Sondra Radvanovsky | voz
Anthony Manoli | piano
Programa
Henry Purcell
When I am Laid in earth (Dido and Aeneas)
Georg Friedrich Händel
Piangerò La Sorte Mia (Giulio Cesare In
Egitto)
Rachmaninov
Ne Poi Krasavitsa (Sing not to me, beautiful
maiden, Op. 4, No. 4)
Zdes’ khoros (How fair this spot, Op. 21, No. 7)
I wait for thee, Op. 14, No. 1
Strauss
Allerseelen, Op. 10, No. 8
Befreit, Op. 39, No. 4
Morgen!, Op. 27, No. 4
Heimliche Aufforderung, Op. 27, No. 3
INTERMEDIO
Franz Liszt, Tre
sonnetti di Petrarca
Pace non trovo
Benedetto sia 'l giorno
I vidi in terra
Jake Heggie
If I had known
Umberto Giordano
La Mamma Morta (Andrea Chénier)
Sondra Radvanovsky (Berwyn, Illinois; 11 de abril de 1969) es una soprano norteamericana de relevante actuación internacional, aunque de origen europeo (danés, checo y ruso).
Cursó estudios en Richmond, Indiana, perfeccionándose en canto en Santa Bárbara (California), con Martial Singher, Ruth Falcon, Renata Scotto (cuya pérdida lamentamos este mismo mes) Diana Soviero y Mirella Freni.
Se trata de una soprano spinto destacada en roles de Verdi especialmente: Elvira en Ernani, Lina en Stiffelio, Leonora en Il Trovatore, Hélène en Les Vêpres Siciliennes, Amelia en Un ballo in maschera y Elisabetta en Don Carlo. También ha interpretado otros papeles como: Manon Lescaut y Suor Angelica de Puccini, Marguerite en Faust, Tatyana en Eugene Onegin, Donna Anna de Mozart Gutrune en Götterdämmerung, Freia en Das Rheingold entre otros.
Radvanovsky comenzó la temporada actual de ópera con el papel
protagonista de la Medea de Cherubini en la Metropolitan Opera de Nueva York,
Floria Tosca, en la Ópera de Zúrich, la Deutsche Oper de Berlín, el Gran Teatre
del Liceu de Barcelona y el Chan Centre de Vancouver.
En concierto, este otoño pasado ha actuado en el Carnegie Hall de
Nueva York junto al pianista Anthony
Manoli con el estreno mundial de nuevas obras de Jake Heggie junto a
conocidas arias y canciones de Purcell, Händel, Duparc (este último suspendido aquí, porque según
explicó la soprano, “en Nueva York el público se dormía”) y Strauss, entre
otros.
Ahora llega al FIVE en El Escorial, luego del éxito con la sala al
completo de Juan Diego Flórez. Esta velada sin embargo, fue diferente. Más
protocolarizado y conocido el concierto del tenor peruano, deparó menos
sorpresas que la entrega de una diva que quiere sin ambages comunicar con su
público (el Auditorio no estaba esta vez lleno, pero sí bastante ocupado), para
comentarle, entre fragmento y fragmento musical, cómo han sido sus últimos
tiempos familiares y personales.
Efectivamente, esto se refleja en la presentación del recital, al
que denominó From loss to love (De la pérdida al amor). Casi en un estilo de
café concierto, rodeada de flores. Con un vestido escotado delante y detrás
azul Klein bordado en pedrería, algunas joyas, la cantante se entendió adecuadamente
con su acompañante, Anthony Manoli, él también con problemas a la espalda
íntimos, que sin embargo, brilló especialmente en su particular comunicación,
con el Steinway del Auditorio y no interpretó ninguna partitura solo, al margen
del acompañamiento de la cantante. Lo hizo sin embargo bien, fue elegante y
discreto.
No funcionó el micrófono con el que Radvanovsky debía interactuar
con la audiencia, y se acabaron pronto los escuetos programas de mano, pero
esto no impidió que la artista “proyectara” (como expresó) y se hiciera
comprender de un público que en ocasiones, también le respondió, todo en
inglés.
A pesar de su voluntad de mostrar alegría y control, la noche tuvo
un importante núcleo melancólico, con un repertorio más propio del invierno que
de un verano tórrido que sin embargo se imagina más ligero, más leve. Las arias
de “Dido y Aeneas” de Purcell y
“Piangeró la sorte mia” del “Julio Cesar” de Haendel, inauguraron una demostración de las habilidades del canto
y la voz de Radvanovsky: fiato impresionante, legato natural, técnica
cuidadísima, un manantial caudaloso sonoro y el manejo de los matices, para
pasar de los forte, en agudos portentosos, a los pianissimi fascinantes y
sorprendentes. Está en plena forma física y vocal, con una presencia sugerente
en escena.
Antes de comenzar las tres canciones de Rachmaninov, “que le enseñaron su padre y el prematuramente
desaparecido barítono Dmitr Hvorostovsky
(si la comprensión del inglés no falló en este caso), que declinó con
enorme sentimiento.
A pesar de que expresó “No hablo alemán”, desgrano a continuación un
“set” de obras conocidas de Strauss con eficacia, de forma ortodoxa.
En la segunda parte, los “Tres sonetos de Petrarca” de Liszt, finos, delicados, a los que
siguió una canción de Jake Heggie
(Florida, 1961) para terminar con el aria de Andrea Chenier. Por supuesto, una
de sus interpretaciones más célebres y aplaudidas, la “Mamma morta”.
Entre los tres “encore”, “Io son l umile ancella” de Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea, que dedicó a su mentora fallecida hace unos días, como se dijo arriba, Renata Scotto.
Siguieron el aria de La Forza del destino, “Pace, pace, mio Dio”
de Verdi, (Radvanovsky no es
supersticiosa, parece) y para terminar, “Over the rainbow”, (en español: 'Sobre
el arcoíris'), una balada escrita para la película El mago de Oz, de 1939,
ganadora del premio Óscar a la mejor canción original. El autor de la música
fue Harold Arlen y el de la letra
fue Yip Harburg. A menudo incluida
en las propinas de los cantantes norteamericanos, un clásico reconfortante y
terapéutico. Lo que la soprano y la audiencia necesitaban seguramente. Hubo
empatía mutua y muchos aplausos y aclamaciones: un reconocimiento merecido.
Diez sesiones de un festival en pequeño formato, muchas de cuyas
sesiones acompañaron este estío inclemente y poco calmo que se nos ha venido
encima. La música adormece las ansias, los fantasmas y la nostalgia y en este
caso también la canícula, en un lugar donde hace años - El Escorial- estos fenómenos eran desconocidos. Apetecible
y muy amable, “very sweet” (muy dulce). Gracias a todos.
Alicia Perris
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