El descubrimiento del busto de
Nefertiti por el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt, cumple un siglo.
Hace cien años que la oscura esposa
del faraón Ajenatón (1353-1336 a. C) se convirtió en una celebridad en
Alemania. El descubrimiento del busto de la reina Nefertiti por parte del
egiptólogo Ludwig Borchardt el 6 de diciembre de 1912 fue la gran sensación de
las excavaciones alemanas en Ajetatón, que fue la capital egipcia durante 12
años del reinado de Ajenatón. Llegado el busto a Berlín en 1913, uno de los
primeros en verlo fue el káiser Guillermo II. El emperador alemán quedó
vivamente impresionado y comparaba la pieza con las grandes esculturas
renacentistas. Obtuvo una réplica exacta que se llevaría consigo al exilio en
1918. El gran público no la pudo admirar hasta 1924, pero el Neues Museum
organizó ya en 1913 una notoria exposición con otros hallazgos de Borchardt en
sus excavaciones del valle egipcio de Amarna. La muestra desató en Berlín una
egiptomanía que el entusiasmado Borchardt describió a su esposa como “un
ajetreo de locos”. Y eso, celebraba, “incluso sin la reina de colores”.
Reabierto al público
en 2009 tras décadas de ruina, el mismo Neues Museum ha montado 99 años después una nueva
exposición en la que Nefertiti no es la gran ausente, sino el gancho para volver a enseñar los artefactos
religiosos, las piezas
decorativas o los objetos de uso diario descubiertos por los arqueólogos de
Borchardt. La muestra
coincide con el descubrimiento de una inscripción que nombra a la pareja real
en el año decimosexto del reinado de Ajenatón. El egiptólogo de Lovaina Harco
Willems explicó el miércoles que “ahora se pueden descartar las hipótesis de su
asesinato o su destierro”. Ajenatón, maldito como faraón hereje por las
generaciones posteriores, reformó la religión de Estado en Egipto: repudió al
nutrido panteón que presidía el dios Amón para designar a Atón, dios de la luz
representado por un disco solar, única deidad digna de culto. Y a sí mismo como
su único interlocutor. Su reinado duró 17 años. Un par generaciones más tarde,
sus sucesores trataron de borrar su memoria destruyendo sus templos y
eliminando de las listas dinásticas su nombre y el de otros reyes asociados al
período de Amarna.
El visitante del Neues Museum se dirá que son cosas de sátrapas religiosos de hace 3.300 años, hasta que se entere de que Borchardt y el fundador de la Sociedad Oriental Alemana (DOG), James Simon, sufrieron un trato parecido en los años treinta. La Alemania nazi no quería héroes ni mecenas judíos, así que se intentó ocultar las contribuciones del arqueólogo Borchardt y el millonario Simon al descubrimiento del busto de Nefertiti y del resto de los hallazgos en Amarna. Durante la dictadura se retiró la placa que recordaba el patronazgo de Simon en las investigaciones. Ahora, el Neues Museum quiere honrar su memoria dando su nombre a una de sus galerías.
Los arquitectos Tom Duncan y Noel McCauley aclaraban en el
museo cómo plantearon la exposición que abrirá el viernes: en bajo se recrea la
historia del descubrimiento y la de su recepción durante estos 100 años.
En el
segundo piso, residencia fija del busto real de Nefertiti, una gran sala
presenta a la entrada los tiempos previos a la revolución de Ajenatón. El
umbral del cambio religioso es un gran triángulo de luz rojiza que da paso
hacia la exposición de Amarna. A través de más de mil objetos ofrece una idea
plástica de las viviendas, la religión y la industria de Ajetatón.
En la sala
contigua se muestra el taller de Tutmosis, entre cuyas ruinas se encontró el
busto de Nefertiti. También contiene un busto de su esposo en mucho pero
estado. Dos puertas dan acceso a la estrella de la muestra, que preside ella
sola la misma sala que ocupa desde su llegada al Neues Museum en 2009. Y de
donde, según dijo el miércoles el jefe de los museos berlineses Michael
Eissenhauer, “no se va a mover más”.
http://cultura.elpais.com
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