Lo Real/Le Réel/The
Real. Israel Galván. Estreno mundial, producción encargada y dirigida por el
Teatro Real. 13 de diciembre de 2012.
1940.
Las tropas alemanas
desfilaron.
Yo iba al segundo
curso.
Mi encargado en la
clase,
un hombre alto con el
peso liso peinado
rigurosamente hacia
atrás.
Que decía: Los cuervos
negros han asaltado
nuestro país desde
hace muchos años.
(Última estación.
La muerte es un
maestro bienvenido).
Después de décadas en
que se ha insistido sobre las deportaciones y posterior asesinato de disidentes
y heterodoxos, sobre todo de judíos en los campos de concentración de los
Nazis, durante la Segunda Guerra
Mundial, la comunidad gitana encuentra su espacio para rememorar e incorporar a
la memoria colectiva, su peculiar experiencia del desastre humanitario como
colectivo que también forma parte de la comunidad internacional afectada por la
barbarie y el horror.
Esterilizados, sometidos a las leyes para la protección de la sangre y el honor, se les prohibió emparentar con otras razas (especialmente la aria), y fueron sometidos a políticas de limpieza racial y utilizados como conejillos de indias en experimentos de laboratorio.
Esterilizados, sometidos a las leyes para la protección de la sangre y el honor, se les prohibió emparentar con otras razas (especialmente la aria), y fueron sometidos a políticas de limpieza racial y utilizados como conejillos de indias en experimentos de laboratorio.
Con estos mimbres el bailarín sevillano Israel Galván, compone a
partir de un encargo del Teatro Real y el Théâtre de la Ville de Paris, el Mercat de
les Flors de Barcelona y otras instituciones de renombre, un espectáculo que
evoca los trenes que llevaban a los gitanos y otros prisioneros a la muerte,
mientras recrea pasajes menos dramáticos en un mix que se pasea por la enjundia
del ballet folklórico, con una inspiración que también bucea en la danza
contemporánea.
Acompañado por dos
artistas de su generación, Isabel Bayón y Belén Maya, incorpora también en
escena una coreografía ad hoc, compuesta de rieles y columnas de hierro en
constante movimiento, que por momentos reiteran en exceso la expresividad del
terror y de la suerte futura del colectivo gitano en los interminables trenes
que los conducen a la muerte.
“Lo Real-Le Réel- The
Real se basa en la dramaturgia de Pedro Romero y Txiki Berraondo, dos
colaboradores habituales del bailarín y tiene que resolver escénicamente y
dramáticamente el desafío de poner movimiento y expresividad el exterminio y la
desolación.
Se trata de un espectáculo poco ortodoxo de danza, construido en cinco partes, que trasluce a la vez la persecución de los gitanos y la fascinación que su mundo artístico despertaba en los jerifaltes del Tercer Reich, siempre a la caza de emociones fuertes y alternativas.
Se trata de un espectáculo poco ortodoxo de danza, construido en cinco partes, que trasluce a la vez la persecución de los gitanos y la fascinación que su mundo artístico despertaba en los jerifaltes del Tercer Reich, siempre a la caza de emociones fuertes y alternativas.
La música que envuelve
el espectáculo pasa por la jota de las ratas de “La gran vía” de Chapí, hasta
por “Hitler in my Heart”, de Anthony and The Johnsons, incluyendo además una
musicalización del fragmento dadaísta “Karawane” y otros fragmentos flamencos.
La propuesta no es
excesivamente estética ni cautivadora y parte del público abuchéo el espectáculo,
mientras otro grupo, más entusiasta, lo defendía.
No se trata de un
proyecto luminoso (podría haberlo sido a pesar del dramatismo de la memoria
histórica convocada), ni bello. Es más, no ayuda una coreografía reiterativa y
unos trajes que carecen de una estética seductora. Ni siquiera se pudo
disfrutar de la belleza de unos cuerpos muy lejos de ser musculados, expresivos
o hermosos.
La sensación final es
preguntarse realmente qué hemos visto o qué se nos ofrecido como reflexión en la
constelación de la danza de unos de los capítulos más negros de la historia de
Europa.
Al final de la función, con nostalgia y con apego, a pesar de los años que transcurrieron desde su desaparición física y artística, algunos espíritus melancólicos y desilusionados, recordaron el duende y la fascinación del desaparecido Antonio Gades, que seguramente hubiera dibujado, a partir de las mismas constantes históricas, otro universo, un baile distinto y refulgente arropado por otras cosmografías y otro duende.
Alicia Perris
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