo Peri (1561-1633)

Equipo artístico

Dirección musical y versión: Aarón Zapico

Dirección de escena, escenografía y coreografía: Blanca Li

Vestuario de las cantantes: Juana Martín

Estilismo: Antiel Jiménez

Iluminación: Pascal Laajili

Reparto

Melissa: Vivica Genaux

Alcina: Lidia Vinyes-Curtis

Sirena / Mensajera / Dama triste: Jone Martínez

Ruggiero: Alberto Robert

Nettuno / Astolfo / Pastor enamorado: Francisco Fernández-Rueda

Bajo de coro, Mostri: Johann Sebastian Salvatori

Sopranos de coro, Dama: Carmen Larios e Ivana Ledesma

Bailarines: David Damas Grimaldi, Iván Delgado del Río, Paula Jofre,

Noelia Rúa, Eva Nazareth Suárez, David Valls

Conjunto Instrumental Forma Antiqva (dirección Aarón Zapico) y Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real.

Coproducción Teatro Real y Teatros del Canal

“Quien a lo largo de su vida quiera disfrutar en paz, que disfrute, calle y no ofenda a Eros. Quien pase los días y las horas amando”.

Esta obra de Francesca Caccini está considerada la primera ópera compuesta por una mujer y se trata de la primera obra de estas características que se representa fuera de Italia, un detalle importante constatado por el éxito que alcanzó en su estreno de 1625. Son argumentos sólidos que justifican el estreno en España de esta ópera 400 años después de ser escrita.

La liberazione di Ruggiero dall’isola di Alcina, según el responsable y director de la partitura original, Aarón Zapico, a la que se han añadido otros fragmentos contemporáneos barrocos, es una obra maestra del género. Su argumento, acción dramática, alternancia de personajes y equilibro de poder es redondo. Imposible no tener un recuerdo aquí del Orlando furioso, un poema épico caballeresco escrito por Ludovico Ariosto y cuya redacción definitiva se publicó en 1532. A los mismos Teatros del Canal trajo hace unos años una recreación genial (Sala Verde)- casi un monólogo- Stefano Accorsi, uno de los grandes espadas del cine y el teatro italianos actuales. Fue una delicia y un privilegio escucharlo y verlo.

Volviendo a este Ruggiero, la utilización del ritmo, la armonía y melodía, magistral. Se encuentran en la escritura resonancias de L’Orfeo de Claudio Monteverdi, pero también de Jacopo Peri o Giulio Caccini (el padre de la compositora) y que representa la eclosión de un nuevo lenguaje musical. De una nueva
manera de entender la música y de representar los afectos humanos, sobre todo en esa época.

Y por supuesto, los famosos tríos de tenor -héroe, Odiseos perseguidos por las magas malvadas- sopranos y mezzos - que les impiden volver en tiempo y forma al hogar, donde los esperan Penélopes siempre dispuestas a continuar con la fidelidad al esposo. En esta ocasión, falta Telémaco y la función de la corte es más difusa.

La naturaleza femenina de la obra, que por eso seguramente además de por su calidad artística se presenta en estos días de Metoo y reivindicaciones feministas y femeninas, necesarias, aunque un tanto repetitivas ya y no siempre bien defendidas, no se discute.

Son evidentes ab initio con Francesca Caccini, la Cecchina, mujer de exquisita educación, espíritu inquieto y numerosas y variadas responsabilidades. “Un encargo de la obra, también en femenino, de la Gran Duquesa Maria Maddalena d’Austria para festejar la llegada a Florencia en 1625 del príncipe de Polonia y Suecia Ladislao Sigismondo. Además, el tratamiento de los personajes inclina de manera valiente y, en cierta manera, inaudita, la balanza hacia el lado femenino: Melissa y Alcina ejercen el poder y la seducción mientras que Ruggiero no acaba de salir de su ensimismamiento un punto afectado y bobalicón”.

Hay que señalar además la cobardía de Astolfo, los lloros de las plantas o la brusquedad de los monstruos que están representados por voces masculinas. Una clara, moderna e inapelable distribución de poder, según los responsables, de donde parten no pocos de tratamientos de la lírica de estos tiempos.

Los recursos estéticos, dramáticos y teatrales, para acompañar una música que no se deslizaba con la sedosidad y tersura esperada para una producción barroca, evanescente en general, aunque contundente sobre el escenario son recordados en gran parte por el uso- algo naïf pero resultón- que se hacía en España en los años 70 de la renovación que se hacía en los teatros acorde con la apertura que siguió a la muerte de Franco. Teatro negro, corazones volando detrás de los personajes, pompas de jabón efímeras y soñadoras, un toque muy español en los trajes y oscuridad como elemento de escena, pasos de ballet que recuerdan ejercicios de gimnasia rítmica con cintas volanderas y movimientos ad hoc.

Todo muy conocido, ideal para una función para niños, divertida, comprensible en su mezcolanza. Una claudicación evidente al horror vacui que sienten algunos directores de escena y creadores, las voces acompañaron el despliegue escénico y no al revés durante la hora y media que duró la producción, sin descanso.

El teatro lleno y el público, riendo bastante y aplaudiendo con energía. Blanca Li, la creadora escénica y factotum de este Ruggiero, en su salsa, conocida, colaborando siempre con equipos de fuste. Lo ha demostrado en estos años en que ha sido directora de los Teatros del Canal, cargo que ha dejado para abordar otros desafíos en Francia por ejemplo.

La dirección y la ejecución instrumental muy apropiada, con varios Zapico y músicos también de la Orquesta del Teatro Real. Sin embargo se escuchaban y se sentían ciertos hiatos sonoros que hacían pensar y concebir la escucha de la partitura como una serie de números más o menos conectados y no como un todo cerrado. Muy bien los instrumentos, todos.

Según Aarón Zapico, en la línea anterior, confirma lo dicho: “La partitura es una obra maestra pero incompleta que precisa de la participación activa e intensa del intérprete. En lo que hay escrito y en aquello que, por diferentes razones, no lo está. Es preciso decidir qué instrumentos tocan en cada momento las sinfonías e interludios instrumentales, qué acompañamiento recibe cada personaje y cómo enlazamos los diferentes recitados, coros o episodios instrumentales: si dejamos un pequeño silencio o bien los conectamos con más o menos rapidez.

También hay que tomar decisiones en cuanto a la articulación de la propia música, la duración de las notas en los acompañamientos o, incluso, si debemos repetir esas armonías acompañantes. Y las dinámicas también: qué es fuerte, qué es suave y las sutiles gradaciones entre estos dos términos”.

En cuanto a las voces, todos los cantantes han tenido que ser actores y actrices, dominar las tablas, bailar, llorar, amenazar, expresar y llevar vestimentas en ocasión (sobre todo las damas) de manejo complicado, con volantes, frunces, batas de cola, abanicos, complementos en la cabeza, deslizándose sobre un suelo de plástico que crecía y se desinflaba por momentos, dificultando la seguridad del desplazamiento de bailarines, actores y cantantes, que sin embargo, lo tenían  corporalmente asumido.

La Melissa de Vivica Genaux, habitual del foro, un poco justa vocalmente, pero lució buenas piernas descubiertas a la Marlene. Dispuesta y cumplidora la Alcina de Lidia Vinyes-Curtis y también las Sirena / Mensajera / Dama triste que compuso Jone Martínez. Instrumento bonito y fresco el del Ruggiero de Alberto Robert, aunque el papel no fuera excesivamente lucido. Los Nettuno / Astolfo y Pastor enamorado de Francisco Fernández-Rueda, solventes y seguros, al igual que los Bajo de coro, Mostri de Johann Sebastian Salvatori, las sopranos de coro, y Dama que dibujaron Carmen Larios e Ivana Ledesma.

Los bailarines a las órdenes de Li cumplieron con eficacia y versatilidad: David Damas Grimaldi, Iván Delgado del Río, Paula Jofre, Noelia Rúa, Eva Nazareth Suárez y David Valls.

Una oportunidad renovada que ofreció como suelen los Teatros del Canal en casa, ahora de nuevo en colaboración con el Teatro Real, para todos los públicos, excelente, variado. Precios asequibles en el Canal, astronómicos en el Real. 

En la sala de la calle Cea Bermúdez, en una ocasión anterior, propusieron como acreditación de esta cronista válida físicamente, un lugar vacío- sin butaca- para una silla de ruedas fantasmal. La acomodadora, encantadora, solucionó el problema. ¡Una pequeña distracción! 

Fue una chanza seguramente o un error, acorde con el buen humor que suele reinar en los espectáculos teatrales y líricos en estos coliseos o con la eficacia y buen hacer de las responsables de prensa y comunicación, que a veces están verdaderamente desbordados por tantos compromisos de gratuidad y tantos críticos sobrevenidos.

 De todas formas, nihil obstat, tienen el placet, una propuesta interesante y diferente.

Alicia Perris

No hay comentarios:

Publicar un comentario